IX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  

 

 

Hoy es el primer  domingo desde hace   meses  ( desde  antes de comenzar  la Cuaresma, o sea, desde  el 3 de febrero)  en que no  celebramos   ningún  tiempo  litúrgico  propio, ninguna   solemnidad  especial, sino  que sencillamente  celebramos  el domingo. De hecho, el tiempo  ordinario  empezó hace  ya tres semanas, al día  siguiente  de Pentecostés. Pero  en lo que  se refiere  a los domingos,  hemos  celebrado  últimamente  la Santísima   Trinidad y Corpus y no es  hasta  hoy, por tanto, que  volvemos  al ritmo  de los  domingos “ordinarios”.            

            Hoy   reemprendemos,  por tanto, el evangelio  según san Mateo, que es el que  nos acompaña durante  este ciclo A. Dejamos  esta lectura  continuada  al principio  del Sermón  de la Montaña, del cual  sólo  pudimos  leer las   bienaventuranzas. Curiosamente, hoy  escuchamos  su último  fragmento, una especie  de conclusión  que cierra  este largo  discurso de Jesús  que ocupa  los capítulos  5, 6, y 7 del evangelio.

            En lo que toca  a la segunda lectura, empieza  hoy  la lectura  continuada  de la carta  de san  Pablo a los  Romanos, que iremos  siguiendo  desde hoy  y durante  16 domingos ( excepto  algún  domingo en que  coincide   alguna celebración especial, como San Pedro  y San Pablo  la Exaltación  de la Santa Cruz); esta  carta  de san Pablo  nos acompañará, por tanto, todo el verano.  

                        Como Primera Lectura de la Eucaristía  tenemos  un texto del Dt 11, 18. 26-28: Exhortación. Podemos calificar  de  acertada esta perícopa  para el domingo IX del Tiempo Ordinario, cicla A.  

            No sobra  recordar la orientación de la Primera Lectura  en los Domingos del Tiempo Ordinario. Esta lectura  primera  está relacionada  de una manera considerable  con el Evangelio, de tal manera  que es como una introducción al mismo.

            Como veremos el Evangelio es de San Mateo, el final del Sermón de la Montaña, capítulo 7, 21-27. Se trata de una recomendación, de una exhortación para poner en práctica lo anunciado y proclamado en dicho Sermón.  

            Aquí también se trata de una consideración final. Vamos a contextuar esta perícopa  para así poder entenderla  mejor y sacar más provecho. Los capítulos  5-28 del Deuteronomio  tratan del Segundo  discurso de Moisés; los capítulos 5-11 son la Introducción al mismo  y los versículos   18-32 de este último capítulo son como un resumen de la Introducción, que tiene como dos miradas: una hacia el pasado y otra hacia el futuro. Dt 11, 18-25 hace referencia  a lo que precede; Dt 11. 26-32 apunta a lo que sigue. Nuestro texto sólo  toma los versículos  18.26-28; los cuales vamos a comentar.

            El versículo 18 es muy bello  e indica qué actitud tomar después de una gran consideración, después de contemplar una gran efemérides. Creo que nos podemos aplicar muy bien este  versículo. Después de escuchar  el Sermón  de la Montaña, no debemos olvidarlo, sino recordarlo “Poned estas palabras en vuestro corazón y en vuestra alma, atadlas a vuestra mano como una señal, y sean como una insignia entre vuestros ojos”. Es tan evidente  este  texto, que no necesita de explicarlo, pues las palabras hablan por sí mismas.

           

18-21. Recoge  con  algunas variantes   la exhortación  con que comienza  el primer  “escucha”: Queden en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy” ( 6, 6-9) Se dirige  a cada israelita en su conducta   personal  y como miembro  responsable  en la cadena de  generaciones. La presencia  de “estas palabras”, mandato  y exhortación, ha de ser  penetrante  y envolvente: dentro del alma  y fuera del cuerpo. En la frente  que se muestra  y en la mano  que actúa. 

            26-28 La sección, que comenzó  con el decálogo (cap.  5), se cierra  con la recapitulación  sobre bendiciones  y maldiciones, como lo pide  el esquema  de alianza. Son  el desafío  a la libertad  del hombre: no como  objeto inmediato  de elección, sino como  consecuencia  divinamente   garantizada de su conducta. Al elegir  un objeto, una acción, el hombre elige  sus consecuencias.            

