IV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD 

 

 

Con el domingo IV del Tiempo  Ordinario comenzamos  la presentación del Mesías de la Palabra, mediante el Sermón de la Montaña.

Solo haremos uso de él los domingos 4 y 5 del Tiempo Ordinario, pues al comenzar la cuaresma el día 9, interrumpimos la lectura de San Mateo, para reemprenderla el día 5 de Junio, correspondiente al domingo X  con el texto Mt 9, 9-13. Debido a la importancia de este discurso, quiero hacer una presentación del mismo para poder comprender mejor su  mensaje:Mt 5, 3-16, donde se encuentran las Bienaventuranzas.

San  Mateo en el Sermón del Monte  ha reunido  muchas de las enseñanzas  de Jesús  en cinco  discursos, que ha colocado  a lo largo de su evangelio ( Mt 5-7; 10; 13; 18; 24-25”) Los capítulos  5-7 forman el discurso Evangélico; el 10 el discurso Apostólico; el 13 el discurso  parabólico; el 18 el discurso eclesiástico y los capítulos  24-25 el discurso  escatológico.

En realidad  no se trata de verdaderos  discursos. Son más bien  colecciones  de enseñanzas  de Jesús  reunidas  por temas. Estos discursos  son la expresión de la nueva ley que supera  a la antigua, escrita  en los cinco libros del Pentateuco.

El evangelista intentaba  así ofrecer  a su comunidad  una nueva  “ halakah” o código  ético, distinto  al del judaísmo, que  había  servido  de referencia  a muchas  comunidades  cristianas  antes de la ruptura  entre el  cristianismo  y el judaísmo.

De forma gráfica, la división  del Sermón de la Montaña es la siguiente:  

a)      5, 1-2: Ambientación

b)      5,3-16: Introducción: bienaventuranzas

c)      5, 17-48: Nueva interpretación  de la Ley

d)     6,1-18: Nueva interpretación  de las prácticas de piedad

c’)  6,19-7, 12: Nueva  ética  cristiana

b’)  7, 13-27: Conclusión: los dos camino

a’)  7, 28-29: Reacciones  de los oyentes.  

El centro  literario  y teológico  del sermón  se encuentra  en Mt 6, 1-18, que tiene  también  una estructura  concéntrica, en la que  el Padrenuestro  ocupa  el lugar  central. Puede  decirse, pues,  que esta oración  constituye  el centro  de todo el sermón  del monte, y  es la clave  desde  la que deben entenderse  sus enseñanzas éticas. Lo que  se propone  en él no  es un camino  de esfuerzo  voluntarista, sino  un estilo  de vida  que sólo Dios  puede  conceder, y que,  por tanto, debe ser  suplicado  en la oración.

5, 1-2 Ambientación.

 El evangelista  presenta  a Jesús  en un monte, que es  el lugar  tradicional de la  manifestación  de Dios  en el Antiguo  Testamento; y sentado, es decir, en  actitud  de enseñar. La enseñanza  es una actividad  característica  de Jesús ( Mt 4, 23-25; 9, 35; 11,1), que los discípulos  sólo podrán   asumir  después  de ver al resucitado  ( Mt  28, 16-20. Los principales  destinatarios  de estas  enseñanzas de Jesús  son los discípulos, en los cuales  debemos  ver  no sólo  los discípulos  del Jesús  histórico, sino  también  a los miembros  de la comunidad  cristiana  a quienes  Mateo dirige su evangelio. 

5, 3-12: Bienaventuranzas. El sermón  del monte  se abre con una declaración  solemne, en la que  el reino de los cielos  anunciado  por Jesús  aparece  como buena  noticia  para los pobres. Esta solemne  declaración  constituye  la obertura  del discurso, en la que  se propone  el estilo  de vida  que se hace  presente  con la llegada  del reino. 

Las  bienaventuranzas  poseen  un esquema  literario  que se encuentra  en la tradición  sapiencial  y apocalíptica  del Antiguo Testamento  ( Sal 1,1; 33,12; Prov 3,3; Dn 12,12. Sabemos  que esta  forma  de  expresarse  fue utilizada  frecuentemente  por Jesús  ( Mt 11,6; 13,16; 16,17; 24, 46)  y que  las   primeras  comunidades   cristianas   conservaron   pequeñas  listas  de bienaventuranzas, como la que  encontramos  en el evangelio  de Lucas ( Lc 6, 20-23.) Mateo  ha ampliado  considerablemente la lista  más escueta de Lucas. Sus notas  características  son la espiritualización, la ampliación  ( cuatro  en Lc; nueve  en Mt)  y la aplicación  al comportamiento  cristiano.

Desde el siglo  VIII  hasta nuestros días, el texto  evangélico  para la fiesta  de Todos los Santos  ha sido  tomado  de este pasaje concreto

En conjunto, son  un mensaje  de esperanza, y una palabra  de aliento, para descubrir  la presencia  del reino  y anhelar  su llegada  definitiva.  

