Festividad de Todos los Santos

Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD 

 

 

En todas las Eucaristías  recordamos a la Jerusalén del Cielo, por lo tanto podemos decir que todos los días celebramos la festividad  de todos los Santos; pero hoy, 1 de Noviembre, de un modo especial. 

            No sé por qué, ahora quiero recordar dos cuadros: el juicio final de Miguel Angel, de la capilla Sixtina; y el entierro del conde Orgaz, del Greco. Las cosas maravillosas, bellas, no se contemplan, solamente con los ojos y se escuchan con los oídos y se comprenden con la razón, sino que es todo el ser, quien interviene en esta captación. Como dice el papa Benedicto  en la encíclica “Dios es Amor”, cuando se habla de amor, no se le puede clasificar como un sentimiento, sino como una empatía, una seducción del ser amado en el amante. Los místicos dirán que a Dios,  a  trascendente, se le percibe con todo el ser.  

            Hablar de esta Fiesta de Todos los Santos es poner en conexión a todo el ser para que se embriague de esta realidad. 

            Quiero desarrollar tres ideas, a la hora de hablar, de la esta Fiesta: tres ideas, sacadas de las lecturas de la Eucaristía y de los textos eucológicos de la Misa, principalmente del Prefacio.

            La primera idea  es un canto a la Asamblea del cielo, nuestra madre. Le primera lectura es del Apocalipsis, este libro que es como una apoteosis, es la contemplación de los redimidos, junto a su libertador. Los cristianos profesamos la trascendencia, el más allá. Nuestra relación  con las personas, que  nos han precedido, no se rompe  y no solamente permanece en el recuerdo (todos confesamos esta realidad), sino que esperamos un día ver cara a cara a nuestros hermanos. Hoy precisamente en la lectura  segunda del Oficio de Lecturas, leíamos  cómo San Bernardo al explicar esta Fiesta, nos inculcaba el deseo de ver a nuestros hermanos, que están en el Cielo.

            Podemos desarrollar más esta  idea, pero no terminaríamos .Las cosas de Dios no se pueden explicar bien. Nos quedamos admirando atónitos el Juicio  Final de la Capilla Sixtina y el entierro del Conde de Orgaz, pues desde aquí intuimos la belleza de la Jerusalén del Cielo. 

            La segunda idea está tomada de la Primera Carta de San Juan: Somos  Hijos de Dios. Solamente la fe nos puede inculcar esto. La Festividad de Todos los Santos es un canto a la dignidad del cristiano. Somos Hijos de Dios y no debemos pecar. Hijos de Dios  y todavía esto no ha llegado a su plenitud en el desarrollo total.

            Nuestros ojos están hechos  para ver la belleza, la claridad, la hermosura; pero están heridos de tanta suciedad, de tanta fealdad, de tanta tiniebla. Necesitamos un lugar donde podamos ver bien, donde nuestros ojos no queden manchados.

            Nuestra Inteligencia está hecha para captar la verdad, para alimentarse de la coherencia, de la armonía; aquí no se puede alimentar de esto. Es mucha la mentira, la falsedad, el maridaje de conveniencia. Necesitamos una zona, una situación, donde la verdad sea posible. Nuestro ser queda sin alimentarse bien, pues los alimentos, que le presentamos no llenan.

            La condición del hombre es ser imagen de Dios. Necesitamos soñar para que por lo menos en el sueño respiremos nuevos aires, no contaminados, sino puros. 

            La  tercera idea la tomo del Prefacio de la Misa. Quizá alguien se pueda escandalizar, como si lo que voy a decir sonase a “fundamentalismo”. El cristiano es  un peregrino, vive en un país extraño. Cómo relacionar esto con lo que a veces decimos: la encarnación del cristiano en el mundo  para hacerlo mejor; todos los hombres son mis hermanos.

            La condición de peregrinaje  del cristiano es parte constitutiva de su ser. Su patria definitiva no es la tierra, vamos de camino, nuestra morada definitiva no es este mundo. El cristiano camina, no se debe parar, ni cansar. No ha llegado a la meta definitiva en este mundo; su condición trasciende la realidad de este mundo. No se puede apegar.

            “vivir en un país extraño”. El talante  de extrañez del cristiano es un aspecto muy desarrollado por los místicos. El cristiano vive en este mundo; pero no es totalmente el suyo. Quizá se gene antipatías el cristiano por esta condición, como si fuera distinto a los demás. Es distinto a los demás, siempre que los demás nieguen esta dimensión.           

            ¿ Cómo debe vivir el cristiano?. Recorriendo el camino de las  Bienaventuranzas. El cristiano hace que su jornada  trascurra en la alegría  y apoyado en la fe. La fe es el báculo del cristiano  para caminar. No es la inteligencia, no es la sola razón, no es el puro sentimiento, no es la conveniencia, ni el amor de concupiscencia, sino el amor de benevolencia, el amor oblativo.

            En este caminar siempre le acompaña un recuerdo y una intercesión. El recuerdo de sus hermanos, los Santos, la obra perfecta de Dios, y el saber que hay personas, que nos pueden ayudar, pues nos comprenden, pues también ellos pasaron por dificultades.

            La Fiesta de Todos los Santos es una invitación a  recordar, a hacer memoria  de lo que somos  y también de cómo han vivido ya algunos, que hemos conocido, que no están con nosotros; pero que los veremos. 

            Una Iglesia que no produzca Santos, es una Iglesia infecunda, que no realiza su vocación. El cristiano tiene una forma de pensar, que no le separa del hombre, sino que proyecta sobre el hombre una luz  para que el hombre descubra su vocación.  

            Nosotros que estamos rodeados de tanta mediocridad, que respiramos un aire contaminado, que estamos hechos para la trascendencia, para una dignidad, que nunca podremos realizar sin Dios, necesitamos esta celebración, que es un canto a lo que somos: Hijos de Dios.             

            “Porque  hoy  nos concedes  celebrar  la gloria  de tu ciudad  santa, la Jerusalén  celeste, que es  nuestra  madre, donde  eternamente  te alaba  la asamblea  festiva  de todos los Santos, nuestros   hermanos” ( Prefacio )