Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, Ciclo A

Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD    

 

 

No pretendemos dar una conferencia  acerca del significado  del Corazón de Jesús, sino explicar  su celebración solemne.

            Esta Solemnidad  está en relación con la Festividad  de Jesucristo,  Sumo y Eterno Sacerdote y también con la Solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo.

            Si siempre debemos unir devoción y Teología, máxime en estas Fiestas. Quizá algunos  se inclinan más por la devoción que por el contenido de estas Solemnidades; quizá otros  se cierran demasiado en sus teologías, impidiendo el desarrollo sano y laudable de la devoción. A Dios se va con el corazón y con la mente.  

            Primeramente, de un modo general y por encima, vamos a exponer el Origen y la Difusión de esta Solemnidad, después trataremos de su Celebración y significado teológico.  

La devoción  al Corazón   de Jesús  especialmente  en el siglo XVI  viene proclamada   por los Jesuitas  y floreció  especialmente   en los círculos  de los Oratorios  franceses del siglo XVII. Toda   aspiración  a la perfección   viene orientada  a imitación  de la vida interior  de Jesús, es decir de su Corazón, expresión  cálida de Cristo.  

En  la segunda mitad  del siglo XVII  en los círculos  franceses  se comenzó el reclamo  por una fiesta  particular. Para la comunidad de San Juan Eudes  en el año  1672 el obispo de  Rennes le concedió permiso  para la celebración  de una Misa en honor del Corazón de Jesús.

Influyó  mucho  en la difusión de la Fiesta una visión de la mística  Margarita María de Alacoque ( muerta en el año 1690), en la cual Jesús, mostrando  su Corazón  y reclamando la atención sobre su amor por muchos despreciado, pide  una fiesta especial para le viernes  después de la octava del Corpus Dómini . (1675).  

            León XIII  en el año  1899  ordenó  la consagración del mundo  al Sacratísimo Corazón de Jesús mediante la bula “Annum sacrum”. Se está terminando el siglo 19  y se comienza  el siglo 20. Este hecho tiene su importancia, de aquí dicha Consagración. 

En 1856, Pío IX  bajo  la solicitud  de Gueranger concedió  la extensión  de la fiesta  a toda la Iglesia.  Queda  la fiesta; pero no está claro qué se celebra. Nunca podremos  abarcar todo el contenido, esto es normal; lo que hace falta es que la parte no impida ver el todo. 

 

La Celebración:

 

Esta Solemnidad  está establecida para el día de viernes después del Corpus. Se quiere relacionar  esta Solemnidad con el Viernes Santo.

 

A un formulario  de Misa  y de Oficio  ya existente;  en el año  1778  Clemente  XIII añade uno nuevo, en el cual está en el centro el Corazón físico de Jesús. Estamos seguros  que el Papa  no quiere reducir la fiesta al Corazón físico, aunque así lo parezca.  En el año 1929, bajo Pío  XI  se compone otro formulario de misa y de Oficio, que sustituyen a los anteriores. En ellos predomina el pensamiento de  la reparación. Quizá esta palabra  puede ser considerada de una forma unilateral  y también en su sentido menos positivo, de aquí cierto rechazo, que sentimos  hacia ella y hacia lo que la favorezca.

 

 El Misal Romano  del año 1970 recibe en parte los textos del año 1929, pero presenta  una  más rica  oferta  de textos  para la liturgia de la Palabra. De las oraciones del celebrante  son nuevas la oración colecta, el Prefacio y la oración conclusiva; la oración de ofrendas es del antiguo Misal; pero retocado.

 

Significado teológico de esta Solemnidad:

 

Quizá la mirada  del liturgista, del teólogo, difiere  un poco del hombre piadoso. Siempre  existirá  esta oposición, manifestada en ciertas celebraciones. La Teología  debe hacerse  más piadosa  y la piedad más teológica, de otro modo siempre surgirán  enfrentamientos.

            Exponemos el parecer, el punto de vista  del teólogo, del liturgista.

