VI Domingo de Pascua, Ciclo A

Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD    

 

 

Nos estamos acercando al final de la Cincuentena  Pascual; el domingo, que viene, VII de Pascua, celebramos la Ascensión  del Señor. La riqueza de este tiempo pascual  es grande y variada, más para festejar, recordar, que para sintetizar en moldes conceptuales, aunque éstos ayudan mucho  y son como el cauce, por donde corre el gozo espiritual.  

            Lectura  Primera: Hechos  8, 5-8. 14-17. 

Los versículos 5-8 nos narran el Anuncio del Evangelio en Samaría por parte del diácono Felipe.

            Quizá sea conveniente la presentación de este  “evangelista”.

El protagonista   de este episodio   y los siguientes  es Felipe, uno del grupo  de los siete (Hch 6, 1-7), que vivía en Cesarea y ejercía  el ministerio  de evangelista: “Al siguiente partimos y llegamos a Cesarea; entramos en casa de Felipe, el evangelista, que era uno de los Siete, y nos hospedamos en su casa.

Tenía éste cuatro hijas vírgenes que profetizaban.” (Hch 21, 8-9).  

La evangelización  de Samaría brota, como la de Antioquía, de la persecución y va  acompañada  de prodigios  y reacciones  semejantes  a las que suscitó  la predicación  de los apóstoles; de este modo se subraya  que el mismo  Espíritu  que guió la predicación  de los apóstoles  es el que  guía  el testimonio de Felipe.            

Quizá sea iluminador  el recordar  la figura de  Simón, el Mago, aunque la Liturgia  no lo hace; pero es como el trasfondo para entender la actuación de Felipe.  

La magia había sustituida  a la religión  en  amplios   sectores  del imperio romano, lanzados a la búsqueda de una salvación que no encontraban en la religión oficial. El cambio de actitud  de los habitantes  de Samaría  cuando Felipe  les anuncia  el evangelio  indica   que la buena noticia  del Reino  y de Jesucristo  es el único  camino de salvación . La fe y la conversión quedan  selladas  por el bautismo, pero  en la visión  unificadora   de Lucas  es necesario  que la evangelización  de Samaría  sea confirmada  por la presencia  de los doce  apóstoles, a través de los cuales  desciende  el Espíritu  Santo  y se prolonga   el acontecimiento  de Pentecostés.  

            Igual  que a Esteban, la tradición  presenta  a Felipe  como carismático: “y en saliendo del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe y ya no le vio más el eunuco, que siguió gozoso  su camino” (Hch 8, 39). Seguramente   se trata de  una caracterización  general  de los primeros  “helenistas” de Jerusalén.  

 La actuación  de Felipe  consiste  en predicar, acompañando  su predicación  con la realización  de señales. Lo que se  subraya  es la predicación; las señales   van  aparte. La gente  “escucha”  la Palabra  y “ve” las señales.  

 Los prodigios  que se mencionan  son las clásicas  expulsiones  de demonios  y curaciones  de paralíticos  y lisiados 

  La enorme  publicidad- de hecho, la ciudad entera  estalla  de alegría- parece  que se debe, en primer lugar, únicamente  a los prodigios  realizados. De momento   no se hace  la más mínima  mención de la fe  de los samaritanos, aunque debemos admitir que también  esta aceptación es debida al contenido del mensaje.   

            La Liturgia de la Palabra no hace mención de los cinco versículos  siguientes al 8. Al llegar al versículo 14, el relato  se interrumpe  bruscamente, para  entremezclar  un nuevo episodio. Pedro y Juan vienen  de Jerusalén, como  delegados  de los apóstoles, para  incorporar  en la comunidad   de la Iglesia, por medio  del don del  Espíritu, a los samaritanos  recién bautizados           

            No transcribo los textos, puesto que son conocidos; solamente me limito  a un breve comentario.

            Lucas  introduce  la figura  de Pedro, que   completa, con el don  del Espíritu, el bautismo   administrado  por Felipe.  

