Domingo de Ramos, Ciclo A

Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD 

 

 

Hoy es el comienzo de esta Gran Semana Santa, en la cual celebramos los misterios de la muerte-resurrección del Señor

“...La celebración anual de los misterios de la Pasión y Resurrección de Jesucristo, misterios  que empezaron  con la solemne  entrada del Señor en Jerusalén” (Monición de bendición de los ramos).              

            Es importante e interesante saber el significado de esta entrada Solemne y de este domingo, que tiene algunas características especiales. Conocer lo que celebramos, conlleva actitudes correctas:”... recordando  con fe  y devoción  la entrada de Jesucristo en la Ciudad Santa, le acompañaremos  con nuestros cantos, para que participando  ahora de su cruz, merezcamos  un día  tener  parte en su resurrección “ ( monición).

                        Se da un error frecuente: la procesión es considerada más como bendición de ramos  que como procesión en honor de Cristo.

            Jesús, llegada “la hora”, decide  ir a Jerusalén. Ya lo había anunciado anteriormente. Leemos en Mt 16, 21: “Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día”

 Su entrada es la vez entrada de Siervo, que camina a la muerte, y del Señor, que va a ser glorificado. En este año  leemos la narración, que hace San Mateo, 21, 1-11. Los cuatro evangelistas nos cuentan que Jesús entró en un pollino ( asnillo); San Mateo explica  el por qué: “Esto ocurrió  para que  se cumpliese lo que dijo  el profeta”: “Decid  a la hija  de Sión: Mira  a tu rey, que viene a ti humilde, montado  en un asno, en un  pollino, hijo de acémila” Estos  dos versículos   de Mateo  revelan  inmediatamente  el sentido  que se daba  a este relato: “Jesús  entra  en su ciudad como rey  davídico, pero quiere hacerlo  con el atuendo  ridículo  de un rey humilde”.

 La cita del Antiguo Testamento es bastante libre; está traída del capítulo 62, 11 del profeta Isaías: “Mirad que Yahveh hace oír hasta los confines de la tierra:          «Decid a la hija de Sión Mira que viene tu salvación; mira, su salario le acompaña,          y su paga le precede.” Y del capítulo  9, 9 de  Zacarías: “     ¡Exulta sin freno, hija de Sión, grita de alegría, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino, cría de asna.” La referencia  a Zacarías 9, 9 muestra que la humildad  y sencillez con que Jesús  entró  en Jerusalén  es,  en realidad, una manifestación  de su condición  de Mesías-Rey. Al mismo  tiempo, el gesto   humilde  de Jesús  revela   que su mesianismo   no seguirá   los esquemas   del poder y de la gloria.  

            Sólo Mateo  hace intervenir  aquí  el gentío; en Marcos  y Lucas, se trata  de los discípulos   que acompañaban  a Jesús: “La gente, muy numerosa, extendió sus mantos por el camino; otros cortaban ramas de los árboles y las tendían por el camino.”  Este gesto de la gente  da a entender que es  verdaderamente   el rey  que  entra en su ciudad. Leemos en el segundo libro de los Reyes  9, 13: “Se apresuraron a tomar cada uno su manto que colocaron bajo él encima de las gradas; tocaron el cuerno y gritaron: «Jehú es rey.» 

            “Y la gente que iba delante y detrás de él gritaba: « ¡Hosanna  al Hijo de David!          ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna  en las alturas!»

            La aclamación  de la multitud, tiene  un doble  sentido: quizá  no es más que una  simple  excitación mesiánica y, en este caso, la gente  no dejaría  de fijarse  en la singularidad  de este atuendo regio; pero  puede  expresar también  la fe  del evangelista. No olvidemos que el evangelista, cuando narra, proyecta ya su fe.

            Los tres sinópticos   citan  el Salmo  118, 25-26: “     ¡Ah, Yahvé, da la salvación!          ¡Ah, Yahveh, da el éxito!

¡Bendito el que viene en el nombre de Yahveh! Desde la Casa de Yahveh os bendecimos.”. Mateo  y Marcos   hacen  preceder  esta exclamación  tradicional  por la palabra  Hosanna. Esta  palabra  debe entenderse  como un grito  de alabanza   y no de oración.

