IV Domingo de Adviento, Ciclo A
Mateo 1,18-24:
La fe de San José

Autor: Padre Llucià Pou Sabaté  

 

Texto del Evangelio (Mt 1,18-24): 

La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.

Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: «Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: ‘Dios con nosotros’». Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer. 

Comentario:

La figura de san José aparece hoy junto a María, como un hombre justo (cf. Mt 1,19), con una fidelidad unida a su misión con Jesús y María, que hoy precisamente vemos que descubre en su famosa “duda”. Le vemos padre de Jesús, y de la Iglesia, y especialmente de los sacerdotes. Hoy, segundo día de este Triduo de navidad, vamos a contemplar la fe (después de haber considerado ayer a María, nuestra esperanza), a través de la figura de José, y mañana veremos la caridad que Jesús nos trae, el amor de Dios encarnado.

                “Enviadlo, altos cielos, como rocío, que las nubes lluevan al Justo. Abrase la tierra i germine el Salvador” (Is 45, 8), dice la Antífona de entrada. Y le pedimos al Señor en la oración colecta lo que cada día recitamos en el Angelus: “derrama tu gracia sobre nuestros corazones, para que, así como por el anuncio del ángel hemos conocido la Encarnación de tu Hijo Jesucristo, seamos llevados por su Pasión y Cruz a la gloria de la Resurrección.”. Veremos hoy cómo la fe de San José se manifiesta de una manera especial en el sacrificio, ante la cruz. Ya el libro de Isaías nos muestra una señal que vendrá del cielo: una virgen tendrá un hijo, que será llamado Emanuel, “Dios con nosotros”.

Vemos ahora la fe de san José: ha buscado lugar para acoger a María, que es portadora de Jesús, el Emmanuel, el “Dios con nosotros”, “Dios que salva”. En Belén la gente dice que no hay lugar para ellos. Hoy también la gente va a lo suyo, no tiene tiempo por Dios, Jesús está buscando lugar en el corazón de los hombres. Explica con ingenuidad el poeta catalán Mn. Cinto Verdaguer que yendo José y la Virgen de camino por ese mundo con el niño Jesús, como eran pobres y el camino era largo, entró en un pueblo a pedir comida, y se llegó a las puertas de una casa buena, golpeteando la puerta con el bastón: “-¿Quien va?” -le dijeron desde dentro.

–“unos pobres que vamos de camino”, respondió el patriarca humilde. “¿Nos harían una gracia de caridad, por amor de Dios?”

-“Dios os ampare”, le dieron como respuesta.

-“Estos serán pobrecitos como nosotros”, añadió el santo. “Llamemos a esa otra casa que tiene aires de palacio, aquí vivirá gente rica y caritativa que nos llenará el zurrón”... y al llamar dijo: - "¿querríais hacer una limosna a unos pobres peregrinos, por amor de Dios?"

-"¡Para peregrinos estamos!" -respondió una voz ronca sin abrir la puerta.

-"Deben de estar enfermos” -dijo San José-, “los ricos también pasan enfermedades y penas".

Llamo a otra casa importante y le respondieron: "¡Dios os dé!", y en otra ni esto le dijeron, respondiéndole solamente los perros con sus ladrillos poco acogedores. San José, que era un saco de paciencia, al ver una recibida tan mala para su santísima esposa, y para el Niño, la salvación del mundo, se apenó y dos lágrimas amargas le resbalaron por su cara. El niño Jesús tuvo compasión, y sintiendo brotar también sus lágrimas de sus hermosos ojos, dijo a san José: -"llamemos, si te parece, a esa cabañita". Era la más pobre de las casas de aquel pueblo y tan pequeña que ni el santo ni su esposa se habían apercibido de ella; mes, esto sí, todas estaban cerradas a cal y canto como si tuvieran miedo de ladrones, y esa, que no tenía nada que esconder, estaba de puertas abiertas; ni hubieron de llamar sino que entraron y –en un inocente anacronismo el poeta pone en boca de san José la frase popular-: "-¡Ave María purísima!" y de dentro respondieron: "-sin pecado concebida", y vieron que era una familia alegre y pobre, que les invitaban: "pasad, pasad, ¿queréis quedaros a cena con nosotros?" decía la mujer, mientras ponía más platos en la mesa, con unos pequeños panecillos y en medio la sopera... allí estuvieron muy bien acogidos y contentos de estar con aquella humilde familia, y luego se fueron, y después cuando ya estaban alejándose, la Virgen María volviéndose al niño Jesús, le dijo: -"hijo mío, ¿y qué paga les darás por esta obra buena que han hecho?" Dicen que el niño respondió: "-madre mía, la paga la tendrán en el cielo; aquí en la tierra, cruces y más cruces".

Es el misterioso sentido de la cruz que lleva a la gloria, la puerta de la salvación, el signo más y de victoria, que tienen forma de cruz, sacrificio que da fruto… Dios llama a la puerta de nuestra casa de muchas maneras. En lo de cada día y ha algo de divino. En la abundancia o en la pobreza, en la salud o enfermedad es Jesús quien nos busca, y hemos de dejarlo entrar... pues dónde los dedos notan la espina que pincha, la mirada de fe descubre la belleza de la rosa que nos regala, esto es la cruz.

