XIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD 

 

 

Leemos hoy el texto evangélico de Mt 11, 25-30. Antes de nada es preciso señalar las tres partes de dicho oráculo: La primera la forman los vv.25-26; la segunda el v. 26 y la tercera los vv. 28-30. Estos tres últimos versículos solamente se encuentran en el evangelista San Mateo.

            Los vv. 25-27 también se hallan en San Lucas, aunque en un contexto distinto, que es importante recordar para mejor entenderlos. San Lucas  los coloca  después  del regreso de los  setenta y dos  discípulos; es una  plegaria  de acción de gracias por el éxito  de su misión y por la inteligencia ha  que sido  concedida  a estos “pequeños”.

            La contraposición “ ocultar-revelar” domina  todo el bloque  de los capítulos  11-13. Es importante comprender lo que significa: “ En aquel tiempo” ( En este momento) ( v. 25) Esta afirmación  tiene menos valor  cronológico que teológico; une en el fondo  el v. 25  a los vv. 20-24; si la tierra de Jesús ( Cafarnaúm, v. 23) le rechaza; los pequeños, los paganos  ( Tiro y Sidón, v. 21) lo reciben. Las  ciudades, sedes  de las escuelas  rabínicas y de la cultura  religiosa, desconocen  a aquél  que los sencillos  reconocen.  

            Todos los exégetas admiten que estos versículos, especialmente el v. 27 ( como veremos) tienen un carácter marcadamente joánico; aunque es conveniente tener presente que la revelación  de la paternidad divina, de que Dios es Padre, sobre todo de Jesús  y, a través de él, de los creyentes, constituye  el centro de gravedad más acusado de la predicación de Jesús; por lo tanto también es patrimonio esta doctrina de los sinópticos.

            La primera parte sería: “ Te doy  gracias, Padre, Señor del cielo y tierra porque has  escondido estas cosas a los sabios  y entendidos  y las has  revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así  te ha parecido  mejor” ( vv. 25-26) Es como una oración de alabanza, que lleva el sello de la oración de Jesús.

            “Estas cosas”: el conjunto de su obra  reveladora: su persona y su mensaje. “ Los sabios  y los entendidos” son las mismas   personas: letrados especialistas y expertos  en materia religiosa, fariseos, cuyo  ideal  no era  otro que el conocimiento  material  e intelectual, lo más  perfecto  posible, de la Torá y de  las tradiciones  rabínicas. “ Los pequeños”, son los pobres  o pobres de espíritu.

            Porque  así te ha  parecido  bien”: el mensaje  de Jesús  no puede  captarse por vía  de entendimiento y sabiduría, sino  que se da  a conocer por una revelación. Esta revelación  no ha sido  negada a los sabios y prudentes de la comunidad judía; pero no la aceptaron. Cuanto  más se conocía la ley, más difícil  resultaba  aceptar que la revolución  mesiánica  habría de suplantar a la Ley.

 

            La segunda parte la constituye el v. 27: “Todo  me lo ha  entregado mi Padre, y nadie  conoce al Hijo  más que el Padre, y nadie  conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el  Hijo  se lo quiera revelar” A este versículo mateano se le ha llamado  “ meteoro caído  del cielo  joánico”. La relación  íntima  entre Jesús  y el Padre se menciona  frecuentemente  en Jn, pero rara vez  en los sinópticos. Trata este versículo  de explicar en qué  consiste  la revelación a los sencillos.

            El Padre  conoce al Hijo  en profundidad y lo manifiesta  en dos  momentos  culminantes  de su vida: El bautismo  ( Mt 3,17) y la Transfiguración  ( Mt 17,5) Por su parte, el Hijo  es el único  que conoce  verdaderamente al Padre y el único  que puede   revelarle  a través  de sus gestos  y palabras. Estos gestos y palabras no fueron aceptados  por los letrados, pero sí por la gente sencilla. Saber quién es la Padre y quién es el Hijo es una gracia, un don, que Dios comunica y concede a los sencillos. Jesús alaba a su Padre por el don de la revelación, ofertada a todos; pero no admitida por todos, sino por los sencillos.