            Sobre las palabras  en lo más  alto del cielo hay que entenderlas  como una designación   judía  de Dios  cuyo nombre  se evita pronunciar.

            También Mateo es el único que destaca  la agitación  que se apodera  de toda la ciudad  a la llegada de Jesús: “Y al entrar él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió. «¿Quién es éste?» decían.”.

            Sin duda   estos gritos  de la multitud  en torno a Jesús  y la forma  en que va  cabalgado   sobre  su borrica despiertan  la curiosidad  mesiánica  de las turbas. Estas no hacen  sólo  una pregunta  general: ¿quién  es este hombre?, sino ¿no será  el Mesías  esperado? Este versículo nos  hace recordar  lo que dijo el mismo Mateo en el capítulo 2, 2-3: “diciendo: « ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido  a adorarle.»

En oyéndolo, el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén.”. Mateo no se contenta con decirnos que Jesús entró en Jerusalén  y que ésta se conmovió, sino que nos narra  lo que dice la gente: “Y la gente decía: «Este es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea.» La gente  que  responde   es la que rodea  a Jesús  y lo aclama. Su respuesta  es ambigua. Jesús   puede no ser  más que un profeta como otros: el profeta  de Galilea; pero puede ser  también  el profeta   escatológico  de los últimos días, esperado   por una   importante   corriente de la apocalíptica  judía.

            Tanto  las autoridades ( toda la ciudad)  como la gente   sencilla  han  comprendido  el significado   y el alcance  del gesto realizado  por Jesús, pero  sus reacciones   son diversas: la gente  reconoce  que es un   profeta, pero  la ciudad  acoge  esta manifestación  con recelo.

            Jesús imprime a su realeza  un tono de humildad pacífica. Este rey de los Judíos  tiene como  única  grandeza  la de servir  y entregar  su vida.

            “El cual, siendo  inocente, se entregó a la muerte por los pecadores, y aceptó la injusticia  de ser contado  entre los criminales. De esta forma, al morir, destruyó nuestra culpa, y, al resucitar, fuimos  justificados” (Prefacio de la Misa)  

            Las  lecturas de la Eucaristía  nos muestran, por tanto, la profundidad del dolor de Cristo, y la  seriedad de su camino a la cruz.

                        La figura del Siervo  (Isaías 50,4-7) es presentada con algunas propiedades: Oyente de la Palabra:”Mi Señor me ha dado  una lengua de iniciado, para saber decir al abatido  una palabra de aliento... Cada mañana  me espabila el oído, para que  escuche  como los iniciados”.

            Este Siervo acepta el sufrimiento:”Ofrecí la espalda  a los que  me golpeaban, la mejilla  a los que mesaban  mi barba. No oculté  el rostro  a insultos  y salivazos”

            Este Siervo tiene fe y confianza en Dios:” Mi Señor me ayudaba, por eso  no quedaba  confundido” 

            La entrada solemne en Jerusalén  es anticipo  de la glorificación del Señor mediante la cruz.” Por eso Dios lo levantó  sobre todo, y le concedió  el Nombre sobre todo nombre; de modo  que al nombre de Jesús  toda rodilla  se doble- en el cielo, en la tierra, en el abismo-, y toda lengua  proclame: ¡Jesucristo  es Señor!, Para  gloria  de Dios Padre. (Segunda lectura, de la carta de San Pablo a los Filipenses).  

            La narración de la Pasión subraya  el aspecto de que la victoria de Cristo se obtiene a través del sufrimiento  y la muerte.

            Cada domingo leemos una perícopa evangélica, unas veces más larga que otras. En el domingo de Ramos leemos la Pasión del Señor. El relato de la Pasión, la muerte y la resurrección de Jesús constituye  en los cuatro evangelios  del Nuevo Testamento el punto de llegada y el verdadero centro de atención. Allí queda  contenido  y expresado en forma narrativa el auténtico  núcleo  de la fe cristiana: Jesucristo ha muerto y ha resucitado  para salvar a la humanidad. Esta narración la Celebramos sacramentalmente  y después la proyectamos en la existencia 

            Este año  leemos  la Pasión  del Señor  según  San Mateo, que  tiene  peculiaridades  especiales; el tenerlas   presentes  ayuda mucho  a una comprensión  exacta  del Mensaje Evangelio.

