San Juan 14, 21-26:
Dios viene al alma que le deja, que es humilde, que busca no la propia gloria sino la gloria de Dios, amar correspondiendo al amor de DiosAutor: Padre Llucià Pou Sabaté
Hechos de los apóstoles 14, 1-17:
“Estando en Iconio entraron Pablo y Bernabé en la sinagoga
de los judíos, y hablaron de tal modo que muchos, judíos y paganos, creyeron.
Pero los judíos que no aceptaron la palabra soliviantaron a los paganos contra
ellos.
A pesar de todo, Pablo y Bernabé permanecieron allí
bastante tiempo... Pero al correr de los días, la gente de la ciudad se dividió:
unos a favor de los judíos, y otros a favor de los apóstoles... Como Pablo y
Bernabé se dieron cuenta de lo que tramaban contra ellos, escaparon a Listra y
Derbe, ciudades de Licaonia.., y allí también anunciaron
Precisamente en Listra había un paralítico que les
escuchaba... Y un día, cuando estaba oyendo hablar a Pablo,... éste le dijo en
voz alta: amigo, levántate, ponte derecho. Él dio un salto y echó a andar... El
gentío, al verlo, exclamó: ‘dioses en figura de hombres han bajado a
visitarnos...’, y querían ofrecerles un sacrificio...”
Salmo 115/113b, 1-2.3-4.15-16:
No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da
la gloria. Por tu misericordia (bondad), por tu fidelidad (lealtad). ¿Por qué
han de decir las naciones: “Dónde está tu Dios”? Nuestro Dios está en el cielo,
lo que quiere lo hace. Sus ídolos, en cambio, son plata y oro, hechura de manos
humanas. Benditos seáis del Señor que hizo el cielo y la tierra. El cielo
pertenece al Señor, la tierra se la ha dado a los hombres».
Evangelio según san Juan 14, 21-26 (también el domingo 6º de Pascua C):
“Un día dijo Jesús a sus discípulos: el que conoce mis
mandamientos y los guarda, ése me ama; y al que me ama lo amará mi Padre y lo
amaré yo, y me mostraré a él.
Entonces Judas, no el Iscariote, le dijo: Señor, ¿qué ha
sucedido para que te muestres a nosotros y no al mundo?
Respondió Jesús: el que me ama guardará mi palabra y mi
Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él...
Os he hablado esto ahora que estoy a vuestro lado; pero el
Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os
lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que yo os he dicho”.
Comentario: 1.
“El gran viaje misionero de Pablo y Bernabé entra en su
etapa conclusiva. De la estancia en Derbe (vv 20-21) se nos dice, sin bajar a
detalles, que fue un éxito. Por el contrario, tenemos información abundante
sobre la misión en Listra (8-20) patria de Timoteo, que en esa ocasión se
convertiría a la fe. Destaca la curación de un cojo de nacimiento, que provocó
una gran conmoción religiosa entre el pueblo. Los habitantes de Listra toman a
Bernabé y a Pablo por Zeus y Hermes, dioses viajeros de una leyenda pagana, y
los apóstoles reaccionan a su pretensión idolátrica con una viva protesta y un
discurso que es una síntesis de teodicea apropiada al caso. De vuelta a
Antioquía de Siria (21-28), visitan de nuevo las comunidades evangelizadas de
Asia Menor, las consolidan en la fe y establecen un ministerio local: los
ancianos o presbíteros. Hch 15,1-4 es un relato de transición que nos dice cómo
la admisión de los gentiles a
“La
ciudad se dividió…” ante la palabra de Dios, que interpela, no hay indiferencia:
“el que no está conmigo –dijo Jesús- está contra mí” (Mt 12,30). Aunque Lucas
reserva el título de Apóstoles a los Doce, aquí se nombra también así a Pablo y
Bernabé (por la singular vocación de Pablo, por su predicación a las gentes: cf.