            17. El  modo en que  se produce  la donación  del Espíritu  parece  reflejar  una práctica  bautismal  con la que  Lucas está bien  familiarizado . El ministro del  bautismo   pronunciaba  una oración  y mientras  tanto  imponía  las manos  al bautizando.  La venida   del Espíritu  se concibe  como una   experiencia  exultante  que  se manifiesta, sobre todo, en hablar   en lenguas: “pues les oían hablar en lenguas y glorificar a Dios. Entonces Pedro dijo” (Hch 10, 46). La intención  de Lucas  al introducir  este episodio, es  confirmar   la legitimidad  de la misión de Felipe.

            Es consolador  cómo  la Iglesia se va abriendo  camino; esto no es obra  solamente de los hombres, sino de Dios, mediante su Espíritu.  

                        El estribillo del salmo responsorial está muy bien elegido: “Aclamad al Señor, tierra  entera”. La universalidad es parte constitutiva  del mensaje de Salvación. Si Dios no es universal, no es el verdadero  Dios. 

Segunda lectura: 1 Pe 3, 15-18

            Antes de comenzar a comentar estos versículos  es conveniente  recordar algunas afirmaciones, que nos irán  iluminando en la explicación de los mismos  

Cristo no solo es Salvador, sino modelo de los cristianos. La Primera carta de San Pedro acentúa más el aspecto modélico que soteriológico. Aunque tenemos que decir que si los cristianos aceptamos a Cristo como modelo es porque muestro Salvador. La Salvación vendrá a nosotros  por los caminos  marcados  por el Señor; caminos de gratuidad y caminos  de ejemplaridad, de hacer lo que el Señor hizo.  

Por eso, comportarse   bien  y tener que sufrir, lejos  de ser cosas  incompatibles , constituyen  en los  misteriosos  designios   de Dios un  binomio  inseparable, que nunca debemos olvidar. Aspecto muy desarrollado en esta Carta, pues está dirigida a una comunidad, que está sufriendo y muy mucho.

            El pasaje   1 Pe 3, 18-22  forma parte    de un  primitivo “credo” de origen  bautismal. Esta profesión  de fe  tiene  como finalidad  ayudar a comprender  y justificar  el sufrimiento  del  cristiano  inocente ( 1 Pe 3, 13-17) . El modelo  a seguir  es Cristo  que ha incorporado  hasta las últimas  consecuencias  la condición natural de los hombres. Precisamente   desde esta  solidaridad  con los hombres, Cristo  ha podido  realizar  una liberación  total

El autor  aborda   aquí, en forma   más resuelta  y radical  el tema   principal   de la carta, a saber,  las diversas  ideas  prácticas   y teológicas   sobre el  sufrimiento “ y la “esperanza”  de los  cristianos.

            El texto alinea  brevemente  varios aspectos  del problema  del sufrimiento  en forma  de pregunta, información o invitación, que  en estos  u otros términos   semejantes ya habían  aparecido  en otros lugares  de la carta. Sintetizamos el mensaje de estos  textos.  Los  cristianos   son invulnerables  en el fondo  (v. 13); lo que ellos  tienen que experimentar constituye  su felicidad  (v.14); no pueden ocultar  su esperanza,   

sino que deben “ dar respuesta” a todo  el que pregunte  por ella ( v. 15);  con su   conducta  deben  demostrar  la sinrazón  de la agresión  contra ellos  ( v. 16); hay un  sufrimiento  que   no debe  causar  infelicidad  ni angustia  ante Dios ( v. 17).

            Me atrevo a sugerir  que quizá hubiera sido mejor también incluir  los versículos 13-14 en la elección litúrgica,  como hace la Biblia, pues así comprendemos mejor los versículos 15-17.

             El autor  retoma aquí   con una mayor  intensidad  y también   de  modo  más coherente  que hasta  ahora el tema  esperanza  en el sufrimiento”, y  esta vez  no en forma  de instrucción  teológica (  como en el v. 18), sino  como promesa  de consuelo. Hay  que tener   en cuenta, para la exégesis, que todo  lo que se dice  en la carta  hay  que leerlo  sobre el fondo  de los “sufrimientos” vividos  de las comunidades. Estas comunidades, como decíamos, están sufriendo mucho en su entorno  con los increyentes. No es fácil proponer  un programa de vida a una sociedad, que vive de otro modo.  

