San Juan 14,7-14:
Cristo, en su Iglesia, proclama un cántico nuevo, por el que Jesús muestra al Padre en la feAutor: Padre Llucià Pou Sabaté
1ª Lectura, He 13,44-52 (también se lee el domingo 4º de Pascua, C):
44 El sábado siguiente casi toda la ciudad acudió a
escuchar la palabra de Dios.
45 Los judíos, al ver tanta gente, se
enfurecieron y se opusieron con blasfemias a lo que Pablo decía. 46 Entonces
Pablo y Bernabé dijeron con toda libertad: «A vosotros había que anunciar antes
que a nadie la palabra de Dios; pero ya que la rechazáis y no os juzgáis dignos
de la vida eterna, nos vamos a los paganos. 47 Así nos lo mandó el Señor: Te he
puesto como luz de las naciones, para que lleves la salvación hasta el fin de la
tierra». 48 Los paganos, al oírlo, se llenaron de alegría y aplaudieron la
palabra del Señor; y todos los que estaban destinados a la vida eterna abrazaron
la fe. 49 La palabra del Señor se difundía por todo el país. 50 Pero los judíos
soliviantaron a las mujeres religiosas y nobles y a los principales de la
ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé y los echaron de su
territorio. 51 Éstos sacudieron el polvo de sus pies contra ellos y se fueron a
Iconio. 52 Y los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo.
Salmo Responsorial 98,1-4:
1 Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho
maravillas; su diestra, su santo brazo, le alcanzó la victoria;
2 el Señor ha dado a conocer su
victoria, ha revelado a las naciones su justicia; 3 se acordó de su amor y su
lealtad para con la casa de Israel; todos los confines de la tierra han
contemplado la victoria de nuestro Dios.
4 Aclamad al Señor toda la tierra,
alegraos, regocijaos, cantad.
Evangelio Jn 14,7-14 (vv. 7-12 se leen en el quinto domingo de Pascua, A):
7 Si me habéis conocido a mí, conoceréis también a mi
Padre. Y desde ahora lo conocéis y lo habéis visto». 8 Felipe le dijo: «Señor,
muéstranos al Padre y nos basta». 9 Jesús le dijo: «Llevo tanto tiempo con
vosotros, ¿y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al
Padre. ¿Cómo dices tú: Muéstranos al Padre? 10 ¿No crees que yo estoy en el
Padre y el Padre en mí? Las palabras que os digo no las digo por mi propia
cuenta; el Padre, que está en mí, es el que realiza sus propias obras.11
Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Creedlo al menos por las obras
mismas».
Comentario:
1. El
pueblo judío había sido elegido primero, pero no podía monopolizar la salvación
de Dios, era para todos los pueblos: “los paganos se alegraron y se pusieron a
glorificar a Dios... Pero los Judíos incitaron a mujeres distinguidas y a
notables del país y promovieron una persecución contra Pablo y Bernabé”. Ayer
como hoy: cerrazón de los corazones… obstáculos al evangelio! Hay una referencia
a que no llevarán el polvo de Antioquía pegado a sus sandalias (cf. Mt 10,14; Lc
10,11). Perseguidos, expulsados, están «llenos de gozo y del Espíritu»: nunca
amarguras, todo sirve para el bien. Cuentan de un chino que tenía un caballo. Le
dijeron “hay que ver qué suerte tienes”, y él siempre decía: “no todo es como
parece...” El caballo se le escapo y los vecinos fueron a consolarle “por la
desgracia”: “¿Quien dice que sea una desgracia?”, comentaba. A la semana
siguiente el caballo volvió, trayendo detrás una manada preciosa de caballos.
Los vecinos le felicitaron por “la suerte”... “¿quien dice que sea una fortuna?”
A los dos días su hijo iba a caballo y cayendo quedó cojo. Volvieron para
“consolarle”: “¿quien dice que sea una desgracia?”, les dijo también. Al cabo de
poco hubo una guerra y el primogénito por estar cojo se libró de tener que ir a
pelear...
