Memoria: San Josemaría Escrivá de Balaguer
San Lucas 5, 1-11: Jesús nos llama a ser santos en medio del mundo, que es como un mar en el que Él nos toma para darnos la misión apostólica de ser pescadores

Autor: Padre Llucià Pou Sabaté   

 

Lucas 5,1-11: 1 Estaba él a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba a su alrededor para oír la palabra de Dios, 2 cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían bajado de ellas y estaban lavando las redes. 3 Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre. 4 Cuando acabó de hablar, dijo a  Simón: «Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.» 5 Simón le respondió: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.» 6 Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse. 7 Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían. 8 Al verlo, Simón Pedro cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador.» 9 Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado. 10 Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.Jesús dijo a Simón: «No temas. Desde ahora serás pescador de hombres.» 11 Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron. 

Comentario: “Cristo vive: Cristo no es una figura que pasó”, decía san Josemaría. Vive: “Iesus Christus heri et hodie ipse et in saecula”, le gustaba repetir con la Escritura: “Jesucristo, el mismo que fue ayer, es hoy y será para siempre”. Ésta es nuestra fe. Cristo está en medio de nosotros, y hoy como entonces “la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oir la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret; y vio dos barcas que estaban junto a la orilla”... pasa a nuestro lado y nos convoca, como en la ribera del lago de Genesaret. Al iniciar este nuevo milenio, nos encontramos también nosotros agolpados junto a Él, con Pedro y aquellos discipulos, y oímos hoy el murmullo de las olas del lago de Genesaret, el chapoteo de las barcas junto a la orilla, y el eco de la voz amabilísima de Jesús, que nos habla. Ahora igual que entonces. Nos gustaría estar en esta tierra santa tan maltratada, pero desde que Jesús pasó por la tierra toda la tierra es sagrada, santa, como indicó a la samaritana junto al pozo de Sicar: es una religión no de la montaña o del templo, sino del Espíritu y de la Verdad, del amor. De todas formas, la tierra de Palestina forma como un icono del paso de Jesús por la tierra, y fomenta nuestra devoción, como también otros muchos lugares de peregrinación, y las tumbas, reliquias de los santos, como el altar que en Roma contiene el cuerpo del que hoy celebramos.

Jesús Nuestro Señor, con la vida de san Josemaría, con su predicación incansable por todo el mundo, con su labor fundacional que tuvo que romper moldes, con su trabajo apostólico que hoy palpita en tantos corazones de diversas razas y lenguas, con sus escritos, está pasando de nuevo y nos enseña, como hacía desde la barca a la orilla del lago; nos habla a cada uno, y nos dice, como a Pedro: “Rema mar a dentro -duc in altum-, y echad las redes para pescar”. La barca con Cristo es sentirnos hijos de Dios muy queridos y de que hemos de vivir y comportarnos como tales; que estamos llamados a un encuentro personalísimo con Él y a tener así una vida contemplativa en medio de los quehaceres materiales de nuestro día; que nos quiere libres, con la libertad de los hijos, abandonados alegremente en las manos de su Padre Dios, y al mismo tiempo empeñados en agradarle; que nos pide que seamos muy humanos precisamente por ser cristianos; que disfruta viéndonos distintos, y sin embargo unidos, sabiendo convivir, ir del brazo con todos; que nos espera cada día en el trabajo abnegado, hecho con deseos sinceros de servir y con la mayor competencia que podamos, por amor; que debemos ejercer, heróicamente si es necesario, nuestros derechos ciudadanos -que son deberes- sin involucrar a la Iglesia y sí, en cambio, empeñando la propia responsabilidad personal; en fin, que nos anima a que demos a conocer a todas las personas que nos rodean la razón de nuestra alegría...

Pescar es dar la vida y entregarnos como lo hizo Pedro y los demás, y lo sintió en su llamada san Josemaría, para hacer apostolado y provocar en muchos un nuevo encuentro con cada uno, que dé lugar a una entrega y a una correspondencia mutuas ya para siempre. Todo pasa por ese encuentro personal con Dios: estar frente a frente, cara a cara, delante de Dios; diálogo de Tú a Tú, sencillo, directo, confiado, con Dios Nuestro Padre, con Jesús en la Eucaristía, que se entrega totalmente y que se nos queda en esa cárcel de amor que es el Sagrario. ¡Cómo le enamoraba a san Josemaría! ¡Cómo lo cortejó siempre! Lo hizo desde muy joven, cuando, allá en Logroño, siendo todavía adolescente, se acercaba a la iglesia que llaman la Redonda, para acompañarle. Enseguida, en aquellos años, cuando intuyó que Dios podía querer algo, aun en medio de la incertidumbre y de la duda, su respuesta fue: Domine, Ut sit!; Domine, Ut videam¡, Señor que sea esto que Tú quieres! Que vea tu Voluntad, para hacerla, porque la quiero por encima de todo... sentirse interpelado como Pedro, y corresponder así a lo que Cristo hizo en su vida y culminó en la Cruz y en la Resurrección. Vivir de este modo no sólo es posible, sino que es el secreto de la felicidad: dándolo todo, sin poner condiciones, y vivir cada día con esta vibración de amor en el fondo de la conciencia: Dios me llama hoy y ahora, en el trabajo, en la familia, entre mis amigos, en mi juventud y en mi vejez; a pesar de mis debilidades; en todas las circunstancias que Él me envía; con sacrificio, con dolores, con sequedades -si Dios las quiere-, con un poco de Cruz, que no hemos de exagerar, pero entregados a Él, a su Voluntad. Vale la pena. Se lo pediremos en la oración después de la Comunión: “Señor, (...) que cumpliendo tu voluntad en todo, recorramos con alegría el camino de nuestra vocación”. Los apóstoles dicen “sí”… “Ellos (...), dejándolo todo, le siguieron”. Santa María es modelo de respuesta generosa, ella nos llevará a escuchar las palabras que inspiran confianza que Jesús contestó a Pedro: “No temas: desde ahora, serás pescador de hombres”. Así podemos estar seguros.