            La pregunta  del v.13 “¿Quién  os hará  mal si buscáis  con entusiasmo el bien?  ( basada probablemente  en Is  50,9)  tiene  la función   de suscitar  una visión optimista y esperanzadora.   Las actitudes  hostiles y la violencia  contra  los cristianos  no pueden  dañar  ni destruir  realmente  mientras   los afectados “obren  bien” y estén motivados por una esperanza, que rompe los moldes  de este mundo. Al cristiano  no le mueve solamente  la honradez de la “ejemplaridad” (si así fuera, el cristiano  se cansaría de ser modélico), sino el deseo, el gozo ya presente de una esperanza futura, percibida  a sorbos  ya aquí.

            Comportamiento positivo del  cristiano  y no solo comportamiento  de aguante.

15 “Al contrario,  dad culto al Señor,  Cristo, en vuestros corazones, siempre dispuestos a dar respuesta a todo  el que os pida razón de vuestra esperanza.”           

            El texto   trata  de apaciguar  el temor de  las comunidades  a los   adversarios , utilizando  los términos  que sirvieron  antaño  para tranquilizar  a Israel en su angustia  ante los reyes asirios. Este versículo 15 procede de: “A Yahveh Sebaot, a ése tened por santo,  sea él vuestro temor  y él vuestro temblor.”   (Isaías 8, 13)              

            La entereza  y la serenidad  ante  la ferocidad  de los  enemigos  son  dos virtudes  que fueron  muy  elogiadas  por la literatura  martirial  de la Iglesia  antigua.1 Pe  se halla  en la primera fase  de esa literatura.            

El ideal  veterotestamentario  de “respetar la santidad del Señor” encuentra  aquí  una versión  cristológica: “si es que = habéis gustado que el Señor es bueno. =

            Acercándoos a él, piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida, preciosa ante Dios” (1 Pe 2, 3s) y pasa  a ser  una fórmula  de la ética  de 1Pe.

  Al hablar  del “corazón”  del hombre, el pseudo-Pedro pone la nota   de sinceridad e intensidad  con  que  el cristiano  ha de vivir  su vida.  

            En este v. 15 no es fácil  conocer  la situación  que el texto  contempla  en lo relativo  a las preguntas  de los  no- cristianos sobre la  esperanza  de los cristianos y al tipo de reacción  cristiana  a tales  preguntas.  

Las palabras  cuenta o razón” y “respuesta” pueden  expresar  una explicación  razonada a los interesados  en el tema  de la fe  o la esperanza.

            En una  situación  de calumnia  y difamación, el eventual  sufrimiento  y la renuncia  a la  revancha: “No devolváis mal por mal, ni insulto por insulto; por el contrario, bendecid, pues habéis sido llamados a heredar  la bendición” ( 1 Pe 3, 9) no  eran suficientes  en todos los casos. Se  exigía  además (no  en sustitución  de lo anterior) la confesión pública  de la fe. El texto  exige  expresamente  la disposición  a dar una respuesta   a la pregunta  sobre  la esperanza (= fe). Se  encomienda  aquí  a cada cristiano  dar  razón  de la esperanza. 

16. Pero con dulzura y respeto y con  buena  conciencia. De ese modo, aquello  mismo  que os echan  en cara  servirá  de confusión a quienes  critican  vuestra  buena conducta en Cristo.  

            Siguen   unas directrices  adicionales  sobre el “estilo”  de dar   razón  a respuesta  a la pregunta   por “vuestra esperanza”. Es significativo  que se exhorte  a un modo  de conducta  conciliador, no agresivo.

            Sobre  la esperanza  hay que  hablar  ( en talante evangelizador) en los términos  que corresponden  al talante  pacifista  de no-violencia y de renuncia  a la revancha propio  de 1 Pe  ( 2, 23; 3, 9).

            Para  1 Pe, el discurso   de la esperanza  cristiana  debe llevar  en sí el sello  del  ser  cristiano.

            Además, el informe   sobre la   esperanza  debe darse  “ con  buena   conciencia”, lo cual sólo  puede significar  en el lenguaje   de 1 Pe  que la profesión  cristiana  se realiza  obrando bien.

            La segunda   mitad del  v.  16 “Así, quienes  hablan mal de vuestro comportamiento  como cristianos, se avergonzarán de sus calumnias” vuelve   a  hablar   del efecto  de la conducta cristiana; ésta  da testimonio  por sí misma de la calidad  moral  de la vida cristiana  e invalida  las imputaciones.

