X Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  

 

 

No sobra  el recordar con cierta frecuencia  la estructura de los domingos del Tiempo Ordinario. Primeramente recordamos que la Eucología no forma parte de la índole  de cada domingo, puesto que es única para los tres Ciclos. En algunas naciones, con permiso de la Santa Sede, han conseguido una Eucología para  cada Ciclo; en España  todavía no.

            La Segunda Lectura  tampoco entra en la ordenación del domingo, aunque sea muy importante dicha lectura, como sucede  en estos primeros domingos del Ciclo A, que leemos  la Carta a los Romanos. Nosotros nos detenemos con cierta profundidad en la exposición de esta Carta, pues su interés es considerable.

            Es el Evangelio, quien lleva la pauta, no en la lectura continuada, sino semicontinua, rayando la continuidad, incluso literal. La  Primera Lectura  juntamente con el Salmo responsorial  son como un anticipo, una especie de prólogo del Evangelio; de aquí que la homilía verse principalmente  sobre la Liturgia de la Palabra, no obstante en alguna ocasión, cuando la liturgia  eucológica  haga referencia  a la Liturgia de la Palabra, haremos un comentario, aunque breve, de la Eucología.  

            Primera Lectura: Oseas 6, 3-6: Conversión aparente.  

            La Liturgia ha elegido esta perícopa  bíblica  como Primera lectura  por varias  razones: la Primera porque el versículo 6 está citado en el versículo 13 del capítulo 9 de San Mateo, evangelio de la Eucaristía del Domingo X del ciclo A; en segundo lugar porque se puede aplicar  en su sentido positivo a  Mateo, el llamado por Jesús a seguirle; pues su seguimiento  fue sincero y para siempre. Veamos, aunque de una manera no profunda, qué dice  el texto. Podemos afirmar  lo siguiente: Oseas  exhorta a la conversión, no desde las amenazas, sino desde  la consideración  de que Dios  nos sigue  amando  y está dispuesto  a la cura  y al perdón .Es el amor   ( y el conocimiento  de Dios, puesto en paralelo  6, 6)  la clave  de todo.

            La conversión. La conversión  implica dos movimientos: sentido de culpabilidad/ buscar al Señor. La  exhortación  que a sí mismo  se hace el pueblo es buena; la vuelta  al Señor ( en el  contexto  de conversión se repiten  los dos verbos  clásicos” buscar”,volver”)  para obtener  el restablecimiento  de la salud  en un tiempo  corto  y poder  así  escapar  a la muerte. Lo que  falla   es el sentido  mecánico  e incondicionado  que dan a la venida  del Señor.

            Las palabras del pueblo  suenan  a conversión sincera. “Esforcémonos  por conocer  al Señor: su amanecer  es como la aurora  y su sentencia  como la luz. Vendrá           a nosotros como la lluvia temprana,  como la lluvia tardía que riega la tierra.”

            Sin embargo, el profeta   descubre  la falsedad de tal discurso. Mas que conversión sincera,  es cálculo, seguridad presuntuosa  que somete  al Señor a ritmos  y módulos cósmicos. El Señor-piensan-  es como la aurora: puntual e  inevitable; como la lluvia  que acude a la cita con sus dones. El Señor es perfectamente previsible, y el  hombre  puede controlar  el mecanismo  de la reconciliación. 

            “¿Qué he de hacer contigo, Efraín?  ¿Qué he de hacer contigo, Judá?          ¡Vuestro amor es como nube mañanera, como rocío matinal, que pasa!”  

            Es como si en el Señor  sobreviniera  un momento  de indecisión. Hasta  que responde  repitiendo  y retorciendo  palabras  e imágenes  usadas  por el pueblo. En el orden  agrario, son ellos  como rocío  o nube: no fecundos, sino pasajeros; esperaban la aurora   de Dios, y llegará, para  sentenciar; querían  que vendase, y hiere, pedían  vida, da muerte.

