Mateo 23,1-12:
La coherencia en relación con la pureza de corazón

Autor: Padre Llucià Pou Sabaté  

 

Texto del Evangelio (Mt 23,1-12): En aquel tiempo, Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos y les dijo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto; quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente les llame "Rabbí".

Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar "Rabbí", porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie "Padre" vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. Ni tampoco os dejéis llamar "Doctores", porque uno solo es vuestro Doctor: Cristo. El mayor entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado». 

Comentario: 1. Hace ya dos semanas entramos en la Cuaresma. Pero, -se pregunta Benedicto XVI- “¿qué significa «entrar en la Cuaresma»? Significa comenzar un tiempo de particular compromiso en el combate espiritual que nos opone al mal presente en el mundo, en cada uno de nosotros y a nuestro alrededor. Quiere decir mirar al mal cara a cara y disponerse a luchar contra sus efectos, sobre todo contra sus causas, hasta la causa última, que es Satanás.

Significa no descargar el problema del mal sobre los demás, sobre la sociedad, o sobre Dios, sino que hay que reconocer las propias responsabilidades y asumirlas conscientemente. En este sentido, resuena entre los cristianos con particular urgencia la invitación de Jesús a cargar cada uno con su propia «cruz» y a seguirle con humildad y confianza (Cf. Mateo 16, 24).

La «cruz», por más pesada que sea, no es sinónimo de desventura, de una desgracia que hay que evitar lo más posible, sino una oportunidad para seguir a Jesús y de este modo alcanzar la fuerza en la lucha contra el pecado y el mal. Entrar en la Cuaresma significa, por tanto, renovar la decisión personal y comunitaria de afrontar el mal junto a Cristo. La Cruz es el único camino que lleva a la victoria del amor sobre el odio, de la generosidad sobre el egoísmo, de la paz sobre la violencia. Desde esta perspectiva, la Cuaresma es verdaderamente una ocasión de intenso compromiso ascético y espiritual fundamentado sobre la gracia de Cristo”. Necesitamos una conversión continuada, como se nos recuerda continuamente: «Convertíos y creed en el Evangelio», esto es «entrar» con fe en la Cuaresma para vivir este tiempo de gracia con alegría interior y compromiso generoso.

Ante esto, puede retraernos el escándalo -desorientación de las almas- que causa el "antitestimonio", el mal ejemplo de muchos. Esto no ha de ser excusa para no hacer las cosas buenas que dicen quienes luego no hacen, pero sí reclama más responsabilidad pues el bien también es difusivo: «Hoy más que nunca, la Iglesia es consciente de que su mensaje social se hará creíble por el testimonio de las obras, antes que por su coherencia y lógica interna» (Juan Pablo II). Es una llamada a la coherencia: «sólo la relación entre una verdad consecuente consigo misma y su cumplimiento en la vida puede hacer brillar aquella evidencia de la fe esperada por el corazón humano; solamente a través de esta puerta [de la coherencia] entrará el Espíritu en el mundo» (Benedicto XVI).

2. Vamos a fijarnos en uno de los múltiples aspectos: La “honorabilidad intelectual” –la coherencia-, hoy día no está de moda. Significa ser yo mismo, ser auténtico. Todos sabemos como la clase intelectual europea era comunista en los años 70, y luego se ha pasado a otras corrientes sin decir ni siquiera un “me equivoqué”, sin que aquellos profesores de Historia o Filosofía dijeran: “estaba vendido al sistema, no pensaba por mí sino por la moda”. Esto también pasa hoy, cuando en entrevistas se dice lo “políticamente correcto”, lo que queda bien, y el miedo a quedar mal hace que pocos intelectuales se manifiesten como católicos. Hay como un afán de éxito y gloria que hace decir a muchos lo que conviene, basta ver la entrevista de la última página de algunos periódicos. Dan ganas de decirle a la gente: “tú, ¿por cuánto te vendes?” Recuerdo a un amigo que, al volver de una reunión donde expuso unas ideas que me parecieron vacías, pensé que las había dicho para quedar bien, para gustar, le pregunté: “de todo esto, ¿tú en realidad qué piensas?” y me contestó tranquilo: “yo ya no sé lo que pienso”, sabía lo que convenía decir, no sabía lo que era verdad.

La honorabilidad intelectual (recuerdo un antiguo artículo de R. Paniker que hablaba de esto) me dice que no puedo ser mercenario, por conseguir un cargo, agradar. Sería sentirme mezquino, no sería honrado por mí mismo, sino que sería prostituirme, darme como mercancía para la vanidad, comodidad, ambición. Muchos se dejan seducir por los cantos de estas sirenas y pierden la cabeza...

En cierta forma, hay como una dictadura de ciertas corrientes de pensamiento han seguido dominando en la historia, hasta nuestra actualidad, basta ver la cerrazón de ciertos medios de comunicación, dominados por algunas directrices “políticamente correctas”. Hay una tentación del que se vuelve cínico en este proceso de producir lo que gusta, como un periodista que le da a los lugares comunes, como un “pedaleo” inútil a una bicicleta que no avanza, donde la falta de creatividad intelectual lleva al plagio de las ideas que venden, al no citar con fidelidad, al aprovecharme de lo que otros han hecho sin darles aquel honor que es debido.

