XVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD 

 

 

Después de este breve ciclo  de siete parábolas, que hemos escuchado durante tres domingos, se abre un período  de cinco domingos, que están ocupados  por lo que  muchos  exégetas consideran  como el centro  mismo del evangelio de mateo: la fe en Jesús  como fundamento  del Nuevo Israel; no debemos olvidar que este evangelio está dirigido principalmente a los cristianos, que proceden del judaísmo.            

            Hoy  leemos como evangelio el capítulo 14,13-21 de San Mateo ( Jesús acoge  y alimenta a la muchedumbre) Los evangelios  ofrecen seis  relatos  de “ multiplicación  de panes”  Ponemos aquí los textos: Mt 14,13-21; 15,32-39; Mc 6, 30-44; 8,1-10; Lc 9, 10-17 y Jn 6, 1-13.

            Mateo y Marcos nos cuentan dos  multiplicaciones. Se trata  sin duda  de un duplicado seguramente  muy antiguo, que presenta  el mismo acontecimiento  según dos  tradiciones  diferentes. La primera, más  arcaica, de origen  palestino, parece situar el suceso en la orilla  occidental  del algo y habla de  doce  canastos, cifra de las tribus  de Israel y de los apóstoles. La segunda, que procedería  de ambientes cristianos de origen  pagano, sitúa el acontecimiento  en la orilla oriental, pagana, del lago, y habla de siete  espuertas, cifra de las naciones de Canaán y de los diáconos  helenistas.  

            Podemos deducir dos ideas de esta narración: la primera es la formación de un pueblo nuevo, de una comunidad nueva, que acepte al Señor; la segunda es cómo en Jesús se hace realidad los tiempos mesiánicos, cuyo alimento principal es el pan.

            Ahondemos en la primera idea. No obstante el rechazo de Jesús en Nazaret ( 13, 53-58) y el fin trágico del Precursor ( l4,1-12), las gentes  se agolpan en torno a Jesús. Al desembarcar  vio Jesús  el gentío, le dio lástima  y curó  a los enfermos. Se congrega  un nuevo  pueblo, en el que probablemente  no se encuentra ya mucha  gente de  Nazaret. En este  relato  San Mateo  intenta  mostrar ante todo que Cristo, aun  rechazado  por su  pueblo, reúne con autoridad  el nuevo pueblo de Dios. 

            La segunda idea: los tiempos mesiánicos, en donde no faltará nada. En esta narración  oímos  el eco del Antiguo Testamento  y de las esperanzas  mesiánicas. Los libros  de los Reyes  nos cuentan  historias  semejantes: el pan o la harina  se multiplicó  en tiempos  del profeta Elías ( l Re 17, 9-16) y también  en los de Eliseo, gracias  a la palabra de Yahvé que dice: “ comerán  y sobrará” ( 2 Re 4,42) Leemos en el evangelio: Como se hizo  tarde... dadles  vosotros de comer... Comieron  todos  hasta  quedar  satisfechos  y recogieron  doce  cestos...

            Entre los  bienes  mesiánicos   figuraba  la esperanza  de un pan milagroso  que saciaría el hambre  del pueblo como en tiempos de Moisés.

            La multiplicación  de los panes  realizada  por Jesús  pretende   poner de relieve  que han  llegado  los días  mesiánicos. El Mesías  debía  dar respuesta a todas las necesidades  humanas. Una necesidad es la curación  de la enfermedad; otra necesidad es dar de comer al hambriento. “Tomando  los cinco  panes  y los dos peces  alzó la mirada  al cielo, pronunció  la bendición, partió los panes y se los dio a sus discípulos; los discípulos  se los dieron a la gente

            El relato  posee  un tono litúrgico que  recuerda en numerosos  detalles la institución de la eucaristía: al anochecer ( Mt 14,15= Mt 26,20); pronunció  la bendición, lo partió  y se lo dio  a sus  discípulos ( Mt 14,19= Mt 26,26)

            El  hecho de la multiplicación de los panes  puede evocar  tanto la comida  judía familiar como la última cena  de Jesús  con sus discípulos  y la celebración eucarística del siglo Primero. 