            6 “Porque yo quiero amor, no sacrificio,          conocimiento de Dios, más que holocaustos

            La verdadera   conversión  debe ir  en la línea  de Os 6,6. Israel no acaba  de comprender  que no es con el culto  externo como se agrada al Señor. El  no quiere  sacrificios  ni holocaustos  sino amor  y conocimiento  de Dios. ¿Se trata de un rechazo  radical  del culto? El ideal  sería  que coincidiesen  culto  con amor  y conocimiento del Señor.  

            El estribillo  del salmo responsorial  es acertado: “Al que sigue  buen camino, le  haré  ver la salvación  de Dios”. Los versículos 8.14 del salmo  49 pueden ser la mejor exégesis  de  Oseas 6, 2-6.  El versículo 8 suena así: “No te reprendo  por tus sacrificios, pues tus  holocaustos  están siempre  ante mí”. Y el versículo 14: “Ofrece a Dios  un sacrificio  de alabanza y cumple  las promesas  que hiciste  al Altísimo” 

            Segunda Lectura: Carta a los Romanos 4, 18-25: Fe, promesa y herencia.  

            Para demostrar    la justificación  de todos los hombres  por la fe, Pablo  arguye  que este principio  ya actuó en  el AT. Se toma a Abrahán   como ejemplo: 1) fue declarado  justo por su fe (4, 1-8). 2) no por su  circuncisión (4, 9-12); 3) ni en   dependencia  de la Ley, sino en  virtud  de una promesa (4, 12-17). Como   consecuencia, 4)  es nuestro padre, y su fe  es “tipo”  de la fe cristiana (4, 18-25).           

El último tramo del capítulo- Rom. 4, 18-25- señala   cómo fue la fe de Abrahán  y cómo debe   ser, por tanto la nuestra. La Escritura  describe la fe  de Abrahán   como una fe  profunda, fuerte, heroica, inquebrantable- contra toda esperanza, dice San Pablo-Ese es nuestro modelo. Una  fe que hizo posible  entonces  el que  Abrahán  acogiera   un designio   divino   humanamente  incomprensible, y  que  debe hacer  posible ahora  el que los cristianos  acojan  lo que  de incomprensible, tiene  tantas   veces  el misterio  de Cristo.

Por la densidad y por la importancia de esta Carta, analizamos  con cierto detenimiento estos versículos del texto elegido como Segunda lectura.  

18 “El cual, esperando contra toda esperanza, creyó”: Esperando  contra  toda esperanza. Aunque Abrahán  tenía muchos  motivos  humanos  para desesperar de llegar nunca  a  tener  descendencia, creyó, confiando  en lo que  la promesa divina  le inspiró. Le tomó a Dios la palabra   y creyó  en su poder creador  para hacer  lo que  parecía  imposible.

19 “No vaciló en su fe al considerar su cuerpo ya sin vigor - tenía unos cien años - y el seno de Sara, igualmente  estéril.”:  Su cuerpo  estaba  prácticamente  muerto: Sin prestar   atención  a Génesis  25, 1-2 que menciona   otros seis   hijos  que Abrahán  tuvo  de Queturá, Pablo  alude únicamente a Génesis 17, 1-21 ( Alianza y circuncisión ).            

            San Pablo hace su teología, lleva el agua a su molino. No parte de la realidad histórica, que quizá no le interesa, sino una realidad teológica. Si nos fijamos  en la  realidad histórica, al ser el capítulo 25 posterior  al capítulo 17, podríamos decidir que toda la deducción de San Pablo es errónea; creo que no podemos decir esto, pues el Apóstol  de los Gentiles tiene  otras miras: miras de tipo teológico. No podemos detenernos  más en esto. 

