III Domingo de Cuaresma, Ciclo A

Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD 

 

 

La Cuaresma del Ciclo A  podemos designarla como la Cuaresma “clásica”. En los domingos 3.4 y 5 no leemos al evangelista san Mateo, sino textos del Evangelio de San Juan. En los domingos 3º, 4º y 5º tenían lugar los escrutinios  de preparación para el Bautismo de la Vigilia Pascual, por esta razón en estos domingos ya desde muy antiguo se leían en el domingo 3º  los vv. 5-42 del capítulo 4 de San Juan; en el domingo 4º los vv. 1-4l del capítulo 9 y en el domingo 5º los vv. 1-45 del capítulo 11. 

Vamos a analizar el texto del domingo actual, 3º de Cuaresma. El Misal prescinde de los cuatro primeros versículos  y da la opción para leer o no leer los vv. 27.31-38. Creo que es tan denso  el mensaje del diálogo de Jesús con la samaritana; que es más pedagógico no leer el diálogo de Jesús con sus discípulos.

El evangelista San Juan en el capítulo  4, 1-42 presenta en cuatro secciones la misión de Jesús  en Sicar y en Samaria: los vv. 1-6 son como una introducción; los vv. 7-26 el diálogo de Jesús con la Samaritana; los vv.27.31-38 el diálogo de Jesús con sus discípulos; los  vv. 28-30 el encuentro de Jesús con los samaritanos y por último los vv. 39-42 son como una conclusión, una síntesis.

“ En aquel  tiempo  llegó  Jesús a un pueblo de Samaría llamado Sicar.” Forma parte  de la misión de Jesús presentarse  y proclamar  su evangelio  a todas las naciones, primero a los judíos  ( en los capítulos primeros ya lo ha hecho); ahora  a los samaritanos  y finalmente  a los griegos  ( que  representan  a los gentiles, 12,20-26).  

“... Allí  estaba  el manantial de Jacob, Jesús,  cansado  del camino, estaba  allí sentado junto al manantial.” Creo que es importante no olvidar, sino recordar: cansado del camino. No indica solo una situación corporal, sino que es expresión de una actitud perenne, espiritual.

Llega  una mujer  de Samaría a sacar agua.” La figura  de  la mujer samaritana, como  ocurre frecuentemente en el cuarto evangelio, es representativa  y simbólica: personifica  a la región de Samaría. Creo que esta consideración enriquece mucho más la figura de esta mujer. Los vv. 7-26 abarcan todo el diálogo entre Jesús y esta mujer; conversación, que tiene  dos partes. Conocimiento del don de Dios  expresado  como “agua  viva”, vv. 7-15; y conocimiento de quién es Jesús, vv. 16-26. El v. 10 contiene los dos temas.

Dame de beber”  le dice Jesús. La mujer queda sorprendida: ¿ Cómo  tú, siendo  judío, me pides de beber a mí, que soy  samaritana?.

Los samaritanos  eran  descendencia  de dos grupos: a) el resto de los israelitas nativos que no fueron  deportados  cuando la caída  del Reino del Norte en el año  722 a. C; b) colonos   extranjeros  traídos  de Babilonia  y Media  por los conquistadores  asirios  de Samaria  ( cf. 2 Re 17. 24 ss.

Entre  estos  samaritanos  y los judíos  surgió  una oposición  teológica  porque los primeros  se negaban a participar  en el culto de Jerusalén. La situación  se agravó  por el hecho de que los samaritanos  habían  puesto obstáculos  a la restauración  de Jerusalén  por los judíos  y por  haber  ayudado  los samaritanos  a los monarcas  sirios  del siglo II a. C. en sus guerras contra los  judíos 

Jesús le responde: “  Si conocieras  el don de Dios  y quién es el que te pide de beber, le  pedirías  tú,  y él  te daría  agua viva” ( v. 10)  

En el judaísmo, dos  de las expresiones utilizadas por Jesús, “ el don de Dios “ y “ el agua  viva”, se usaban  para aludir a la Tora.