1 Cor 15,9; 2 Cor 11,5).
Hoy todos conocen el gusto de Lucas por el ritmo binario y
por los paralelismos en todos los niveles de su composición literaria. Al leer
los Hechos de los Apóstoles, numerosos episodios hacen pensar en un intencionado
paralelismo entre las dos figuras centrales, Pedro y Pablo. Para ilustrarlo a
partir de nuestra perícopa, el "cojo de nacimiento" curado por Pablo en Listra
(14,8) nos recuerda al otro «tullido de nacimiento» curado por Pedro a la puerta
del templo (3,1) y los dos hechos provocan gran agitación. “Así como el hombre
cojo curado por Pedro y Juan en la puerta del Templo prefigura la salvación de
los judíos, también este tullido licaonio representa a los pueblos gentiles
alejados de la religión de
De lo malo –ser atacados- sacan los apóstoles algo bueno
–extender el Evangelio a otros lugares-. Todo es providencial. Viendo un hombre
tullido, Pablo le dijo: «¡Levántate!...» El hombre dio un salto y echó a andar.
Pablo realiza las mismas maravillas que Pedro y Jesús. Es el mismo tipo de
milagro que Pedro había hecho en favor de un mendigo paralítico junto a
-Los
habitantes toman a Pablo y a Bernabé por «dioses», les llaman ya Zeus y Hermes,
respectivamente, y se disponen a ofrecerles un sacrificio. Se trata de una
antigua leyenda de la región frigia, según la cual los dioses Zeus y Hermes
(Mercurio) habían visitado como caminantes aquella tierra y obrado prodigios en
beneficio de quienes les habían acogido en sus casas. Piensan que se repite la
situación… "Nosotros somos también hombres, de igual condición que vosotros".
Pablo y Bernabé anuncian que deben abandonar todos esos ídolos vanos y volver
hacia el Dios vivo que hizo el cielo y la tierra y todo lo que hay en ellos. ¿Me
inclino yo hacia Dios?, ¿o hacia unos ídolos? Ídolo es todo cuanto ocupa el
lugar reservado a Dios. Incluso las cosas mejores pueden llegar a convertirse
ídolos: el amor, el oficio o la carrera, el trabajo, las vacaciones, el
descanso, la salud, la belleza, el confort, el coche, el objeto al cual se
aficiona uno, las ideas o las opciones a las cuales se atribuye un valor
«absoluto». Una característica del ídolo es ser «vano»... ¡vacío! y, a la larga,
decepcionante... incapaz de dar realmente lo que se le pide. Cuando se pide lo
absoluto, la plenitud, la felicidad perfecta, a cosas relativas, frágiles,
mortales... un día llega forzosamente la decepción. Entonces el ídolo se revela
vano, como dice san Pablo. Señor, ayúdanos a relativizar las cosas relativas, ¡a
no darles mayor importancia de la que tienen! Ayúdanos, en lo esencial, a saber
apoyarnos sólo en Ti... y en «todo lo restante» con relación a Ti, Señor Dios.
-El Dios
vivo... Que os envía desde el cielo lluvias y estaciones fructíferas, que llena
vuestros corazones de sustento y de alegría. Cuando de veras se ha relativizado
las cosas terrenas en provecho del apoyo único en el Único que no puede
decepcionar... entonces se encuentran de nuevo todas las «cosas» como un don de
Dios: lluvia, estaciones, saciedad, alegría, felicidad. ¡Danos, Señor, esa
concepción optimista de la creación! (Noel Quesson).
Tienen esos pueblos un sentido religioso, una “cierta
percepción de aquella fuerza misteriosa que se halla presente en la marcha de
las cosas y en los acontecimientos de la vida humana, y a veces también el
conocimiento de la suma Divinidad e incluso del Padre. Esta percepción y
conocimiento penetra toda su vida con un íntimo sentido religioso” (Nostra
aetate 2). Así los apóstoles les muestra cosas
que ellos pueden percibir sobre su idea de Dios, para llevarlos a creer en el
Dios vivo (personal, trascendente y providente) que vagamente conocen; y de esta
fe surge el cambio de vida, pues la aceptación de Dios está cargada de
consecuencias prácticas para la vida del hombre, abre la perspectiva de su vida
espiritual, cambiando las pretensiones de autonomía moral y falsa independencia
por los caminos de obediencia y humildad que componen la auténtica libertad,
bajo la moción de la gracia.
