Memoria Obligatoria: Santos Ángeles Custodios.
San Lucas 10, 13-16: Caos del pensamiento social actual.

Autor: Padre Luis de Moya

Sitios Web: Fluvium.org, muertedigna.org, luisdemoya.org  

 

Evangelio

Evangelio: Lc 10, 13-16

"¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón hubieran sido realizados los milagros que se han obrado en vosotras, hace tiempo que habrían hecho penitencia sentados en saco y ceniza. Sin embargo, en el Juicio Tiro y Sidón serán tratadas con menos rigor que vosotras.
"Y tú, Cafarnaún, ¿acaso serás exaltada hasta el cielo? ¡Hasta los infiernos vas a descender!
"Quien a vosotros os oye, a mí me oye; quien a vosotros os desprecia, a mí me desprecia; y quien a mí me desprecia, desprecia al que me ha enviado .


En el día de los Ángeles Custodios

Hoy celebramos otro aniversario más desde que Dios inspiró el Opus Dei en san Josemaría. Se celebraba entonces, como en el día de hoy, la fiesta de los Santos Angeles Custodios. Es para bastantes una celebración que pasa inadvertida, pero no pasaba para monseñor Escrivá que trató siempre con mucha piedad y confiadamente a los ángeles, a los que consideraba grandes aliados en su vida de relación con Dios.

Si es cierto que el Opus Dei alcanzó, ya en vida del Fundador, una importante extensión en los cinco continentes, siempre en servicio fiel a los Romanos Pontífices y a la Iglesia, no faltaron, sin embargo, las dificultades desde el primer momento al Fundador y a los pocos que comenzaron con él la tarea. Se trataba aquella labor de un verdadero trabajo. Debía ser, como alguien denominó a su ocupación ya en los primeros momentos, Obra de Dios, Opus Dei, Operatio Dei, Trabajo de Dios. Un quehacer que se presentaba, para don Josemaría y para los primeros que quisieron seguirle, con la exigencia propia de lo que Dios quiere. No únicamente de lo que desea Dios en general y así debe llevarse a cabo en el mundo, en el curso de la historia. Se trataba más bien de la tarea que a él –a san Josemaría– le había sido expresamente encomendada por Dios. El Opus Dei y su persona formaban de tal modo una unidad en la mente divina, que no podría entenderse su vida al margen de la Obra.

Con esta claridad y radicalidad entendió la llamada de Dios –su vocación– el día 2 de octubre de 1928. Se presentaba ante él una tarea tan inmensa como un mar sin orillas, según sus propias palabras. Y para llevar a cabo semejante empresa de evangelización se reconocía falto de medios humanos. Tenía entonces 26 años, la Gracia de Dios y buen humor, y nada más: así lo reconoció con frecuencia. Por eso, el Opus Dei comenzó con oración y mortificación y sólo así saldrá adelante, solía decir. Entre otros modos de oración, buscó desde el primer día la ayuda de los ángeles custodios, en cuya fiesta Dios le había hecho ver su voluntad.

En Camino, la segunda de sus publicaciones, que sintetiza buena parte del espíritu que Dios le pidió transmitir, se recogen bastantes referencias a la acción angélica en la vida de los hombres. Son textos, todos ellos, apoyados en la experiencia de su propia vida o en la vida de las personas con que trató en los años treinta y antes. Escribe, por ejemplo: Ten confianza con tu Angel Custodio. —Trátalo como un entrañable amigo –lo es– y él sabrá hacerte mil servicios en los asuntos ordinarios de cada día.

Las historias ya publicadas de la vida del Fundador y de los primeros momentos del Opus Dei, recogen no pocas veces ejemplos concretos de la acción de los ángeles en su quehacer ordinario y en su apostolado. Aconsejaba, por ejemplo: Gánate al Angel Custodio de aquel a quien quieras traer a tú apostolado. —Es siempre un gran "cómplice". Y en otro momento: Si tuvieras presentes a tu Angel y a los Custodios de tus prójimos evitarías muchas tonterías que se deslizan en la conversación.

Y es que san Josemaría consideraba a los ángeles más próximos y activos que lo que pueden serlo los propios hombres. Te pasmas –declara– porque tu Angel Custodio te ha hecho servicios patentes. —Y no debías pasmarte: para eso le colocó el Señor junto a ti. En este sentido, como es ya sabido, llamaba el Fundador a su custodio "El relojerico", aludiendo a que muchas veces le había puesto en marcha su viejo reloj, en momentos en que no disponía de lo imprescindible para encargar su reparación.

En todo caso, se apoyaba en la protección angélica, con una singular confianza, y no sólo para la solución de problemas materiales: Gustosamente –afirma– harían su oficio los Santos Angeles Custodios con aquella alma que les decía: "Angeles Santos, yo os invoco, como la Esposa del Cantar de los Cantares, 'ut nuntietis ei quia amore langueo' —para que le digáis que muero de amor". Pues conviene no olvidar que somos, los ángeles y los hombres, criaturas del único Dios, llamados a la existencia para su gloria. Ellos nos preceden en la Bienaventuranza y comprenden por tanto como nadie la grandeza de nuestro destino y que lo alcanzamos únicamente por libre decisión de amor. Nos conviene, por consiguiente, fomentar con ellos un trato confiado y habitual, como se tiene con el cómplice o el aliado, que nos ayuda desde "dentro", pues está interesado en nuestro mismo objetivo.

Si en tiempos de los Partriarcas no era infrecuente la relación de los hombres con los ángeles, en la época apostólica debía ser algo habitual: Bebe en la fuente clara de los "Hechos de los Apóstoles" –leemos en Camino–: en el capítulo XII, Pedro, por ministerio de Angeles libre de la cárcel, se encamina a casa de la madre de Marcos. —No quieren creer a la criadita, que afirma que está Pedro a la puerta. "Angelus ejus est!" —¡será su Angel!, decían.
—Mira con qué confianza trataban a sus Custodios los primeros cristianos.
—¿Y tú?

¡Reina de los Angeles!, aclamamos a Santa María, Madre nuestra; para que, con ellos, unidos a la Madre de Dios, nos sintamos seguros en nuestra marcha de cada día hacia la casa del Padre.