Algunos  comentaristas entienden  que el don de Dios es el mismo  Jesús; otros, con más razón, creen  que se refiere  a algo  que Jesús  dará a los hombres  ( Su revelación, el Espíritu.)  

Qué quiere decir Jesús  con la expresión: el “ agua viva”. Dentro del panorama  de la teología  joánica hay realmente  dos posibilidades: el agua viva significa  la Revelación que Jesús  aporta a los hombres  o significa  el Espíritu  que Jesús  da a los hombres.  Creo que no estamos equivocados al afirmar que ambas cosas.

El “agua viva” como la revelación o doctrina de Jesús. El AT  usa  el simbolismo del agua  para referirse a la sabiduría de Dios que otorga la vida:” La enseñanza  del sabio  es fuente de vida para escapar de los lazos de la muerte” ( Prov. 13,14). El uso de “ agua viva” para designar  la revelación de Jesús  tendría  su paralelo  en otros pasajes  joánicos  donde  los símbolos de la luz  y del pan de vida sirven para designar  la revelación de Jesús.  

El “ agua  viva” puede significar  el Espíritu  que Jesús comunica. Es frecuente  en el AT  la conexión  entre agua  y espíritu. Para identificar  el “ agua  viva” con el Espíritu contamos  con la prueba explícita de  Jn 7, 3739.

Aquí el simbolismo del agua es diferente al de los capítulos  1, 33 y 3,5. No se trata de nacer a través del agua, sino  de beber el agua viva. Podríamos conectar este capítulo 4 con el c. 6 del mismo san Juan: el capítulo del pan de vida. 

La mujer no entiende de qué agua le está hablando; como tampoco Nicodemo entendió de qué nacimiento el Señor le estaba tratando:” Señor, si no tienes  cubo  y el pozo  es hondo ¿ de dónde  sacas el agua viva?.” Jesús tiene paciencia y poco a poco le va  explicando de qué agua le habla. La mujer, por fin comprende algo, intuye  que este judío es especial, hasta tal punto que es ella, quien exclama:” Señor, dame de esa agua.”

En los vv. 16-26 se nos presenta quién es Jesús. La mujer  no queda  impresionada  por la promesa de agua viva  que Jesús  le hace  hasta que él, el forastero, le demuestra  que está  al tanto de su vida  moral.

“ Jesús le dijo: vete  a tu casa, llama  a tu marido y vuelve. Ella  le contestó  no tengo marido”. A los judíos  se les permitía  casarse  sólo tres veces; si la misma norma  se aplicaba  entre los samaritanos, ello significaría  que la mujer  había llevado una vida  muy inmoral. “ Cierto; no tienes  marido. Has tenido  cinco, y ése, con el que   ahora  vives, no es tu marido”. Los cinco maridos de la mujer  han sido  interpretados simbólicamente  como los cinco dioses  de las cinco naciones  extranjeras que los asirios  trajeron  a habitar  Samaría. ( cf. 2Re 17, 23-41).

Ahora la mujer se da cuenta de que está hablando con un profeta: “ Señor, veo que  eres un profeta.”  La mujer le plantea  un problema, que ocasionaba la división entre judíos y samaritanos: el lugar del culto a Dios  y cómo debe ser. Los profetas  de Israel  lo trataron con predilección y dedicación. ¿ Qué es  lo que un profeta  tenía que decir  con respecto a esta vieja  controversia  entre judíos  y samaritanos, es decir  acerca del lugar  adecuado  para celebrar el culto sacrificial?. El lugar de culto  para los samaritanos  era el monte Garizím, al pie del cual  tenía lugar  la conversación; allí  habían sacrificado  los patriarcas  ( Génesis  12, 7) y allí  mismo, habían  levantado  los israelitas  por primera vez un altar en Palestina. “ Nuestros  antepasados  rindieron  culto  a Dios en este monte; en cambio  vosotros, los judíos,  decís  que es en Jerusalén  donde hay que  dar culto a Dios.” La mujer necesita saber qué hacer; no se trata de una simple curiosidad, no le exige al profeta que le dé la razón, sino que le explique la norma de vida, que debe seguir desde ahora. “ Créeme, mujer,... ha llegado  ( la hora), en que  para dar culto  al Padre, no tendréis  que subir  a este monte  ni ir a Jerusalén.” La respuesta debió  sorprender  a la mujer, pues ningún  judío “ ortodoxo se hubiera  atrevido  a relativizar  Jerusalén  como lugar de culto. Jesús no se contenta con decir dónde hay que dar culto a Dios, sino cómo: “ Ha  llegado   la hora  en que los que rindan  verdadero  culto al  Padre, lo harán  en espíritu  y en verdad”.

