XXV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD 

 

 

Durante cuatro domingos  vamos a contemplar a la Iglesia desde la historia de la Salvación; el Nuevo Israel  procede principalmente de la gentilidad. San Mateo nos presenta cuatro parábolas, propias de él: La parábola de los trabajadores de la viña ( Mt 20, 1-16; domingo 25; la parábola de los dos hijos; id. 21,28-32, domingo 26; la parábola de los labradores homicidas ( id. 21, 33-43, domingo 27) y por último la parábola de las bodas ( id. 22,1-14, domingo 28) Debemos recordar que el evangelista San Mateo se dirige a una comunidad cristiana, procedente mayoritariamente del judaísmo y del paganismo. Los judíos a primera vista son los primeros; pero su conducta no es ejemplar  y por lo tanto pierden la primacía; los paganos, los últimos, llegan a ser los primeros, pues su comportamiento es bueno, es según el querer de Dios.        

            Comprendiendo bien la primera lectura, tomada del profeta Isaías 55, 6-9, entenderemos mejor el mensaje del evangelio. Las parábolas siempre presentan, aparentemente  un comportamiento poco lógico o que rompe los esquemas, en los cuales nos movemos; por esto mismo necesitamos la luz de la primera lectura, que nos indica qué actitud tomar a la hora de leerlas.

            El capítulo 55,6-9 forma parte del epílogo de los capítulos 40-55, que constituyen el segundo Isaías, profeta del destierro, que tiene que animar a los suyos para que vuelvan al Señor. “ Buscad al Señor... invocadlo” Para entender al Señor necesitamos  buscarle, intentar comprender su forma de actuar; él se hará presente, él busca dialogar con el hombre. Los caminos, los planes del Señor, no son los caminos y los planes de los hombres. Cinco  veces  se repite  la palabra  caminos  y otras cinco planes  en estos tres versículos, para oponer  los del Señor a los de los hombres. Como dirá San Juan de la Cruz: Dios habla lenguaje de eternidad  y el hombre lenguaje de tierra. Chocamos frontalmente con las enseñanzas de las parábolas, pues intentamos juzgarlas con la luz de la razón, visceralmente.

            El estribillo del salmo responsorial debemos tenerlo presente a la hora de acercarnos al Señor para dialogar, para pedirle explicaciones: “Cerca  está el Señor de los que lo invocan”  Dios es un ser tratable, mejor aún, se preocupa por el hombre, especialmente por el necesitado, por aquél que nadie lo  para enviarlo a su viña a trabajar.  Siempre el hombre será raquítico a la hora de juzgar a Dios, especialmente cuando Dios se manifiesta generoso con aquellos  que los hombres pueden juzgar de “aprovechados”

            También es conveniente para entender el evangelio saber en qué contexto se encuentra en la Biblia. El capítulo 20 de Mateo  va precedido por unos versículos del capítulo 19  que nos ayudan en este sentido: “ Entonces Pedro  tomó la palabra  y le dijo: Nosotros lo hemos dejado  todo t  te hemos seguido. ¿ Qué nos espera?” ( v. 27). Pedro se está moviendo, no por amor, sino por otros intereses. El versículo 30 de este mismo capítulo dice: “ Hay muchos  primeros  que serán últimos y muchos  últimos  que serán  primeros”. Los versículos 20-21 del capítulo 20 nos presentan a la madre de los Zebedeos: “ Entonces, la madre de los Zebedeos se acercó a Jesús  con sus  hijos  y se arrodilló  para pedirle  un favor. El le preguntó:¿ Qué quieres? Ella contestó: Manda  que estos  dos hijos míos se sienten uno a tu derecha  y otro a tu izquierda cuando tú reines”. Quizá demasiado egoísmo se desprende de la madre de los Zebedeos.

            Ahora estamos  más preparados para aceptar algunas afirmaciones de la parábola. Después de la parábola  Jesús dijo una sentencia muy parecida a la del versículo 30: “ Así los últimos  serán los primeros  y los primeros  los últimos”.

