Mateo 21,33-34.45-46:
El Señor saca bienes de las desgracias, con las que nos prepara con su providencia para llevar adelante sus planes; hemos de dejarnos preparar

Autor: Padre Llucià Pou Sabaté  

 

 

Libro de Génesis 37,3-4.12-13.17-28:

 

Israel amaba a José más que a ningún otro de sus hijos, porque era el hijo de la vejez, y le mandó hacer una túnica de mangas largas. Pero sus hermanos, al ver que lo amaba más que a ellos, le tomaron tal odio que ni siquiera podían dirigirle el saludo. Un día, sus hermanos habían ido hasta Siquém para apacentar el rebaño de su padre. Entonces Israel dijo a José: "Tus hermanos están con el rebaño en Siquém. Quiero que vayas a verlos". "Está bien", respondió él. "Se han ido de aquí, repuso el hombre, porque les oí decir: "Vamos a Dotán". José fue entonces en busca de sus hermanos, y los encontró en Dotán. Ellos lo divisaron desde lejos, y antes que se acercara, ya se habían confabulado para darle muerte. "Ahí viene ese soñador", se dijeron unos a otros. "¿Por qué no lo matamos y lo arrojamos en una de esas cisternas? Después diremos que lo devoró una fiera. ¡Veremos entonces en qué terminan sus sueños!". Pero Rubén, al oír esto, trató de salvarlo diciendo: "No atentemos contra su vida". Y agregó: "No derramen sangre. Arrójenlo en esa cisterna que está allá afuera, en el desierto, pero no pongan sus manos sobre él". En realidad, su intención era librarlo de sus manos y devolverlo a su padre sano y salvo. Apenas José llegó al lugar donde estaban sus hermanos, estos lo despojaron de su túnica - la túnica de mangas largas que llevaba puesta - , lo tomaron y lo arrojaron a la cisterna, que estaba completamente vacía. Luego se sentaron a comer. De pronto, alzaron la vista y divisaron una caravana de ismaelitas que venían de Galaad, transportando en sus camellos una carga de goma tragacanto, bálsamo y mirra, que llevaban a Egipto. Entonces Judá dijo a sus hermanos: "¿Qué ganamos asesinando a nuestro hermano y ocultando su sangre? En lugar de atentar contra su vida, vendámoslo a los ismaelitas, porque él es nuestro hermano, nuestra propia carne". Y sus hermanos estuvieron de acuerdo. Pero mientras tanto, unos negociantes madianitas pasaron por allí y retiraron a José de la cisterna. Luego lo vendieron a los ismaelitas por veinte monedas de planta, y José fue llevado a Egipto.  

Salmo 105,16-21:

El provocó una gran sequía en el país y agotó las provisiones. / Pero antes envió a un hombre, a José, que fue vendido como esclavo: / le ataron los pies con grillos y el hierro oprimió su garganta, / hasta que se cumplió lo que él predijo, y la palabra del Señor lo acreditó. / El rey ordenó que lo soltaran, el soberano de pueblos lo puso en libertad; / lo nombró señor de su palacio y administrador de todos sus bienes.  

Evangelio según San Mateo 21,33-34.45-46:

Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero. Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos. Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos. Entonces buscaron el modo de detenerlo, pero temían a la multitud, que lo consideraba un profeta.  

Comentario: En los planes de Dios, José estaba destinado a ser la salvación del pueblo; vemos en estas semanas cómo los profetas han de pasar por la prueba y la mortificación para poder dar fruto; son imágenes de Cristo, y el caso de José también de San José, al que Dios habla en sueños también, y que provee al patrimonio –hacer de padre- de la casa de Jesús, y luego de la Iglesia. Cristo, el nuevo José, ha verificado el valor de esas pruebas con su propia vida, y ahora le toca a la Iglesia seguir siendo grano de trigo, que ha de morir para que dé fruto.

La historia de José es de alto valor teológico y literario, para todos los públicos es una historia de gran valor catequético que en su belleza atrae la curiosidad, llena el alma en su riqueza de virtudes, hace llorar por las calamidades y alegrarse por la providencia divina que de todo saca el bien: la providencia del Señor lleva de la mano la vida de José y la de todo el pueblo: "aunque vosotros pensasteis hacerme daño -dice José a sus hermanos al final de todo el episodio- Dios lo pensó para bien, para hacer sobrevivir a un pueblo numeroso". (Gn 5, 20). Lástima que se lea sólo este pequeño trozo, pero ha de ser un acicate para leer todo el pasaje, desde la envidia de los hermanos de José, hasta los sueños de las vacas flacas y su interpretación, y cómo de la desgracia pudo valerse Dios para salvar de la muerte por sequía al pueblo de Israel, el camino que traza el odio es también camino de reconciliación. El sentido del texto mesiánico está completado en el Salmo.