Como
vemos aquí con los Apóstoles, “en nuestra vida a veces experimentamos éxitos, y
otras fracasos. Momentos de serenidad y momentos de tensión y zozobra.
Deberíamos estar dispuestos a todo. Sin perder en ningún momento la paz y el
equilibrio interior, y sobre todo sin permitir que nada ni nadie nos desvíe de
nuestra fe y de nuestro propósito de dar testimonio de Jesús en el mundo de hoy.
También hay otras direcciones en que nos interpela la escena de hoy. ¿Nos
buscamos a nosotros mismos? Como Pablo y Bernabé, tendremos que luchar a veces
contra la tentación de «endiosarnos» nosotros, recordando que «somos mortales
igual que vosotros». Nuestra catequesis no debe atraer a las personas hacia
nosotros, sino claramente hacia Cristo y hacia Dios. Como el Bautista, que
orientaba a sus propios seguidores hacia el verdadero Mesías, Jesús: «no soy
yo». Como dice el salmo de hoy: «no a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu
nombre da la gloria». Otra lección que nos da Pablo es la de sabernos adaptar a
la formación y la cultura de las personas que escuchan nuestro testimonio: el
hombre de hoy, o el joven de hoy, frecuentemente desconcertados y en búsqueda,
entienden unos valores, que serán incompletos tal vez, pero son valores que
aprecian. A partir de ellos es como podemos anunciarles a Dios y su plan de
salvación. Partiendo como Pablo del AT si se trataba de judíos, o de la
naturaleza si eran paganos, lo importante es que podamos ayudar a nuestros
contemporáneos a no adorar a dioses falsos, sino al Dios único y verdadero, el
Creador y Padre, porque en él está la respuesta a todas nuestras búsquedas” (J.
Aldazábal).
2. Los
cristianos hemos heredado de Israel el oficio de testimoniar y dar gloria a
Dios. Y el primer testimonio es que Cristo ha resucitado y ha sido glorificado.
Por eso proclamamos con el Salmo 113: «No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino
a tu nombre da la gloria. Por tu bondad, por tu lealtad. ¿Por qué han de decir
las naciones: “Dónde está tu Dios”? Nuestro Dios está en el cielo, lo que quiere
lo hace. Sus ídolos, en cambio, son plata y oro, hechura de manos humanas.
Benditos seáis del Señor que hizo el cielo y la tierra. El cielo pertenece al
Señor, la tierra se la ha dado a los hombres».
2.
Sal. 115/113B. Se ensalza el único Dios
creador, que sacó el pueblo de la esclavitud de Egipto. Comienza con el
desprecio a los ídolos (S. Pablo hará referencia a ello en 1 Cor 10,19-20; 12,2;
pero por desgracia los hombres siguen adorando las obras de sus manos: Ap 9,20,
dando a esta salmo una perenne actualidad), y el fragmento de hoy acaba con el
reconocimiento de Dios y la alabanza a Él.
