V Domingo de Cuaresma, Ciclo A

Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD 

 

 

Para comprender el significado teológico-litúrgico del V Domingo de Cuaresma  del Ciclo A, debemos estudiarlo en relación con los domingos III y IV. La protagonista del Tercer Domingo es la Samaritana; no podemos olvidar su significado simbólico, pues de otro modo empobreceríamos  su alcance y extensión;  el Ciego de Nacimiento acapara toda la atención del Cuarto domingo y por último Lázaro es el centro de este V domingo.

 Repitamos una vez más: estos tres  domingos tienen una dimensión sacramental-bautismal. El agua; la luz  y la Vida.

 Quizá sea conveniente repetir lo esencial de cada uno de estos tres domingos: En cada domingo hay como una presentación por parte de Jesús; una respuesta de la Samaritana; del Ciego de nacimiento y de Marta, la hermana de Lázaro; también una reacción de aceptación por parte de las multitudes y de  rechazo  de la realidad, de lo que está sucediendo, por parte de los fariseos.

 En Jn 4,13 Jesús se presenta como un agua especial: “Jesús replicó: Todo el que bebe  de esta agua, volverá a tener sed; en cambio, el que  beba del agua  que yo quiero darle, nunca  más volverá a tener sed”  En el versículo  26 Jesús acepta la confesión de la Samaritana, que se expresa así: “Yo sé  que el Mesías, es decir, el Cristo, está  a punto de llegar; cuando  él venga nos lo  explicará  todo” ( v. 25)  Entonces  Jesús le dijo: “Soy  yo, el que  está hablando contigo” ( v. 26)

 En el v. 42  se nos cuenta la reacción de la gente: “Ya no creemos  en él  por lo que tú nos  dijiste, sino porque nosotros  mismos   le hemos  oído y estamos  convencidos  de que él es  verdaderamente  el Salvador  del mundo”

 En el Evangelio del Ciego de nacimiento, capítulo 9 de Juan; también Jesús  se  presenta, primeramente mediante el simbolismo de la luz: “Mientras estoy en el mundo, yo soy  la luz del mundo” (v.5), al final como el Hijo del hombre, como el Hijo de Dios: “ ..., Ya lo  has visto. Es el que está hablando  contigo” ( vv.35-37 ) Entonces  aquel hombre dijo: “ Creo, Señor. Y se postró  ante él” ( v.38)

 La reacción de los fariseos es de  una total ceguera: “..., pero, como decís  que veis, vuestro pecado permanece” ( v. 41)

 El texto evangélico de este V domingo es de San Juan  11, 1-45. En él encontramos también unos cuantos protagonistas: Jesús, la gente, Lázaro y sus hermanas: Marta y María.

 Lázaro, personaje no solo real, sino también simbólico, representa a todos los cristianos. Es presentado como aquél, a quien Jesús ama, su amigo. “Señor, tu amigo está enfermo”

Parece como si Jesús  no hiciera caso, no le diera importancia. A la Samaritana le pide de beber; al ciego de nacimiento le cura  sin que éste le diga nada. La respuesta ante la noticia, de que su amigo está enfermo, es un poco desconcertante, polivalente, en el fondo cargada de teología: “Esta enfermedad no acabará  en la muerte, sino  que servirá  para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”   Esta  expresión  tiene un doble sentido: Jesús  será glorificado por el milagro mismo; pero este  milagro  traerá  su propia  muerte, que será  también  su glorificación, según la teología de San Juan.

            “Lázaro ha muerto”  les dirá Jesús a sus discípulos. “ Cuando llegó Jesús, Lázaro  llevaba  ya cuatro días  enterrado”  Se menciona  este detalle  para dar a entender  que Lázaro  estaba  realmente  muerto. Entre los rabinos  se daba la opinión  de que el alma  rondaba  durante tres días  en torno al cuerpo muerto  y que pasado  ese plazo ya no cabía  esperanza alguna de que  el muerto  resucitara.  Lázaro, sepultado; salió  afuera a la voz del Maestro. “ El muerto  salió, los pies  y las  manos  atadas con vendas, y la cara  envuelta en un  sudario. Jesús  les dijo: desatadlo  y dejadlo  andar”  

  La curación del ciego de nacimiento también fue descrita con detalles; el hecho de la resurrección de Lázaro no desdice en este sentido. El evangelista pretende señalar que fue un hecho real, no solo imaginario.

