XXVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD 

 

 

El texto del evangelio de hoy forma parte  de una  importante  trilogía de parábolas ( 21,28-32; 21,33-46; 22,1-14) que gravitan  todas ellas en torno a la idea del rechazo de Cristo  por aquellos  mismos que  hubieran  tenido que recibirlo, los jefes del  pueblo. Además  estas parábolas, juntamente con la del capítulo 20,l-16 ( los trabajadores  de la viña, del domingo anterior) nos ayudan a comprender la realidad del Nuevo Israel.

            La Parábola de los dos  hijos, podemos denominarla como la parábola de la obediencia  desobediente  y la desobediencia  obediente.

            “ En aquel  tiempo dijo  Jesús a los sumos sacerdotes y a los  ancianos  del pueblo:« ¿Qué os parece? Un hombre  tenía  dos hijos. Se acercó  al primero  y le dijo: hijo, va  hoy a trabajar  en la viña. El contestó: no quiero. Pero  después  se arrepintió  y fue. Se acercó  al segundo  y le dijo  lo mismo. El  le contestó: voy, Señor. Pero no  fue» ¿ Quién   de los dos  hizo  lo que quería el padre?. Contestaron: El primero”. La pregunta es clara, diáfana, por esto mismo la respuesta no es nada difícil, sino fácil. Jesús está de acuerdo con la respuesta, aunque no lo expresa. Los fariseos, los ancianos del pueblo, han respondido bien; pero su conducta merece ser recriminada, como realmente lo hace Jesús.

            Hay un texto en Mt 7,21: “ No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará  en el reino de los cielos; más  el que hace la voluntad de mi Padre, que está  en los cielos, éste entrará  en el reino de los cielos”  Sólo el primero de los hijos hizo la voluntad del padre, aunque quizá al principio su respuesta fue negativa.

            Existen varios niveles de interpretación de esta parábola, quizá podríamos indicar tres, aunque los podemos reducir a uno solo.

            En un primer  nivel de interpretación, el segundo  hijo puede representar al Israel  histórico, que dio  una respuesta  afirmativa a la alianza  con Dios: “ Y todo el pueblo a una respondió: Nosotros haremos todo lo que el Señor ha dicho...” ( Ex. 19,8), pero después  no cumplió: “ Hace tiempo que has quebrado  tu yugo  y has roto  tus ataduras, diciendo: no seguiré  siendo  esclavo”( Jer. 2, 20); el primer  hijo  encarnaría  a los paganos, que a pesar  de estar  fuera de la alianza  divina, creyeron  en Jesús  y se convirtieron.

            En el segundo  nivel  de interpretación, Mateo  invita  a leer la parábola  de Jesús  a la luz  de la misión de Juan Bautista. En este caso el segundo  hijo ( el obediente desobediente) representa  a los judíos   observantes  y las autoridades religiosas, que no  reconocieron el significado  de la misión de Juan; el primer hijo  ( el desobediente obediente) simboliza  a los pecadores, representados  por los  recaudadores y las prostitutas quienes, a pesar de su vida  desordenada, han hecho  la voluntad  del Padre, ya  que  entraron  por el “ camino de la justicia” predicado  por Juan.

            Teniendo presente la actualidad de las parábolas en su contenido, un tercer nivel  de interpretación sería: la parábola  ilustra  las posibles  actitudes  del hombre delante del evangelio. El segundo hijo, el que no va a trabajar  a la viña, a pesar  de haber afirmado  que iría, representa a los fariseos  de todos los tiempos: ya procedan del judaísmo, ya de la gentilidad. El primer  hijo, representa  a quienes  no han hecho  la voluntad de Dios  en su vida, pero finalmente  creen.

            Lo importante no es comenzar bien, sino terminar como Dios manda: hacer Su voluntad: “ Os aseguro  que los publicanos   y las prostitutas  os llevan  la delantera  en el camino del Reino de Dios. Porque  vino Juan  ( mi Precursor) a vosotros   enseñándoos el camino de la justicia y no  le creísteis; en cambio, los publicanos  y prostitutas  le creyeron

 

            La 1ª lectura  está tomada del profeta Ezequiel: 18, 25-28. Este capítulo  es llamado  con toda justicia  de la responsabilidad  personal ( o el capítulo de un final acertado). Para mejor  comprenderlo  desde su ángulo  focal, situémonos  en aquellos  años del destierro que siguieron  a la caída de Jerusalén, tiempo  en que  nuestro autor  tuvo que  tomar  esta nueva  postura, preparado   y estimulado  por el peso de la historia.