            El versículo 26 es la presentación de los dos  caminos: el hombre puede elegir; pero se hace responsable de sus consecuencias: “Mira: Yo pongo hoy ante vosotros bendición y maldición”. Merece cierta consideración  el “hoy”. Hoy (este día): se insiste   en el carácter  existencial  de la celebración de la alianza: la  necesidad  de tomar  una decisión  definitiva. Después de ciertos hechos, después de ciertas catequesis, no es posible  no tomar decisiones, sino que se debe actuar.  

            El versículo  27  presenta la decisión de escoger el camino recto, el camino del bien: “Bendición si escucháis los mandamientos de Yahveh vuestro Dios que yo os prescribo hoy,”.

            El versículo 28 nos  expone el camino del mal, el camino errado: “maldición si desoís los mandamientos de Yahveh vuestro Dios, si os apartáis del camino que yo os prescribo hoy, para seguir a otros dioses que no conocéis”. Es de notar la presencia del “hoy” en los tres versículos; presencia  enfática, que indica la urgencia, la necesidad  de poner en acto, en práctica.  

            El  tema   de la bendición  y de la maldición. Es un elemento  integrante   del esquema  de alianza. Se encuentra    en los antiguos  tratados   orientales, concretamente  en los de  vasallaje, cuya estructura  presta  el armazón  a la alianza  teológica  en la Biblia. La bendición  y la maldición  anuncian   la suerte  que se prepara  a sí misma  la fidelidad  y la infidelidad a la alianza. Suponen  que Dios garantiza  y vindica  el orden  establecido  en la alianza

 Al final   de la misma  el predicador  “ pone delante”  o presenta  como personificadas  las dos suertes  que corresponden  a la bendición  y a la maldición, a fin  de que el pueblo  opte  o se pronuncie  ante la ley  de la alianza: “Si escucháis...”  “si os  desviáis...”

La función  del elemento  bendición –maldición   en la predicación  de la alianza  es la de  recomendar  la obediencia.

De esta   dualidad   de dimensiones deriva  la idea  de los dos caminos o dos suertes  de existencia: la dichosa  y la desgraciada 

Estribillo   del Salmo: Sé la   roca  de mi refugio, Señor. Es un estribillo muy adecuado, en él indicamos  y nos decantamos por el camino recto, por el Señor, a quien el Salmista considera  como Roca, en la cual uno se puede refugiar por la seguridad, que imprime. 

                        Como segunda lectura  tenemos el texto: Romanos  3, 21-25a- 28: La salvación por la fe.  

            Pasaje  de denso   contenido teológico. Este mismo   tema ha sido  ya tratado    por Pablo  en la carta  a los Gálatas.

  Esta perícopa se articula  en dos partes. La  primera, de carácter  expositivo de tono  solemne, presenta   la tesis  paulina  de la salvación  mediante la fe  en Cristo  ( Rom  3, 21-26. Pablo  reanuda, ampliando   y profundizando, el tema  de la fuerza   salvadora  de Dios anunciado  en Rom  1, 17. Pablo  se remite  a la fuerza  salvadora de Dios  y sitúa  en la fe  la  única  posibilidad  que tiene el  hombre de  verse  libre  de su destino   de pecado  y de muerte ( Pablo  entiende  muerte  en su sentido  global de muerte físico-biológica, muerte espiritual  y muerte escatológica) En realidad  lo que Pablo  excluye  es la imagen  judeo-rabínica  de un Dios  fiscal, descubriendo, por el contrario , su verdadero  rostro de padre que actúa  por amor  y que interviene  a favor  de la humanidad  pecadora

 La   segunda, caracterizada  por una secuencia  de preguntas  y respuestas  rápidas  y cortantes, deduce  las consecuencias de lo dicho: exclusión  de toda  suficiencia humana,  de toda interpretación particularista  de la acción salvadora  de Dios, y fijación  del auténtico  papel de la  ley  en la vida  del creyente  ( Rom  3, 27-31).

