San Juan 21, 15-19:
Pedro, pescador y pecador, por la misericordia divina es ahora pastor, su vida es llevar a las almas a DiosAutor: Padre Llucià Pou Sabaté
Hechos de los apóstoles 25, 13-21:
Pasados
algunos días llegaron a Cesarea el rey Agripa y Berenice y fueron a saludar a
Festo. 14Como se detuvieron allí unos días, Festo mencionó al rey el asunto de
Pablo, diciendo: Hay aquí un hombre que Félix dejó en prisión, 15contra quien
presentaron acusación los Sumos Sacerdotes y los ancianos de los judíos, cuando
estuve en Jerusalén, pidiendo sentencia condenatoria. 16Yo les contesté que no
es costumbre entre romanos entregar a un hombre antes de que el acusado tenga
delante de él a sus acusadores y la oportunidad de defenderse de la acusación.
17Cuando llegaron amí, me senté al día siguiente en el tribunal, sin ninguna
dilación, y ordené que trajeran a aquel hombre. 18Los acusadores se presentaron
ante él, pero no alegaban ninguna acusación de los delitos que yo sospechaba.
19Tenían contra él ciertas cuestiones de su religión y de un tal Jesús, ya
muerto, de quien Pablo afirma que vive. 20Perplejo por estas cuestiones, le
propuse si deseaba ir a Jerusalén para ser juzgado allí de estas cosas. 21Pero
como Pablo apeló para que su causa sea reservada a la decisión del César, mandé
custodiarlo hasta que lo pueda enviar al César.
Salmo responsorial: 103/102, 1-2.11-12.19-20:
Bendice,
alma mía, al Señor, / y con todo mi ser a su Nombre santo. / Bendice, alma mía,
al Señor, no olvides ninguno de tus beneficios. / Pues cuando se elevan los
cielos sobre la tierra, / Así prevalece su misericordia con los que le temen. /
Cuando dista el oriente del occidente, / así aleja de nosotros nuestras
iniquidades. / El Señor estableció su trono en los cielos, / su reino domina
todas las cosas. / Bendecid al Señor, ángeles suyos, / fuertes guerreros, que
ejecutáis sus mandatos, prestos a obedecer a la voz de su palabra.
Evangelio según san Juan 21, 15-19 (Jn 21,1-19 se lee en el 3º domingo de Pascua C):
Después de la resurrección, habiéndose aparecido Jesús a
sus discípulos junto al mar de Tiberíades, y comiendo con ellos, preguntó a
Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? Pedro contestó: sí,
Señor, tú sabes que te quiero. Y Jesús le dijo: apacienta mis corderos. Por
segunda vez le pregunta: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Él le contestó: sí,
Señor, tú sabes que te quiero. Y él le dijo: apacienta mis ovejas. Por tercera
vez le preguntó: Simón, hijo de Juan , ¿me quieres? Se entristeció Pedro de que
le preguntara por tercera vez si lo quería, y le contestó: Señor, tú lo conoces
todo, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: apacienta mis ovejas. En verdad, en
verdad te digo: cuando eras más joven te ceñías tú mismo e ibas a donde querías;
pero cuando envejezcas extenderás tus manos y otro te ceñirá y llevará a donde
no quieras. Esto lo dijo Jesús indicando con qué muerte había de glorificar a
Dios. Y dicho esto, añadió: sígueme.
Comentario:
1. Los
personajes históricos que se van citando en estas páginas últimas de los Hechos
-gobernadores, oficiales, soldados- se conocen por los documentos civiles de la
época: en Cesarea, por ejemplo, se ha encontrado recientemente una inscripción
que indica el asiento que ocupaba «Pontius Pilatus» cuando asistía a las
representaciones teatrales. Allí Pablo encontró al gobernador Felix, luego al
gobernador Festus, después a Agripa… Al ver Pablo que Festo había ido ya
demasiado lejos, apeló al César haciendo uso de nuevo de su derecho de ciudadano
romano y bloqueando su proceso en el punto en que se encontraba.
Pablo
afirma que Jesús está vivo. Y ciertamente Él no se ha alejado de entre nosotros;
sólo se ha hecho invisible, pero continúa con nosotros; más aún: habita en
nuestro propio interior. Por Él debemos estar dispuestos a ir hasta el último
rincón de la tierra para proclamar su Evangelio. Pues el cumplimiento de la
misión que el Señor nos ha confiado debe impulsarnos no sólo a darlo a conocer,
sino a esforzarnos denodadamente para que su salvación y su vida llegue a toda
la humanidad, y surja así una humanidad nueva en Él.
2. Sal.
102. Bendigamos al Señor por su bondad y su misericordia para con nosotros. Él
nos ha hecho el mayor de todos los beneficios y ha ido más allá de nuestras
esperanzas, pues por medio de su Hijo no sólo nos ha perdonado nuestros pecados,
sino que nos ha hecho hijos suyos. Nuestra alabanza al Señor no la daremos sólo
con nuestros labios, sino con todo nuestro ser, pues a pesar de que Dios tiene
su trono santo en el cielo, no nos contempla como juez, ni conforme a los
criterios de los gobernantes de este mundo, sino como un Padre lleno de amor y
de ternura por sus hijos.
