San Marcos 6,1-6:
Sólo curó a algunos

Autor: Regnum Christi

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Evangelio: San Marcos 6,1-6:

En aquel tiempo, Jesús fue a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba se preguntaba con asombro: “¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros? ¿Qué no es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas?”. Y estaban desconcertados.
Pero Jesús les dijo: “Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa”. Y no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente. Luego se fue a enseñar en los pueblos vecinos.


Oración introductoria:

«Señor, yo sé que en esta oración tú eres el que me estás invitando a dialogar, porque me amas. Y yo confío en ti, Señor, y por eso acepto con todo mi corazón tu invitación a colocar mi mente, mi corazón, mi vida en tus manos». (Carta del P. Álvaro Corcuera L.C., Acompañando a Cristo Rey, en la oración).

Petición:

Jesús, ayúdame a conocerte para poder amarte.

Meditación:

Nos dice el Evangelio que la multitud que escuchaba a Jesús se admiraba de sus palabras. No se trataba del asombro que precede a la fe, sino de la extrañeza que desemboca en la incredulidad. Este hecho nos invita a meditar en la importancia que damos en nuestra vida a la palabra de Dios. ¿Es ella el alimento de nuestra alma, la fortaleza de nuestra fe, la fuente de nuestra oración? ¿En algunas ocasiones nos resistimos a creer en ella y a vivirla? Acojamos con docilidad la palabra del Señor en todas las ocasiones, ya sea con la atención delicada en la celebración litúrgica, asistiendo a círculos de estudio, dándonos tiempo para la lectura personal de la Sagrada Escritura en la propia casa. No basta una lectura fervorosa de la Biblia, es necesario meditarla, como quien saborea un manjar sabroso. Hay que dejar que la palabra de Dios dé a nuestra alma una dirección espiritual, hay que permitir que el Espíritu Santo forme nuestros pensamientos y guíe nuestras acciones por medio de la lectura de la Escritura. Si no ponemos por obra las palabras de Jesús toda nuestra vida cristiana se quedará en ilusión. La palabra de Dios se comprende verdaderamente sólo cuando se comienza a practicarla.

Reflexión apostólica:

Estamos llamados a ser formadores de otros para llevarles a Cristo. Somos instrumentos, medios, herramientas. De nosotros Dios echa mano para comunicar su palabra a los hombres. Formémonos y llevemos el Evangelio a los demás.

Propósito:

Antes de tomar una decisión importante me preguntaré cuál es el ejemplo que Jesucristo me da en el Evangelio y trataré de imitarlo.

Diálogo con Cristo:

Jesús, ayúdame a buscarte en la lectura atenta y fervorosa de la Sagrada Escritura. Que los Evangelios sean el libro vivo donde yo aprenda a conocerte, amarte y seguirte.