Mateo 20,17-28:
Anuncio de la Pasión de Jesús, que con su amor y humildad es nuestro ejemplo, del camino a seguir

Autor: Padre Llucià Pou Sabaté  

 

Libro de Jeremías 18,18-20:

Ellos dijeron: "¡Vengan, tramemos un plan contra Jeremías, porque no le faltará la instrucción al sacerdote, ni el consejo al sabio, ni la palabra al profeta! Vengan, inventemos algún cargo contra él, y no prestemos atención a sus palabras". ¡Préstame atención, Señor, y oye la voz de los que me acusan! ¿Acaso se devuelve mal por bien para que me hayan cavado una fosa? Recuerda que yo me presenté delante de ti para hablar en favor de ellos, para apartar de ellos tu furor.  

Salmo 31,5-6.14-16:

Sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi refugio. Yo pongo mi vida en tus manos: tú me rescatarás, Señor, Dios fiel. Oigo los rumores de la gente y amenazas por todas partes, mientras se confabulan contra mí y traman quitarme la vida. Pero yo confío en ti, Señor, y te digo: "Tú eres mi Dios, mi destino está en tus manos". Líbrame del poder de mis enemigos y de aquellos que me persiguen.  

Texto del Evangelio (Mt 20,17-28):

En aquel tiempo, cuando Jesús iba subiendo a Jerusalén, tomó aparte a los Doce, y les dijo por el camino: «Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, para burlarse de Él, azotarle y crucificarle, y al tercer día resucitará».

Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: «¿Qué quieres?». Dícele ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino». Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?». Dícenle: «Sí, podemos». Díceles: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre».

Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos». 

Comentario:

1. Jeremías sufriente es una figura de Cristo, que precisamente en el evangelio de hoy anuncia su Pasión. Jeremías es un poeta, un alma sensible, que sufre como tantos de hoy por causa de la verdad, de la justicia: “Te ruego, Señor, por todos los perseguidos, criticados, desestimados a causa de lo que hacen o de lo que dicen.

-«Venid, le heriremos a lenguaradas».

Temible poder el de la lengua: puede destruir a un hombre. Calumnia, maledicencia... Su daño es mucho peor que un puñetazo o un tajo de espada. La herida es a veces muy profunda. Ocasión para mí de preguntarme si presto atención a lo que digo y cómo lo digo. ¿Hay quizá personas a las que daña el tono de mis palabras? Pero Tú, Señor, escúchame, y oye lo que dicen mis adversarios” (Noel Quesson). (El Salmo es como una glosa de todo esto). Dicen que mientras Sócrates meditaba, un discípulo se acercó diciéndole: "Maestro, quiero contarle algo, un amigo suyo habló de usted con malevolencia". El inmortal filósofo ateniense lo interrumpe preguntando:

“¿Ya hiciste pasar por las tres cribas lo que me vas a contar? La primera de ellas es la verdad: ¿ya examinaste si lo que quieres decirme es verdadero en todos sus puntos?” El sorprendido discípulo contestó: "No, lo he oído decir a unos vecinos".

Sócrates replicó: "-al menos habrás hecho pasar por la criba de la bondad; lo que me quieres contar ¿Es bueno por lo menos?” El discípulo dijo "No, en realidad es todo lo contrario".

-“Ahhh... -interrumpió Sócrates-. Entonces, vamos a la tercera criba: ¿Es necesario que me cuentes eso?” -"Para ser sincero no, necesario no es", dijo el intrigante.

Entonces Sócrates le respondió: "-Si no es verdadero, ni bueno, ni necesario... no merece ser conocido por nadie, sepultémoslo en el olvido". ¡Cuánto daño, por esparcir maledicencias! ¡Cuantos sufrimientos, se podrían evitar callando, o pensando un poco, antes de dejar ir aquello en un momento cargado de emotividad! Hay personas que primero hablan, envalentonadas por el alcohol o el afán de quedar bien, por “el climax” del momento, y por la hinchazón de gloria de un momento pierden amigos por haber tocado su honra. Recordemos que somos dueños de nuestro silencio, y esclavos de nuestras palabras.