Sólo comentamos  los versículos 21-25 de la primera parte y el 28 de la segunda. Resumiendo, decimos:

Dios salva y lo hace, no mediante  la ley, sino mediante la fe. La única   posibilidad   que tiene   el hombre  de verse  libre  de su destino  de pecado  y de muerte, es aceptar  con fe la oferta  de salvación  que Dios le hace. Una oferta  que Dios hace  ahora y aquí, sin tener  que esperar  pacientemente  un acontecimiento  futuro, pues la  fuerza  salvadora   de Dios, su iniciativa  de gracia, ha tomado  fuerza  histórica  en Jesucristo muerto  y resucitado.

            En cuanto a la ley, Pablo  relativiza  profundamente   su valor, pero no la considera  inútil. No es fuente de salvación, pero sí  constituye  un indicador  objetivo  de comportamiento, que puede  y debe  plasmarse  en gestos  concretos  de amor.  

            Vamos a analizar  estos versículos, pues su  densidad teológica es muy grande. No sería bueno no examinar dicho contenido.            

            21 “Pero ahora, la justicia  de Dios, atestiguada  por la Ley y los Profetas, se ha  manifestado independiente  de la ley 

  Ahora: El adverbio  “ahora”  tiene sentido  temporal y se refiere  a la nueva  era que  ha sido  inaugurada, que sustituye  a la de la Ley, la circuncisión y las promesas; la etapa de la ira  cede el paso  a la de la justicia.

Independientemente  de la ley: Pablo  insiste: la Ley  mosaica nada tiene que ver  con esta  nueva manifestación  de la justicia de Dios, al menos directamente: “En efecto, yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios: con Cristo estoy crucificado  (Gál 2,19). La dispensación  salvífica  cristiana  es independiente  y está   destinada  a sustituir  a la Ley: “Porque el fin de la ley es Cristo, para justificación de todo creyente” (Rom 10, 4).

La justicia de Dios se ha  manifestado: Cf. 1, 17: “Porque en él se revela la justicia de Dios, de fe en fe, como dice la Escritura: El justo vivirá por la fe”. Ningún viviente”.  No se trata de la justicia  vindicativa  o conmutativa, sino de la bondad  y de la justicia salvífica  con que  Dios libera  a su pueblo  en una acción  que se parece  al gesto  de condonar una deuda.

  Recibiendo  testimonio  de la ley  y de los profetas: Pablo, sin embargo, concede  que el AT  estaba  en condición  privilegiada  para preparar esta manifestación  de la justicia  de Dios: “que había ya prometido por medio de sus profetas en las Escrituras Sagradas,” ( Rom 1, 2). De hecho, todavía  sigue dando  testimonio. En Romanos  4, 1-25  ilustrará    esta idea.

“La Ley  y los Profetas”  representan  el AT. 

22 “Justicia  de Dios por la fe en Jesucristo, para todos los que creen - pues no hay diferencia alguna

            Mediante   la fe  en Jesucristo. Pablo  no se refiere  a la fidelidad  de Cristo  para con  el Padre, ni pone  esta fidelidad  como modelo de conducta cristiana. Cristo  es más bien  la manifestación  concreta  de la justicia  de Dios, y el hombre se apropia  los efectos  de esta justicia  así manifestada  mediante la fe. Esta manifestación  es comprendida  tan sólo   por quienes  tienen  los ojos de la fe. 

23 “Todos   pecaron y están privados de la gloria de Dios”            

  Todos   los hombres pecaron: Pablo piensa  ante todo  en los dos grupos  históricos   de la humanidad, judíos y griegos; sin embargo  esta formulación  abarca a “todos los individuos”. Denota  las acciones personales, individuales  con que el hombre  hace el mal. No hay alusión  aquí al pecado   habitual  u original. Aunque no hay alusión al pecado original, creo que lo incluye. El pecado original es un concepto muy amplio. No se puede reducir a algo puntual; sino algo más extensivo.

 Se privaron de la gloria  de Dios: a causa  de su pecado  permanecen  sin participar  en la gloria  de Dios. Por tal  se entiende  la brillante  manifestación   externa  de la presencia de Yahvé, doxa  en los LXXX: “La gloria de Yahveh aparecía a la vista de los hijos de Israel como fuego devorador sobre la cumbre del monte” (Ex 24,17).   Para Pablo, doxa  es algo que se comunica  al hombre  cuando  éste se acerca  a Dios: “Mas todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es como actúa el Señor, que es Espíritu” (2 Cor  3, 18). Alejado  de la presencia íntima de Dios  por el pecado, el hombre  se ha privado  de algo  que fue  suyo.