La fiesta  del Corazón  de Jesús    es una típica fiesta de devoción. Esta afirmación es correcta y verdadera; lo que se necesita es que la devoción  no pierda  su calidad.

La devoción  del Corazón   de Jesús y  también  la fiesta  manifiestan  desde el principio  una tendencia aislante. Todos queremos contemplar  el Todo  y nos resistimos  a contemplar las partes, aunque éstas impliquen una riqueza, un mejor entendimiento del todo.

 Esta espiritualidad   está relacionada  con el memorial  de la pasión y de la muerte  del Señor. Viene  destacada   una parte del todo, y no  solo  eventualmente  la pasión, sino una parte del cuerpo de aquél  que sufre: el corazón traspasado por la lanza.

La fiesta es una  fiesta de Idea, en la cual  no está en el centro  la memoria de un acontecimiento salvífico, sino  la idea  de un amor redentor y de la reparación.  Esto es cierto; pero siempre será noble  y útil  acentuar el amor del Señor hacia los hombres. El misterio se expone, no solamente para conocerlo, sino para vivirlo.  

 Ya  en la elección  del día  de la semana viernes   se ve claramente  que se busca la relación  con el Viernes Santo, pero se le quiere celebrar  fuera  del Triduo Sacro. No necesariamente  la celebración de la Solemnidad  del Corazón de Jesús  nos lleva a olvidar  la unidad del Triduo Sacro. Podemos al detenernos  en la parte  olvidar que forma parte del todo; pero si la celebración de las partes  nos lleva a un mayor aprecio y valoración del todo, resulta  positiva  dicha celebración.  

 Es cierto que esta Solemnidad trae  su origen   de la piedad particular  de un determinado grupo.

 Desde el siglo  XVII  la devoción  al Corazón  de Jesús  y también la fiesta  han puesto en el centro  una idea:  se trata del amor  del Redentor, que viene expresado concretamente en el corazón; a esto se añade, especialmente desde el siglo  XIX  la idea de la reparación  por todos los ultrajes  cometidos contra el amor  del redentor. En esta   fiesta, en el centro no está  la memoria de un acontecimiento salvífico, sino la idea del amor   redentor   y de la reparación; de aquí cierta duda de los liturgistas ante esta Solemnidad. El pueblo sencillo no percibe esta dificultad, sino que celebra con devoción la Fiesta, sin pensar  que quizá no  sepa lo que celebra.

 

La eucología  del Misal de Pablo VI  del año 1970  ha olvidado  esta dimensión, proyectando  otra dimensión como vamos a ver en seguida.  

            Como la Solemnidad  de la Sagrado Corazón  ha sido establecida por la Iglesia, en precisamente aquí donde  radica  su teología y su razón de ser. Diremos  que no es fácil  señalar con exactitud  el objeto de la celebración.

 En  la historia  de esta fiesta, los formularios    de la misa  han sido  distintos. La razón  quizás  radique  en la dificultad   de precisar  con claridad  el objeto  de la misma celebración.

 La Eucología menor reproduce, en parte, los textos  del Misal anterior: existe una oración colecta alternativa y el texto  de la oración después de la comunión ha sufrido retoques  importantes.

En la segunda oración colecta, que es del  Misal anterior  y en la oración  sobre las ofrendas  se habla  de  reparación  y expiación  de los pecados, concepto  que proviene   del ambiente  devocional   del cual surgió la solemnidad.  

            El texto eucológico  más válido  es  el nuevo prefacio, que se distingue   por una  particular   inspiración  escriturística y patrística;   en él   viene proclamado  el misterio  de la salvación  visto en la dimensión  cristológica, eclesial   y sacramental.  

            Vamos a analizar la oración Colecta, la primera, que es del Misal de PabloVI; después la Oración después de la Comunión, que prácticamente es nueva y por último el Prefacio, que es también nuevo.