Hoy en el Evangelio vemos la confianza de san José en Dios es modelo para nosotros… (como reacciona ante la “duda”). En María y José encontramos un matrimonio ejemplar, modelo para todos nuestros hogares, pero sin duda singular, como vemos en el Evangelio de hoy. Es también naciente iglesia doméstica, que custodiará el Redentor. Son de carne y hueso como nosotros, vivían nuestras mismas dificultades y alegrías similares a las nuestras. La Sagrada Familia es modelo de nuestras familias, luchaban por llevar las cosas adelante, y nos enseñan a vivir las “dificultades” en positivo: transformarlas en “posibilidades”, de amar más, de ser más entregados, de tener más fe y perseverancia; así se refuerza el amor y la fidelidad. Las dificultades de “ordinaria administración” no aparecen en el Evangelio: problemas con clientes del taller, rumores de pueblo, estrecheces económicas propias de vivir al día… Se intuye que para ellos los nervios no degeneraban en discusiones; que cuando no podían solucionar una cosa hablando, optaban por el silencio (es una forma de diálogo, cuando se ama): meditar las cosas, el silencio de la oración… Los problemas que nos muestra el Evangelio no son los pequeños de cada día, sólo vemos los más graves… y vemos como actúan, en silencio, "aguantan en el dolor" y esperan el “dedo” de Dios…

Embarazada como está la Virgen, estando desposada con José, él ve que espera un hijo. Sabe de su pacto de virginidad, que habían acordado entre los dos. Ella, por vocación; él, seguramente por acompañarla pues la quería en la situación que ella dispusiera, respetando su compromiso con Dios, pues eso hace el amor.

¿María le dijo lo del ángel? Quizá sí, y José la acompañó a visitar y estar esas semanas o meses a su prima Isabel. Quizá se sintió entonces indigno de estar ahí por medio, que molestaba en un plan que no tenía nada que ver con él, como escribía mi amigo Antoni Carol: si les veían muy unidos iba a ser difícilmente creíble el misterio de la Encarnación virginal. Dios no dice nada; María ve a José pensar esas cosas, i ella intuye y sufre pero tampoco dice nada… José hace oración, y sigue sin tener luces. La Virgen intenta hacerse cargo del desconcierto de su esposo —que no se siente digno para acompañarla—.

José es el que permanece en segundo plano, oculto, escondido, con su sí permanente es el hombre fiel: de fe a prueba de fuego, dócil a la voz del Señor, aunque sea en sueños, como solía hablarle el ángel. Se acomoda a los planes divinos sin protestar. Es el hombre del santo encogimiento de hombros, que todo le está bien. Le veo con una fe que rezumaba paz: cuando una cosa iba como esperaba diría: “gracias a Dios!”, y cuando iba al revés, diría: “bendito sea Dios!”, de manera que siempre estaba entre dar gracias y bendecir a Dios.

La decisión de dejar a María era darle libertad, quedaba fuera del riesgo de pública infamia; y él aparecía como causante de la separación. Dios, al ver su docilidad, no le hace sufrir más e interviene en sueños por medio de un ángel. La caricia de Dios da vida otra vez a José, que así se va preparando más y más para su misión.

Hay quien piensa la otra posibilidad, que María sabe y calla, que no dice nada a José, quien al conocer su estado piensa dejarla –quedando él mal- y no discute ni se queja ni pide explicaciones convencido de que algo divino está ocurriendo, y que aquel asunto no es suyo. Cumpliendo la ley, debía dejarla, y la deja libre para no perjudicarla. No estaría ajeno a conocer lo que pasó con el nacimiento de Juan Bautista y los portentos –quedarse mudo Zacarías, etc.-.

Dios ilumina a José en sueños, y José es dócil: aprende a ir al paso de Dios, como más tarde cuando se le indica que vaya a Egipto, que vuelva, etc.

Desplazarse a Belén para empadronarse no sería nada fácil, José sabía que era inoportuno aquel viaje; pensaba que algún pariente en Belén les podría albergar, pero una vez más nada salió como ellos habían pensado: el viaje a Egipto será otro ejemplo de cambio de planes, como en el episodio del Niño perdido y hallado en el Templo… aprenden a meditar las cosas, a ir al paso de Dios, para cumplir su voluntad. Todo esto es modelo para nosotros, les pedimos a José y María que nos ayuden a dejarnos llevar por Dios, a tener confianza y ver esa mano invisible que nos acompaña y nos guía a lo largo de la vida.