El clamor del profeta («Tú, Señor, escúchame») es anuncio del desahogo de Jesús en la Cruz, y su petición por sus verdugos: «Perdónalos, porque no saben lo que hacen». Es un buen momento para unirnos a la vida y sufrimientos de todos los que padecen... que de algún modo son imagen de los sufrimientos de Cristo, quien está con ellos padeciendo.

2. Precisamente el Evangelio proclama el anuncio de la muerte de Jesús (en total son 9 los anuncios: Mt 16, 21-23; 17, 22-23; 20, 17-23; Mc 8, 31-33; 9, 30-32; 10, 32-34; Lc 9, 22, 44-45; 18, 31-33). Se habla en ellos del tercer día, y “existe una importante gradación en los tres anuncios de la muerte próxima de Cristo. En los dos primeros, en efecto, habla todavía como un rabino que describe la suerte del Hijo del hombre; en el tercero, por el contrario, ya no es el rabino el que habla, sino un hombre fiel que sabe cual es su deber y que se adentra resueltamente por el camino ineludible ("he aquí que subimos...", v. 18) que le conduce a la muerte reservada a los profetas y a los sembradores de inquietudes”.

Pero “Jesús no anuncia tan solo su muerte, sino también su resurrección. Este anuncio es sorprendente”. Is 55 habla de sufrir (entregado, agobiado...), pero “no hay nada en el Antiguo Testamento que permita pensar en una resurrección del Mesías. Apenas si se admitía en algunos medios la noción de una resurrección general (2 Mac 7, 9-29; Dan 12, 2), y cuando los apóstoles se vieron más adelante en precisión de justificar la resurrección partiendo del Antiguo Testamento no encontraron más que textos acomodables, como Sal 15/16 (Act 2, 22-32; 13, 34-35). Pero, entonces, ¿de dónde ha sacado Jesús la convicción de que resucitaría? Sin duda que, en primer lugar, de su propia conciencia: su Padre le había confiado una misión; ahora bien: esa misión iba a fracasar; a Cristo no le quedaba sino dejar al Padre el cuidado de permitirle continuar su misión más allá de la muerte. A esa conciencia pudo añadir Jesús su interpretación de Is 53, que promete al Siervo paciente un triunfo sin precedentes (Is 52, 13; 55, 11-12) después de su sufrimiento y su muerte. Algunas versiones permiten incluso traducir Is 53, 11: "volver a ver la luz". Además, Dan 12, 3 prometa una resurrección gloriosa a quienes hayan justificado a multitudes. Jesús pudo basarse también en Sab 2, 12-20 y Sab 5, 1, 15-16. Si Jesús leía en estos textos el anuncio de su destino, no podía dejar de encontrar también el presentimiento de su triunfo” (Maertens-Frisque).

No nos imaginamos ver a Jesús proclamar estas confidencias, y contemplar los pensamientos que pasan por su mente: ¿cómo el "amo del cielo y de la tierra" pasa por esto?; ¿por qué? y ¿para qué?. Y oímos aquel "no hay más grande amor que el de dar la vida por aquellos que se ama". Y aquel otro "Yo he venido para que tengan vida, y en abundancia." Y también: "He aquí la sangre de la alianza para el perdón de los pecados. Y aún: "El buen pastor da su vida por sus ovejas." Una vida nueva surge de la muerte. Tenemos ya el valor escondido y misterioso del sufrimiento, del sacrificio, lo que en el fondo ha de explicar una religión, el límite al que no alcanza la filosofía...

“¿Creo yo realmente en el misterio pascual? ¿Qué luz me aporta este misterio, frente a mis infortunios, a mis pecados, frente a los problemas del mundo y de la Iglesia? El hombre "escarnecido"... esto continúa en el día de hoy. ¿Estoy convencido de que en ello se prepara una "resurrección" ¿Qué es lo que cambia?” (Noel Quesson).