“La bendición a Dios expresada en este salmo, una de las
piezas más bellas y de espiritualidad más profunda dentro del Antiguo
Testamento, es asumida, adquiriendo nuevas dimensiones, en la bendición del
comienzo de
3. Jn. 21, 15-19. Puesto que ya hemos leído
-“Simón, ¿me amas más que éstos?” Tres fueron las
negaciones de Pedro, y para que no esté triste tres son las veces que Jesús
pregunta a Pedro si le quiere. Jesús necesita que le digamos no tres sino 33
veces cada día que le queremos. Las faltas de amor no nos han de agobiar, se
arreglan con actos de amor. Esto nos hace pensar en el sacramento del perdón,
para confesar nuestros pecados, y tener una alegría inmensa. Jesús, a las
orillas del lago, acaba de comer con sus discípulos; que los momentos de
desafección acaben así, con una fiesta. En la gran corriente de
-“Apacienta mis corderos”. Después del perdón, vuelta al
trabajo… La intimidad de
-“Tres veces Jesús le preguntó "¿Me amas, tú?" Las tres
preguntas sucesivas quizá recuerdan a Pedro las tres veces que había negado a su
Maestro. Jesús usa dos veces el verbo amar (agapás me) y Pedro contesta siempre
con otro verbo: te quiero (filo se), no se atreve a decir que ama con un amor
tan grande como el que Jesús nos ama. La tercera vez Jesús toma el verbo de
Pedro: me quieres (filéis me). También usa el Señor verbos distintos: boske y
póimaine, que traducimos respectivamente apacienta y pastorea (así también de
El
momento será inolvidable. Están los ocho alrededor de las brasas. Tienen frío y
hambre, aunque no se atreven a comer. Jesús les anima sonriendo. El ambiente
tiene un clima familiar y cálido propicio para las confidencias. Jesús va
repartiendo el pan, como un recuerdo del pan de cada día prometido.
Sólo una
vez finalizado el almuerzo, cuando todos hubieron reparado sus fuerzas, el
Maestro comenzó a hablar. Le gusta hacerlo en esa intimidad. Jesús se dirige a
Simón para confirmarle en la vocación de apóstol y otorgarle el primado. La
conversación está llena de matices; pues en ella se mezcla la ternura, el perdón
y la llamada a una mayor entrega. Y ocurre a orillas del mismo lago donde tres
años antes le había dicho: "Sígueme", y dejándolo todo, le había seguido.
Jesucristo interroga a Pedro, por tres veces, como si quisiera darle una
repetida posibilidad de reparar la triple negación. La primera pregunta se
inicia con el nombre antiguo de Pedro al decirle Jesús: "Simón, hijo de Juan,
¿me amas más que estos?" Pedro debió sentir un sobresalto al sentirse llamado
Simón, aunque no era infrecuente que Jesús lo hiciese; pero sintió como si Jesús
le dijese: "acuérdate de tus orígenes, si quieres puedes volver a tu tranquila
vida anterior. ¿Te acuerdas de tus antiguas preocupaciones?". Y Pedro recuerda
todo, incluidas sus negaciones. "Sí, Señor, tú sabes que te amo" es la respuesta
de Pedro, quizá pronunciada en voz baja. (cf. Josemaría Escrivá). ¡Qué lejos
quedan los alardes de entusiasmo y fervor!; pero no es menos sincero que antes.
Ahora Pedro no se ha atrevido a responder a todo lo que el Señor le preguntaba;
por esto respondió ´Yo te amo´, sin decir ´más que estos´. No quiso exponerse de
nuevo. El podía responder de su propio corazón; no debía ser juez del corazón
ajeno. La lección de humildad ha sido aprendida, debe confiar mucho en Dios y
poco en sí mismo si quiere ser fiel, y, desde luego, no compararse con nadie.
"Apacienta mis corderos" es la respuesta de Jesús. En las tres ocasiones que
interroga a Pedro sobre su amor confirma su misión como pastor a semejanza de
Cristo.
“Las dos
siguientes dice el Señor: “Pastorea y apacienta mis ovejas”. Los matices son
importantes. Lo primero es nombrarle pastor. Al llamarle después de la primera
pesca milagrosa le dice que será “pescador de hombres”, ahora le nombra
“pastor”. Cristo nunca habla de sí mismo como pescador, en cambio muy
frecuentemente se muestra como "el buen pastor", el que cuida las ovejas, el que
busca buenos pastos, y defiende el rebaño de los lobos, no es un asalariado que
huye ante el peligro, llama a cada oveja por su nombre, va delante de ellas; las
ovejas conocen su voz pues es el pastor único que forma un sólo rebaño. Pedro
será Pastor del rebaño de Cristo” (Enrique Cases).
¿Qué significa que “el pescador” es ahora “pastor”?