Todos pecaron: todos están necesitados, todos son indigentes, eran indignos de Dios. Sería pobre reducir todos pecaron  a los pecados personales, aunque quedan incluidos.  

24 “Y  son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús,”

            24. Por su  gracia: La dispensación  cristiana  se debe  totalmente  a la benevolencia   misericordiosa y gratuita  del mismo Dios. Todos   han sido  hechos  justos:  Los hombres  consiguen  aquel estado  de rectitud  ante Dios que los judíos de la antigua  dispensación  trataban  de lograr  mediante la observancia  de la Ley; sin embargo, son   conscientes  de que no  lo consiguen  en virtud  de algo que encuentren  en sí mismos, sino que se debe  únicamente  al favor  benevolente  de Dios. 

 Por la  redención  de Jesucristo: El estado  de rectitud  del hombre  ante Dios  se hace realidad  únicamente  por le  benevolencia  y la justicia   de Dios, que se manifiesta  en la liberación  redentora  de Cristo Jesús.

“Redención   se define  muchas veces como la compra  o liberación  de un esclavo  mediante   el pago  del correspondiente   rescate. Se trata   de una nueva liberación, que  tiene  y cumple el sentido  de la liberación  de Israel  realizada  por Yahvé  en el éxodo. En principio, esta liberación  ya ha  tenido  lugar en la muerte  y resurrección  de Jesús, pero su fase  definitiva  aún  no se ha   convertido  en una realidad.  

25 a “A  quien  constituyó  Dios sacrificio  de propiciación mediante la fe  en su sangre”  

             Nótese  que la iniciativa  de este   acto  redentor  se atribuye  al Padre. Como medio  de expiación: Ni el uso  de Pablo  ni el  trasfondo  veterotestamentario  sugieren  que este término  tenga   nada que ver  con propiciación  en el sentido  de aplacar a un Dios  airado. En los LXXX  expresa   unas veces  el acto  por el que Dios  perdona   el pecado  o la supresión  ritual  de una impureza  cultual  que impide la  comunión  de una persona  o un objeto  con Dios.

            Como es también el  término  griego  para designar  el “propiciatorio”  del santo  de los santos, es posible  que Pablo  quiera  dar a entender  que Cristo crucificado  se convirtió  en propiciatorio  de la nueva  dispensación , el “medio  para expiar”  los pecados  que apartaban  a los hombres de Dios

            Creo que haría falta explicar mejor la palabra “expiar”. La Teología  ayuda a la exégesis.

 Por la fe es capital  en la argumentación: aunque   el aspecto  más importante  de la salvación  cristiana  es lo que  Jesús hizo  al morir  y resucitar, sus beneficios  sólo se participan  “ mediante la fe” 

28 “Porque pensamos que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley.”  

El hombre   es hecho  justo  por la fe: “conscientes de que el hombre no se justifica por las obras de la ley sino sólo por la fe en Jesucristo, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús a fin de conseguir la justificación por la fe en Cristo, y no por las obras de la ley, pues por las obras de la ley = nadie será justificado.”  (Gal 2. 16).

 Esta es la idea  fundamental  en la justificación   paulina. El hombre   no puede presumir, porque   su rectitud  ante Dios  no es el resultado  de su esfuerzo.

            Ante  la iniciativa   extraordinaria   de Dios, todos-judíos y paganos- son  iguales; unos y otros necesitan  de la salvación  divina ofrecida  como don.

El hombre   no puede vanagloriarse  porque la  salvación  le viene   por la fe y la fe es un don. No se trata  tanto de  contraponer  fe a obras, cuanto  el régimen  de la fe   al régimen  de la ley, o con  otras palabras, Cristo  a Moisés 

El   evangelio del Domingo IX del Cicla A es Mt 7, 21-27: Final del Sermón de la Montaña.  