            20 “Por el contrario, ante la promesa divina, no cedió a la duda con incredulidad; más bien, fortalecido en su fe,  dio gloria a Dios,”:

 No vaciló con incredulidad ante la promesa de Dios. Dio gloria a Dios. Una expresión  veterotestamentaria: “dad gloria al Dios de Israel” (1 Sam 6,5) formula la reacción  de Abrahán, de  reconocimiento  agradecido a Dios. En medio de la  noche  (tomemos  este nombre en su sentido más amplio) no se puso triste, no se encerró  depresivamente  en sí mismo, sino que se abrió a Dios con gozo y alegría.  

            21 “ Con  el pleno convencimiento de que poderoso es Dios para cumplir lo prometido.” :  Así honró  a Dios  en tal fe, precisamente  al confiar   en la fuerza  creadora  de Dios, y estaba plenamente   convencido  de que él tiene  la fuerza   para hacer  lo que le había  prometido: “Pues él habló y fue así,  mandó él y se hizo.” (Salm. 33, 9). Así   como en el AT  es inherente  a la palabra  de Yahvé  la verdad respecto al cumplimiento  y su palabra  exige  verdad  de su cumplimiento  inminente  en la acción, así  este principio  fundamental   en la teología  veterotestamentaria  de la palabra  se concentra  en la interpretación  paulina  de la fe  de Abrahán. Podríamos alargarnos  más en esto; pero lo considero claro y no es necesario  un comentario más extenso.  

            22 “Lo cual le fue tenido en cuenta para alcanzar la salvación”:

 Esta fe  fue la que Dios  imputó (destinó)  en justicia a Abrahán  según  Génesis 15, 6” Y creyó él en Yahveh, el cual se lo reputó por justicia.”  

            23 “Y la Escritura no dice solamente por él que = le fue reputado, = sino también por nosotros 

            Este versículo 23 es muy importante, puesto que Abrahán, no solamente aparece  como modelo de fe, sino como nuestro Padre en la fe, por lo tanto aquí hay que  conjugar  Fe, Promesa y Herencia.

            Desde un principio  se ha pensado  en Abrahán  no por la simple  razón  de poner la mirada  en él, sino  para presentarlo  como ejemplo  o modelo  de la fe y como Padre de los Creyentes.  Como  el judaísmo  vio a Abrahán  y a  Jacob, bajo el aspecto  de la historia  de la salvación, como los primeros padres  de Israel con cuya elección  comienza  la historia   de la elección  de Dios con su pueblo, y,  por consiguiente, en ellos  vio cada generación  la imagen primigenia  de  sí misma, así  también  Pablo  está convencido  de que la Escritura  no ha recogido  la justificación   de Abrahán  por sí misma”, tal vez para vanagloria  de Abrahán, sino más bien, “por nuestra causa”. 

Todos: los creyentes  venidos  del judaísmo   y de la gentilidad. Pablo  destaca   que la fe  de Abrahán  no es simplemente  la aceptación  del Schema-Israel en el marco   del cumplimiento   de la ley, sino la fe  en Dios como  aquel  que justifica  al impío; es la  misma  fe, pues, que se ha abierto  en el presente  en la revelación  de la justicia   de Dios  en la muerte  de Cristo. Partiendo   de aquí, Pablo ha demostrado  que la validez  de la justificación  de Abrahán  como padre  de todos los creyentes es ya  en principio universal, para los  incircuncisos  tanto  como para los circuncisos, para los provenientes  de la ley igual que para los  “sin ley”.  

            24 “A quienes ha de ser imputada la fe, a nosotros que creemos en Aquel que resucitó de entre los muertos a Jesús Señor nuestro,”: Sino también  por nosotros.  Pablo  ha recordado  el episodio  de Abrahán  para aplicarlo a sus lectores. Es importante  recordar el  midrás: “Todo  lo que está  escrito de Abrahán  se repite  en la historia  de sus  hijos”.

                        La fe de Abrahán  es el modelo  de la fe  cristiana, porque su objeto es el mismo: la confianza  en Dios  que da vida  a los muertos, nos será  acreditada   también a nosotros: la rectitud  será  anotada  en nuestro haber  en el juicio  escatológico, siempre  y cuando  tengamos  la fe  de Abrahán. La fe   de Abrahán  en Dios, que da vida  a los muertos, prefiguraba  la fe cristiana  en Dios, que resucitó a Jesús  en un sentido único  de entre los muertos.