            El dar  razón   de la esperanza  “con dulzura  y respeto” tiene, en todo  caso, la finalidad, según  1 Pe,  de refutar acusaciones  injustas  lanzadas  contra los cristianos y, por tanto, de presentar  el cristianismo  en términos verídicos.  

            El autor   no especifica  aquí  las acusaciones  de que eran objeto, pero  sí lo hace quizá  4, 15: “Que ninguno de vosotros tenga que sufrir ni por criminal ni por ladrón ni por malhechor ni por entrometido 

 17. Pues  es  mejor  padecer  por obrar  el bien, si ésta es la voluntad de Dios,  que por obrar  el mal

             Podría  ser una  especie de aforismo: mejor  es  sufrir  por las buenas   obras que por las malas. Aforismo, que  abarca  la conducta  de los  grandes pensadores, buscadores de la verdad.

            Decía Cicerón: “más vale  sufrir  la  injusticia  que cometerla”.

 La idea  del v. 17  aparecía  ya en  2, 20b: “¿Pues qué gloria hay en soportar los golpes cuando habéis faltado? Pero si obrando el bien soportáis el sufrimiento, esto es cosa bella ante Dios.”  

1Pe  reitera varias veces  la referencia  al ejemplo  del  Cristo  paciente y busca  también  la perspectiva  del juicio   de Dios: “Porque ha llegado el tiempo de comenzar el juicio por la casa de Dios. Pues si comienza por nosotros, ¿qué fin  tendrán los que no creen en el Evangelio de Dios?  Si el justo se salva a duras penas ¿en qué pararán el impío y el pecador?

 De modo que, aun los que sufren según la voluntad de Dios, confíen sus almas al Creador fiel, haciendo el bien.” (4, 17s).

 Los vv. 13-17 abordaron la posibilidad de  superar  el sufrimiento  en una línea  optimista, y este discurso   tiene que  ampliarse  a nivel teológico. 1 Pe  da como  respuesta  con todo  el cristianismo  primitivo  el argumento  cristológico : “ Pues también  Cristo  padeció...” (v. 18)

            La lógica  de este argumento, que  aparecía  desarrollada ya en 2, 21-24, reaparece  en 4, 1. “Ya que Cristo padeció en la carne, armaos también vosotros de este mismo pensamiento: quien padece en la carne, ha roto con el pecado” y forma  el núcleo  de la carta   y de su  pastoral.  

            El autor utiliza   diversos  esquemas   cristológicos  de la tradición  paleoeclesial, y  coincide   así el argumento   de 2, 21  con el de 3, 18a

Pues para esto habéis sido llamados, ya que también Cristo sufrió por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus huellas”  ( 2, 21). “Pues también Cristo, para llevarnos a Dios, murió una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, muerto en la carne, vivificado en el espíritu “ ( 3, 18).  

 18. Pues también Cristo, para llevarnos a Dios, murió una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, muerto en la carne, vivificado en el espíritu.

1 Pe  formula  todas  sus afirmaciones  sobre el tema  “esperanza y gloria”  únicamente  para la situación  del sufrimiento del inocente.

            Cristo  es el ejemplo   al que apuntan   los vv. 13-17  con el macarismo  ( v. 14): “Dichosos  si tenéis  que padecer por hacer el bien. No temáis  las amenazas  ni os dejéis  amedrentar

  y con la certeza  de la  esperanza: “Al contrario, = dad culto al Señor, = Cristo, en vuestros corazones, siempre dispuestos a dar respuesta a todo  el que os pida razón de vuestra esperanza.” (v. 15) 

La conducción  a Dios significa  la apertura  del “acceso”, hasta  ahora  bloqueado; pero  por medio  de la vida  y la muerte de Cristo se ha abierto.  

“ Muerto-vivificado”  está tomada esta fórmula  de una profesión  de fe  y sugiere, a lo sumo, en forma mediata   otro argumento  a favor  de la “esperanza en el sufrimiento, porque también  Cristo padeció”: la esperanza    nace  de  la resurrección  en el espíritu.  Lo que ocurre   (sufrimiento, muerte)  en la esfera  de la “carne”  (cuerpo)  no es definitivo; de ello  nace la vida  en la esfera  del espíritu.

