Fiesta del Bautismo del Señor, Ciclo A

Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD 

 

 

 La Fiesta de hoy cierra  el ciclo de Navidad-Epifanía. Esta fiesta es como una epifanía, esto es, una manifestación de la divinidad de Jesús, realizada por la intervención directa del cielo.

 

            El ciclo de Navidad-Epifanía, construido a imagen del ciclo de Pascua de Resurrección, su final es análogo. El ciclo de Pascua acaba con la fiesta de Pentecostés cuando los creyentes  reciben el don del Espíritu para la misión  y empieza la vida de la Iglesia; la fiesta del bautismo cierra el tiempo de Navidad y es el inicio  del ministerio público  de Jesús, su “Presentación en público”.

 

            Toda la Trinidad interviene  en la gran epifanía junto al Jordán: El Padre hace oír su voz dando testimonio del Hijo, y el Hijo es presentado en Jesús, el Espíritu Santo desciende  visiblemente  sobre. “Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él.

Y una voz que salía de los cielos decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco.» (Mt 3, 16-17)

 

            Este acontecimiento  es narrado por los cuatro evangelistas, forma parte, de acuerdo con la opinión  mayoritaria, de los datos  más seguros  acerca de la vida de Jesús.

 

            La Fiesta del Bautismo de Jesús es reciente; la Reforma  del Concilio la instituyó.

 

            Profundicemos en el significado teológico de este Hecho tan notorio. El Bautismo de Jesús  es como la investidura oficial de su misión de Salvador; el Padre y el Espíritu Santo garantizan su identidad de Hijo de Dios y  le presentan al mundo para que el mundo acoja su mensaje. Jesús no es un farsante, no es un cualquiera. Desde este momento  Jesús empieza a manifestarse públicamente como “Mesías y Señor”; esto es, inicia  la tarea que el Padre le confió. El Bautismo  representa para Jesús  la consagración a una misión concreta y específica.

            La eucología de la Misa  así lo presenta:” Dios todopoderoso y eterno, que en el bautismo  de Cristo en el Jordán quisiste revelar solemnemente que El era tu Hijo amado  enviándole  tu Espíritu Santo” (Primera parte de la Oración Colecta).

Lo mismo dice la Oración de Ofrendas: "Recibe, Señor, los dones que te presentamos en este día en que manifestaste a tu Hijo".

            El Prefacio  desarrolla  más  en qué consiste   este acontecimiento, señalando  una dimensión  especial: la identidad  del Nuevo  bautismo.

 

            La lectura primera  está tomada del profeta Isaías 42, 1-4.6.7. Según el Leccionario más clásico, es la misma lectura de los tres ciclos. Se mensaje es muy importante para conocer quién es ese Jesús, es que bautizado  por Juan. Algunos exégetas distinguen dos cánticos en este texto. El primero lo formarían  los vv. 1-4; el segundo los vv. 5-7. “... Mirad a mi siervo, a quien  sostengo”. Ha sido elegido de una forma especial por Dios: “Yo, el Señor, te he  llamado con justicia, te he tomado  de la mano, te he formado  y te he hecho  alianza  de un pueblo” Es un elegido  como Moisés ( Salmo  106, 23), David  ( Salmo  89,4) y todo Israel ( 1 Cro. 16, 13). Este Siervo está poseído por el Espíritu del Señor: “Sobre  él  he puesto  mi espíritu” Este don, necesario  para toda  obra de redención, había  sido prometido  al rey mesiánico ( Is 11,1); más  tarde se afirmará  que lo posee  toda la comunidad  mesiánica ( Joel, 3). La misión de este Siervo es de grandes repercusiones y trascendencias. “Para que  traiga  el derecho a las naciones”. El Siervo cumple  la función  propia  del rey  davídico (2 Sm. 3,18), del rey mesiánico (Ez  34, 23-24) y del profeta (Am 3,7). El versículo 7  especifica  más esta misión: “Para que  abras  los ojos  de los ciegos, saques a los cautivos  de la prisión, y de las mazmorra a los que  habitan  en las tinieblas

            El v. 1 presenta  el modo y la manera de actuar este siervo: “ No gritará,  no clamará,  no voceará por las calles”  No  gritará  significa  que el Siervo  se encuentra  tranquilo  y seguro. “ Promoverá  fielmente  el derecho, no vacilará  ni  se quebrará  hasta  implantar  el derecho  en la tierra  y sus  leyes, que esperan las islas.” Hay un texto en el libro de Job 6,11, que es como el grito de quien exclama la liberación: “¿Me quedan  aún fuerzas  para resistir? ¿Podré  seguir  viviendo  si no conozco  mi fin?”. Las Islas manifiestan  un enérgico  esfuerzo  por vivir. Ellas  habrán de pasar  por una penosa  expectativa.

