II Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD 

 

 

Con este domingo comenzamos la primera parte del Tiempo Ordinario, que abarca hasta el comienzo de la Cuaresma. Con la Fiesta del Bautismo de Jesús hemos concluido el tiempo de Navidad, aunque podemos decir que este domingo II es como un eco de la Solemnidad de la Epifanía y del Bautismo del Señor. 

 

            Es útil recordar la antífona del Magníficat de las II Vísperas de la Solemnidad de la Epifanía: “ Veneramos  este día  santo, honrado  con tres prodigios: hoy, la estrella condujo  a los magos  al pesebre; hoy, el agua  se convirtió  en vino en las bodas  de Caná; hoy, Cristo fue bautizado  por Juan  en el Jordán, para  salvarnos. Aleluya”

 

            Del Bautismo de Jesús hablan los tres sinópticos; no habla directamente  San Juan. Después de la Epifanía  celebramos  el Bautismo de Jesús, narrado por los tres  sinópticos. La conversión del agua en vino es el evangelio de este segundo domingo del ciclo C; el texto evangélico del ciclo B es de San Juan, 1, 35-42: una proclamación  de Juan Bautista  acerca de Jesús  y el seguimiento de los primeros discípulos; dos eran discípulos de Juan; dejándole  siguieron a Jesús.        

            En el ciclo A leemos  el mismo capítulo primero de Juan, 29-34: una gran confesión del  Precursor acerca del Maestro.

 

            Vamos a presentar  la lectura primera, estribillo del salmo responsorial, evangelio; por último la segunda lectura  y una conclusión o síntesis.

 

            La primera lectura está tomada del segundo Isaías, capítulo 49, 3.5-6. Es el segundo poema  del siervo  del Señor. El primer poema lo leíamos el domingo pasado, Bautismo del Señor, Is. 42, 1-4.6.7.

            No vamos a hacer un estudio de este Cántico, sino indicar algunas peculiaridades, pues estos Cantos  han sido aplicados a la luz del NT a Jesús, de aquí la elección de los mismos  para reforzar la presentación que hace Juan del Mesías.

           

“Me dijo: tú eres  mi siervo, Israel, y estoy orgulloso de ti”.

            El problema  de la identificación  de este siervo se agrava  ahora por la  doble identificación de Israel  como siervo   ( Is 49,3)  y como  destinatario  de la misión  a él  confiada: “Escuchad  ahora lo que dice  el Señor...para que le trajese a  Jacob y le congregase  a Israel” ( Is 49, 5)

            Cada Cántico  tiene  matices propios. Este segundo Cántico  nos sorprende al identificar  al Siervo del Señor con Israel. Algunos exégetas  intentan dar sus explicaciones. Este Israel, no sería el Israel histórico, sino el Israel teológico: “el resto”. Otros dicen que cabe  hipotizar  que el Siervo  lleva  como nombre  emblemático  el del pueblo y del  patriarca. Algunos  autores  suponen  que la determinación  “Israel”  no es original  en el texto, ha sido  añadida  como una interpretación.

            Como  conjunto  este texto  se diferencia  de los textos  en los cuales  probablemente  se habla  de un Servidor  individual, que tiene  una especial relación  con Dios, y que lleva  a cabo  una misión por medio del sufrimiento. Este segundo   Canto   del Siervo, en cambio, exalta  a Israel   que, después  de haber   reconocido   sus errores, es antepuesto  a los reyes.

            Este segundo  Canto  vuelve  a insistir  en la Vocación,  investidura y misión  del Siervo, luz   y salvación  de todos los pueblos: “ Es poco  que seas   mi siervo y restablezcas  las tribus   de Jacob y conviertas a los  supervivientes   de Israel; te hago  luz  de las naciones, para  que mi salvación  alcance  hasta el confín  de la tierra”

 

            El estribillo del salmo responsorial: “Aquí  estoy, Señor, para hacer  tu Voluntad”. Es la  actitud   que la Carta a los hebreos  atribuye  a Jesús   en el momento   mismo de  su Encarnación: “Tú no quieres sacrificios ni ofrendas... Aquí  estoy, Señor, para  hacer tu  Voluntad”.

 

            Analizamos el Evangelio, Jn. 1, 29-34

Tenemos presente: Juan  es un  testigo  eminente  de Jesús. “Yo soy   la voz  del que  clama  en el desierto”. Juan  no es el Mesías, ni Elías, ni el profeta.

            La escena  tiene lugar después  del bautismo  de Jesús.