Tenemos
idea de lo que es bueno y lo malo, pero no tenemos la perspectiva, visión de
conjunto de la historia del mundo y cada uno de nosotros. Nos parece muchas
veces que la vida es una carrera de obstáculos, que hay una serie de problemas
ante nosotros, cada día, y que se trata de irlos superando. En cierto modo es
así, pero no podemos agobiarnos con lo que está más adelante, pues el mucho
mirar los obstáculos del mañana, el obsesionarse por lo que está aún lejos,
puede hacer que caigamos en el obstáculo que tenemos delante, el único que
existe y en el que nos hemos de fijar, para no caer: sólo existe el “aquí y
ahora”, el presente, y hemos de aprovechar la memoria del pasado como
experiencia, y la previsión del futuro como deseo o esperanza. Una de las causas
de inquietud que tenemos en nuestro mundo es ésta: que la vida es ir
solucionando problemas, a veces agobiantes porque no está en nuestra mano el
resolverlos, ir con la lengua fuera corriendo hacia una paz que nunca se
alcanza... En realidad, no es ésta la finalidad de nuestra existencia, sino ver
en lo de cada día una oportunidad para desarrollar nuestra vocación al amor, al
encuentro con Dios. Entonces, en lugar de estar inquietos, veremos la cruz de
cada día, como dice el Evangelio: “Por eso os digo: No os preocupéis por vuestra
vida, qué comeréis; ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿Acaso no vale
más la vida que el alimento y el cuerpo que el vestido? Fijaos en las aves del
Cielo, que no siembran, ni siegan, ni almacenan en graneros, y vuestro Padre
Celestial las alimenta. ¿Es que no valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Quién
de vosotros por mucho que cavile puede añadir un solo codo a su edad? Y acerca
del vestir, ¿por qué preocuparos? Contemplad los lirios del campo, cómo crecen;
no se fatigan ni hilan, y yo os digo que ni Salomón en toda su gloria pudo
vestirse como uno de ellos. Si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se
echa al horno, Dios la viste así, ¡cuánto más a vosotros, hombres de poca fe! No
andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer, qué vamos a beber, con
qué nos vamos a vestir? Por todas esas cosas se afanan los paganos. Bien sabe
vuestro Padre Celestial que de todo eso estáis necesitados. Buscad, pues,
primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por
añadidura. Por tanto, no os preocupéis por el mañana, porque el mañana traerá su
propia preocupación. A cada día le basta su contrariedad”(Mateo, cap. 6).
Mirar
los lirios y los pájaros quiere decir saber contemplar, tener fe en las palabras
de Jesús, que es nuestro modelo, Camino, Verdad y Vida, que lo que de veras
cuenta es participar en esta aventura divina que es la vida. No podemos
perdernos en amarguras de pasados y miedos del futuro. La vida es un regalo de
Dios continuo, y hay que vivirla en presente, disfrutarla. Pero esto es duro
para quien se deja llevar por dos peligros o tentaciones, el remordimiento del
pasado y el miedo por el futuro. El pasado, con sus remordimientos de "hubieras
debido actuar de manera distinta a como actuaste, hubieras debido decir otra
cosa de lo que dijiste": en determinados momentos de la vida, el casado piensa
si debería haber hecho otra elección o haber escogido otra persona... y así en
todo; es el sentimiento de culpabilidad de "hubiera debido"; pero aún peor que
nuestras culpas son nuestras preocupaciones por el futuro, esos miedos que
llenan nuestra vida de "¿qué pasaría si?"... "¿y si perdiera mi trabajo?, ¿y si
mi padre muriera?, ¿y si faltara dinero? ¿y si la economía se hundiera? ¿y si
estallara una guerra?"... Son los "si" que junto con los "hubiera debido"
perturban nuestra vida, como decía Henri J. M. Nouwen: "ellos son los que nos
tienen atados a un pasado inalterable y hacen que un futuro impredecible nos
arrastre. Pero la vida real tiene lugar aquí y ahora.