 Jesús se revela, no ya como el agua ni como la luz, sino “Yo  soy la resurrección  y la vida”  ( Jn 11, 25)  Se manifiesta abiertamente  como aquel que tiene poder  sobre la muerte, ya espiritual, ya física. Su actitud está llena de compasión, de amor. “ Jesús amaba  a Marta, a su hermana  y a Lázaro”  Tres veces se nos que Jesús lloró ante esta realidad: “ Jesús, al verla  llorar ( a María)..., lanzó  un hondo  suspiro y se emocionó  profundamente”  ( v. 33) “ ..., ven, Señor, y  te lo  mostraremos. Entonces  Jesús  rompió a llorar” ( vv, 34-35)  Los judíos   comentaban ¡ cómo  lo quería!... Jesús, de nuevo  profundamente  emocionado, se acercó  más al sepulcro”  Jesús desea dar la vida. Ser la vida  se realiza, dándola  y de una forma tierna, llena de compasión. El concepto de vida abarca muchas dimensiones y entre ellas es el trato, la cercanía, la proximidad ante el que sufre.

 Aquí vemos cómo ama Jesús  a sus amigos; no nos quedemos simplemente en la amistad humana, aunque siempre es provechoso valorarla  y contemplarla a la luz de este evangelio; demos un paso más  y  digamos cómo ama Jesús a los cristianos, a todos los hombres, aunque no todos sean conscientes de ello.

 Cómo reaccionan Marta y María. Para no alargarnos, solamente presentamos la postura de Marta. En el diálogo con Jesús la fe de esta mujer va creciendo, como sucedió en el caso de la Samaritana  y del Ciego de nacimiento, hasta convertirse  en modelo de los que creen en Jesús.

 Dijo Marta a Jesús: Señor, si hubieras  estado aquí, no habría  muerto  mi hermano”  ( Jn 11, 21). Marta cree en la amistad de Jesús; pero su confianza no se limita al simple cariño, sino que tiene experiencia del poder sobrenatural del Maestro. “Pero  aun ahora  yo  sé que  cuanto pida  a Dios, Dios  te lo concederá”  Aunque mi hermano hace cuatro días que está enterrado, sigo esperando en tu poder, Señor. Verdaderamente que la fe de Marta es grande, supera todas las evidencias. El amor es osado; pero aquí no se trata  de una atrevida osadía,  sino de  ese arrojarse  en el poder de Jesús, a quien Dios le concede lo que le pide.

 “ Ya sé que resucitará  en la resurrección, el último día “  Le responde Marta a Jesús. Parece que hay como un retroceso en esa fe de Marta hacia Jesús, pues ahora le presenta como cierta dificultad. Marta no le dice a Jesús que resucite a su hermano, lo cual considera como imposible, sino que su hermano vuelva a la vida, sin darse cuenta de este este volver a la vida se llama resurrección.

            En el v. 27 Marta confiesa, declara abiertamente lo que piensa acerca de Jesús: “ Sí, Señor, yo creo  que tú eres  el Cristo, el Hijo  de Dios, el que  iba a  venir  al mundo”  De una confianza fundada en el aprecio, en la amistad, en el amor, tantas veces  expresado por Jesús hacia los tres hermanos;  se pasa a la actitud de una persona, que realmente ha llegado a creer en ese, que le está hablando: el Hijo de Dios. Esta confesión es muy semejante a la de Pedro en Mt 16,16: “Simón Pedro contestó: Tú eres  el Cristo, el Hijo  de Dios vivo”

            Por último veamos cómo reaccionaron los judíos: “Muchos  de los judíos que habían  venido a casa de María, viendo  lo que  había  hecho, creyeron  en él” ( Jn 11, 45)     A manera de conclusión: Estos tres evangelios de San Juan son de una inmensa riqueza teológica  y también de detalles llenos de simbología. Leerlos en los domingos tercero, cuarto y quinto de Cuaresma es una forma muy bella y efectiva de prepararse a la renovación del Bautismo en el Vigilia Pascual.