Este grupo  de ocho  bienaventuranzas queda dividido  a su vez  en dos grupos  de cuatro.  La novena bienaventuranza  ( Mt 5, 11-12) rompe el estilo de las anteriores  y parece  en realidad una aplicación  de la octava. La última bienaventuranza está  redactada  en segunda persona  del plural. El evangelista  se dirige  directamente a los miembros  de su comunidad que tienen  la experiencia  de ser  perseguidos  por causa  de Jesús, para alentarlos  en medio  de su adversidad

Las cuatro primeras  ( Mt 5, 3-6) están relacionadas  entre sí. Son una declaración de la felicidad  que poseen  aquellos  que se abren a la acción de Dios en una actitud de acogida sincera.

Se dirige al grupo  de los que son pobres en el espíritu, es decir, a los pobres del Señor, que han puesto su confianza  sólo en él, y alimentan su espiritualidad  en los salmos  del Antiguo Testamento  ( Sal 24, 3-4; 37,11), esperando  que Dios  manifieste  su reino y colme  su esperanza.

Son los humildes, los que ahora  están tristes  y los que  desean  ardientemente  hacer la voluntad  de Dios.

El segundo  grupo ( Mt 5,7-11) contiene  cuatro bienaventuranzas que están más orientadas  hacia el comportamiento  cristiano. Mientras que en el primer grupo  se constatan  situaciones, en este segundo  se proponen  actitudes  de los discípulos.

1ª: Dichosos  los  pobres  en el espíritu, porque suyo  es el reino de los cielos 

Estos pobres  son los que por  una larga  experiencia  de la miseria  económica y  social han aprendido  a no contar  más que  con la salvación de Dios. Se trata  de una condición  humana   material  y espiritual a la vez que el AT conocía  ya. Son los  anayim o ana ‘anawim del AT. Pobres en su espíritu, es decir, en lo más profundo  y en lo más concreto de su  condición, delante de Dios  y de los hombres. El texto  de Lc  omite las palabras  en espíritu, pero  tiene  probablemente  el mismo  sentido, quizá  con mayor  énfasis  en la miseria  social.

            San Mateo con la la frase Pobres de espíritu no se refiere a los que, a pesar  de ser ricos, están  espiritualmente  despegados  de sus riquezas. La expresión  es muy probablemente  un eco de  Is 61,1; designa  la clase  pobre, que constituía  la gran mayoría  de la población en el mundo  helenístico-romano. En los  escritos  tardíos  del AT  y del judaísmo, el nombre  de esta clase, nawim, pasó  a convertirse  casi en un término  técnico para designar  a los judíos  piadosos  y observantes. La expresión “ pobres de espíritu”  de Mt, carga el acento en la condición  humilde  de los pobres más que en la efectiva  carencia  de riquezas.

            “ Humildes “ o “ pobres”, en hebreo ‘anawîm. Si la lectura sapiencial tiende a considerar la pobreza, rêš, como efecto  de la pereza; los profetas  saben que los pobres  son ante todo  los oprimidos, ‘aniyyîm; reclaman  justicia  para los débiles  y pequeños, dal-lîm, y los indigentes, ‘byônîm. Con Sofonías, el vocabulario  de la pobreza  toma  un colorido  moral  y escatológico. Los ‘anawîm son en realidad son en una palabra  los israelitas  sumisos  a la voluntad  divina. A los pobres  es a quien  será enviado  el Mesías. El mismo será  humilde  y manso.

2ª: Dichosos  los que  están tristes, porque  Dios los  consolará.

 Estos  que lloran  o se afligen  lo hacen  por cosas  muy concretas; lloran a sus padres, a sus amigos, sus seguridades sociales   desaparecidas o amenazadas. No se  trata de melancólicos  ni de personas  que lloran  sus pecados. En el AT  y el pensamiento judío  posterior, la aflición  y la consolación  van   con frecuencia  unidas: Dios promete  su ayuda  a los atribulados. Este consuelo  definitivo, esperado  por los pobres de Israel se hace  presente, si bien  todavía  no universal  y manifiesto, en el ministerio  de Jesús.

3ª: Dichosos  los humildes, porque  heredarán la tierra.

Estos  mansos, no violentos, lo son  más por  condición  y necesidad  que por inclinación; no tienen  nada que decir; ningún medio  de hacer triunfar sus derechos.

Heredar la tierra: expresión  clásica  judía; a los  que les había faltado  todo  no carecerán  de nada. ( Salmo 37,11. Pongamos  de relieve  el acento  terrestre, concreto, de la bienaventuranza.

4ª: Dichosos  los que tienen  hambre y sed  de hacer la voluntad de Dios, porque  Dios los saciará.

El hambre  y la sed  designan  un deseo  ardiente, una necesidad  del corazón  y del cuerpo

5ª: Dichosos  los misericordiosos, porque  Dios  tendrá  misericordia  de ellos.