 

            Oración colecta:

  “... recordamos  los beneficios   de tu amor  para con  nosotros”. La historia salutis  exige  tener presente las maravillas de Dios; no olvidarlas, incluso hacer memorial de ellas. Nadie puede dudar  de la densidad teológica  de esta oración. El contenido de esta exposición está en relación con la celebración del Año Litúrgico. Concédenos  recibir  de esta fuente  divina  una  inagotable abundancia de  gracia. No es una petición sentimental, devocional en el sentido menos positivo de la palabra, sino que expresamos un deseo digno. La imagen de la fuente  es bella  y llena  de simbolismo. Cuando se habla de   Jesucristo, le llamamos: Palabra, Luz, Agua viva, Pan vivo, verdadera Vid, ¿por qué no fuente divina?

 

Oración después de la Comunión:

“Este sacramento  de tu amor, Dios   nuestro.” Si todos los Sacramentos  expresan e indican el amor de Dios a los hombres, manifestado  de diversas maneras; la Eucaristía  es por antonomasia  el Sacramento del amor  y está bien  considerarlo así  en la Solemnidad del Corazón de Jesús; pues todos sabemos lo que queremos decir  cuando hablamos del Corazón. “Enciende  en nosotros el  fuego del amor”.  Cuando el hombre se siente  amado por Dios, se enciende en su corazón  como una hoguera, un fuego, que purifica  y abrasa, pues  es un fuego de amor. Noble deseo, sublime  petición al terminar la Eucaristía de esta Solemnidad. San Juan de la Cruz  llamará a  una de sus  Obras: “Llama  de amor viva”. Este amor  que prende en nosotros es de la máxima calidad, y digno de toda credibilidad  y confianza: “que nos mueva  más a unirnos   a Cristo  y reconocerle  presente  en los hermanos. Rápidamente nos viene a la mente  y al corazón la clase  de amor, que quería San Juan, tanto en su Evangelio como en sus Cartas.

            El amor de  verdad  tiene una doble dimensión  constitutiva, inseparable: amar a Dios y verle en los hermanos, siendo éstos sacramento del amor divino.

 

El Prefacio:  

“... Por Cristo, Señor nuestro. El cual, con  amor  admirable  se entregó  por nosotros...”  Afirmación densa y cuajada de teología. Cristo sabe amar  y lo hace hasta el extremo. Nadie puede dudar  que esta expresión dista mucho del sentimentalismo. Esta expresión   vertebra toda locución acerca del amor de Cristo a los hombres.

y elevado  sobre  la cruz  hizo  que de la herida  de su costado  brotaran, con el agua  y la sangre, los sacramentos  de la Iglesia”. Aquí están hablando los Padres de la Iglesia, que han sabido  hacer teología  de los hechos bíblicos. No se trata de una frase dulzona, sino  fuerte y  llena de vigor. Cristo crucificado  es la máxima garantía de que realmente nos ama. El Costado  de Cristo, símbolo de la acogida, de la intimidad, de la fidelidad, se ha convertido en fuente sacramental. La sangre del costado  no solo  produce en nosotros  sentimientos de dolor, de compasión, sino de gratitud, es una invitación a valorar  bien los gestos de Jesús en pro de los hombres. Las palabras  iluminan, aclaran la razón; pero los gestos sinceros y nítidos  encienden  el corazón.

“Para que así, acercándose  al corazón  abierto  del Salvador, todos  puedan   beber con gozo  de la fuente  de la salvación”. Cristo nos invita  a acercarnos a El, no solamente a sus enseñanzas. El lenguaje  simbólico  es el más adecuado  para  entender y comprender lo que Dios nos quiere decir. El corazón simboliza  y expresa la totalidad del ser; el  Corazón de Jesús  remite  al Jesús entero y total. El se nos presenta  sin engaños, con la máxima transparencia, haciéndose  presente y cercano. Un corazón abierto para el otro  es la máxima garantía.  