            Aunque  el principio  de la responsabilidad  personal no tiene  su origen  en Ezequiel, pues se encuentran textos anteriores, en los cuales ya se habla de esto: “ Pero no mató a los  hijos de los asesinos, conforme a lo prescrito  por el Señor  en el libro  de la Ley  de Moisés: No morirán los padres  por culpa  de los hijos, ni los  hijos  por culpa de los padres. Cada uno  morirá  por su propio  pecado” ( 2º Libro de los Reyes, 14,6), es él  quien  le da  su formulación  más clara  y el que lo  examina  con mayor amplitud. “ Cuando  el justo se aparta  de su justicia  ( el segundo de los hijos), comete  la maldad y muere, muere por la  maldad que cometió. Y cuando  el malvado ( el primer hijo). La  segunda lectura es un texto de la carta a los Filipenses, 2, 1-11. Pablo les corrige a los filipenses algunos defectos. Como argumento, como fuerza, en la cual se apoya para ello, les exhorta a: “Tened  entre vosotros los sentimientos  propios de una vida en Cristo Jesús”. El cristiano debe vivir la vida de Cristo, no su propia vida, debe reproducir los sentimientos de Cristo. Dentro de  este contexto  exhortativo, Pablo inserta  un himno  a Cristo, tomado quizá de la  liturgia  judeo-cristiana y que él ha modificado, añadiendo  las palabras: “incluso  muerte de cruz”.

            Este himno  constituye  una confesión del kerigma  primitivo. Pablo, cuando lo introduce  en su carta, lo hace como místico ( hombre que ha experimentado, que vive los sentimientos de Cristo) y como teólogo, se hace eco del pensar de la Iglesia. El conjunto de este himno está dividido  en seis estrofas, correspondiendo cada una a un versículo. En las  tres primeras  estrofas es Cristo, el sujeto de la acción; en las tres últimas  es Dios, el sujeto; Cristo es en estas últimas es complemento directo, el que “sufre” la acción de Dios. “El, a pesar de su condición  divina, no hizo  alarde de su  categoría  de Dios”  ( Preexistencia  divina). “ Al contrario, se despojó de su rango  y tomó  la condición  de esclavo, pasando por uno de tantos”. ( Humillación  de la Encarnación).   Se despojó ( se vació)  No se vació  de la divinidad, sino del  estado  glorioso  al que  tenía  derecho  y al que retornaría  con su exaltación. “ Y así, actuando  como un hombre cualquiera, se rebajó  hasta someterse  incluso  a la muerte, y una  muerte de cruz”  ( Humillación de la muerte). Se rebajó ( se humilló a sí mismo). Es un eco  de Is 53,8. Esta  etapa  sintetiza, resume su vida  entera sobre la tierra  y su entrega  al Padre, y llega  a su punto  máximo en el momento de la muerte en Cruz ( aspecto añadido por Pablo). Una obediencia  que significó  la muerte. Esta obediencia  no fue ordinaria, sino heroica y es expresión  de la gran distancia  a que se encuentra  Jesús  con respecto a su estado  glorioso  y celestial.

            Por eso  Dios  lo levantó  sobre todo  y le concedió  el Nombre-sobre-todo-nombre” ( Exaltación  celestial). Dios le exaltó, hace  referencia  a la ascensión  de Cristo. El nombre  que está  sobre todos  los demás  es el Kyrios, que aparece  al final del himno. “ De modo que al nombre  de Jesús  toda rodilla  se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo” ( Adoración  universal). “ Y toda  lengua  proclame: «¡ Jesucristo es Señor!», para  gloria  de Dios Padre”.( Nuevo título de Jesús: Kyrios).

            Pablo habla  ahora en  un tono  especialmente  solemne: como místico y como teólogo ( lo hemos insinuado antes).

            Cuando uno siente así a Cristo, está dispuesto a hacer todo lo que El le mande, no solamente de palabra, sino  también  de obra. El cristiano  tiene lo mejor de los dos  hijos de  la parábola.

 

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