           

            La tercera y última parte: “Venid a mí  todos los  que estáis  cansados  y agobiados, y yo  os aliviaré. Cargad con mi yugo  y aprended de mí,  que soy  manso  y humilde  de corazón, y encontraréis  vuestro   descanso. Porque mi yugo  es llevadero  y mi carga  ligera” ( vv. 28-30) Rechazado  por las ciudades, por las escuelas   rabínicas de su patria ( 20.24), por los letrados  de su pueblo, Jesús  se vuelve  hacia  los pobres, hacia  todos los que  padecen  bajo la pesada  carga del  legalismo  judío. Mientras  los sabios de Israel  remitían  a los hombres  a la sabiduría  y los rabinos  proponían  el yugo  de la Torá, del reino de los cielos... Cristo en Mt   exhorta a  hombres a vincularse a su persona.

            Los fatigados”: los que  están agobiados por grandes esfuerzos; trabajan duro  y sienten  que sus fuerzas se debilitan. ¿ A qué  fatiga  alude el texto?. Se ha  pensado  en el peso  general de la vida  ( siempre este sentido quedará incluido) o en las  solas  reglamentaciones  fariseas. El contexto  hace más bien   pensar  en el peso   del legalismo  judío en su conjunto. Jesús  no viene  a liberar  a  los hombres  de toda  obligación moral; en vez de las exigencias  legales judías, impone  las suyas  propias, que son  tan serias   y sin duda  más  radicales que las  de la Ley  mosaica. Pero el  maestro  que las propone, a diferencia  de los rabinos, es dulce  y humilde  de corazón. Antes de  someter al hombre a una ley   renovada, le comunica  la alegría  del reino  de la misericordia.

            Cargar  con el yugo  era una  expresión  corriente  entre los  rabinos: yugo  del reino. Cargar  con el yugo  de Jesús  es unirse  a él, seguirle y aprender  de él; sin duda, aprender  en su escuela  el verdadero alcance de la ley. Sólo El  puede hacer  de esta ley  un peso ligero.

            La “ expresión aprended  de mí” en este  contexto  no es un llamamiento a imitar a Jesús ( no queda excluido), sino a recibir  su enseñanza, su interpretación  de la Ley.

            Con las palabras “ Yo soy  manso  y humilde de corazón”, Jesús   no se presenta  ante los hombres  como ejemplo visible en el que  descubren  lo que tienen  que imitar, sino que expresa  el motivo  por el cual  pueden  y deben  unirse y acercarse a El. Esta sentencia  es un elemento constitutivo  de la imagen  de Cristo que presenta  San Mateo.

            Desde aquí podemos comprender mejor la lectura primera  y ésta nos proyecta luz, nos da el registro exacto para entender mejor el texto mateano  de este domingo. El texto de la primera lectura  está tomado del profeta  Zacarías: “ Así dice  el Señor, hija de Sión...,  mira a tu rey, que viene  a ti  justo y victorioso, modesto ( humilde, delicado, lleno de ternura, suave, manso) y cabalgando  en un asno... dictará  la paz  a las naciones ...” ( Zacarías  9, 9-10).  Este texto  pertenece a la segunda parte del profeta  Zacarías  ( cc. 9-14), escrito a finales  del siglo  IV aC. Este rey, anunciado y así presentado, no espanta y no es temido, sino deseado. “ Cabalgando en un asno”. Esta expresión  no manifiesta  tanto la humildad cuanto el carácter pacífico del monarca. El caballo  era la montura propia del que va a la  guerra ( Ex 14,9); el asno  se usaba  para las entradas  solemnes  con carácter  amistoso  ( Gen. 49, 11. “ Hija  de Sión “: habitantes  de Jerusalén; a todos los judíos, a todos  los  descendientes de Abrahán  según  el espíritu. Esta expresión: “ Hija de Sión “ tiene un significado más teológico  que histórico, más simbólico que étnico.

            De aquí el estribillo del salmo responsorial  y todo el salmo: “ Bendeciré  tu nombre ( tu ser, tu Persona) por siempre, Dios mío, mi rey”.

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