Estos textos eucológicos  deben ser la clave  interpretativa de esta Solemnidad del Corazón de Jesús. Si en otros tiempos esta Solemnidad  pudo tener  otras  dimensiones, que quizá   no estaban en plena sintonía   con el mensaje salvífico  en su totalidad; ahora  podemos decir que la Iglesia, en su  teología, en su Liturgia ha hecho que esté  en plena relación  con el Mensaje de Salvación. Urge dejar discusiones  teológicas y litúrgicas  de un cierto perfeccionismo  teológico, que no siempre  mueve el espíritu del hombre, y dejémonos  llevar  y enseñar por esta Solemnidad.   

             La Liturgia de la Palabra es rica en esta Solemnidad, pues tenemos 9 lecturas; tres  para cada ciclo.

            La Liturgia de la Palabra del ciclo A tiene presente dos consideraciones: Qué es Dios  para su pueblo, para nosotros; y qué somos nosotros, cómo debemos  comportarnos con El.

            El Corazón amante,   sede del amor, del afecto,  exige del corazón amado la misma respuesta,  el mismo comportamiento.

            Como Primera lectura  tenemos el texto del Dt 7, 6-11: Pueblo consagrado al Señor. El versículo 6 es muy importante, pues dice qué es Israel para el Señor:  

            Porque tú eres un pueblo consagrado a Yahveh tu Dios; él te ha elegido a ti para que seas el pueblo de su propiedad personal entre todos los pueblos que hay sobre la haz de la tierra.

            Si Dios se “consagra” a Israel; éste debe  vivir su “consagración” a Yahvé.  

 La elección  hace  de Israel  un pueblo  singular, una nación  santa  y consagrada  al Señor. Por su misma  naturaleza, Israel  no debe mezclarse con las otras naciones.

Es el favor  y amor  de Dios lo que  engrandece, no el número. Dios   escoge  lo pequeño  y débil  para ejercer  y  manifestar en ello  su poder y grandeza.

El versículo 7 expresa qué es lo que no ha obligado al Señor en esta elección: 

No porque seáis el más numeroso de todos los pueblos se ha prendado Yahveh de vosotros y os ha elegido, pues sois el menos numeroso de todos los pueblos. 

El versículo 8 explica el verdadero motivo de esta elección; elección, que ha supuesto para el Señor una  gran hazaña: sacar a su pueblo de la esclavitud, a la libertad. 

            Sino  por el amor que os tiene y por guardar el juramento hecho a vuestros padres, por eso os ha sacado Yahveh con mano fuerte y os ha librado de la casa de servidumbre, del poder de Faraón, rey de Egipto.           

            Si Dios  se comporta con su Pueblo de un modo sublime, maravilloso; Israel  debe hacer lo mismo. Si Israel está consagrado, santificado, debe vivir  en santidad.

            La consagración de Israel a Yahvé no se fundamenta  solo en la elección divina, sino en la misma identidad de Dios, en la condición de Señor, en su realidad, en su ser           

             Has de saber, pues, que Yahveh tu Dios es el Dios verdadero, el Dios verdadero, el Dios fiel que guarda la alianza  y el amor por mil generaciones a los que le aman y guardan sus mandamientos”. (v. 9)  

            La santidad,  por ser  una nota   constitutiva  de la esencia  misma de Dios, cuando  se predica   del pueblo  significa  que éste  ha entrado   en la esfera  divina; lleva en sí , por tanto, la idea   de consagración  al  Señor  y de separación de todo lo profano.

La teología  de la elección, tal   como se expresa  en este pasaje, constituye  sin duda  un rasgo  distintivo  de la enseñanza  del Deuteronomio.

 La elección   se puede   perder, pero nunca  se merece; es un don de Dios.  

El “rescate”  del poder  del faraón, por medio   del cual Israel  pasa a ser  “propiedad particular  del Señor”, y la consiguiente   salida de Egipto  (Dt  7, 8b) confirman la elección. La salida de Egipto  y la entrada  y toma  de posesión   de la tierra   prometida  son los   acontecimientos   fundamentales   en los que  se manifiesta   palmariamente   la elección  divina. La conciencia  de la elección  se cimenta, por tanto, en una  experiencia  histórica   de liberación del enemigo. El pueblo elegido  se debe  a un solo Dios, en quien  cree y a quien  debe adorar  en un solo lugar.