            El propietario envía a su viña jornaleros a diversas horas y a todos les paga igual. Nos puede parecer injusta la conducta del amor rico; pero no. Quizá podemos sacar  tres enseñanzas de esta parábola. No hago una lectura alegórica de la misma, aunque sería curioso hacerla, sino una lectura teológica.

            Uno de los problemas de la Iglesia, a la cual San Mateo dirige su evangelio ( ya casi lo hemos dicho) es la falta de entendimiento entre los judíos, que se hacen cristianos  y los paganos, que abrazan la religión de Jesucristo. Los primeros, los judíos, ahora son los últimos  y los paganos, los últimos en ir a la viña del Señor, ahora son los primeros. A nivel colectivo es correcta  esta afirmación; pero a nivel individual  quizá sería más exacta decir: hay muchos primeros  que serán últimos  y muchos últimos  que serán  primeros. San Mateo desea catequizar a los judíos, que se han hecho cristianos  y también a todos los cristianos, ya procedan de la gentilidad, ya del judaísmo: la ambición es mala  y siempre será conveniente desear los últimos puestos, trabajar a tiempo perdido.

            La otra enseñanza es la bondad de Dios. “¿ No puedo  hacer  lo que quiera  con lo mío? ¿O es que  tienes  envidia  porque yo soy  bueno?” ( v. 15)  El Evangelio no se puede juzgar con criterios humanos, sino con la luz de la fe, mejor dicho, con la luz de una experiencia mística del amor de Dios. Son los místicos los que mejor nos pueden hablar y explicar las Escrituras. Los teólogos, cuando hacen demasiado caso de su razón, de su lógica, se pierden, se incapacitan.

            La otra enseñanza, de la cual se han hecho eco los grandes exégetas, es la primacía  de la gracia sobre la ley; del amor sobre la justicia social. Estamos como predispuestos visceralmente a examinarlo todo bajo el prisma de la justicia retributiva. Ante Dios no cabe esta mentalidad, pues El nos da mucho más que merecemos. Quizá una buena exégesis de esta parábola es la afirmación de Teresita  del Niño Jesús: “ Me presentaré ante Dios con las manos vacías, pue toda justicia humana ante Dios es pecado”.

            Hoy comenzamos la lectura de la carta a los Filipenses. Carta de la cautividad. Pablo se encuentra encarcelado en Efeso. Pablo habla como apóstol y como místico. Quizá al filo de estas afirmaciones podamos comprender mejor la parábola, que hemos expuesto. Para Pablo lo importante, no es él, su recompensa, sino Cristo, su amor. Pablo nunca le pediría cuentas al Señor, sino que su pasión, su vocación, su preocupación, su sana obsesión  era gastarse por Cristo. “ Cristo será  glorificado en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte”. No era esta la petición de Pedro, no era éste el deseo de la madre de los Zebedeos, no era esto lo que pretendía el jornalero de la prima hora. Ellos se movían por intereses humanos y poco divinos. “ Para mí  la vida es Cristo, y una ganancia el morir”  Al jornalero de la prima hora  Pablo le dice: no pidas explicaciones, no estés triste porque estás trabajando desde la primera hora, sino todo lo contrario: dale gracias a Dios porque te ha concedido soportar el calor y el trabajo de todo el día por El.

            La siguiente afirmación de Pablo siempre será luz, guía, para los hombres que trabajan por el Señor. El trabajar por Dios no es suficiente, no es bueno, cuando no engendra deseos de poseerle. Deben  ser las dimensiones  mística y apostólica las fuerzas, que muevan a todo jornalero de la viña del Señor” Me encuentro  en esta alternativa: por un lado  deseo  partir  para estar  con Cristo, que es con mucho  lo mejor ( aspecto místico; los místicos así se expresarán); pero  por otro, quedarme  en esta vida, veo  que es más  necesario  para vosotros  ( no para mí)” Pablo de Tarso ha escrito una página bella, necesaria, luminosa.

            La Torá se queda pequeña, la Ley corta las alas del alma, que desea volar; el amor crea un clima de libertad, en donde el hombre se mueve, no por intereses  personas, sino por amor.

 

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