San Lucas 6, 1-5:
Conciencia inspirada en la verdadAutor: Regnum Christi
Fuente: Regnum Christi Para suscribirse
Evangelio: San Lucas 6, 1-5:
Un sábado, Jesús iba atravesando unos sembrados y sus discípulos
arrancaban espigas al pasar, las restregaban entre las manos y se comían los
granos. Entonces unos fariseos les dijeron: “¿Por qué hacen lo que está
prohibido hacer en sábado?”. Jesús les respondió: “¿A caso no han leído lo que
hizo David una vez que tenían hambre él y sus hombres? Entró en el templo y
tomando los panes sagrados, que sólo los sacerdotes podían comer, comió de ellos
y les dio también a sus hombres”. Y añadió: “El Hijo del hombre también es dueño
del sábado”.
Meditación:
Los fariseos constantemente buscaban en qué podrían encontrar alguna
trasgresión a la ley, para acusar a Jesús, y tener motivo para aprehenderlo. En
este Evangelio podemos aprender que sean cuales fueren las normas externas, la
conducta del hombre depende de su propia conciencia, y que la conciencia es
buena, recta y pura si está inspirada en la verdad y en el bien. Cuántas
dificultades nos ahorraríamos si hiciéramos caso a la propia conciencia, si
fuéramos hombres más reflexivos, que basaran sus decisiones en la ley que Dios
puso en nuestro corazón. Es a través de la conciencia que el Señor nos habla y
desde ella sabemos y distinguimos el bien del mal. Las leyes humanas se pueden
equivocar cuando los hombres no contemplan como prioridad la Ley de Dios y
absolutizan los criterios humanos que a veces como hoy nos dice el Evangelio, se
manejan con error y falsedad. A veces actuamos como los fariseos, en el sentido
de estar viendo en nuestro hermano los errores y no reparar en los propios. Esta
actitud es propia de quien vive hacia fuera, al exterior pendiente de la opinión
de los demás, de lo que dicta la moda, etc. Hay que ser cautelosos y cuidarnos
de no caer en estas actitudes, que ignoran la coherencia de vida, la integridad
humana y nos apartan de la verdad de Dios. Para contrarrestar esto, nada mejor
que una vida de oración profunda en la que reflexionemos de cara a Dios, nuestro
actuar de cada día.
Reflexión apostólica:
El apóstol no se guía por lo que la mayoría dice o hace, sino por su
recta conciencia y a partir de ésta toma decisiones a la luz del amor de Dios.
Propósito:
Haré caso a mi conciencia ante cualquier conflicto personal.