            25 “Quien  fue entregado por nuestros pecados, = y fue resucitado para nuestra justificación”  

             Entregado  por nuestros delitos  y resucitado  por nuestra justificación: Es muy  probable  que este   versículo  sea un fragmento  de predicación  kerigmática  prepaulina. Alude a  Isaías  53, 4-5: “¡Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba! Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado.

            El ha sido herido por nuestras rebeldías,  molido por nuestras culpas  El soportó el castigo que nos trae la paz,  y con sus cardenales hemos sido curados.”  

 Indica  el carácter  vicario  del sufrimiento  de Cristo  en su papel  de Siervo de Yhavé que quita el pecado humano  y consigue  la justificación  para los   seres humanos.  

La  formulación  paralela  de los efectos  de la muerte  de Cristo  y de su resurrección  pudo  haber sido  sugerida  a Pablo  por Is  53, 11: “      Por las fatigas de su alma,  verá luz, se saciará. Por su conocimiento justificará mi Siervo a muchos  y las culpas de ellos él soportará.”  

El término  dikaiosis expresa  primariamente  el acto   de la “justificación”. Esta fue  el motivo  de que  Cristo  fuera resucitado  de entre los muertos por el Padre. 

 En cualquier caso, el paralelismo  es un recurso  retórico  que no debería  forzarse  demasiado, como si la razón  de ser de la muerte de Cristo  fueran los pecados de los hombres  en el mismo  sentido en que la razón de su  resurrección  fue la   justificación  del hombre. La afirmación  del papel  que desempeñaron  la muerte  y la resurrección  de Cristo  en la redención objetiva  de la humanidad es digna de ser tenida en consideración; pero debemos añadir alguna observación:

En primer lugar no debemos separar muerte-resurrección; pues forman una unidad  en la historia de la salvación. Es cierto que hay como una cronología temporal; pero no teológica.

También diremos que la Muerte de Cristo no sólo es para la remisión de nuestros pecados, sino para algo más.  Hoy se admite  que aunque el hombre no hubiera pecado, Cristo igualmente se hubiera encarnado. Su Encarnación-Muerte  expresan una riquísima  dimensión, que no se agota en la  remisión de los pecados.

Tampoco la resurrección de Cristo se agota  en nuestra justificación. La resurrección de Cristo ante todo es un bien para El; es la afirmación del Padre  en pro de su Hijo.

Creo que ha merecido  la pena el analizar estos versículos, pues encierran una sana teología.  

Evangelio: Mateo: 9, 9-13: Vocación de Mateo  

            Podemos afirmar  ya desde el principio:  

La respuesta  de Mateo   a la llamada  de Jesús  es inmediata. Las comidas de Jesús con los pecadores  fueron  criticadas  por sus adversarios, pues   para los judíos  la comunión de mesa   significaba  una íntima comunión  de vida ante Dios, lo cual no podía darse entre  los judíos y los paganos.

Estructura: El relato consta de la llamada  a Mateo (v. 9); la pregunta de los  fariseos en el convite (v. 10s) y la respuesta   trimembre  de Jesús  (v. 12s).

            El relato  de la vocación  de Mateo (Mt 9, 9)  tiene muchas  semejanzas   con el de la llamada  de los primeros discípulos (Mt 4,  18-22). En este  nuevo  relato  hay, sin embargo, dos detalles   significativos. En primer lugar, el hecho  de que Jesús  llame  a un recaudador  de impuestos  para formar  parte del grupo de sus discípulos es algo  extraño, porque  los recaudadores   de impuestos  para Roma   eran considerados   por los judíos  como ladrones  y colaboracionistas, y  como tales estaban  excluidos  de la vida social  y religiosa. En segundo lugar, el evangelista  da al  nuevo discípulo el nombre de Mateo (en Mc: Leví, el hijo de Alfeo; en Lc: Leví).            