Dios es
Dios del presente...": no existe ni el pasado (queda sólo en la memoria, es la
experiencia de la vida) ni el futuro (que forjaremos con lo de ahora), sólo
existe una realidad, la presente, y ésta es la que hemos de afrontar. El stress
famoso no viene con la abundancia de trabajo, sino con el estado psicológico de
agobio ante el trabajo: es decir no es causado por la materialidad de tener
muchas cosas que hacer sino por la sensación subjetiva de no llegar: lo que
agobian son las cosas “pendientes”. Pienso que algunas personas, más bien
perfeccionistas, tienden a esta “saturación”... una búsqueda de la perfección
enfermiza, que genera inquietud; un compararse con los demás, hacer siempre
más... Más bien deberíamos pensar que no importa ser perfecto, que la vida no es
un circo en el que hay que hacer el “¡más difícil todavía!” sino que se trata de
hacer las cosas lo mejor que podamos. No competir con los demás, en la búsqueda
del éxito, sino sacar lo mejor de nosotros mismos. Hacer lo mejor que podamos
esto que traigo entre manos, sabiendo que “lo mejor es enemigo de lo bueno”.
Los Hechos de los Apóstoles nos muestran la primera
evangelización cristiana de la resurrección de Jesús, de los testigos, de cómo
Dios ha cumplido aquello que había anunciado por boca de todos los Profetas, de
cómo el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos el tercer día... El
acto de fe cristiana la veremos también en el Evangelio de hoy, y es siempre en
el Espíritu Santo, el gran protagonista. No estamos hablando de la noticia
histórica -de relatos escritos u orales- sino de tomar las palabras con la
confianza propia de la fe, en el don de l’Espíritu de Dios. “La fe cristiana no
nos viene sólo por una simple noticia, sino por una transmisión testimonial
activada por el Espíritu de Dios. En el Credo cristiano se afirma: Creemos en el
Espíritu Santo, Señor y Vivificador... que habló por boca de los Profetas”; y al
grupo apostólico se le dijo: “...Con la venida del Espíritu Santo sobre
vosotros, recibiréis una fuerza, y me seréis testigos en Jerusalén, a toda Judea
y
No
tendríamos que asustarnos demasiado, por tanto, de que la historia o las leyes
civiles vayan poniendo a veces cortapisas a la evangelización. Si la comunidad
cristiana está viva, ya encontrará el modo de seguir anunciando a Cristo. Si no
lo está, la culpa de su silencio o de su esterilidad no será de las leyes ni de
la persecución, como dice San Agustín: «El vendaval que sopla es el demonio,
quien se opone con todos sus recursos a que nos refugiemos en el puerto. Pero es
más poderoso el que intercede por nosotros, el que nos conforta para que no
temamos y nos arrojemos fuera del navío. Por muy sacudido que parezca, sin
embargo en él navegan no sólo los discípulos, sino el mismo Cristo. Por esto, no
te apartes de la nave y ruega a Dios. Cuando fallen todos los medios, cuando el
timón no funcione y las velas rotas se conviertan en mayor peligro, cuando se
haya perdido la esperanza en la ayuda humana, piensa que sólo te resta rezar a
Dios». Y San Juan Crisóstomo anima también: «No desmayéis, pues, aunque se haya
dicho que os rodearán grandes peligros, porque no se extinguirá vuestro fervor,
antes al contrario, venceréis todas las dificultades».
2. Se
agradece a Dios en el salmo los grandes favores hechos por Él a Israel, se
reclama que toda la tierra lo haga. En el brazo de Dios (v. 1) se alude a otros
pasajes (Ex 15,16; Is 40,10;51,5.9). Ya en el Benedictus, Zacarías anunciaba a
Jesús como «luz para alumbrar a las naciones». La historia, guiada sabiamente
por el Espíritu, aunque parezca con líneas torcidas, va llenando de fe a toda la
tierra. Como ya prometía el salmo, y repetimos responsorialmente hoy, «los
confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios».
Sal 97.
Dios se ha levantado victorioso sobre sus enemigos. Y a nosotros, que somos no
sólo su pueblo sino sus hijos, nos ha hecho partícipes de su victoria,
manifestándonos así su amor y su lealtad hacia nosotros. Por eso, quienes le
pertenecemos, debemos convertirnos en una continua alabanza de su santo Nombre
ante todos los pueblos y naciones, para que, con nuestro ejemplo, les ayudemos a
ir hacia el Señor para encontrarse con Él y para vivir también su compromiso de
fe con Él.
