San Lucas 9,57-62:
Donde hay humildad hay lugar para Dios

Autor: Regnum Christi

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Evangelio: San Lucas 9,57-62:

En aquel tiempo, mientras iban de camino Jesús y sus discípulos, alguien le dijo: "Te seguiré a donde quiera que vayas". Jesús le respondió: "Las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene en dónde reclinar la cabeza". A otro, Jesús le dijo: "Sígueme". Pero él le respondió: "Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre". Jesús le replicó: "Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú ve y anuncia el Reino de Dios". Otro le dijo: "Te seguiré, Señor; pero déjame primero despedirme de mi familia". Jesús le contestó: "El que empuña el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios".

Meditación

Los Evangelios nos transmiten que la vida terrena de Cristo tuvo siempre el sello de la pobreza. Repasemos a grandes pinceladas su vida: Jesús fue dado a luz en un establo y acostado en un pesebre. Ya desde los primeros meses de vida tuvo que huir a tierras extrañas porque le perseguían. Luego, desarrolló una vida modesta y escondida en Nazaret, bajo la protección de José que era un carpintero. En los años de su vida pública Jesús mismo confesó que las zorras y las aves tenían sus refugios, pero que Él no tenía dónde reclinar la cabeza. La misma muerte del Maestro se vio envuelta en la pobreza, murió crucificado, cumpliendo una pena de muerte que se daba a los que eran esclavos. ¡Qué ejemplo tan grande de humildad y de pobreza nos da el Hijo de Dios! Cuánto debemos profundizar en esto nosotros, que con frecuencia nos olvidamos de que sólo somos criaturas de Dios. Independientemente de la situación económica en la que nos encontremos, de la fortuna o penuria en la que vivamos, hemos de abrazar la pobreza y la humildad de espíritu como Jesús. Esto lo conseguiremos si nos esforzamos por vivir con desprendimiento, tanto de las cosas materiales como de nosotros mismos. La humildad nos llevará también a aceptar nuestras miserias, a reconocer nuestros errores y pecados ante Dios, y a tener unas relaciones más caritativas y sinceras con los demás. Dios quiere nuestra humildad para poder llenarnos de Él. Donde hay soberbia y orgullo no cabe Dios. Donde hay humildad y pobreza de espíritu allí hay lugar para la gracia divina.

Reflexión apostólica:

La pobreza y la humildad de espíritu son aliadas de la virtud de la caridad. El humilde es capaz de vivir en armonía con los otros y se hacer servidor de los demás. ¡Sólo el humilde puede vivir el mandamiento del amor a Dios y al prójimo! El Regnum Christi nos invita a vivir esta virtud de la humildad, nos llama a servir siempre, a servir sin esperar nada a cambio, y a servir con espíritu de discreción.

Propósito:

Me desprenderé de algo a lo que esté apegado, para estar más abierto a Dios y a los demás.