            En los vv. 13-27 del capítulo 7 encontramos  cuatro comparaciones  sirven  de conclusión  a las enseñanzas  de Jesús  reunidas en Mt 5-7. Las cuatro   plantean   una alternativa: hay dos   caminos, dos clases de profetas, dos  formas  de ser  discípulos y dos maneras de edificar la propia  casa. Los que escuchan   las enseñanzas  de Jesús  tienen que elegir. Este  procedimiento  literario  se encuentra  ya en el Antiguo  Testamento ( Dt 30, 15-20; Jr 21, 8) y fue  también utilizado  por los primeros  cristianos   para definir  su estilo  de vida frente  frente   a otras formas  de vivir. Mateo  coloca   estas sentencias  al final  de su primer discurso para invitar a sus lectores a elegir  el camino  de la vida, haciendo la voluntad  de Dios  ( Mt  7 21-23)  y poniendo  en práctica  las enseñanzas de Jesús  ( Mt 7 24-27) .  

            7, 15- 23: Los clases de profetas  y dos clases de discípulos    

En la comunidad  de Mateo  los profetas  auténticamente  cristianos    eran tenidos   en gran estima: “Quien reciba a un profeta por ser profeta, recompensa de profeta recibirá, y quien reciba a un justo por ser justo, recompensa de justo recibirá” ( Mt 10, 41),  pero había  también   algunos  que se hacían   pasar por  profetas sin  serlo: “Surgirán muchos falsos profetas, que engañarán a muchos.”  (Mt  24, 11), aprovechándose   de la estima  en que era tenido  este ministerio.           

            En esta situación, el evangelista   ofrece  a su comunidad algunos criterios  de discernimiento. La  descripción  que hace  Mateo  de los falsos profetas   en este párrafo  es muy expresiva. Aunque  su apariencia   es mansa  e inocente  ( se presentan   como corderos), su intención  es  aprovecharse   de la comunidad  ( por dentro  son lobos rapaces); su religiosidad  es pura  apariencia; invocan  al Señor, pero no ponen  en práctica  su voluntad; profetizan  en el nombre   de Jesús,  pero se colocan al margen de la ley

            La clave  para  distinguir  a los verdaderos  de los falsos  profetas no es su doctrina, sino   sus obras. La autenticidad  del verdadero  profeta, como  la del árbol   bueno, se conoce  por sus frutos. No es  suficiente con que  un profeta  se presente  como tal; es necesario  que acredite  su condición  de profeta poniendo  en práctica  la voluntad  de Dios  expresada  en las enseñanzas   de Jesús .            

            7, 24-27  Las dos casas. La comparación  con la que  se cierra  el sermón  del  monte  es una invitación  a poner  en práctica  las enseñanzas de Jesús  contenidas  en dicho  sermón.

            Lo mismo  que en el conjunto  de los capítulos  5-7, el Cristo  de Mateo  defiende  aquí los derechos   de Dios  y pide  a los hombres una obediencia  incondicional

            La perícopa  elegida como Evangelio del domingo IX del Tiempo Ordinario, cicla A, no trata de los caminos ni de las clases de profetas, sino solamente de los dos tipos de discípulos  y de las dos casa; no comenta la conclusión, que son los vv. 28-29.  

            Ante un discurso  maravilloso  como es el Sermón de la Montaña, caben dos  posturas, dos actitudes: la seriedad, el tomar conciencia  de lo escuchado para ponerlo en práctica o quizá  una postura  media: escuchar; pero sin actuar, sin poner en práctica lo escuchado.

            Analizamos  los versículos:  

21«No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial.”

  Mateo  se refiere   a una situación  histórica  en que el hombre  religioso, oyente de Jesús o cristiano  de los años   ochenta, está   tentado  a hacer de la vida  cristiana  algo fácil  y admirable.

             Decir (leguein), en sentido  de pronunciar  sentencias religiosas y presuntuosas, es frecuente  en la literatura  cristiana  de este período. También ahora. 

 El doble vocativo: Señor, Señor. Algunos exégetas  dicen: podría ser un eco  de la invocación  del Cristo  celeste  en el culto  de la comunidad pagano-cristiana.  No podemos  descartarlo. Creo que para entender bien todo esto, es importante  tener presente   dos cosas: Primera el  significado del texto en sí  y el texto proclamado ahora, en nuevas circunstancias.  Se trataría  más bien de  los discípulos  que, para  atraer la atención  sobre sí mismos, tienen  constantemente   el nombre del Señor en la boca o se amparan  en su nombre  para hacer milagros. En Mateo, los discípulos  y otros interlocutores  llaman   con frecuencia  a Jesús  Señor. Se sabe  además  que este   vocablo podía  ser  una simple   fórmula  de cortesía.