Benedicto XVI trató del tema al comienzo de su pontificado, cuando recibe “la
entrega del anillo del pescador. La llamada de Pedro a ser pastor, que hemos
oído en el Evangelio, viene después de la narración de una pesca abundante;
después de una noche en la que echaron las redes sin éxito, los discípulos
vieron en la orilla al Señor resucitado. Él les manda volver a pescar otra vez,
y he aquí que la red se llena tanto que no tenían fuerzas para sacarla; había
153 peces grandes y, “aunque eran tantos, no se rompió la red” (Jn 21, 11). Este
relato al final del camino terrenal de Jesús con sus discípulos, se corresponde
con uno del principio: tampoco entonces los discípulos habían pescado nada
durante toda la noche; también entonces Jesús invitó a Simón a remar mar
adentro. Y Simón, que todavía no se llamaba Pedro, dio aquella admirable
respuesta: “Maestro, por tu palabra echaré las redes”. Se le confió entonces la
misión: “No temas, desde ahora serás pescador de hombres” (Lc 5, 1.11). También
hoy se dice a
Quisiera
ahora destacar todavía una cosa: tanto en la imagen del pastor como en la del
pescador, emerge de manera muy explícita la llamad a la unidad. “Tengo, además,
otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y
escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo Pastor” (Jn 10, 16), dice
Jesús al final del discurso del buen pastor. Y el relato de los 153 peces
grandes termina con la gozosa constatación: “Y aunque eran tantos, no se rompió
la red” (Jn 21, 11). ¡Ay de mí, Señor amado! ahora la red se ha roto,
quisiéramos decir doloridos. Pero no, ¡no debemos estar tristes! Alegrémonos por
tu promesa que no defrauda y hagamos todo lo posible para recorrer el camino
hacia la unidad que tú has prometido. Hagamos memoria de ella en la oración al
Señor, como mendigos; sí, Señor, acuérdate de lo que prometiste. ¡Haz que seamos
un solo pastor y una sola grey! ¡No permitas que se rompa tu red y ayúdanos a
ser servidores de la unidad!”
-“Cuando
eras joven te ceñías e ibas adonde querías; cuando envejezcas, otro te ceñirá y
llevará adonde no quieras”. Una última parábola de Jesús, sobre la "juventud" y
la "vejez", sobre la "libertad" y la "coerción". Llega una edad en la que no
puede hacerse todo lo que se quisiera. ¿Cuál es la significación, el valor de
todo esto?
-“Jesús
lo dijo indicando con qué muerte había de glorificar a Dios”. Toda coerción,
todo lo que nos conduce "allá donde no quisiéramos ir", puede transformarse en
"martirio", en "testimonio" de amor: valor inmenso del sufrimiento aceptado,
participación en la redención universal de Jesús. Yo te ofrezco, Señor, todas
mis coerciones y limitaciones del día de hoy… (Noel Quesson).
Pedro, el apóstol impulsivo, que quería de veras a Jesús,
aunque se había mostrado débil por miedo a la muerte, tiene aquí la ocasión de
reparar su triple negación con una triple profesión de amor. Jesús le rehabilita
delante de todos: «apacienta mis corderos... apacienta mis ovejas». A partir de
aquí, como hemos visto en el libro de los Hechos, Pedro dará testimonio de Jesús
ante el pueblo y ante los tribunales, en la cárcel y finalmente con su martirio
en Roma. Al final de
Con Juan Pablo II vimos este seguimiento a la voz de Dios
por parte de ese Papa grande, en muchas cosas: en su testamento dijo que no
dejaba nada material: en realidad, todos sabemos que lo ha dado todo, y lo que
es más, que se ha dado del todo. El Cardenal Ratzinger dijo en el funeral que
desde que Karol escuchó la voz del Señor: “¡Sígueme!” comenzó aquella respuesta
a la vocación que fue dando con su vida, en una respuesta total a la llamada
divina (cf. Juan 15, 16), como el buen pastor que “da su vida por las ovejas”
(Juan 10, 11) y les lleva a permanecer en el amor (cf. Juan 15, 9). El recuerdo
de la entrega de este gigante de
Jesús profetiza a Pedro el martirio en la cruz, lo que
ocurrió en el año 67 en Roma, en el sitio donde hoy se levantan
El amor a Cristo no puede ser auténtico mientras no se
traduzca en un verdadero servicio a nuestro prójimo. Cuidar, velar de él,
procurar su bien, defenderlo del mal y de las insidias de los malvados, estará
indicando el grado de amor que realmente le tenemos a Cristo. Si en verdad
amamos a Cristo debemos dejarnos conducir por su Espíritu. Mientras uno es
joven, inmaduro, va por los propios caminos, por los propios caprichos e
imaginaciones. Una fe madura debe llevarnos a dejarnos conducir por el Espíritu
que, como el viento, nos llevará por donde Él quiera. Entonces podremos ser
auténticos testigos de Cristo, dispuestos incluso a derramar nuestra sangre por
Él en favor de nuestro prójimo, a quien amaremos como nosotros hemos sido amados
por el Señor. En