            La elección  no se interpreta  simplemente como un  privilegio, sino también  como una misión  frente a las demás naciones y como una obligación  para con su Dios.  

            Podemos decir que la elección de esta lectura  del Dt  7, 6-11 es muy apropiada y adecuada  para poder comprender  la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. No podemos extendernos más.  

           

Salmo: Estribillo: “La misericordia  del Señor   dura siempre, para los que cumplen  sus mandatos”. Este estribillo  resulta muy adecuado  e iluminador  en la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús: lleno de misericordia  y fidelidad.

 

            Segunda  Lectura: 1 Jn 4, 7-16: Dios es amor 

El tema  del amor  acapara   toda la atención  del pasaje. La afirmación  central: Dios es amor, es una   de las tres   célebres descripciones   joánicas   de la naturaleza   profunda  de Dios que, además  de amor, es espíritu (Jn 4, 24) y es luz  (1 Jn 1, 5)  

            Al decir   que Dios es amor, el autor  no pretende   dar una explicación  filosófica del ser divino, sino más   bien  ofrecer   una descripción  existencial,  es decir, quiere  recordarnos   que Dios   se nos ha revelado  en su Hijo    como un Dios que nos ama. Su actividad   más específica es el amor. Lo   es con  respecto  a su Hijo  unigénito  Jesucristo, y lo  es  con respecto  a los hombres, por cuya salvación  no dudó  en enviar  al mundo a su Hijo  querido, entregándolo  a la muerte ( Jn 3, 16; 1 Jn 3, 16; Rom  5, 8).           

            Expongo algunas ideas, sacadas  de esta perícopa. Si Dios es amor  para el hombre; éste debe responder con amor.

              En  respuesta    a este amor,  el hombre  debe, por supuesto, amar  a Dios- esto es evidente  y el autor   de la carta ni siquiera lo dice expresamente-, pero debe  sobre todo  amar  al prójimo. Esta es la novedad   del evangelio: el amor  al prójimo  se convierte  en signo sacramental  del amor a Dios.                                   

  El amor  es de Dios (v. 7).  El motivo   del amor  consiste  en que tiene  su origen  en Dios; todo  el que ama  acredita  con ello que tiene  su origen  en el mismo Dios, con quien  tiene comunión: ha  “ nacido de Dios”. Dios es amor. El amor   no sólo procede   de Dios como  de su fuente, sino que  es la misma  esencia  de Dios. Este  es el significado  profundo  de la afirmación de que  quien  ama conoce a Dios y ha nacido  de él.

            En el versículo 8 se da  una bella definición de Dios, de la cual  parte que toda actividad del hombre sea precisamente amar; de no hacerlo, no puede decir que ha nacido de Dios:

            Quien no  ama no conoce  a Dios, porque Dios  es amor”

El cristiano  no se contenta  con decir que Dios es amor, sino que debe confesar  de todos los modos y maneras  que Dios nos ama, ama al mundo; ama al mundo de una forma  especial. El mundo no fácilmente  se da cuenta  de cómo  le ama  Dios. Al mundo le gustaría otras expresiones del amor de Dios: más justicia, menos pobreza, más paz, menos guerras; que no existan terremotos; que los hombres no pasen hambre ni se maten.  También ama  así Dios al mundo; pero esto como una derivación de la gran afirmación:

En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene;   en que Dios envió al mundo a su Hijo único  para que vivamos por medio de él.  (v. 9)

En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo  como propiciación por nuestros pecados. (v. 10)  

A primera  vista  nos resulta  extraña  la conclusión del v. 11: “Queridos  míos, si Dios nos ha amado así, también  nosotros   debemos  amarnos unos a otros”. Lo lógico hubiera sido esto: también nosotros debemos amarle.

