San Lucas 8,1-3:
Amar a los hombres es amar a CristoAutor: Regnum Christi
Fuente: Regnum Christi Para suscribirse
Evangelio: San Lucas 8,1-3:
En aquel tiempo, Jesús comenzó a recorrer ciudades y poblados
predicando la buena nueva del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y algunas
mujeres que habían sido libradas de espíritus malignos y curadas de varias
enfermedades. Entre ellas iban María, llamada Magdalena, de la que habían salido
siete demonios; Juana, mujer de Cusa, el administrador de Herodes; Susana y
otras muchas, que los ayudaban con sus propios bienes.
Meditación:
El pasaje del Evangelio nos habla de la caridad de algunas mujeres que
servían a Jesús y a los apóstoles. El texto nos invita a proyectar nuestra vida
hacia la práctica de un amor activo y concreto con cada ser humano. Esto es lo
que debe caracterizar la vida cristiana y todo apostolado. Si verdaderamente
hemos partido de la contemplación de Cristo, tenemos que saberlo descubrir en el
rostro de todo hombre. Nadie puede ser excluido de nuestro amor cristiano, pues
con la encarnación el Hijo de Dios se ha unido a cada persona, y amar a los
hombres es amar a Cristo mismo. Esto quiere decir amar al que nos hace bien, y
amar al enemigo, amar al que nos saluda y al que sólo lo hace por interés, etc.
Debemos ser los laicos cristianos, quienes hagamos presente el mensaje de
caridad de Cristo en el mundo de hoy, sin convertir nuestro servicio a Dios en
una mera acción social. Al repasar la vida de Jesús y releyendo este pasaje del
Evangelio, quedamos admirados también por la pobreza de Jesús. Él fue el más
pobre de los pobres, el ser más manso entre los humildes, la persona de corazón
más puro y misericordioso. Fue siempre pobre, desde el pesebre hasta el abandono
de la cruz. ¡Cuánto hemos de imitar su pobreza! En la sencillez de nuestro modo
de hablar, de vestir, de conducirnos, incluso de comprar. Otro campo para vivir
la pobreza es el uso que hacemos de nuestro tiempo. El aprovechamiento del
tiempo es parte de la pobreza porque el tiempo es un don precioso y limitado. Es
obligación del cristiano usarlo con responsabilidad, con eficacia, haciéndolo
rendir al máximo. Jesús, ¡haz nuestro corazón semejante al tuyo!
Reflexión apostólica:
Ver si trabajo con eficacia en mi trabajo, estudio, apostolado,
haciendo más en menos tiempo y haciendo rendir al máximo los recursos con los
que contamos.
Propósito:
Aprovechar inteligentemente el tiempo el día de hoy.