            El versículo 18 es muy importante, puesto que motiva  el comportamiento del cristiano: Cristo, como modelo (el aspecto más desarrollado) y como Salvador (aspecto menos desarrollado; porque se supone) que hace que nuestra esperanza  no sea una utopía, sino una realidad y esto motiva y fundamenta el comportamiento martirial  y heroico  del cristiano.  

Evangelio: Jn 14, 15-21 

Solo  en este   evangelio  el Espíritu  recibe  el nombre  de “ Paráclito”  con el significado  amplísimo  de ayudante, asistente, sustentador, abogado, procurador y, sobre todo,  con el de animador  e iluminador  en el proceso  interno de la fe.  El Paráclito  es  “otro”, pero  en la misma línea  de Jesús. Una persona  divina  destinada  a permanecer  con los creyentes.            

Jn 14, 15-17 (El  primero de los cinco anuncios) 

Jn 18-21. Continúa   el discurso  de Jesús  iniciado  en Jn 14 1-14. Ahora se trata  de la vuelta  de Jesús; no de una vuelta   lejana, sino próxima, pues Jesús volverá  a estar con sus discípulos  cuando  resucite  de entre los muertos. Entonces  la presencia  del Padre  y de Jesús  será plena   en los  que lo aman.            

            Es muy importante  para comprender  esta perícopa evangélica  tener muy presente   la relación “Paráclito” y  “Jesús “  

   En los  vv. 15-17  es el Paráclito/ Espíritu  el que vendrá  a vivir  entre  y con  los discípulos.

 En los  vv.  18-21 será  Jesús  el que volverá  para estar  con ellos. En los  vv. 23-24  se dice  que el Padre  y Jesús vendrán a vivir  con los discípulos. Parece  cierto, por consiguiente, que  se da  aquí  un esquema  triádico que pone  en estrecho   paralelismo  al Espíritu, a Jesús  y al Padre.

            Suele suponerse  que las sentencias  sobre la presencia de Dios  en y a través  del Paráclito  son las más  tardías). Esta afirmación puede resultarnos iluminadora  para  comprender el protagonismo del “Paráclito” 

Versículos  15-17: La venida  del Paráclito  

El v. 15   empieza  con el requerimiento  de amar a Jesús: “ Si me  amáis, guardaréis mis mandamientos” El amor  a Dios  es un tema  bien atestiguado  en ambos  Testamentos, pero  sorprendentemente  no ocurre  lo mismo  con el tema  del amor  del cristiano a Jesús, que no es muy frecuente; predomina  el motivo  de la fe  en Jesús. Quizá  cuando decimos fe, en el fondo  también queremos decir amor.  El amor a Jesús  se menciona  principalmente  en los libros  tardíos  del NT.  El  conocimiento  de que  el cristiano   debe amar  a Jesús igual que  ama al Padre sería  una faceta  de un desarrollo  teológico  gradual  debido a que se fue  comprobando  poco a poco  quién   era Jesús; aunque  esto pueda ser cierto;   no podemos  negar   el hecho  de que  la exigencia  de amor  por parte de Jesús  encaja  perfectamente  en el ambiente  de alianza del discurso  final y de la Ultima   Cena.  

e ha  señalado  el paralelismo  existente  entre la exigencia  de amor  exclusivo por parte  de su pueblo  que plantea  el Dios  de la alianza  en el Sinaí ( Dt 6,5) “Amarás a Yahveh tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza” y el requerimiento  de amor  exclusivo por parte  de Jesús, que  es la presencia  visible  de Dios  entre los hombres y que establece  una nueva alianza con ellos. 

Los vv. 16-17: “Yo le pediré  al Padre  que os dé  otro Paráclito   que esté siempre  con vosotros, el Espíritu  de la verdad”. “ El mundo  no puede    recibirlo  porque  no le ve  ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis  porque vive  con vosotros  y está con vosotros”  constituyen  el primero  de los cinco  pasajes  referentes  al Paráclito que contiene  el discurso  final. Aquí  nos  ocuparemos  únicamente  de los elementos  peculiares  del pasaje  que ahora   comentamos.  

            Antes de comentarlo estos versículos 16-17, será útil hacer algunas aclaraciones exegéticas. 