El adjetivo  designa  una actividad más bien  que un carácter  innato; son los que  ejercen  la misericordia  y se compadecen  de los afligidos. A partir  de este versículo, las  bienaventuranzas  ponen  en escena no a los pobres, afligidos y pasivos, sino a los pobres  activos.

6ª: Dichosos los que tienen  un corazón  limpio, porque ellos  verán a Dios

No se trata  de hombres puros  por su corazón  ( puro. No es cuestión  tampoco  del ideal  inaccesible  del corazón  exento de pecado, sino, según la escuela del AT, del corazón  no dividido, sincero, leal, servidor de Dios  y de los hombres

            Ver a Dios: en el reino  eterno; ser admitido  en su santa  presencia  sin morir  por ello.

7ª: Dichosos  los que trabajan  por la paz, porque ellos se llamarán los hijos de Dios

No son  los que  viven en paz, sino los que la hacen, la crean, primero, sin duda, a nivel de las relaciones  humanas y comunitarias  de todos los días. Serán   llamados, es decir, declarados  hijos en el último juicio; es la dignidad escatológica  suprema.

8ª Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino  de los cielos.

Esta justicia  no es la de Dios, sino la fidelidad a los preceptos  de Dios, y aquí, del Dios  revelado  por Jesucristo 

            Como lectura primera  tenemos  un texto del profeta Sofonías 2,3; 3, 12-13. El versículo 3 es parte de la exhortación a la conversión: “Buscad al Señor los humildes, que cumplís  sus mandatos; buscad la justicia, buscad la moderación, quizá  podáis  ocultaros  el día  de la ira del Señor.”

            Los versículos 3, 12-13 tratan  del humilde Resto de Israel. Este oráculo  da una de las descripciones  más perfectas del espíritu de pobreza del AT:

“Dejaré  en medio de ti  un pueblo  pobre  y humilde, que confiará  en el nombre  del Señor. El resto  de Israel no cometerá  maldades, ni dirá mentiras, ni se hallará en su boca una lengua  embustera; pastarán  y se tenderán  sin sobresaltos “El resto de Israel 3, 11-13 de Sofonías:

Este oráculo, que da cumplimiento a la promesa expresada en 2, 3, es una  de las Fuentes  principales para entender  el concepto  veterotestamentario  de “ pobres de espíritu”.

Para Sofonías  la pobreza material  no tiene  valor alguno.

            La  segunda lectura está tomada de la 1 Cor, 26-31.

            “ Hermanos: fijaos en vuestra asamblea, no hay  en ella  muchos sabios  en lo humano, ni muchos  poderosos, ni muchos  aristócratas; todo lo contrario lo necio  del mundo lo has escogido  Dios  para humillar  a los sabios. Aún más, ha escogido  la gente  baja del mundo, lo despreciable, lo que  no cuenta  para anular  a lo que cuenta, de modo que nadie  pueda  gloriarse en presencia del Señor. Por él, vosotros  sois  en Cristo Jesús, en este Cristo  que Dios  ha hecho para nosotros  sabiduría, justicia, santificación  y redención           

 Aunque nunca debemos intentar unir a la fuerza las tres lecturas; creo que en esta ocasión se las puede juntar. La comunidad de Corinto era una asamblea pobre en un sentido humano; pero en el Señor se ha hecho rica, feliz, bienaventurada.

El cristiano  posee en Cristo  todo lo que los griegos  y judíos  anhelaban: sabiduría, justicia, santidad y redención. Cristo  crucificado  y resucitado  es la sabiduría  de Dios ( 1 Cor  1, 18; Col 2, 3).

Justicia: Cristo, que es  “ el sí “ a todas las promesas  de Dios, encarna  la justicia  divina, es decir, la fidelidad  de Dios a sus promesas  de salvación ( Rom 3, 21-30)

Santificación: En cuanto  encarnación  de la santidad de Dios y dispensador  del Espíritu  de santidad impartido  en el bautismo, el Cristo resucitado  se ha hecho  santidad  para nosotros.  

Redención: Cristo, por su  muerte  y resurrección, ha liberado  al hombre  de la esclavitud  del pecado, de la carne, de la ley y de la muerte. Pablo  menciona  la redención  en último  lugar porque  se completa  solamente  con el don de la última  gracia, la  resurrección gloriosa de los cuerpos ( Rom  8, 23) 

Concluyendo. Este domingo IV tiene una enseñanza densa y fundamental. Creo que ha  valido  la pena el esfuerzo de haber presentado en líneas generales el Sermón de la Montaña, pues su importancia es patente.

            Si  hiciésemos  memoria de lo que ha supuesto este discurso en la Espiritualidad, veríamos que  ha sido muy grande. No debemos  considerar el Sermón de la Montaña en su dimensión moral, ascética, sino teológica, evangélica. Lo que distingue al cristiano es precisamente la práctica de este Sermón.

Con este Sermón podemos comprender un poco mejor los cuatro restantes discursos, antes indicados. Todo hombre busca la felicidad, el makarismo; en estas máximas  se encuentra la verdadera felicidad, la  dicha, la  bienaventuranza.