 El episodio  siguiente  se produce, según el evangelista, cuando  Jesús  abandona  el lugar  de la curación  del paralítico. Mateo  es llamado después de haber  visto  y  oído  muchas cosas  de Jesús. Creo que es necesario tener presente esto a la hora de explicar esta perícopa. Mateo conoce el obrar de Jesús  y conoce, dentro de lo posible, quién es Jesús. También es necesario recordar que la  iniciativa   para la vocación   parte  de Jesús, que le ordena el seguimiento  y Mateo  obedece  en el acto.  

            9 “Cuando se iba de allí, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le  dice: «Sígueme.» El se levantó y le siguió.           

 Los que ejercían este  cargo   eran odiados y despreciados, no sólo  porque colaboraban  con la potencia   dominadora, sino  porque sus  funciones   las ponían en contacto  habitual  con los paganos   impuros.

 Si antes  de recibir  su cargo  o arriendo, los recaudadores  de impuestos   y los publicanos  formaban  parte  de una comunidad farisea, eran despedidos  y no podían  ser  rehabilitados si no abandonaban  su puesto.  

Este nombre, derivado  del hebreo  Mattania, significa  don de Dios.  Creo merece  la pena  detenernos  un poco en esto: Mateo es un don de Dios, un regalo de su gracia, por esto mismo quiere llamarse así  y no Leví, como dicen  los otros dos sinópticos. 

Sobre el significado  particular  del verbo  seguir en este contexto, significa: únete  definitivamente  a mí para escucharme   y   servirme. Como siempre, la respuesta   del llamado  es inmediata. No se justifica  desde la  personalidad  de Mateo; sólo  la autoridad  de Jesús  puede  transformar  por completo  la vida  de un hombre  perdido. Mateo tiene una  rica personalidad  y cuando acepta seguir a Jesús, sabe a qué se compromete. Su autoridad  no queda  disminuida, sino todo lo contrario. Ante el poder del Maestro, todos los demás poderes  empequeñecen  en apariencia; pero se engrandecen en realidad.  

10 Y sucedió que estando él a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicanos y pecadores, y estaban a la mesa  con Jesús y sus discípulos.

            11        Al verlo los fariseos decían a los discípulos: « ¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?» 

  Jesús   se compromete,   al estar  en compañía   de gentes que, a los  ojos de los  judíos  fieles, estaban  pervertidas en todos los aspectos. Los tres  textos sinópticos  subrayan  el gran número   de “pecadores”  que se unen   a Jesús  y a sus discípulos  en casa de  Mateo.

            Debe   destacarse, como hemos indicado antes,  el significado  general  del banquete  en el mundo oriental y, concretamente, en Palestina. Constituía  el momento   de más íntima  comunión  desde dos puntos   de vista: el banquete  es el momento   de un servicio  ofrecido  y celebrado; es también  el momento  de la participación   común y gozosa   en los mismos bienes.  

            Jesús   no podía   conceder más profundamente  su comunión  a Mateo, que   aceptando  su invitación  a “reclinarse  “a su mesa.  

            Algunos exégetas han demostrado que en los evangelios pecadores no designan   a los hombres  en general  en cuantos pecadores, sino a una clase  social determinada, al menos  en la Palestina  del tiempo de Jesús  y desde  el punto de vista   de los fariseos.  En el judaísmo  del tiempo de Jesús, pecadores, término empleado por los fariseos  era  sobre todo para designar a los no  seguían   la interpretación  rabínica  de la Torá.  

            12 “Mas él, al oírlo, dijo: «No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal.”

 En esta respuesta, Jesús   asimila   a los enfermos  con los recaudadores  y los pecadores con que celebra un  banquete.

            La enfermedad no se refiere  quizá a los aspectos   psicológicos  o primariamente  morales  del pecado   (anomalías, vicios), sino  a una situación  o condición  ante Dios.       