Los ídolos de los gentiles, insensibles e inanimados son
pura nulidad, no pueden actuar como sí hace el auténtico Dios (v. 2; todo esto
está muy bien explicado en el
Catecismo 269). Sean lo
mismo los que confían en ellos. En cambio nosotros tenemos como nuestro Dios y
Señor a Aquel que ha hecho el cielo y la tierra y todo lo que en ellos se
contiene. Dios, nuestro Dios, se ha manifestado con todo su poder y con toda su
grandeza, pues nos escogió para hacernos su Pueblo Santo. Él nos llena de
bendiciones, especialmente por medio de su propio Hijo que, encarnado, ha
cargado sobre sí nuestros pecados para redimirnos. ¿Habrá una prueba mayor de la
existencia y del amor del Señor Dios nuestro? Dios nos ha entregado la tierra
para que, pasando por ella y viviendo en un auténtico amor fraterno, nos
encaminemos, unidos a su Hijo, a la posesión del cielo, de
“Hace ya unos años, cuando se beatificó a San Josemaría
Escrivá, tuve la oportunidad de asistir a una tertulia con un sacerdote que
había elaborado parte de la “positio” que se presentó a
“Dioses
en figura de hombres han venido a visitarnos.” Sin duda tú y yo no esperamos que
nos tomen por dioses, nos hagan sacrificios y nos eleven estatuas, pero sí puede
existir la tentación sutil de que reconozcan nuestro trabajo, que nos valoren
por nuestro esfuerzo, que nos agradezcan nuestra entrega, en el fondo una falta
de rectitud de intención, pequeña pero que crece y crece sin que nos demos
cuenta. Conozco a más sacerdotes secularizados y matrimonios rotos por esa
soberbia intelectual que porque se les hayan encabritado las pasiones. “La
palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.” Hasta Cristo
hace lo que tiene que hacer (“aprendió sufriendo a obedecer”), aunque su
“premio” fuese la cruz.
“No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da
la gloria.” A lo mejor, si eres sacerdote, tu párroco no te valora lo
suficiente, tu vicario no se fija en ti, el Obispo te da destinos que nadie
quiere, las madres de los niños de catequesis (en esta época de primeras
comuniones) sólo piensan en el trajecillo de su niña, ese enfermo que visitas es
un desagradecido. A lo mejor, si eres padre o madre, tu hijo parece que no te
conoce ni te agradece ninguno de los desvelos que has tenido a lo largo de tu
vida y la de cosas a las que has renunciado para que pueda vivir cómodamente, a
lo mejor... Ten
paz, toda la gloria a Dios, da gracias a Dios que te conoce y al que tú conoces
(“Señor, ¿qué ha sucedido para que te muestres a nosotros y no al mundo?), y
sigue trabajando, orando, entregándote.
Hoy, día
de San Juan de Ávila (que tanto tiempo fue beato), pedimos por todo el clero
español y, si queremos premios, recordemos sus palabras que hoy leeremos en el
oficio de lecturas. “Mirémonos, padres, de pies a cabeza, ánima y cuerpo, y
vernos hemos hecho semejables a la sacratísima Virgen María, que con sus
palabras trajo a Dios a su vientre.” María, con que tú mires mis trabajos y
desvelos y se los muestres a tu Hijo eso me basta, no quiero más gloria humana”
(Archidiócesis de Madrid).
3. Ahora comienza el período de su glorificación. ¿Por qué
en esta etapa en la que Jesús ya está resucitado y constituido señor del mundo
no se manifiesta de una manera sensacional a todos los hombres? Esta es la
tentación del creyente en esta etapa de la vida de
Toda esta semana meditaremos el "discurso después de
-El que
recibe mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama. Amar a Jesús. Jesús
quiere que se le ame. E indica el signo del verdadero amor: la sumisión al
amado. Es una experiencia que comprenden todos los que aman. Cuando se ama a
alguien, se es capaz de abandonar libremente el punto de vista personal para
adaptarse al máximo a la voluntad y a los deseos de aquel que ama: se transforma
en aquel a quien se ama. Se establece una especie de simbiosis mutua: tu deseo
es también el mío, tu voluntad es la mía, tu pensamiento ha llegado a ser el
mío... nuestras dos vidas forman una sola vida.
-El que
me ama será amado de mi Padre y Yo le amaré. Todo comentario es inútil.
Sencillamente, hay que ir repitiéndose esto a sí mismo. Una verdadera cascada de
amistad. Yo... Jesús... El Padre... Es todo lo contrario a un Dios lejano y
temible, es un Dios próximo y amoroso.
-"Señor,
¿por qué te manifiestas a nosotros, y no al mundo?" Esta es la pregunta de uno
de los apóstoles. Llenos del Antiguo Testamento, los apóstoles piden a Jesús que
se manifieste "pública y gloriosamente", en una especie de teofanía, en medio de
relámpagos y truenos, como en el Sinaí... y como los profetas lo habían
anunciado alguna vez. (Ez 43). Hoy, también, algunos cristianos... y quizá,
yo... continúan buscando manifestaciones espectaculares. ¿Cuál será la respuesta
de Jesús?