En el evangelio de hoy, Jesús habla de un «hijo» enviado para cosechar los frutos de una viña, y que los viñadores matan para desembarazarse de él. Es el anuncio de su propia muerte, anunciada por las otras lecturas, es sorprendente la unidad temática de estos días de cuaresma, por eso es bueno ver la correlación que en la Iglesia se ha dado a estos textos que se explican mutuamente. «Venid. Matémosle». Las mismas palabras de la historia de José, que prefigura la de Jesús. Israel amaba a José… "Este es mi hijo, mi bien amado, escuchadle...». -Conspiraron contra él para matarle: «Venid, matémoslo»: otro “anuncio” de la "Pasión de Jesús".

Pero como sabemos no sólo tienen esas palabras un valor histórico de lo que pasó y un tipológico o cristológico, sino también actual, cuando dondequiera que corra la sangre sobre un rostro, víctima de la brutalidad humana... Es el rostro ensangrentado de Jesús que aún perdura.

-Le vendieron por veinte monedas de plata... El dinero. Por dinero se maltrata a los hombres. Perdón, Señor. Por dinero, Judas vendió a Jesús a los sumos sacerdotes.

-Y éstos se llevaron a José a Egipto. Dios escribe recto sobre líneas torcidas. Dios se sirve de acontecimientos aparentemente contrarios a su proyecto.

Pensaron que con el acto de envidia acababan las preocupaciones de los hermanos, pero el remordimiento les hizo pasar una vida insoportable, como Judas con el complot y la muerte de Jesús... a veces absolutizamos un aspecto como por impaciencia, y por falta de visión de conjunto se olvidan otras perspectivas que también son reales, que son perjudicadas y después salen los problemas; pensemos por ejemplo en el campo de la familia, no sólo las relaciones entre hermanos sino la relación matrimonial: ¡cuántas veces, después de un acto que pensábamos que tenía sólo una perspectiva, con el tiempo vemos que aparecen muchos más aspectos, que completan aquello! Pienso en tantos matrimonios que se separan por una incomprensión, y usan quizá precipitadamente de ese “último recurso” y luego van aflorando los efectos negativos de la separación como minando la psicología de los miembros de la familia: hijos con problemas en estudios y de relacionalidad…

Pero siempre hay tiempo, siempre se puede rectificar… Un fracaso, un desastre completo para los planes de Dios luego se vuelve victoria absoluta. Ayúdame, Señor, a ver tu designio en los acontecimientos que me suceden y en los que suceden a tu Iglesia. Incluso en las situaciones desfavorables, creo que Tú sigues dirigiendo la historia.

-«La piedra que desecharon los constructores es ahora piedra angular»: José, traicionado por sus hermanos, será quien les salvará, dentro de unos años, cuando venga el hambre y ellos mismos vayan a Egipto donde encontrarán a su hermano, al que acaban de «vender».

Jesús, también, salva a los que no le aman (he tomado algunas cosas anteriores de Noel Quesson).

2. Conversión, dar fruto, es la línea de fuerza que marca la liturgia en estos días… -Un padre de familia plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar, y edificó una torre... Jesús hace alusión a un oráculo de Isaias (5, 2-5): "Ciudadanos de Jerusalén, y vosotros hombres de Judá, pronunciad la sentencia entre yo y mi viña. / ¿Qué podía hacer yo por mi viña, que no lo haya hecho? ¡Pues bien! Voy a revelaros lo que voy a hacer: / Quitaré la cerca, para que puedan pisotearla". Decepción divina. Tantos cuidados, tantos desvelos, tanto amor. ¿Qué decepciones tiene Dios de mí? ¿Qué esperas de mí, Señor?

-Y la arrendó a unos viñadores... se me ha confiado la viña, con responsabi1idades: ¿Cuáles? ¿De qué y de quiénes deberé darte cuenta? ¿Qué debo hacer fructificar? ¿Qué iniciativas esperas de mí para que la porción de tus tierras no pase a ser un erial?

-Cuando se acercaba el tiempo de los frutos, envió a sus criados para percibir su parte... Los viñadores les apedrearon... Se rechaza a Dios. También hoy. Dios es un estorbo. Yo mismo te rehúso, Señor, cuando vienes a pedirme los frutos. Ahora, detenidamente, me propongo buscar, en mi vida concreta, las exigencias, las llamadas divinas que acepto mal y que rechazo.