16. Os dé. En Jn 14, 26 se dice   que “enviará  el Padre”, al  Paráclito, pero en 15, 26  y 16, 7  es Jesús  el que  lo envía. La  atribución  de este acto al  Padre  sería  la más original. ¿Quién tiene la razón  el texto  Jn 14,16 o el texto 15, 26? Los dos. Nuevamente  recuerdo la relación “Paráclito”, el Hijo y el Padre. En el  NT  aparece  el verbo  “dar”  asociado  frecuentemente  al Espíritu  Santo, de forma  que el término   “don”  ha llegado  a designar  al Espíritu .  

otro  Paráclito : según algunos se entiende    la frase  en el sentido  de un  modificativo  adjetival  de “el  Espíritu  de la verdad”, que  va  en el siguiente  versículo: “ os dé  otro Paráclito... el Espíritu   de la verdad al que el mundo  no puede recibir”. Otro   aquí no significa lo que acostumbramos  a entender, sino como otra cualidad o dimensión del “Paráclito “. 

 17  El Espíritu  de la verdad. En el pensamiento joánico, el genitivo  es objetivo: El Espíritu  comunica  la verdad: “Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa;  pues no hablará por su cuenta  sino que hablará lo que oiga,    y os anunciará lo que ha de venir” (Jn 16, 13). Una de las misiones del Paráclito  hace relación a la verdad; así debemos entender “El Espíritu de la verdad”  

No lo percibe   ni lo conoce. El verbo que aquí  significa  percibir, theorein, puede  aplicarse  a la visión  corporal  o a la espiritual. El  mundo   no puede  ver físicamente  al Paráclito porque éste  no es  corpóreo. Pero el mundo tampoco  posee la visión  espiritual  que le permitiría  adivinar  su presencia  en los discípulos.

Lo conocéis. Este verbo  y “permanecer”, en el verso siguiente, van  en presente;  en los  demás  pasajes    relativos   al Paráclito, la acción  de éste  se describe  en futuro. Es  probable  que hayamos  de atribuir  un valor  anticipativo   a los presentes; no me alargo en esto, aunque es muy importante. Los evangelistas  no son periodistas; es cierto que cuentan; pero pensando, haciendo teología; por lo tanto el valor  de los tiempos de los verbos  nos pueden  despistar; sabremos su significado, viéndolos en su contexto, no ya cronológico, sino teológico. 

Porque  vive  ya entre vosotros. Tampoco  en este caso  se trata  de una causa o razón: inhabitación  y conocimiento  están  coordinados. Aquí  se dice  que el Espíritu  de la verdad vive  o permanece con los discípulos, mientras  que en el v.  16  se hablaba  de que el Paráclito  estaba  con los discípulos.  

            El “Paráclito”, Jesús  y el Padre.

  Para poder presentar  una exposición detallada de esta  Relación: “Paráclito”, Jesús y el Padre; tendríamos que  estudiar  lo que dice la Primera  Carta de San Juan; no podemos detenernos, aunque haremos alguna alusión.  

 De  Jesús se dice en 1 Jn 2, 1: “Hijos míos,  os escribo esto para que no pequéis.      Pero si alguno peca,  tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo.” Resulta que aquí el “Paráclito” no es el Espíritu, sino Jesús. Para no desanimarnos  diremos que “Paráclito”  indica una misión, no una persona. La misión de abogado  se aplica al Espíritu Santo; pero también al Hijo. 

En cinco  pasaje  de Jn  ( 14, 15-17.26; 15, 26-27) 16, 7-11.12-14)  se  atribuye  el título  de parakletos  a alguien  distinto de Jesús, que no actúa  como intercesor  ni se localiza en el cielo. La  tradición  cristiana  identifica  esta figura  como el Espíritu  Santo.  

 La noción  joánica  del Paráclito 

Nuestra   tesis  es que Juan  presenta  al Paráclito   como el Espíritu  Santo  en  un  cometido  especial, concretamente  como la presencia  personal de  Jesús  junto  a los cristianos  mientras  el mismo  Jesús  permanece  junto al  Padre.  Esto es muy importante. Juan no define al Espíritu Santo, sino que presenta un cometido de El: “Paráclito”; el que actúa en nombre de Cristo, haciendo sus veces, desarrollando su papel, especialmente en su ausencia.  