-Si
alguno me ama guardará mi palabra; mi Padre le amará y vendremos a él y haremos
en él nuestra "morada".
¡Esta es la manifestación que Dios nos hace! Hace su
morada en el corazón de los que creen en El Dicho de otro modo: No se manifiesta
más que en el corazón de los que le aman. Para todos los demás, Dios parece
ausente.... No se manifiesta! Jesús habla de amor. Señor, Tú no te manifiestas
más que a los que aceptan tu palabra, a los que libremente aceptan amarte. No
fuerzas las puertas estruendosamente. No quieres hacer prodigios espectaculares
que forzarían las muchedumbres a la adhesión. No vienes a habitar sino en
aquellos que, por amor, ¡te abren su puerta! Señor, bien quisieras manifestarte
a todos, pero respetas la libertad de cada uno: ¡No hay que forzar el amor! A
nosotros, cristianos, tú nos encargas servir de intermediarios: es la calidad de
nuestro amor por ti lo que debería revelarte, manifestarte a todos los que te
ignoran. "La morada de Dios." ¡No es ante todo un Templo de piedras! El templo
"soy yo" ¡si soy fiel a
-El Espíritu Santo, el defensor que el Padre enviará en mi
nombre, Ese os lo enseñará todo. Y os recordará todo lo que Yo os he dicho Jesús
sabe que se va. Mañana, Viernes Santo, se marchará. Pero anuncia otra presencia,
otro sí mismo: el Espíritu (Noel Quesson). Nos invita a permanecer atentos al
Espíritu, nuestro verdadero Maestro interior, nuestra memoria: el que nos va
revelando la profundidad de Dios, el que nos conecta con Cristo. El Catecismo de
San
Gregorio Magno habla de la necesaria acción del Espíritu Santo en el
entendimiento de los cristianos: «El Espíritu se llama también Paráclito
–defensor–, porque a quienes se duelen de sus pecados cometidos, al tiempo que
les dispone para la esperanza del perdón, libera sus mentes de la aflicción y de
la tristeza. Por eso, con razón se hace esta promesa: “Él os enseñará todas las
cosas” (Jn 14,26). En efecto, si el Espíritu no actúa en el corazón de los
oyentes, resultan inútiles las palabras del que enseña. Que nadie, pues,
atribuya al hombre que instruye a los demás aquello que desde la boca del
maestro llega a la mente del que escucha, pues si el Espíritu no actúa
internamente, en vano trabaja con su lengua aquél que está enseñando. Todos
vosotros, en efecto, oís las palabras del que os habla, pero no todos percibís
de igual modo lo que significan». Y decía también: “Porque si el Espíritu no
toca el corazón de los que escuchan, la palabra de los que enseñan sería vana.
Que nadie atribuya a un maestro humano la inteligencia que proviene de sus
enseñanzas. Si no fuera por el Maestro interior, el maestro exterior se cansaría
en vano hablando.
Vosotros
todos que estáis aquí, oís mi voz de la misma manera; y no obstante, no todos
comprendéis de la misma manera lo que oís. La palabra del predicador es inútil
si no es capaz de encender el fuego del amor en los corazones. Aquellos que
dijeron: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos
explicaba las Escrituras?” (Lc 24,32) habían recibido este fuego de boca de la
misma verdad. Cuando uno escucha una homilía, el corazón se enardece y el
espíritu se enciende en el deseo de los bienes del reino de Dios. El auténtico
amor que le colma, le provoca lágrimas y al mismo tiempo le llena de gozo. El
que escucha así se siente feliz de oír estas enseñanzas que le vienen de arriba
y se convierten dentro de nosotros en una antorcha luminosa, nos inspiran
palabras enardecidas. El Espíritu Santo es el gran artífice de estas
transformaciones en nosotros”.