Juan  Bautista  se ha convertido  simplemente   en portavoz  de la teología   del Evangelio; no podemos decir que las  palabras atribuidas a Juan Bautista las haya  dicho él, son algunas   invenciones   teológicas, no simplemente    recuerdos históricos. Lo que acabamos de decir  no tiene mayor importancia, pues lo que nos interesa es la proclamación, la Presentación  de Jesús.

            “Al día siguiente, Juan   vio a Jesús, que se acercaba a él, y dijo: Este  es el Cordero  de Dios, que quita   el pecado  del mundo”. En este   versículo  encontramos  por primera vez una fórmula  de revelación, que Juan  utilizará   varias veces. Esta  fórmula  tiene sus raíces  en el AT, por ejemplo  en 1 Sm.9, 17: “Y cuando Samuel vio a Saúl, Yahveh le indicó: «Este es el hombre del que te he hablado. El regirá a mi pueblo.»

            Sin embargo, su uso  en el NT  es típicamente joánico. ¿Qué quería decirnos Juan el Bautista  con esta afirmación: Este el  cordero de Dios, que quita  el pecado del mundo?

            Podemos  movernos en tres direcciones: El cordero  en el sentido  apocalíptico; El cordero   como Siervo  doliente; y el cordero en su sentido pascual.

            El cordero  en el sentido apocalíptico: En  la apocalíptica  judía, y en el contexto   del  juicio final, aparece  la imagen   de un cordero   victorioso que aniquilará   el mal  que hay en el mundo.

            En el NT, la figura   del cordero  victorioso   aparece  en el Apocalipsis: “porque el Cordero que está en medio del trono = los apacentará y los guiará a los manantiales de las aguas = de  la vida. Y Dios = enjugará toda lágrima de sus ojos.» (Apoc.7, 17); el cordero   es el jefe  de los pueblos. En el versículo  14 de este mismo capítulo  7 leemos: “Yo le respondí: «Señor mío, tú lo sabrás.» Me respondió: «Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero”, aquí  el cordero   vence   a los poderes   malignos   de la tierra. No es  inverosímil  que Juan  Bautista   describiera   al que había de venir   como el cordero  apocalíptico.

 

            El cordero  como siervo  doliente: El Siervo de   Yahvé  es tema  de los cuatro  Cánticos  del Segundo Isaías. Lo que   nosotros   tratamos  de averiguar   es si el uso  que en Jn 1, 29  se hace   de la expresión: “Cordero  de Dios” trataba de aludir  al Siervo doliente  de Yahvé  según Is 53.

            Buscaríamos  en vano  en los sinópticos   algún indicio  de que Juan Bautista creía   que el  que iba  a venir  después  de él, estaba destinado  al dolor   y a la muerte. No  obstante  no podemos   negar la   posibilidad  de que Juan Bautista  viera  en Jesús  el Siervo  Doliente, pero no hay  pruebas   concluyentes  de que fuera así.

 

            El cordero   con sentido pascual: referencia  al cordero  Pascual, sacrificado  con motivo   de la  Fiesta  judía  de la Pascua y que tenía  aspecto  o carácter expiatorio.

Muchos   Padres  occidentales parecen favorables  a esta interpretación. Mientras  que los Padres orientales  favorecen  la del Siervo  doliente. Siervo  y Cordero   pascual, las dos  encajan  perfectamente  en la cristología  de San Juan.

 

            “Este es aquél  de quien  yo dije: tras  de mí viene  un hombre  que está por delante  de mí, porque  existía  antes que yo “. El tema  de la preexistencia  de Jesús aparece  en el Prólogo; también  en el capítulo  8, 58: “Os aseguro  que antes que Abrahán  naciera, yo soy”. Los sectarios   afirmaban  la superioridad  del Bautista  sobre Jesús  porque   su maestro ( Juan Bautista)  había venido  el primero, y  la prioridad  en el tiempo  implicaba  también  superioridad  en el rango. No cabe  duda   de que el evangelista   quiere afirmar  aquí  de nuevo  la preexistencia  de Jesús.

 

            “ Y Juan  dio testimonio  diciendo: he contemplado al Espíritu   que bajaba  del cielo como una  paloma  y se posó  sobre él”  Dios da su testimonio  a favor  de Jesús  no directamente, sino a través  de Juan el Bautista. Entendería  el Espíritu  de Dios  en el sentido  del AT, como  manifestación del poder vital de Dios. Los profetas  del AT  habían predicho  una efusión  del Espíritu  en la era mesiánica. El NT  reconoce   el cumplimiento  de esta profecía  en el día de Pentecostés y en el bautismo   cristiano.