En este texto elegido como segunda lectura el autor de la Primera Carta de San Juan  no dice expresamente que el cristiano debe amar a Dios, sino al hermano, pues al amar al  otro  se supone  que amamos a Dios, pues de El procede el amor. Amamos  al  otro  con el amor que Dios nos ama.

El versículo   12 presenta  uno  de tantos efectos del amor: “ Si nosotros nos amamos  los unos  a los otros, Dios  permanece  en nosotros  y su amor  ha llegado en nosotros  a su perfección” 

Podemos decir que en este texto de la Primera de Juan, 4. 7-17 no hay una ilación lógica como  que estamos acostumbrados nosotros; San Juan habla de otra manera;  habla de una forma circular, concéntrica ; pero las ideas quedan  expresadas: Dios es amor; nos lo ha manifestado  de muchas formas; por lo tanto  debemos amarnos:  de no hacerlo  nos privamos  de muchas cosas  y debemos amar ( se entiende a Dios) al hermano de diversas maneras.

El v. 13 es de  una gran densidad  pneumatológica: es el Espíritu  garantía de veracidad, de fidelidad: “En esto   conocemos  que permanecemos  en él, y él  en nosotros: en que  él nos ha dado  su Espíritu”  

El versículo 14 explica  a qué ha enviado el Padre a su Hijo; versículo  de un  gran  contenido  soteriológico : “Y nosotros  hemos visto  y damos   testimonio  de que el Padre  ha enviado   a su Hijo  como Salvador  del mundo.” . El Hijo no solamente  nos dice una palabra acerca de Dios; no sólo nos habla del Padre, sino que nos salva. El mundo necesitaba un Salvador.

El versículo 16 es como una gran afirmación: “Y nosotros  hemos   conocido  y creído  en el amor  que Dios  nos tiene”                                   

            También debemos decir que ha elección de este texto ha sido acertada para la Solemnidad del Sagrado Corazón.           

            Evangelio: Mt 11, 25-30: El reino de Dios  revelado  a los pequeños 

Mateo   ha reunido aquí   tres dichos  de Jesús  que probablemente  tuvieron  un origen independiente. Su intención  al reunir  estas  tres sentencias  se explica  cuando  las  leemos  en el contexto  de la pregunta  acerca  de Jesús: “«¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?» (Mt  11, 3)

 Y de las  reacciones  de sus  contemporáneos: “Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: "Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores." Y la Sabiduría se ha acreditado por sus obras.» (Mt  11, 19).  

 En este contexto  de rechazo  e incredulidad  sólo  los pequeños  son capaces  de acoger  la revelación  del Padre  ( Mt 11, 25), manifestada  en las acciones  y palabras  de Jesús.  

La primera palabra  (Mt 11, 25-26) “En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque  has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños.

Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito.”

Es  una oración  de alabanza. La introducción es breve  y se dirige al Padre como señor  del cielo y de la tierra. El hecho  de que Jesús   llamara  a Dios Padre  (Abba)  refleja   la confianza   y la cercanía  que tenía  con él.

Los sabios  y entendidos  son, en este contexto  de este evangelio, los maestros  de la ley  y los fariseos , que conocen  la ley  de Moisés, pero han rechazado  a Jesús; en cambio  los sencillos   han sabido   recibir   la revelación  de Jesús  y le han  acogido.  

La segunda  palabra  de Jesús (Mt 11, 27) “Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie  sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”   está relacionada con la anterior y trata  de explicar  en qué  consiste  la revelación  a los sencillos. El Padre  conoce al Hijo  en profundidad  y lo manifiesta  en dos momentos  culminantes  de su vida, en los  que a través   de la voz   celeste   revela   su condición de Hijo  único  y amado: el Bautismo  ( Mt 3, 17)  y la Transfiguración  ( Mt  17, 5). Por su  parte, el Hijo  es  el único   que conoce  verdaderamente  al Padre y el único  que puede revelarle a través  de sus gestos  y palabras.