 Esto no quiere  decir  que el Paráclito   se identifique  sin más  con el Espíritu  Santo. Algunas   de las funciones  básicas  del Espíritu Santo, tales como  la regeneración bautismal, la  nueva  creación o el perdón   de los pecados,  nunca se  atribuyen  al Paráclito. Lo cierto  es que el autor  joánico, al subrayar  únicamente  determinados   rasgos  de la obra del Espíritu  y al exponerlos  en el contexto  del último  discurso  y de la partida  de Jesús,  trazó  una imagen  sumamente  diferenciada  del Espíritu Santo, hasta el punto  de que con toda razón  pudo dar  a la figura  resultante  un título  especial, el “ Paráclito”. Juan no trata de presentar  la figura del Espíritu Santo, sino una operación del mismo.  Creo que esto nos aclara  mucho. No obstante,   hemos de indicar que la identificación   del Paráclito  como el Espíritu  Santo: “Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo          y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Jn 14, 269  no es  un error de redacción  sino una afirmación  verdadera, aunque no exhaustiva. El “Paráclito” es el Espíritu Santo; pero Este tiene otras  manifestaciones y misiones. 

            La peculiaridad  de la imagen  joánica  del Paráclito/ Espíritu se centra  en torno  a la semejanza  existente  entre  el Espíritu  y Jesús.  Todo  cuanto se ha dicho  acerca   del Paráclito  ha sido  aplicado  virtualmente  en otros  pasajes  del evangelio a Jesús. De aquí comprenderemos  los textos del Evangelio del domingo VI del ciclo A.  

Hagamos  una comparación   entre el Paráclito  y  Jesús. 

a) La venida del  Paráclito (vv. 16-17)  El Paráclito  vendrá; también Jesús  ha venido  al mundo. El Paráclito   procede  del Padre; también   Jesús salió  del Padre. El Padre  dará al Paráclito  a Jesús; también  el Hijo fue dado  por el Padre. El  Padre enviará  el Paráclito; también  Jesús fue  enviado  por el Padre. El Paráclito  será enviado  en nombre  de Jesús; también  Jesús   vino  en nombre  del Padre;  en muchos   aspectos  el Paráclito  es a Jesús   lo que Jesús  es al Padre. 

b) Identificación del Paráclito. Si el Paráclito  es el Espíritu  de la Verdad, Jesús  es la verdad. Si el Paráclito  es el Espíritu  Santo, Jesús  es el Santo  de Dios.             .

            En consecuencia, la figura  a la que  llama Juan  “otro Paráclito”  viene  a ser otro Jesús. Teniendo en cuenta  que el Paráclito  no puede  venir hasta  que Jesús se haya  marchado, el Paráclito  es la  presencia  de Jesús  cuando éste  se ausente La promesa  que hace Jesús a los discípulos  de permanecer  con ellos  se cumple  en el Paráclito  

No es accidental  que al primer  pasaje   que contiene  la promesa  del Paráclito formulada por Jn 14, 16-17, siga   inmediatamente el versículo  que dice: “Volveré 

Versículos   18-21: el retorno de Jesús.  

La presencia  de Jesús  después  de su retorno  al Padre  se realiza  en y  a través  del          Paráclito.  No se trata  de dos presencias, sino  de una  y misma presencia.              

19        Dentro de poco el mundo ya no me verá,          pero vosotros si me veréis,          porque yo vivo y también vosotros viviréis.  

20        Aquel día comprenderéis que yo estoy en mi Padre          y vosotros en mí y yo en vosotros.

21        El que tiene mis mandamientos y los guarda,          ése es el que me ama;          y el que me ame, será amado de mi Padre;          y yo le amaré y me manifestaré a él.» 

18        No os dejaré huérfanos:          volveré a vosotros.  (Con mi espíritu: “Paráclito)  

De hecho, resulta  difícil  decir  con seguridad  qué tipo  de inhabitación  constituye  la base  para  el “ no os dejaré  huérfanos”. A pesar  de que  en la secuencia actual  el“volveré”  ha de  interpretarse   probablemente  en términos  de la venida del Paráclito.