 

            “Y yo  lo he visto, y he dado  testimonio de que éste  es el Hijo de Dios”. Creo que no hace falta explicar este título, pues estamos convencidos de su gran significado.

 

            Realmente la presentación que hace Juan Bautista de Jesús  es maravillosa y llena de contenido y densa: Lo presenta  como el “Cordero de Dios”; lo reconoce  como superior a él, dándonos a entender el significado de la primacía, no del tiempo, sino de la  identidad; lo manifiesta como sobre quien se posa el Espíritu del Señor y por último  como el Elegido, el Hijo de Dios.

            Ahora vemos la importancia de este II domingo del tiempo Ordinario; a primera vista  nos parecía algo insignificante; ahora vemos que no lo es, sino muy importante. Si en el Bautismo de Jesús  los tres sinópticos  exponían sus mensajes  evangélicos; por boca de Juan Bautista; San  Juan, el autor del cuarto, anticipa  lo más granado se su Cristología  mediante estas cuatro afirmaciones, que hemos expuesto.

 

            Vamos, aunque de una forma rápida, a presentar la segunda lectura, tomada de la 1 Cor, 1, 1-3. Durante   varios   domingos, la segunda lectura  la tomaremos  de la    Carta de San Pablo a los corintios. El pasaje  de hoy  es le inicio  de la carta, y nos dice  quién  es el autor de la misma; sus  destinatarios  y el saludo. “ escribimos  a la Iglesia  de Dios en  Corinto, a los consagrados  por Jesucristo, al pueblo  santo  que él llamó y a todos  los demás  que en cualquier  lugar  invocan  el nombre  de Jesucristo  Señor  nuestro  y de ellos”

            La Iglesia de Dios es una expresión  muy favorita de San Pablo. Esta afirmación  nos recuerda  la  ekklesía  (la asamblea).

            Consagrados o santificados  en Cristo. Incorporados   a Cristo  por el bautismo. Los cristianos   son santos  lo mismo que Israel fue  una nación santa por elección divina. No se trata de una  santidad   ética-moral, sino  más bien  de una santidad  ontológica en virtud  de la cual  los cristianos  constituyen  en Cristo  el Israel del Señor. En Cristo  Jesús es una fórmula   original   de Pablo  para expresar  la unión  íntima  del cristiano  con Cristo. Pablo, como gran místico, vuelca   toda  su experiencia  íntima, que tiene de Jesucristo, a la hora de hablar de la unión de los cristianos con Cristo.

            Todos los que  en cualquier  lugar  invocan  el nombre  de nuestro Señor   Jesucristo. En el NT  designa  a los fieles  unidos  por su adoración  a Jesús  como “Señor”. Suyo y nuestro. Pablo   subraya  la unidad de los fieles   en oposición  a las  divisiones   de la  comunidad de Corinto; comunidad  herida   por las divisiones.

 

            “La gracia  y la paz  de parte de  Dios, nuestro Padre, y del Señor  Jesucristo sean con vosotros”. Es el saludo  habitual  de Pablo, que significa la bondad graciosa de Dios. La “Paz”  es el fruto  de la salvación que Dios concede en Cristo; lleva consigo  el perdón de los pecados y la reconciliación  con Dios, así como la concordia  entre los hombres.

 

            Como exhortación moral podíamos  señalar algunas direcciones. Nunca olvidar la  teológica  presentación que hace  Juan Bautista de Jesús, ya lo hemos indicado  y que constituye  este II domingo de la primera parte del tiempo ordinario  como la reflexión del cuarto evangelista acerca de Jesús  en los momentos de su Bautismo. Una consideración moral podría ser ésta: hacen falta   testigos  de Cristo a la manera de Juan, ya con nuestras palabras, ya con nuestras obras; mejor dicho, con las palabras  y con las obras.

 

            La Eucaristía , preferentemente la dominical, es un encuentro  con el Señor  comunitaria e individualmente; encuentro, que nos hace exclamar  varias veces: “Cordero de Dios” en la Proclamación del Gloria; “ Cordero de Dios “ en la fracción del pan ; “ Cordero de Dios”, cuando el sacerdote, antes de dar la comunión, presenta  a la asamblea  el pan consagrado.

           

            También la Eucaristía es misión; no es necesario  insistir en esto, pues lo sabemos; pero sí recordar  que en este domingo II del tiempo Ordinario del ciclo B el evangelio, que es de San Juan, insiste y ahonda sobre el hecho de la elección de los primeros  discípulos.