13Id, pues, a aprender qué significa aquello de: = Misericordia quiero, que no sacrificio. = Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.»

            No viene  tanto a curar  las llagas morales o psicológicas  particulares  cuanto a llamar  a las personas, en todas  sus dimensiones, sin duda   al arrepentimiento o a seguirle.  

La primera parte   del versículo, exclusiva   de Mateo, es característica  de su método. Jesús   invita   irónicamente  a sus adversarios  a estudiar las   Escrituras;  

En nuestro texto, la palabra   sacrificio  resume   las prescripciones  relativas   a la pureza   ritual. Ese   sacrificio  es condenado   en la medida  en que pone  entre justos   y pecadores   una barrera  de desprecio    religioso que Jesús quiere derribar.

                        La frecuencia   con que se sentaba  a la mesa  de los recaudadores  de impuestos  y pecadores  le había  ganado fama  de comilón  y borracho, amigo de  recaudadores  de impuestos  y pecadores ( Mt  11, 19). Sin embargo, en la praxis  de Jesús  estas comidas  expresaban  la misericordia  y la cercanía  de Dios  hacia  los más alejados. Mateo introduce  la cita de Oseas: “Porque yo quiero amor, no sacrificio,          conocimiento de Dios, más que holocaustos” (Oseas 6, 6), para hacer  notar que  ante los ojos de Dios   valen más  los gestos   concretos   de misericordia, que un  culto vacío.  

            No queremos terminar sin antes comentar un poco la Oración después de la Comunión:

            “Padre  de misericordia, [...que tu misericordia...] cure  nuestras maldades y nos conduzca por el camino del bien

            Tanto en la Primera lectura como en el Evangelio hemos proclamado que Dios quiere misericordia  (amor)  y no sacrificios.

            Al concluir  la celebración Eucarística, en la Oración Final, invocamos a Dios  como Padre de Misericordia, como Padre Bueno, como Padre fiel y amante. Dios no se mueve por motivaciones  extrañas a su Misericordia. Todo su comportamiento está marcado por la Misericordia.

            El hombre, cuando se acerca a Dios, siente que realmente Dios está lleno de misericordia, es Misericordia.

            Cure tu Misericordia  nuestras maldades. El hombre no se puede redimir  por sí mismo, sino mediante la ayuda de Dios. A veces hemos  hablado demasiado de la corrección, del castigo, y no del amor. El hombre nunca dejaré  por el castigo, por la corrección, de ser malvado, sino por el Amor de Dios.

            Mateo experimentó  esto de una manera maravillosa; Dios realizó en él un cambio, no solo en el pensar, sino en el ser. Mateo dejó de ser pecador, no porque dejó  su oficio, sino porque se dejó  curar por Dios, por el Señor.  

            Tu misericordia  nos conduzca  por el camino del bien.  El hombre puede caminar mucho, incluso hasta se cansa de tanto caminar  y no obstante  camina  por caminos  que no conducen al bien, a la verdad. Mateo  quería caminar y de hecho caminó, haciendo una gran fortuna; pero sintió que estaba equivocado, que había perdido la orientación. Jesús al invitarle a seguirle, le encaminó  por el recto camino. El hombre sin Dios misericordioso no puede caminar durante mucho tiempo, pues camina  por caminos, que no llevan a ninguna parte.  

            Felicitamos a Mateo  por dejarse  guiar por el Maestro. No vale un arrepentimiento  a medias, no sincero, sino recto. Dejemos que sea la Misericordia de Dios quien actúe en nuestras vidas; dejarle al Señor actuar  significa que nosotros  dejemos nuestro camino por otro camino, quizá al principio  extraño; pero en definitiva  es un camino recto. Padre, déjanos   llamarte una y otra vez, hasta mil veces, Padre de Misericordia  y de perdón, lento a la ira y rico en piedad.            

            Sinceramente  diremos que la Liturgia de la Palabra y la Oración después de la Comunión  del domingo X es una verdadera luz para nuestro caminar.