Los Santos Inocentes
San
Mateo 2,13-18: Los Santos Inocentes, mártires que profesan su fe con su silencio

Autor: Padre Llucià Pou Sabaté  

 

Texto del Evangelio (Mt 2,13-18):

Después que los magos se retiraron, el Angel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al Niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al Niño para matarle». Él se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: «De Egipto llamé a mi hijo».  

Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos. Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: «Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamento: es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen». 

Comentario:

Junto a José, que es el hombre del santo encogimiento de hombros, le que acepta en todo la voluntad divina, vemos a los inocentes que sufren el mal, la injusticia, y reclaman una reparación. También ante las injusticias que vemos en nuestras vidas, pensamos que tiene que haber algo más allá, un “lugar” o “tiempo” donde aquello se arregle. En las noches de José, las visitaciones de los ángeles en sueños son oración reparadora, que le da fuerzas e ilusión para superar todo tipo de dificultades. Aquí el ángel no le dice su presentación habitual: “no temas”. José no tiene miedo. Intuye que la ley del temor quedó con Jesús sustituida por la del amor, aunque se pierda la vida: el temor es ya “amor de hijo, que no quiere disgustar a su Padre”, dice San Josemaría Escrivá: añadía que es un camino de amor: “No entiendo otro temor que no sea el del hijo que sufre porque ha disgustado a su padre: no tememos de otro modo a Dios, que es nuestro Padre” (Letter, 29-IX-57, citado en http://horatio.uap.edu.ph/opusdei/opusdei_chapter3.html). Esta es “la ciencia de la salvación para el perdón de sus pecados” que proclamó Zacarías en su cántico: “por las entrañas de misericordia de nuestro Dios… para iluminar a los que yacen en las tinieblas y en sobra de muerte, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz” (Lc 1, 78-79), y pienso en ese camino de sustituir el temor servil por el filial, por el amor al Esposo, ese amor que es más fuerte que la muerte, porque es Amor eterno, Amor por el que se ha dado la vida y se sigue entregando.

¿Hay mártires, hoy día? Cada año docenas de misioneros, sacerdotes, cristianos normales, son asesinados por su fe. Es curioso ver a ese Dios que todo lo puede –“porque para Dios no hay nada imposible”: Lc 1, 37- con esa aparente impotencia de Dios. También María pudo ver como ante las cosas incomprensibles Dios tiene una solución, como el anuncio de que siendo virgen sería también madre, sabe ir por esos senderos del misterio, por donde no cae, aunque no vea nada anda segura. ¿Cómo arregla Dios esa injusticia de esos primeros que mueren por Jesús? Tampoco lo sabemos, pero los celebramos en el cielo, sabiendo que de lo malo el Señor saca algo bueno, y ¡tan bueno!: como darles la vida eterna. Esto nos hace pensar en tantos inocentes, abortados en el lugar donde más seguro tendría que estar un hijo, en el vientre de su madre: “no son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni mis caminos son vuestros caminos, dice Yahvé. Cuanto son los cielos más altos que la tierra, tanto están mis caminos por encima de los vuestros y por encima de los vuestros, mis pensamientos” (Isaías 55, 8-9). Ya vimos al hablar de la genealogía de Jesús, que entre sus antepasados había pecadores, y que el Señor nos da la lección de que nos acepta sin más, como somos, y cuando vamos a él todo lo pasado no cuenta, hace nuevas las cosas, podemos siempre rehacer nuestra vida, rectificar, pues la vida espiritual es eso, volver a empezar una y otra vez.

Así Dios se sirve de todo para que coopere al bien (cf. Rom 8, 28). Hemos leído la versión de esta cita paulina en el sentido de que “todo es para bien, para los que aman a Dios”, pero podemos tener la duda al pensar “¿amo a Dios, para que sea todo para bien?” Nos consuela el sentido más literal, y que nos da más paz, y es éste: “todo es para bien, para los que Dios ama”, o bien “para los que Dios concede su beneplácito, los predestinados”... es decir que como somos todos objeto de su amor, esto nos consuela, basta dejarse llevar por esa corriente de amor. Esta misma traducción la vemos en el “gloria” de la Misa, que con acierto se ha cambiado: ya no es “y en la tierra paz a los hombres que aman al Señor” sino “que ama el Señor”. Dios tiene su imaginación para sacar de lo malo bueno, y es que el amor es imaginativo, nos los dice Juan Pablo II: «En efecto, son muchas en nuestro tiempo las necesidades que interpelan a la sensibilidad cristiana. Es la hora de una nueva imaginación de la caridad, que se despliegue no sólo en la eficacia de las ayudas prestadas, sino también en la capacidad de hacernos cercanos y solidarios con el que sufre». Esta imaginación la tiene María, que va con alegría a servir a quien intuye que necesita su ayuda, su prima Isabel. Ella nos llevará a adivinar las necesidades de los demás, como recuerdo que nos decía en Roma el siervo de Dios Álvaro del Portillo.

Son muchas las cosas que se podrían decir de ese derramamiento de sangre de los santos inocentes, pero podemos acabar con una reflexión sobre su actitud silenciosa, que nos puede ayudar a valorar esa forma de diálogo que es el silencio, ese espacio de indeterminación pero que abre un mundo invisible, de riqueza incalculable. El sabio escucha y no dice por decir, pues eso nos limita, determina y muchas veces no se puede definir lo indefinible, excepto si se dice en poesía, y el silencio es una forma de poesía: “sin ataduras, sin confines, libera un desaforado caudal de significación en lo no significado, conserva en su interior la potencia de todo lo no dicho”. Dicen que eres dueño de tu silencio y esclavo de tus palabras. Tomo prestada la cita que sigue de un correo de Internet, que habla de ese silencioso hablar que tiene uno cuando mira y calla: “El arte de callar”. “Muchas veces basta una mirada. Una mirada sostenida. Tus ojos sobre los ojos del otro. Adivinar el significado de los brillos. Leer el futuro inmediato más allá de la pupila. Quieres decir muchas cosas, pero aguántate las ganas. Aprieta los labios. Permite que las ideas circulen sin que salgan al exterior. Alarga el espacio entre las preguntas y las respuestas. Deja que los músculos se dibujen en el rostro. Espera una señal de alerta. Mantén la respiración. Piensa que el otro también piensa. Analiza. Espera.

La economía de las palabras: Una virtud que no es exclusiva de las monjas de clausura. Un juego que practican los que saben hacerse los locos. Los que entienden que no todos los interrogantes necesitan una respuesta. Que la solución no siempre llega al abrir la boca. ¿Por qué decirlo todo? ¿Por qué no conservar en el interior una dosis de lo que se piensa?  ¿Por qué no convertir en secreto algunas de las ideas que hacen su aparición sin previo aviso, al menos con la ilusión de que el tiempo las madure y las transforme en ideas más duraderas? ¿Por qué no entender, de una vez, que la palabra jamás logrará ser tan rápida como el cerebro? ¿Y que no todo lo que cruza por la mente puede convertirse en palabras? Entender que también se puede hablar con el gesto. Que… el silencio a veces grita. Se guarda silencio en los hospitales, en las salas de velatorios, en los actos solemnes… Se guarda silencio por pudor, por respeto, por dolor...  Se guarda silencio por el dolor que es incapaz de convertirse en llanto. Silencio cuando el llanto se agota, y agota al que llora… Habría que aprender a callar... Callar para escuchar. Callar para mirar. Callar para aprender... Para saber si el eco existe... Para comprender que el silencio es el antifaz de los sonidos más hermosos… Manejar el silencio es más difícil que manejar la palabra (Clemenceau)”