María y José son experimentados en llevar la cruz, aquellos seis meses que José tardó al saber que Jesús era el hijo de Dios, cuando veía que tendría un hijo. María sabe y calla, está serena y con mirada de fe, pero sufriendo, no dice nada, y José no le pregunta y piensa dejarla, aquella cruz fue fuerte… y aguantan pacientemente, sin pensar mal un del otro, y sin desconfiar de Dios. El ángel se aparece a José, y le explica todo. Han aprendido a decir que si a Dios en todo momento, a ser morada de Dios. Jesús ha nacido para nosotros, para cada uno, la noche de Nadal, y queremos hacernos pequeños, como los pastores, y ser de los primeros que están allá aprendiendo la lección que Dios nos da de humildad y pobreza, de estar por encima de las cosas materiales, pues el rey del mundo nace pobre en un establo. Queremos estar allá, verle como tiene frío, pero frío de cariño, de nuestro amor. Jesús se muestra necesitado, y aprendemos así nosotros a sabernos mostrar vulnerables. Y así la gente nos tendrá más confianza, se acercarán al inspirar nosotros credibilidad, y los podremos ayudar, y nos podrán hacer preguntas sobre las cosas importantes. No poseemos totalmente la verdad, y de ahí que no tengamos que ser nunca prepotentes. El tema de la verdad es importante, pues en nombre de ella se matan y discuten muchos. ¿Cómo se puede hacer compatible con el pluralismo? Machado decía aquello de “¿tu verdad? –No, la verdad, ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela…” No se llega a la verdad por mucho gritar... la libertad es tan importante como la verdad, como el amor, son tres cosas que si no van juntas no existen, así Jesús nos invita a seguirle con aquel “si alguien quiere venir conmigo”... José también fue modelo de sencillez, que es el mejor vestido para la verdad. Para ayudar a los demás, hace falta hacerse pequeño, tener la humildad de la fe, la gran verdad. Cuando la razón pierdo la fe, se pierdo también ella. Por esto es tan bonita la Navidad: no es un aniversario, ni un recuerdo, ni un sentimiento. Es el día que Dios pone un Belén dentro de cada alma, como decía E. Monasterio: aunque Cristo naciera mil veces en Belén, si no nace dentro de mí, estaré eternamente perdido. Decía también un cantante: “Jesús nace para mí la noche de Navidad”. Si le digo que sí, tendré los ojos limpios, transparentes, iré a unos paisajes lejanos, entraré dentro un paraíso perdido, cuyo recuerdo tenemos en la memoria, aquella luz del niño que llevamos dentro. "Si te olvidas... de la fiebre / que te priva de vivir, que te quema la sangre, verás el musgo del pesebre, con figuras de barro. Verás la montaña segura / blanca de corderos emblanquecidos / con la luz de tus ojos de criatura / completamente desempañados. Si te piensas cazar la estrella / no vayas adormilado, / humedécete el párpado / con tres lágrimas de niño, / agáchate hasta que eras niño" (J. M. de Segarra, "El poema de Nadal"). Hacernos pequeños es necesario, para poder entrar a la cueva de Belén. Sólo fueron los pastores quienes con ojos llenos de alegría vieron el ángel que anuncia el misterio de Nadal: ellos pudieron oír, los pequeños, aquel “gloria a Dios en el cielo, y paz a la tierra a los hombres de buena voluntad”; ellos fueron los primeros invitados a adorar al niño que ha nacido en un pesebre, y ellos son los que comprenden el anuncio del ángel y el misterio de Navidad. Alguno no, en la tradición catalana está representado por el rabadán, que protesta, a veces es lo que hacemos nosotros, él "yacía como siempre en la paja / lleva a los dientes una rebanada de pan / y en el corazón una cantinela / una canción del perezoso". Él protestaba a los pastores que le decían: "a Belén me quiero ir, quieres venir tú rabadán? - ¡Quiero almorzar! - El Mesías elegido ha nacido esta noche - ¿Quien te lo ha dicho? - Un arcángel flameando por el cielo lo va pregonando. - ¡No será tanto!" Traemos este villancico colgado al cuello, la cobardía de todos está aquí retratada, esta pelea entre los pastores y el rabadán continúa siempre en el mundo, entre la luz y la oscuridad, entre el anuncio del misterio y aquel "¡No será tanto, ya será menos!", entre la esperanza y el pesimismo… dicen –en broma- que había uno tan pesimista que veía la vida como un túnel oscuro, y que la única luz que ve dentro del túnel es el tren que viene en dirección contraria. Una vez nos hemos hecho pequeños, podemos hacer ya sin impedimentos el camino hacia el pesebre. "El camino significa humildad, / quiere decir renunciamiento a fin de bien... camino de la gloria, camino de la cruz, / camino que sube y baja y cansa"... "¿cómo se encuentra el camino de Belén? / El camino de Belén, quien es capaz de verlo?" "Si eres limpio de corazón, pastor mesquino, / no te debes perder por el camino / que te va guiando la estrella cauta; / no te debes perder, pastorcito, / ve siguiendo el camino derecho, / con el saco de gemidos y la flauta!". Nos hacemos así pobres, entre los más pobres, y así podemos seguirlo, porque si Dios escogió un establo no es algo que nos deba ser indiferente, sólo con las manos vacías nos podemos llenar de él, si estamos cogidos a las cosas no podríamos. Cuando uno vacía su corazón de otras posesiones y de espíritu entonces Él lo llena, es Dios que nos habita y actúa con la verdad, es la fe que hoy hemos visto en san José