-De nuevo les envió otros siervos, en mayor número que los primeros. Finalmente les envió a su Hijo.

La perseverancia de Dios. Va hasta el final. Sacrifica lo que es más precioso para El. "De tal manera ha amado Dios al mundo que le ha enviado su propio hijo." Me detengo a contemplar la amplitud insospechada de este don.

"Puesto que Dios nos ha amado hasta darnos a su propio Hijo, ni la muerte, ni el pecado nos arrancarán de su amor."

-Cuando venga, pues, el amo de la viña... ¿Qué hará? "Hará perecer de mala muerte a los malvados, y arrendará la viña a otros (tomado de Noel Quesson). El liderazgo en el Reino de Dios que viene le será quitado a la oficialidad judía, para dárselo a un pueblo nuevo que dé frutos. Por eso las palabras de Jesús enfurecieron a los sacerdotes y fariseos, que se sintieron claramente señalados. Jesús está haciendo un resumen alegórico de la historia del Antiguo Testamento: justos condenados a muerte, como ahora lo haría la “oficialidad judía” (servico bíblico latinoamericano).

3. Destino de cruz y muerte que espera a Jesús al final de su camino, profetizado por José en su vida, traicionado por sus propios hermanos, que expresa las infidelidades de Israel y sobre todo del estilo que tiene Dios de sacar bien del mal. El salmo prolonga la historia y nos dice cómo aquello, que parecía una maldad sin sentido, tuvo consecuencias positivas para la salvación de Israel: «por delante había enviado a un hombre, José, vendido como esclavo: hasta que el rey lo nombró administrador de su casa». Durante la Cuaresma, y en particular los viernes, nuestros ojos se dirigen a la Cruz de Cristo (cf. J. Aldazábal). «A ti, Señor, me acojo, no quede yo nunca defraudado» (entrada); le pedimos que «lleguemos a las fiestas de Pascua con perfecto espíritu de conversión» (oración).

La liturgia de estos días nos acerca poco a poco al misterio central de la Redención. El Señor vino a traer la luz al mundo, enviado por el Padre: vino a su casa y los suyos no le recibieron (Juan 1, 11)... Así hicieron con el Señor: lo sacaron fuera de la ciudad y lo crucificaron. Los pecados de los hombres han sido la causa de la muerte de Jesucristo.

“Cuando se ata la viña, ella se reconduce; cuando se la poda, no es para dañarla sino para hacerla crecer. Lo mismo pasa con el pueblo santo; atándolo se hace libre; humillado se vuelve a levantar; recortado recibe una corona. Mejor aún: igual que el brote, cogido de un árbol viejo, es injertado sobre otra raíz, asimismo el pueblo santo... alimentado en el árbol de la cruz... se desarrolla. Y el Espíritu Santo, esparcido en los surcos de una viña, se derrama en nuestro cuerpo, lavando todo lo impuro y levantando nuestros miembros para dirigirlos hacia el cielo. Esta viña es expurgada por el viñador, es ligada, podada (Jn 15,2)...A veces quema con el sol los secretos de nuestro cuerpo, a veces nos riega con su lluvia. El viñador quiere expurgar la viña para que las zarzas no perjudiquen a los brotes tiernos, vela para que las hojas no hagan demasiada sombra...no priva nuestras virtudes de luz, y no impide la maduración de nuestros frutos” (Servicio Bíblico Latinoamericano).

Los viernes son días penitenciales, especialmente los de Cuaresma. Es el día en que recordamos especialmente la cruz y el corazón traspasado de Cristo. La penitencia humilla, es la oración del cuerpo, de los sentidos, del estómago, de la vista. Nos ayuda a “recordad las maravillas que hizo el Señor”, pues esas pequeñas penitencias son las piedras con las que se construyen las maravillas de Dios. Un día llegará el momento de la prueba, de la enfermedad, de la muerte, de la soledad, de la difamación o la calumnia y esas pequeñas penitencias se convertirán en muro fuerte contra el que se chocan todas las adversidades, contra el que rebotan todas las dificultades. No lo habrás construido tú, lo habrá hecho el Señor con la argamasa de esas “tonterías” que pones cariño en cumplir, con las piedras de esas humillaciones personales que nadie ve excepto tú, nuestra Madre la Virgen y Dios (Fray Nelson).