Casi  todos los exégetas  están hoy de acuerdo  en que al proclamar  el culto con espíritu  y verdad no trata Jesús  de contraponer  el culto externo  al culto interno. Jesús  habla de la sustitución de unas  instituciones  temporales  como el Templo.  

Nótese  que se trata  de dar culto al Padre  con Espíritu. Dios puede  ser adorado  como Padre únicamente  por quienes  poseen el Espíritu  que los convierte  en hijos de Dios ( Rom 8, 15-16), el Espíritu  con el que  Dios  los ha engendrado. Este Espíritu   eleva  a los hombres  por encima del nivel  terreno, el nivel  de la carne, y les otorga la posibilidad de adorar a Dios como  conviene.

Espíritu  y verdad  explicitan   simplemente  lo que ya veíamos implícito  al analizar  el “agua viva” como revelación  y como Espíritu.

 

            La samaritana hace una gran confesión de fe: “ Yo sé  que el Mesías, es decir, el Cristo, está a punto de llegar...”  Jesús le respondió: “ Soy  yo, el que está hablando contigo”.

            La mujer  dejó allí el cántaro, volvió  al pueblo  y dijo a la gente...” Dejó el  cántaro. No hemos  de buscar  a esto una razón  práctica. Este detalle  parece  ser  un recurso  de Juan para subrayar  que aquel  cántaro  sería  inútil  para la clase de agua viva  en que Jesús había interesado a la mujer.

             Antes de  dar por terminado el estudio del diálogo  con la samaritana  hemos de insistir  en que Juan ha recogido  y amplificado  en esa  escena  otros temas que ya  había  tocado  en el evangelio  ( el templo en 2, 13-22; el agua   y el Espíritu  en el discurso de Nicodemo.

 

            Los vv. 27 y 31-38 son un diálogo de Jesús con sus discípulos. No son fáciles de entender. Creo que una pauta de intelección puede ser la siguiente: Jesús se ha presentado a los samaritanos ( enemigos de los judíos); ahora no va a hablar de ningún enemigo de los judíos, sino de los otros hombres que no son judíos, el resto, los gentiles.

            En la escena con la samaritana  es Jesús  quien  comienza el diálogo; en esta segunda  son los discípulos  quienes lo comienzan. También hay  un malentendido sobre el alimento ( vv.31-33) se parece al que tuvo lugar sobre el agua ( vv.7-11).

            Maestro, come algo. Pero  él les dijo: Yo tengo un alimento  que vosotros no conocéis.” Jesús  les  explicó: Mi sustento  es hacer la voluntad del  que me ha enviado. Hacer la voluntad  del que me envió. Tanto esta frase ( cf. 5,30; 6, 38) como “ realizar  las obras del Padre”  ( cf. 5, 36; 9, 4; 17, 4)  son  descripciones joánicas  del ministerio de Jesús.

            Creo  que es útil y necesario tener presente lo siguiente para comprender este diálogo. La armazón de este breve  discurso  se ha formado  conjuntando  un grupo de sentencias  tradicionales independientes  atribuidas  a Jesús. Tal  como ahora  los tenemos, estos versículos  giran  en torno al tema  de la escatología  realizada. San Juan más que los sinópticos acentúa ya el presente, ya estamos  salvados, ya estamos en los últimos tiempos, por lo tanto urge realizar lo que los sinópticos  insinuarán en los últimos tiempos.