            La primera lectura de la Eucaristía, tomada del profeta Isaías: 55, 1-3, nos ayuda a seguir ahondando en la segunda idea: el Pan de los Tiempos  Mesiánicos. Los primeros ll versículos  de este mismo capítulo se leen en la Vigilia Pascual. Aquí  solamente los tres primeros. Forman parte de una Nueva Invitación a la celebración de la Alianza. El capítulo 55  es una especie de epílogo a todo el segundo Isaías  ( 40-55)Es una invitación al pueblo para que tome parte  en el banquete  de la alegría. El profeta se  presenta  como un vendedor  ambulante  que ofrece productos  de alimentación  de primera necesidad y de gran calidad: agua, trigo para preparar  el pan, vino  y leche. Pero lo más llamativo  es que todo lo ofrece  absolutamente  gratis. 

            Los productos  que se ofrecen, evocan  los dones  divinos  y son expresión  de la gratuidad y del amor de Dios. El agua es símbolo  de la vida  y del Espíritu  Santo. El vino y la leche  evocan  el gozo, la bendición  divina  y la riqueza  de la tierra  prometida. El trigo  que  se utilizará  para hacer el pan, recuerda  el antiguo maná  que alimentó a Israel  en el Desierto.

            Dios  sigue  ofreciendo  a su pueblo  su amor  y su vida, la renovación  eterna  de la antigua  alianza davídica.

            Todos  están invitados  a este banquete escatológico. La única  condición  es tener: “ sed de Dios”. Reducir  el sentido de esta profecía  a la materialidad  de sus imágenes o deshumanizarlas  en una espiritualidad  etérea serían dos equivocaciones  a cual más  perniciosa.

                        Jesús ofrece ambos alimentos; lo mismo que hará la Iglesia; pero siempre quedará trascendido el alimento material en pro de otro alimento, que no excluye el material, sino que la incluye y supera.

            El Evangelio en su segunda idea como la lectura primera de la Eucaristía se comprenden a la luz del significado del banquete. El banquete  en la Biblia no es sino  una imagen del amor de Dios. Así en los momentos más importantes de la historia, las relaciones  humano-divinas se rubricaron  con un banquete y un sacrificio. Tales  fueron la salida de Egipto, la Alianza  del Sinaí, el banquete de la Sabiduría, el Cantar de los Cantares  entre Dios e Israel  y tantos  otros hasta llegar al banquete  de la Nueva Alianza  y al tan anhelado  banquete escatológico. De aquí podemos comprender un poco por qué se narran seis multiplicaciones de los panes en los evangelios.

            Ahora nos damos cuenta de la importancia de este oráculo del capítulo 55 de Isaías: “ Oíd  sedientos todos, acudid por agua... Venid, comprad  trigo... ¿ Por qué  gastáis dinero en lo que  no alimenta?  En Dios, en la Eucaristía  encontraremos todo aquello que el hombre necesita. Solo de infinitud se alimenta  totalmente el hombre. Comeréis bien, saborearéis  platos  sustanciosos...  Sellaré con vosotros  alianza perpetua. Seréis mi nuevo pueblo.

            Repito: dos conceptos vertebran la liturgia del Evangelio: El Nuevo Pueblo, que se alimenta con un Pan especial.  Muy bien el estribillo  del salmo responsorial: “ Abres  tú la mano, Señor,  y nos sacias de favores”.

            La segunda lectura  es el famoso himno al amor de Dios del capítulo 8, 35-37.39 de la carta a los Romanos. Todo hombre que vive la esperanza: el ya; pero todavía no del Reino escatológico, debe cantar este himno, expresión de emoción, de amor y de plenitud.

 

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