            Si observamos con mirada teológica, nos damos cuenta: La más  antigua  proclamación  de Jesús  se centraba  en el relato de la  muerte y resurrección. Esta  era  la gran acción  salvífica  de Dios, la cumbre  de sus acciones  salvíficas  en la historia  de la salvación. Pablo  afirmaba  predicar  a Cristo, y éste crucificado: “pues no quise saber entre vosotros sino a Jesucristo, y éste crucificado.” (1 Cor 2,2). Esta dimensión no está desarrollada demasiado en los evangelios, sino en las cartas de San Pablo; pero también debemos afirmar  que el  relato  de la pasión  fue, entre todas  las secciones  de los evangelios, la primera  en ser  incluida  en una proclamación  litúrgica, así  como en la  predicación.

            Vamos a exponer de una manera, no exhaustiva,  las peculiaridades de la Pasión del Señor según el evangelista San Mateo. Afirmamos de entrada que no  es una  narración  de las palabras  de Jesús; si bien  Jesús habla  con más frecuencia que  en Mc, sino de los hechos. San Mateo tiene  muy presente la Pasión según san Marcos; pero se separa  de ella en algunos puntos  y matices. No hay que olvidar que cada evangelista proyecta  en la narración su teología.

            Una característica de San Mateo: es el que  más citas  bíblicas  aporta, para demostrar, como pretende en todo  su evangelio, que  en Jesús  se cumplen   las promesas del A.T. Esta preocupación hará que san Mateo supedite la historia  al A.T y muchas veces leerá estos acontecimientos a la luz de las Escrituras, como iremos viendo.

            Comenzamos: 

            El versículo 15 del capítulo 26  es exclusivo de san Mateo: “y les dijo: « ¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?» Ellos le asignaron treinta monedas de plata”. 

La  cantidad (30 monedas de plata). El número   30 procede de Zacarías 11, 12: “Yo les dije: «Si os parece bien, dadme mi jornal; sino, dejadlo.» Ellos pesaron mi jornal: treinta siclos de plata.”. Este texto aluda quizá a  Ex 21, 32: “Si el buey acornea a un siervo o a una sierva, se pagarán treinta siclos de plata al dueño de ellos, y el buey será apedreado”. Aquí tenemos un ejemplo de cómo el A.T. está influyendo en la narración.  

También es propio de Mateo el  versículo 25 del capítulo 26: “Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: « ¿Soy yo acaso, Rabbí?» Dícele: «Sí, tú lo has dicho.» 

Mateo añade  esta amplificación  en la que  Jesús revela  expresamente  sólo a  Judas  que sabe quién  es el traidor; esto constituye    una etapa   en el desarrollo  que se completa  en el relato de Juan.

            En el versículo 26 de este capítulo 26 san Mateo añade una palabra: comed. Quizá no haría falta; pero la pone: “Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: «Tomad, comed, éste es mi cuerpo.»

            Lo mismo hará con la palabra bebed del versículo 27: “Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: «Bebed de ella todos”  

            En el versículo 28 añadirá: que es derramada por muchos para perdón de los pecados: Por todos  sin  restricción. Para la remisión  de los pecados. Sólo Mt añade  la frase  que expresa  más claramente  el efecto  de la muerte  reconciliadora.  

            El versículo 50: “Jesús le dijo: «Amigo, ¡a lo que estás aquí!»: es una ampliación de San Mateo. Lc añade: “Jesús le dijo: « ¡Judas, con un beso entregas al Hijo del hombre!»” (Lc 22, 48). Algunos  intérpretes modernos  toman  las palabras  de Jesús  en el sentido  de un imperativo  elíptico  más  que en  el de  una pregunta: “ Amigo,¡ a lo que has venido!”, es decir, “ haz  lo que  te ha traído  aquí”.

            También son añadidos los versículos 52-53: “Dícele entonces Jesús: «Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñen espada, a espada perecerán.