            En los versículos  35-36  hay un proverbio  que necesita ser comentado: “ ¿ No decís  vosotros  que faltan  todavía  cuatro meses  para la siega? Pues yo  os digo: Levantad  la vista  y mirad los sembrados, que están  ya  maduros  para la siega”. Según las leyes de la naturaleza  desde la  sementera a la siega deben transcurrir cuatro meses. No se cosecha lo que se ha sembrado hace muy poco tiempo. Jesús anuncia  que en el orden  escatológico  que  ha establecido ya no tiene  vigencia  el principio proverbial, pues se ha suprimido  ese intervalo. Cuando se siembra, hay que cosechar. No podemos esperar, sino que todo tiempo es tiempo de recolección. En el Lv  26, 5 se dice algo que debemos entender bajo esa luz: “ La trilla  alcanzará a la vendimia y la vendimia a la sementera”. En otras palabras, será  tal la abundancia  de las cosechas que desaparecerán  los intervalos  entre las distintas  faenas agrícolas.

            Aplicando esto a la predicación, Jesús dirá: la cosecha  está madura el mismo día  en que ha  sido sembrada la semilla; pues los samaritanos salen de su ciudad y van en busca de Jesús, cuando la Samaritana les habla del profeta, que ha visto.

                        En los vv. 37-38  se da otro proverbio: “ En esto tiene  razón  el proverbio: Uno  es el que  siembra y otro  el que siega.  Yo os envío  a segar  un campo  que vosotros  no sembrasteis;  otros  lo trabajaron  y vosotros  recogéis  el fruto de su trabajo.”

            Intentando aclarar  un poco todo esto, indico lo siguiente: el v. 27 los discípulos  se sorprenden de que Jesús esté hablando con una mujer; quizá ellos no se perciben el trabajo que está realizando Jesús con ella; el Maestro les invita a que tengan una visión más positiva de las cosas, de la salvación.

            Si en el plano natural la sementera dista del tiempo de la cosecha ( cuatro meses); en el plano teológico  no se da intervalo; es tiempo de poner manos a la obra.

            Lógicamente el que siembra  debe ser el mismo que recoge el fruto de la tierra; cuando esté no se dé, puede parecer  un fracaso. Hay  textos en el AT donde se lee lo siguiente: “ El que   haya plantado  una viña   y no la haya  vendimiado todavía, que se   vuelva  a su casa ( los que están en la guerra), no sea  que muera  en el combate   y la vendimie otro” ( Dt 20, 6).

            Jesús  nos quiere decir que lo importante   es que exista, se dé la siembra y de este modo la siega, sin prestar mayor atención a si debe ser el mismo quien realice ambas operaciones.

            Los vv. dedicados a los samaritanos son sencillos de comprender: vv. 29-30 y 39-42. Transcribo este último: “ Ya no creemos  en él  por lo que  tú nos dijiste, sino porque nosotros  mismos   le hemos   oído   y estamos  convencidos  de que él  es verdaderamente  el Salvador  del mundo”. En el AT ( Sal 24, 5; Is  12, 2)  es Yahvé  la salvación de Israel y de cada  israelita  en particular. El término  de Salvador  se aplicará  comúnmente a Jesús  después de la resurrección.  

            Podemos  creer que el evangelista  pretende  mostrarnos  el contraste entre la fe  insuficiente  de los judíos  2, 23-25, fundada  en una superficial  admiración ante los milagros , y la fe  más profunda  de los samaritanos, cimentada  en la palabra de Jesús. Nicodemo, el maestro  de Jerusalén, no fue  capaz  de comprender el mensaje de Jesús cuando  éste le aseguraba  que el Padre  ha enviado al mundo a su Hijo  para que el mundo  se salve por él ( 3, 17). Los hombres  de Samaría, en cambio, llegan pronto al conocimiento de que Jesús  es realmente  el Salvador  del mundo. En Samaría la sementera coincide con la recolección, de aquí la urgencia, la rapidez, el no esperar más.