 Entrar  en el reino de Dios significa   participar  en él   definitivamente  por el veredicto  favorable de Dios.  

22 “Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?

             Aquel día: alusión   al día  del juicio final. El activismo  religioso   ha apartado  al hombre  de las exigencias   más fundamentales. La profecía, el exorcismo, los milagros   realizados en nombre  de Jesús  desviaban  a muchos  discípulos de sus  deberes elementales para con  los hermanos  o el prójimo. Creo que actualmente se da esta anomalía o incoherencia.  

23 “Y entonces les declararé: "¡Jamás os conocí; = apartaos de mí, agentes de iniquidad!”

             La expresión  nunca  os he conocido  es una forma   judía de  expresarse: “No significa   que el hablante  desconozca  a sus oyentes, sino que éstos   no son nada  para él”

La iniquidad  es la desobediencia a la  ley de Dios  reinterpretada  por el Cristo de Mateo.

            24-27: Parábola   de la dos  casas: En Mateo  como en Lucas, la  reinterpretación  de la ley  por Jesús  concluye  con esta parábola. 

24 «Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca”           

             Estos   oyentes   interesados, pero tardos  en la ejecución, corresponden, pues   a los  carismáticos  de la perícopa  precedente; son los   espirituales, probablemente  provenientes  de un judaísmo  ya fuertemente  helenizado,  en los confines  de  Palestina y Siria.

El adjetivo (prudente, sabio, avisado) es característico   del vocabulario  mateano. No describe  una cualidad  del alma  o del espíritu, sino  un comportamiento  concreto; hombre   sabio  es aquel  que sabe  hacer  lo que hay que hacer  en un momento   determinado. Lo sabe  no tanto  por  intuición  o genio  personal  cuanto  por sumisión  a las  órdenes  recibidas. De acuerdo  con la tradición  sapiencial  veterotestamentaria, ser sabio  o avisado  es  creer  y obedecer, creer sin olvidarse  de obedecer. Esta  sabiduría  se expresa   en la acción: el hombre  construye  su vida, practicando  lo que ha  escuchado, lo mismo que construye  una casa. Mateo  sitúa   la imagen  en Palestina, donde   no falta  la roca  que facilita  la construcción.

            Con  frecuencia  se interpreta  erróneamente  esta parte  de la imagen, explicando  que la palabra  de Jesús   es la roca sobre  la que se debe  edificar la propia  vida. La intención  del texto  es otra: es el hecho  de poner en práctica estas palabras lo que hace  del oyente  de Jesús   un hombre  sólido 

25 “Cayó  la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca.”

             La  intención  de la parábola  destaca  la solidez  de esta casa, solidez que es  la del hombre que pone  en práctica  las palabras   de Jesús.  

26-27. Al hombre  sabio  se opone  el insensato. Esta locura  no consiste  en no  haber percibido  el valor  de las palabras  de Jesús; al contrario, estos  insensatos  se deleitan  en ellas espiritualmente . La locura   estriba  en escuchar  sin poner  en práctica. 

26 “Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena:”

27  “Cayó  la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina”

            El versículo 26 nos presenta al hombre insensato. La insensatez  consiste en no escuchar (lo cual ya es una desgracia) o  también  estriba en el escuchar; pero no se pone en práctica lo escuchado.

            El versículo 27 nos expone el resultado del hombre insensato: la ruina.  

            Mateo  invita  a su comunidad  y a los cristianos  de todos los tiempos, a enraizarse  firmemente  en las enseñanzas  de Jesús   y a traducir  estas enseñanzas  en acciones  concreta. No es suficiente  con la ortodoxia; es   necesario   que la recta  doctrina  se manifieste  en la ortopraxis, es decir, en el recto obrar.  

 El sermón  de la montaña   se clausura  así comparando a los hombres  con las casas que edifican. Externamente  pueden ser iguales; la diferencia  se nota  en los momentos  decisivos, en el momento  de la tormenta: una se  mantiene firme  y otra  cae  entre ruinas. Como  la suerte  que correrán  los hombres en el momento  decisivo: entrada  en la vida  o exclusión  de la misma.