            Quizá sea oportuno decir a quién se aplica este Cántico. Es bastante  probable  que este  primer  cántico  se refiera  inmediatamente  a Ciro. En el libro de Isaías  45,1 se le llama  Mesías. De todas formas, a éste, como a los demás  cantos  del Siervo  se les dio  pronto  un sentido  mesiánico, y de ellos  se sirvieron  los autores  del NT  para  entender mejor  la figura de Jesús.

 

            La segunda lectura  es del Libro de los Hechos de los Apóstoles 10, 34-38. Vamos a analizar solamente dos versículos: “Conocéis  lo que sucedió  en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa  empezó por Galilea. Me refiero  Jesús  de Nazaret, ungido  por Dios  con la fuerza  del Espíritu Santo, que pasó  haciendo el bien  y curando  a los oprimidos  por el diablo; porque Dios  estaba con él” ( Hechos 10,37-38). Para darnos cuenta de la importancia de estos dos versículos, es conveniente recordar  que los versículos  37-41 son la única presentación  de la vida de Jesús que nos ofrece el Nuevo Testamento, fuera  de los evangelios.

 

            El bautismo  de Jesús es interpretado  aquí como una “unción” del mismo Jesús  por el Espíritu Santo. Aunque  la tradición  evangélica   nunca hable del bautismo  de Jesús  por Juan como una “unción”; Lucas  lo interpreta  aquí  de esta manera. La  presentación  de Jesús, poseído   por el Espíritu  de Dios, caracteriza  la cristología  lucana; pero no debemos olvidar que difícilmente  podría ello interpretarse  como que Jesús es constituido  Mesías  en su bautismo. Es interesante darnos cuenta cómo  queda sintetizada  la actividad de Jesús: “Hacer el bien y curar, enfatizando las expulsiones del demonio. Nada se dice  de la predicación  de Jesús; quizá la explicación sea ésta: no sea nombra la predicación de Jesús, porque  su única  función, según San Lucas, consiste  en indicar  que la salvación  se realiza  plenamente  en las acciones de Jesús.

 

            El Evangelio, como  estamos  en el ciclo A, está  tomado  del evangelista  San Mateo, 3, 13-17.

            Vamos a analizar  con cierta holgura esta perícopa evangélica. “Entonces aparece Jesús, que viene de Galilea al Jordán donde Juan, para ser bautizado por él”. Marcos  y Mateo  precisan  que Jesús  venía  de Galilea. Lucas  hace  de Jesús  uno de los  numerosos  candidatos al bautismo entre todo el pueblo. Mateo  insiste: para que lo bautizara.

            Los vv. 14- 15 son propios de  Mateo  y característicos  de sus preocupaciones. “Pero Juan trataba de impedírselo diciendo: «Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?»

 

Jesús le respondió: «Déjame ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia.» Entonces le dejó”.  Juan expresa  un impedimento mayor al  bautismo de Jesús. “Soy yo  el que necesita  ser bautizado  por ti, ¿y tú  vienes a mí?”  Se ha dado a las palabras de Juan  dos interpretaciones  principales: como hombre  pecador , soy yo quien   debería  recibir  el bautismo  de penitencia; o eres   tú, en cuanto  Mesías  quien  tiene poder  de bautizarme  con el bautismo  del Espíritu. Esta  segunda   interpretación  es la recomendada  desde  el comienzo  del capítulo.

            Alguien ha dicho  que no se ve  cómo  Juan  ha podido  reconocer  al Mesías  en este momento.  Creo que la aclaración es fácil. Todos los evangelios no son historia histórica, sino teológica, máxime algunos acontecimientos.  Mateo no cuenta lo que realmente sucedió, sino que hace una lectura de los hechos desde la Resurrección. Hoy todos admitimos  que los Evangelios de la Infancia hay que leerlos a la luz de la Pascua; esta afirmación vale para todo el Evangelio (escrito después de la Resurrección).

            Jesús le respondió: «Déjame ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia.» Entonces le dejó. ¿Qué  es esta justicia   que conviene  cumplir? La traducción del Misal: “Déjalo  ahora. Esta bien  que cumplamos   así todo lo que Dios quiere”. La Palabra  justicia  pertenece  al vocabulario   específico de  Mateo en los Evangelios: sumisión  fiel  a la voluntad  de Dios. Hacerse   bautizar  es, pues, para Jesús   un acto  de sumisión  a la voluntad  de Dios. La voluntad  divina  es que Jesús  se haga  solidario, en el bautismo, del pecado  de su pueblo.

            La obediencia   de Jesús  al Padre pone  de manifiesto  su condición  de Hijo (Col. 3, 2; Ef. 6, 1).