¿O piensas que no puedo yo rogar a mi Padre, que pondría al punto a mi disposición más de doce legiones de ángeles?” 

            En el versículo 75 Lucas y Mateo añaden: amargamente: “Y Pedro se acordó de aquello que le había dicho Jesús: «Antes que el gallo cante, me habrás negado tres veces.» Y, saliendo fuera, rompió a llorar amargamente”

            San Mateo es el único que nos habla del remordimiento y muerte de Judas: 27, 3-10:

“Entonces Judas, el que le entregó, viendo que había sido condenado, fue acosado por el remordimiento, y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos,

Diciendo: «Pequé entregando sangre inocente.» Ellos dijeron: «A nosotros, ¿qué? Tú verás.» 

El tiró las monedas en el Santuario; después se retiró y fue y se ahorcó.

Los sumos sacerdotes recogieron las monedas y dijeron: «No es lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque  son precio de sangre.»

Y después de deliberar, compraron con ellas el Campo del Alfarero como lugar de sepultura para los forasteros.

Por esta razón ese campo se llamó «Campo de Sangre», hasta hoy.

Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: = «Y tomaron las treinta monedas de plata, cantidad en que  fue apreciado aquel a quien pusieron precio algunos hijos de Israel, 

Y las dieron por el Campo del Alfarero, según lo que me ordenó el Señor.» 

            En el libro de los  Hechos leemos: “Este, pues, compró un campo con el precio de su iniquidad, y cayendo de cabeza, se reventó por medio y se derramaron  todas sus entrañas. -

Y esto fue conocido por todos los habitantes de Jerusalén de forma que el campo se llamó en su lengua Haqueldamá, es decir: "Campo de Sangre"  (Hechos 1,18-19)

            Aquí aparece  otra  tradición  sobre  la muerte  de Judas  con claras  variantes. Ambos  pasajes   se entienden   mejor  tomándolos  como material  legendario  sobre la muerte  de Judas. La palabra “legendario” debe tomarse en su sentido más positivo.  

            El versículo  19 solamente lo cuenta Mateo: “Mientras él estaba sentado en el tribunal, le mandó a decir su mujer: «No te metas con ese justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa.»

            El relato   sobre  la esposa de Pilato  debe tomarse  por legendario. El motivo  del sueño  aparece  también  en los relatos  de la infancia de Mt: “Así lo tenía planeado, cuando el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo.” (Mt 1, 20)  La mujer  gentil  se entera en sueños  de que Jesús  es un “justo”; en  este contexto, el término  significaría  únicamente  que es un  inocente.

            También el versículo 24 es exclusivo de Mateo: “

“Entonces Pilato, viendo que nada adelantaba, sino que más bien se promovía tumulto, tomó agua y se lavó las manos  delante de la gente diciendo: «Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis.» 

            Las  tradiciones  afirman  claramente que Pilato  se dio cuenta  de que no había  ningún cargo  auténtico  contra Jesús. El lavatorio  simbólico  de las manos, que añade  Mateo, viene a subrayarlo. Lo mismo podemos decir del versículo siguiente, el 25: “Y todo el pueblo respondió: « ¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!» También la respuesta  del gentío es una cita bíblica:

Incluye  a los  sacerdotes, los ancianos  laicos y las turbas. Caiga  su sangre  sobre nosotros. Dice Jeremías: “Empero, sabed de fijo que si me matáis vosotros a mí, sangre inocente cargaréis sobre vosotros y sobre esta ciudad y sus moradores, porque en verdad Yahveh me ha enviado a vosotros para pronunciar en vuestros oídos todas estas palabras.» (Jer 26, 15). “Que su sangre caiga sobre la cabeza de Joab y de su descendencia para siempre, y que David y su descendencia, su  casa y su trono tengan paz para siempre de parte de Yahveh.» (1 Re 2, 33).

                        Mateo  establece  un  contraste entre  de inocencia  que hace Pilato y la afirmación  de culpabilidad que hace la gente.

Mateo modifica algo el versículo 28: “Le desnudaron y le echaron encima un manto de escarlata”. Ha cambiado  la “púrpura” de Mc  por el manto de escarlata. La  púrpura (famoso  tinte fenicio) era  el color  de la realeza y de la aristocracia romana; el manto de los soldados romanos  era  escarlata.           