La tercera palabra (Mt 11, 28-30) “    «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso.

Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón;  y hallaréis descanso para vuestras almas.

Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.»  Es muy  parecida  a la invitación a hacerse   discípulos  de la sabiduría, que leemos  en los libros  sapienciales: venid a mí: “Venid a mí los que me deseáis,  y hartaos de mis productos.” (Eclo 24, 19); tomad mi yugo: “someted al yugo vuestro cuello,   que vuestra alma reciba la instrucción:          está ahí a vuestro alcance” (Eclo 51, 26). Encontraréis  descanso: “Porque al fin hallarás en ella el descanso,   y ella se te trocará en contento” (Eclo  6, 28)  

 La aceptación  y el rechazo  de Jesús  seguían  siendo  un hecho   en  tiempos   del evangelista, el cual, a través  de este párrafo  dirige  una invitación  a los cristianos  de su época.

 El rechazo   de Jesús   estaba  previsto  en el designio   del Padre, el cual    ha querido  revelar  el misterio  de Jesús a los sencillos. El rechazo  de los sabios  y prudentes  revela  que la fe  en Jesús  es un don, y no el  fruto  del esfuerzo  humano. Para  acoger   este don  hay que hacerse  sencillo ; hay  que abandonar  el pesado  fardo   de la ley  y cargar  con el yugo  suave  de la gratuidad.  

También podemos calificar de acertada  la elección de este texto de Mateo como evangelio de la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. 

Este Evangelio indica la personalidad de Jesús por una parte  que le da gracias a Dios  porque ha ocultado estas cosas a los sabios; casi podíamos decir  que Cristo se presenta malhumorado en el v, 25 a; en este  mismo versículo 25b se presenta Jesús lleno de ternura, en plena  sintonía con los sencillos, cuya actitud es modélica a la hora de acoger la donación del Padre.

En el versículo 26 Jesús se presenta lleno de autoridad, creando distancias y valorando cómo la fe es un regalo, el mejor de los regalos, es un don, que no se puede comprar, aunque sí perder. Ahonda Jesús en el contenido de “estas cosas”, pues se trata de la revelación  de la identidad del Padre y del Hijo.

Si estos vv. 25-27  sirven para indicar  cómo actúa el Corazón de Jesús  en su sentido doctrinal; los vv. 28-30  indican cómo obra Jesús en un sentido ético, moral y hasta psicológico.  

Como conclusión podemos decir  que la oportunidad   de la celebración de la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús es grande  y que  la Liturgia de la Palabra, tanto la bíblica como la eucológica  rezuman  un gran contenido  teológico muy distante del sentido sensible  y dulzón.  No es lícito reducir esta Solemnidad a la contemplación de un Corazón lloroso, no comprendido, herido por los pecados de los hombres, por su ingratitud. Ingratitud, que debe ser “pagada” por sufragios  de arrepentimiento, de expiación.            

Es cierto que celebrar  o considerar  el Corazón de Jesús  nos debe llevar a su Persona; pero en este trayecto de acercamiento podemos decir que caben todos los sentimientos  nobles: la gratitud, el dolor, la alegría, el gozo, el propósito y deseo de un comportamiento digno del Corazón, que ama.

Si hemos indicado ciertas desviaciones  posibles a la hora de “acaparar” las partes de un todo; no es menos  de lamentar  que el acercamiento a Dios sea de una forma preferentemente  intelectual, excluyendo  lo más noble de la devoción, lo más noble  del Corazón.

A Dios se le conoce  mejor con el corazón, pues el corazón tiene tiene  razones  que la razón no comprende.

Nos unimos a la Iglesia en esta Solemnidad del Corazón de Jesús  y hacemos como un propósito: Si Dios nos ama de tal manera, como hemos intentado  exponer, nosotros debemos responderle en la misma medida. Este deseo ha sido expresado  de un modo sublime por los místicos,  que saben qué es amar desde  la profundidad de Dios y desde el hondón del hombre.