Quizá la culpa de este aparentar erudición, hacer remiendos sin cosecha propia (“cortar” y “pegar”, siguiendo el símil del ordenador) es el amor desmesurado a la gloria propia, cosa que va contra el espíritu sencillo del sabio. La voluptuosidad de la dialéctica lleva a una pérdida de sentido de la realidad, dejarse llevar por la “borrachera” de unas ideas que crean éxito, pero que dejan un poso de amargura, de desencanto pues son ideas desencarnadas que apagan mi vida, con excusa de verdades me quitan la verdad, con esas razones me dejan sin razón. Es la insinceridad del intelecto con respecto a mi vida, la culpable dicotomía entre la mente y el corazón, la inteligencia y el amor, entre ideas e ideales.

¿Cuáles son los síntomas que me dan pistas para esta enfermedad funesta? En primer lugar, la ausencia de contemplación, la falta de reposo en el ser, el producir frenéticamente, es el no encontrarse y escoger lo de fuera, no buscar nada en mi interior porque ya no lo tengo. Esto no está reñido a trabajar “con prisa”, pues no hay que ser perfeccionistas, y nos conviene acomodarnos a la imperfección del tiempo para concluir algo. Lo malo es el nerviosismo y el apresuramiento fruto del desasosiego; el vicio intelectual de la “studiositas”, la curiosidad malsana y el dejarme llevar por el mariposeo. Es el diletantismo y la indiscreción, la preocupación intelectualoide más que intelectual.

Otro síntoma de ser mercenario es la envidia intelectual. No es sólo la tristeza por los que triunfan, sino sobre todo porque aquello que dicen otros podía haberlo dicho yo, o lo podía haber hecho mejor, o dicho mucho más profundamente, y nos molesta que publiquen lo que nosotros hemos pensado, no nos importa tanto que se haga el bien (que se conozca una verdad o se propague un conocimiento), sino que lo que nos importa es hacerlo nosotros, sin darnos cuenta de que entonces ya yo es bueno, está viciado en sus intenciones (en la misma finalidad de la acción que está incluido en su objeto, y por tanto define su “ethos”).

Frente a estas enfermedades, que no construyen sino la cultura de lo efímero, queda la verdad, lo auténtico, lo que se vive. Eso es lo que pervive en el tiempo, los frutos que perduran, lo demás se pudre. Para un cristiano, todo queda referido al modelo, Cristo, y ofrecido al Padre Dios. Entonces, no hay polilla o polvo, no hay preocupaciones por la precariedad, siguiendo el ejemplo y los consejos de Jesús:  “no os preocupéis por vuestra vida...” Entonces la honorabilidad adquiere una coherencia que es testimonio fiel, martirio, pues muchos sufren por la verdad (desde el antiguo Séneca hasta nuestros días, basta citar el caso emblemático de Tomás Moro). Mi investigación no será entonces ficticia, sino parte de mi vida; no esclaviza, tiene un motivo más alto que la gloria humana; no está desligada de mi preocupación por los demás sino que se dirige a ello; no vivo para estudiar sino que el estudio, como lo demás, es un ingrediente de mi vida, medio de hacer el bien y de hacerme bueno. El vivir no se desliga del contemplar, ni del dar la vida, la verdad me lleva a ser verdadero y en la medida que soy verdadero, soy. En todo pongo un poco de mi corazón, y un trozo de alma, un pedazo de mi vida, en una unidad que me recuerda lo que decía una hija de Tomás Alvira: “todo en mi padre era verdad: por eso era tan buen educador”.

3. Quizá tengamos que hacer un “chequeo” médico cuaresmal, pues la verdad nace del corazón, como este relato que corre por Internet: “Fui al Hospital del Señor a hacerme una revisión de rutina y constaté que estaba enfermo…  

Cuando Dios me tomó la presión, vio que estaba bajo de ternura…  

Al medirme la temperatura el termómetro registró 40 grados de Egoísmo…. Hizo un electrocardiograma y el diagnostico fue que necesitaba varios “By-Pass” de Amor porque mis venas  estaban bloqueadas y no abastecían mi corazón vacío…

Pasé hacia ortopedia: no podía caminar al lado de mi hermano y tampoco podía abrazarlo porque me había fracturado al tropezar con mi Vanidad…

También me encontraron miopía, ya que no podía ver más allá de las Apariencias…

Cuando me quejé de sordera, Dios me diagnosticó quedarme sólo en las palabras vacías de cada día.  

Lo bueno de esto es que las consultas son gratuitas…  

Por tu gran Misericordia… Prometo, al salir de aquí, usar  solamente los remedios naturales que recetas mediante Tu Palabra:

+Para empezar, mañana en la mañana tomaré un vaso de Agradecimiento…

+ Al llegar al trabajo, una cucharada sopera de Buen Día…

+ Cada hora un compromiso de Paciencia y un vaso de Humildad…

+ Al llegar a casa, Señor, voy a tener diariamente una inyección de Amor, y al irme a acostar dos cápsulas de Conciencia tranquila…

+ Y me dicen que para todo ello me hace falta una buena transfusión  de Gracia de Dios, y u alimento sano a base de Oración y Sacramentos…”

Buena medida esta para caminar con Vida mientras hay camino, y al final morir sanos de Amor. Ya se dice en Jeremías (33,6): “Dice Dios: Yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad”. Es verdad, estamos viendo cómo Jesús cuando hace los milagros primero cura el corazón, perdona los pecados. Cada día, al levantarnos, podemos hacer un “chequeo” de oración, y al acostarnos, podemos repasar en un examen los propósitos que nos sugiere el Médico divino.