            También retoca el versículo  34: “le dieron a beber vino mezclado con hiel”.

La  bebida  que ofrecen   a Jesús  es en Mc: “vino  aromatizado  con mirra”; Mt  lo cambia  por “vino  mezclado  con hiel”, aludiendo  al Salmo  69,22: “Veneno me han dado por comida,  en mi sed me han abrevado con vinagre.” . Era costumbre  de las mujeres   judías  ofrecer  un fuerte  narcótico a los condenados  a muerte; Jesús  lo rechazó.

            Dice el versículo 40: “Tú que destruyes el Santuario y en tres días lo levantas, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!”. Esta afirmación es un añadido de Mateo. El primer evangelista, más que Marcos, proyecta su teología  a la hora de narrar lo sucedido a Jesús, el Maestro. 

            El versículo 43: “Ha puesto su confianza en Dios; que le salve ahora, si es que de verdad le quiere; ya que dijo: "Soy Hijo de Dios.

            Es un añadido de Mateo, procedente del salmo 22, 9: “Se confió a Yahveh, ¡pues que él le libre, que le salve, puesto que le ama!» 

            Los versículos 52-53 del capítulo 27 son también una amplificación de san Mateo: “Se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos difuntos resucitaron.

Y, saliendo de los sepulcros después de la resurrección de él, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos

            Mt  contiene   varios rasgos legendarios  propios. El velo  del templo  separaba   entre el lugar santo  y el santísimo, que sólo  era accesible  al sumo  sacerdote; Mc y Mt quieren   dar a entender que el lugar  santísimo  deja de serlo a partir  de este   momento. En la poesía  veterotestamentaria, el  terremoto  es el retumbar  de los pasos de Yahvé. Los hombres    santos que   estaban   enterrados  en Jerusalén  resucitaron  al cumplirse  la obra salvífica  del Mesías; ellos   le reconocen, no así  el Israel  de la carne. Incluso el centurión  y los soldados  manifiestan  su fe  en que  Jesús  es el Hijo de Dios; ésta  es una fórmula  cristiana   de fe, anticipada  ahora  en labios  de estos gentiles.

            Mt  hace  que la confesión  sea una consecuencia   de los signos 

            La guardia  ante la tumba  de Jesús (27, 62-66):

“62Al otro día, el siguiente a la Preparación, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron ante Pilato

63y le dijeron: «Señor, recordamos que ese impostor dijo cuando aún vivía: "A los tres  días resucitaré."

64Manda, pues, que quede asegurado el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos, lo roben y digan luego al pueblo: "Resucitó de entre los muertos", y la última impostura sea peor que la primera.» 

65Pilato les dijo: «Tenéis una guardia. Id, aseguradlo como sabéis.»

66Ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia. 

Este  pasaje  es peculiar  de Mt. El  fin  de la perícopa  no es probar  objetivamente  la resurrección de Jesús, sino  afirmar sólo  que el cuerpo   no fue robado.

Lo que puede  concluirse   del relato  es que los judíos acusaron  a los discípulos   de haber robado  el cuerpo de Jesús. Tanto judíos como discípulos estaban de acuerdo en que Jesús al tercer  día no estaba en el sepulcro. 

            Con esta presentación de la Pasión de Jesús según san Mateo no hemos intentado exponer una síntesis doctrinal de la misma Pasión, sino sus peculiaridades. Estoy seguro que esto nos ayudará a  comprender mejor lo que Mateo quiso decirnos al contarnos la Pasión de Jesús.

            El Domingo de Ramos es el pórtico de la Gran Semana Santa; además de su significado teológico; debemos señalar dos notas características en su aspecto celebrativo: El recuerdo ( casi memorial)  de la entrada  solemne de Jesús en Jerusalén y la lectura de la Pasión del Señor, en este año, según el evangelista San Marcos.  

            “... Concédenos   que las enseñanzas  de ( tu) pasión nos sirvan de testimonio  y que un día participemos  en ( tu )  gloriosa  resurrección”  ( Oración Colecta de la Misa)