¿Podéis beber "mi copa", nos dice hoy también Jesús? Cuando sufro, ¿soy consciente de acercar mis labios a la misma copa que Jesús?

3. Mateo cuenta que la madre de Santiago y Juan pide para sus hijos los puestos de honor. Esta madre, efectivamente, no sabía lo que pedía (si no es que fueran ellos que lo querían, y mandaron a su madre, cosa que explica por qué Jesús se dirige a ellos). Estar con Jesús, a su derecha y a su izquierda, es hacerse "esclavo" como El, es "servir" a los demás, es "dar su vida en rescate o redención de otros". Este es el sentido que Tú, Jesús, das a tu pasión... y a la misa... y a nuestra vida de cada día. A esta luz quiero revisar, detenidamente, mi vida cotidiana.

“No es de extrañar que los otros diez apóstoles reaccionaran disgustados: pero es porque ellos también querían lo mismo, y esos dos se les habían adelantado.

Los criterios de aquellos apóstoles eran exactamente los criterios de este mundo: el poder, el prestigio, el éxito humano. Mientras que los de Cristo son la entrega de sí mismos, ser servidores de los demás, no precisamente buscando los puestos de honor.

En nuestro camino de preparación de la Pascua se nos propone hoy un modelo soberano: Cristo Jesús, que camina decididamente en el cumplimiento de su misión. Va camino de la cruz y de la muerte, el camino de la solidaridad y de la salvación de todos.

«No he venido a ser servido, sino a dar mi vida por los demás». Es el camino de todos los que le imitan... millones de cristianos han seguido el camino de su Maestro hasta la cruz y la vida resucitada. No nos suele gustar el camino de la subida a la cruz. A Jeremías también le hubiera sido mucho más cómodo renunciar a su fuego interior de profeta y callarse, para volver a su pueblo a divertirse con sus amigos. A Jesús le hubiera ido mucho mejor, humanamente, si no hubiera denunciado con tanta claridad a las clases dirigentes de su tiempo.

A un cristiano le puede parecer que en medio de este mundo es mejor contemporizar y seguir las mismas consignas que todos, en busca del bienestar personal. Pero el camino de la Pascua es camino de vida nueva, de renuncia al mal, de imitación de un Cristo que se entrega totalmente, que nos enseña a no buscar los primeros puestos, sino a ser los servidores de los demás, cosa que en este mundo parece ridícula.

Aquellos discípulos de Jesús que en esta ocasión no habían entendido nada, entre ellos Pedro, madurarán después y no sólo darán valiente testimonio de Jesús a pesar de las persecuciones y las cárceles, sino que todos morirán mártires, entregando su vida por el Maestro.

¿Nos está ayudando la Cuaresma de este año en el camino de imitación de Jesús en su camino a la cruz? ¿o todavía pensamos con mentalidad humana, persiguiendo los éxitos fáciles y el «ser servidos», saliéndonos siempre con la nuestra, sin renunciar nunca a nada de lo que nos apetece? ¿organizamos nuestra vida según nuestros gustos o según lo que Dios nos está pidiendo?” (J. Aldazábal).

«Señor, guarda a tu familia en el camino del bien que le señalaste» (oración). «Tus palabras, Señor, son espíritu y vida, tú tienes palabras de vida eterna» (aclamación); «Señor, líbranos de las ataduras del pecado» (ofrendas), y concretamente la del orgullo, pues –como el Concilio Vaticano II ha afirmado- «el hombre adquiere su plenitud a través del servicio y la entrega a los demás». Es ese perder la vida, que realmente es cuando la estamos encontrando, como decía la Madre Teresa de Calcuta parafraseando las palabras de Jesús: “El hombre que no vive para servir no sirve para vivir”.