La
persecución hace que el Evangelio se extienda por
otras partes y así, al anuncio de la resurrección de Jesús, se difunde por
doquier y todas las naciones conocen la revelación de la victoria del Señor.
Esto es lo que motiva que
La
interpretación de Pablo confiere al Salmo una mayor plenitud de sentido. Leído
en la perspectiva del Antiguo Testamento, el Salmo proclama que Dios salva a su
pueblo y que todas las naciones, al verlo, quedan admiradas. Sin embargo, en la
perspectiva cristiana, Dios realiza la salvación en Cristo, hijo de Israel;
todas las naciones lo ven y son invitadas a aprovecharse de esta salvación, dado
que el Evangelio «es potencia de Dios para la salvación de todo el que cree: del
judío primeramente y también del griego», es decir el pagano (Rom 1,16). Ahora
«los confines de la tierra» no sólo «han contemplado la victoria de nuestro
Dios» (Salmo 97, 3), sino que la han recibido. En esta perspectiva, Orígenes,
escritor cristiano del siglo III, en un texto citado después por san Jerónimo,
interpreta el «cántico nuevo» del Salmo como una celebración anticipada dela
novedad cristiana del Redentor crucificado. Escuchemos entonces su comentario
que mezcla el canto del salmista con el anuncio evangélico: «Cántico nuevo es el
Hijo de Dios que fue crucificado -algo que nunca antes se había escuchado-. A
una nueva realidad le debe corresponder un cántico nuevo. “Cantad al Señor un
cántico nuevo». Quien sufrió la pasión en realidad es un hombre; pero vosotros
cantáis al Señor. Sufrió la pasión como hombre, pero redimió como Dios”.
Orígenes continúa: Cristo “hizo milagros en medio de los judíos: curó a
paralíticos, purificó a leprosos, resucitó muertos. Pero también lo hicieron
otros profetas. Multiplicó los panes en gran número y dio de comer a un
innumerable pueblo. Pero también lo hizo Eliseo. Entonces, ¿qué es lo que hizo
de nuevo para merecer un cántico nuevo? ¿Queréis saber lo que hizo de nuevo?
Dios murió como hombre para que los hombres tuvieran la vida; el Hijo de Dios
fue crucificado para elevarnos hasta el cielo»”.
3.
El Padre no es accesible a las miradas, sino a la contemplación, que se apoya en
el signo por excelencia del Padre: el Hijo (v. 10) y sus obras (v. 11). El Hijo
está en relación con el Padre, su papel es mediador, la significación de sus
obras, divina. Es en esta búsqueda del Padre donde la oración cristiana adquiere
su verdadero significado (vv. 13-14). Pedir "en el nombre de Jesús" equivale,
efectivamente, a solicitar la presencia de Cristo en el actuar humano, a fin de
que este último sea verdaderamente signo de la presencia de Dios en el mundo.
Solicitan ver al Padre...
“Señor,
muéstranos al Padre y esto nos basta”; y Jesús: “Felipe, quien me ve a mí, ve
también al Padre”. Es una de las afirmaciones más fuertes de Jesús. Unidad con
Dios. La pregunta de Felipe -siempre hay preguntas sencillas de alguien que a
Juan le sirven para seguir profundizando en la manifestación de Jesús- conduce a
la afirmación más decisiva: «yo estoy en el Padre y el Padre en mí... el Padre
permanece en mí y él mismo hace las obras». “Las consecuencias son riquísimas.
Al Padre nadie le ha visto: pero el que ha visto a Jesús, ya ha visto al Padre.
El que cree y acepta a Cristo, ha creído y aceptado al mismo Dios. Jesús es la
puerta, el camino, la luz, y en él tenemos acceso a Dios Padre. También el éxito
de nuestra oración queda asegurado: «lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré».
Tenemos en Jesús al mediador más eficaz: su unión íntima con el Padre hará que
nuestra oración sea siempre escuchada, si nosotros estamos unidos a Jesús.
Nosotros, como Felipe, no hemos visto al Padre. Y además, a diferencia de
Felipe, no hemos visto tampoco a Jesús. Aunque él ya nos dijo que «dichosos los
que crean sin haber visto»… En
En