            La afirmación   de que Jesús   es el Hijo  de Dios  es muy importante  para Mateo. Este es el título  con el que le reconocen  sus discípulos. “Y los que estaban en la barca se postraron ante él diciendo: «Verdaderamente eres Hijo de Dios.» (Mt 14, 33). La identidad más profunda de Jesús es que  es Hijo de Dios: “Tú que destruyes el Santuario y en tres días lo levantas, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!” (Mt 27, 40)

 

            Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él” (v. 16)

           

El rasgarse  los cielos  hace posible  la aparición  del Espíritu  y la audición de la voz. Puede quizá establecer la comparación con Is 63, 19: “¡Ah  si rompieses  los cielos   y descendieses!”. En el Antiguo  Testamento y la literatura apocalíptica, el cielo  “rasgado” es signo  de la comunicación  entre el cielo  y la tierra. (Is 63,19; Ap 4,1).  La realidad  de la llegada del Espíritu se describe  mediante  la comparación  con una paloma. No  se quiere  decir  que el Espíritu tenga la figura  de una paloma; sino simplemente  se pretende  conferir  una plasticidad  al acontecimiento.

           

            Mateo   no describe  una emoción  religiosa   de Jesús ni una visión  ofrecida  a los asistentes (es  Jesús el que “ve”), sino una declaración  de Dios “sobre” Jesús.

            El Espíritu  que aleteaba  sobre las aguas  de la primera creación (Gn 1, 2), aparece  aquí  en el preludio  de la nueva creación. Por un lado , unge  a Jesús  para su misión mesiánica, ( Hch 10, 38), que  en  adelante   seguirá   dirigiendo, Mt 4, 1; 12, 18; por otro, como  lo han  entendido   los Padres, santifica   el agua  y prepara el bautismo cristiano, ver  Hch 1, 5. 

 

            “Y una voz que salía de los cielos decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco.» (v. 17)  

 

            A la  visión  se une la audición. Viene desde el cielo  una voz a Jesús. Dios  habla directamente  a su hijo. El título  de hijo ocupa  el primer plano. Así, parece que se apoya  en el salmo 2,7: “Tú eres  mi hijo, yo  te he engendrado  hoy”. No es sólo  un hijo, como algunos  personajes  del AT (Ex 4, 22; 2 Sm 7, 14).

 

La voz pronuncia  casi  las mismas  palabras  en los tres sinópticos.

Esta visión  interpretativa  designa  ante todo a Jesús  como el verdadero  Siervo  anunciado  por Isaías. Con  todo, el término  “ Hijo” que  sustituye  al de “ Siervo”  subraya  el carácter  mesiánico   y propiamente filias  de su relación con el Padre.

            ¿Realmente  se oyeron estas Palabras? Mateo  narra una historia, no con ojos de simple  historiador, sino más bien de evangelista, que contempla desde la Resurrección.

 

            El Bautismo de Jesús  repercute en nosotros, nos toca a nosotros, ilustra e ilumina  nuestro bautismo:” Concede a tus hijos de adopción, renacidos  del agua y del Espíritu Santo, perseverar siempre en tu benevolencia “(Segunda parte de la Oración Colecta).La Liturgia de hoy recomendaba  la celebración del algún bautismo allí donde fuera posible. Nosotros mediante nuestro bautismo nos hacemos hijos de Dios por participación. Jesús ya es Hijo de Dios antes del bautismo, éste lo declara, lo anuncia.

 

                        Jesús  empieza a predicar la Buena Noticia; nosotros debemos escucharle:” Te pedimos, Señor, humildemente que escuchemos con fe la palabra de tu Hijo para que  podamos llamarnos, y ser  en verdad, hijos tuyos”. (Oración después de la Comunión).

 

            Es evidente  que el bautismo de Jesús fue visto por la primitiva comunidad cristiana como modelo  y prototipo  del bautismo  de aquellos que entran a formar parte de la Iglesia.

 

            En el Bautismo cristiano el poder de purificación no está en el agua, sino en el Espíritu. En el rito bautismal  de otras religiones el agua tiene una importancia  capital, los textos  evangélicos  insisten más en la idea de que el bautismo es, en primer lugar, cosa del Espíritu Santo. Sin la acción del Espíritu  el agua es  inútil. Es el Espíritu el que renueva al hombre interiormente.

“Yo os  he bautizado  con agua, pero él os bautizará  con Espíritu Santo “(San Marcos, evangelio de hoy, capítulo l, 8).

 

La Fiesta del Bautismo del Señor sobresale  por su  hondura teológica. Lo mismo que Pentecostés es el final de la cincuentena  Pascual; así esta fiesta del Señor es el término de una etapa: Navidad-Epifanía  y comienzo de otra: La vida pública de Jesús de Nazaret.