Hemos  de preguntarnos  por la referencia  original  de estas palabras  si, como es probable, en algún  momento  fueron   independientes  de la promesa   del Paráclito. Los Padres  latinos  pensaban   que se  referían  a la parusía  prometida  en 14, 2-3. El v. 19 implica   que esa venida  se producirá  dentro de poco tiempo,  ya que la frase  no constituye  en realidad  una  indicación cronológica,  y las palabras  “ aquel día”  del v. 20  estarían   a favor   de la parusía.

Pero  en el v. 19  se dice  que el mundo  no verá a Jesús, y ello  no encaja  en absoluto  con la idea   de la parusía. Los Padres orientales  en general  entendieron  que se hacía  referencia  a las apariciones  de Jesús   después de la  resurrección; en esta  interpretación  se toma  al pie  de la letra  el “ de aquí  a poco” 

Sin embargo, es obvio que Jesús   habla  de una presencia  continuada, más bien que de las breves  apariciones    que siguieron  a la resurrección ; no sólo  las  palabras  no  os dejaré   huérfanos”, sino el tono  mismo  de todas  sus  observaciones  implican   una continuidad. En consecuencia, si  originalmente   estos versículos   se referían  a la vuelta  de Jesús   en una serie de  apariciones posteriores a la resurrección,  fueron pronto  reinterpretadas en los círculos  joánicos   en el sentido  de una presencia   permanente y no corpórea de Jesús  después de la resurrección. Esta  reinterpretación  arranca  de la convicción  profunda  de que el verdadero  don de la etapa    siguiente    a la  resurrección  era una unión   con Jesús  que ya  no habría  de depender  de su presencia  corpórea.

El tema  de la última  parte  del v. 19 porque yo vivo y también vosotros viviréis; que la vida de Jesús  es base y fuente  de la vida cristiana, es doctrina  común  del NT: “Pues del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo” (1 Cor  15, 22).   

En el v.  20  Juan  da un paso  más  y propone la idea   de que, si los cristianos   han recibido  la vida  de Jesús, habrán  de reconocer que se trata  de una vida compartida por el Padre y el Hijo. Ya hemos  indicado  que hay  muchas  clases  de fórmulas   referentes  a la inhabitación   en que  quedan  implicadas  Jesús, el Padre  y los discípulos.

            A la referencia  sobre la inhabitación  en el v. 20  sigue  en el v. 21  la condición  de que  ésta depende: guardar los mandamientos  de Jesús   y de este modo  amarle.

Los dos   primeros versos  del v. 21  reafirman a la inversa  el v. 15 y muestran   que amar  y guardar los mandamientos  no son otra cosa  que dos  facetas  distintas  del mismo estilo  de vida. El amor  lleva a guardar  los mandamientos, mientras que el amor  es la sustancia  de los mandamientos  de Jesús 

            21 y el que me ame, será amado de mi Padre;          y yo le amaré y me manifestaré a él.»

            Jesús no hace referencia  al Paráclito; aunque nos damos cuenta de que está presente su presencia, aunque de una forma disimulada, solapada. La teología acerca del Espíritu  todavía no estaba desarrollada lo suficiente, como hemos dicho.

            El que me ama, será amado de mi Padre y también del Espíritu Santo (incluyendo la misión de “Paráclito”)

            Me manifestaré a él, ¿cómo?;  de muchos modos; pero de una forma especial mediante el “Paráclito”.  

            Concluyendo: No olvidar  el paralelismo siguiente:

“Paráclito / Espíritu”  por una parte; Espíritu/ Jesús por otra. Jesús hace algunas funciones del Espíritu: como ser “Paráclito”

            “Paráclito”/ Espíritu   por una parte y Jesús/ Padre por otra. El Paráclito  manifiesta al Espíritu. El Hijo manifiesta  al Padre.

            Por último: proclamar la relación hace dentro y hacia  fuera  del Padre, Hijo y Espíritu Santo.

            El Primer anuncio del Paráclito: Jn 14, 15-17  tiene su noble réplica  en  la vuelta  de Jesús: Jn 14, 18-21.  

Volveré”: según los Padres Latinos mediante la Parusía al final de los tiempos; según los Padres  griegos  mediante las apariciones después de Resucitar; Según la  Antigua Teología ( también la actual ) mediante la Inhabitación  por gracia y por amor; según la Teología  evolucionada, desarrollada ( también actual) mediante  la Presencia del Espíritu Santo, que aquí queda  como enmarcado  en su misión de “ Paráclito”