XII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  

 

 

Lectura  Primera: Jeremías  20, 10-13 

            Perícopa  bien elegida  para “reforzar”  el mensaje del Evangelio.  Debemos advertir  que el Leccionario actual es una obra bien realizada, en la que han intervenido  muchos biblistas, liturgistas, catequistas etc.; esto no quiere decir  que las lecturas  elegidas  sean  siempre sean   las más adecuadas; pero en este caso podemos decir que  sí lo es.

            Hacemos como una presentación general e indicamos  ya desde el principio lo siguiente:  acerca de los  vv.10-13 del capítulo 20 de Jeremías  se  piensa   generalmente  que este pasaje  auténtico  está fuera  de contexto, pues su tono  de confianza rompe  con la depresión  en que se encontraba el profeta; otros admiten  que son la reacción normal de un hombre grande, de un hombre, que experimenta el poder de Dios.            

 Jeremías  se siente perseguido.  Y en estos momentos  no siente  cercana la presencia  reconfortante  que el Señor  le había prometido; su vocación entra en crisis, y Jeremías  se desahoga  reclamando al Señor  una promesa  aparentemente incumplida: “No les tengas miedo,  que contigo estoy yo para salvarte - oráculo de Yahveh” ( Jer. 1, 8); estas palabras  las había escuchado del mismo Señor.

 A estas  explosiones  líricas  de desahogo  en tiempos  de crisis  las llamamos  confesiones. En ellas  aflora  el cansancio  y el dolor  profundo de un profeta  fiel a su misión.

            La perícopa  Jer. 20, 10-13  pertenece  a la quinta confesión.

 Esta confesión tiene   tres partes, que marcan  la cumbre  del desgarramiento psicológico  en que se encuentra el profeta. La primera  parte  (Jr 20, 7-10)  es una  queja dirigida  a Dios. La secuencia  seducir-violentar-poder expresa   una acción de fuerza por parte del Señor, similar a la que  intentan  los enemigos  de Jeremías ( Jr 20,10)  El profeta  se queja  de tener  que predicar  lo que  no le gusta, de ser  por ello  objeto  de burla  y de no poder  dejar  de hablar. De esta primera parte  tomamos el versículo 10, que expresa  el sentimiento de los enemigos del profeta.

            La segunda parte  (Jr 20, 11-13)  es un  inesperado  himno  de  alabanza al Señor  que lo salva. Estos tres versículos   juntamente con el 10  constituyen el texto de la Primera Lectura de la Eucaristía.

            Finalmente   (Jr  20, 14-18) el profeta  se pregunta  por el sentido de su vida, y su respuesta  es desesperada; de estos versículos  tan interesantes  no decimos nada.

Presentamos el significado de estos versículos, tan llenos de ardor y sinceridad.              

10  Dijo Jeremías: « Oía  el cuchicheo  de la gente: “pavor  en torno”. Delatadlo, vamos  a delatarlo, mis  amigos  acechaban  mis traspiés. A  ver si  se deja  seducir y lo violaremos, lo cogeremos  y nos  vengaremos   de él»

            ¡Terror  por doquier!: Este grito  de Jeremías  se convierte  ahora en burla  e irrisión  del profeta. Jeremías sintetiza  y se hace eco de lo que dicen acerca de él. Hombre tímido, amigo de todos, se siente desechado,  temido. Creo que es una confesión clara  y punzante de lo que le cuesta ser profeta.

            Este versículo  es expresión de su situación calamitosa. Ahora cambia de aspecto, se rehace, como lo suelen hacer los grandes grandes; el pesimismo cede a la alegría, al optimismo.  

11 “Pero el Señor  está conmigo, como fuerte soldado; mis enemigos tropezarán  y no podrán conmigo. Se avergonzarán  de su fracaso con sonrojo eterno que no se olvidará” 

             Esta confianza  tiene su fundamento  en la promesa  de Yahvé: “No les tengas miedo,  que contigo estoy yo para salvarte - oráculo de Yahveh” (Jr 1, 8).

Te harán la guerra, mas no podrán contigo,   pues contigo estoy yo - oráculo de Yahveh - para salvarte  (Jr 1, 19), que recuerda  muchas veces  el profeta:

 “Yo te pondré para este pueblo por muralla de bronce inexpugnable pelearán contigo,  pero no te podrán,   pues contigo estoy yo para librarte y salvarte   - oráculo de Yahveh” (Jr, 15, 20).

En medio  de tan fuertes contradicciones, él  mantiene  firme  su confianza  en la   lealtad  de Yahvé.

Realmente  el discípulo del Señor  debe tomar  en serio las palabras de Jeremías; debe no olvidarlas. Esa intimidad  de Jeremías con Dios es expresión de la intimidad mística, expresada en el dolor-confianza  y en el amor-gozo. Solamente  los hombres de experiencia de Dios, pueden hablar así. No es poesía esta confesión, sino expresión sincera y veraz de la veracidad  de Dios.  

            12 “Señor  de los Ejércitos, que examinas  al justo   y sondeas  lo íntimo  del corazón, que yo vea  la venganza  que tomas  de ellos, porque  a ti encomendé  mi causa”

 El versículo  es un eco literal   del 11, 20: “¡Oh Yahveh Sebaot, juez de lo justo, que escrutas los riñones y el corazón!  Vea  yo tu venganza contra ellos,  porque a ti he manifestado mi causa.”.

 Esta  creencia  básica  en  la retribución  terrena  pudo  haber sido  expresada  más de una vez. Quizá nos sintamos escandalizados  nosotros, que creemos en la vida eterna, de este sentimiento de venganza de Jeremías. No debemos olvidar que el sentido de venganza en el AT tiene un significado distinto al que nosotros le damos. Que brille  la verdad de Dios es para el salmista  la mejor paga; en primer lugar porque la rectitud  queda defendida y en segundo lugar  porque al profeta  se le dará la razón.  

            13 “Cantad  al Señor, alabad al Señor, que libró  la vida  del pobre de manos  de los impíos”

 Se rechaza  frecuentemente  este versículo  juzgándolo  como una doxología  posterior. Algún exégeta, sin embargo, ha demostrado  que la expresión “de la mano  de los malvados” se encuentra  sólo  en Jeremías: “Te salvaré de mano de los malos          y te rescataré del puño de esos rabiosos” (Jr 15, 21)                

 Pobre: La palabra  pobre  en hebreo  ha desbordado  su significado  puramente  sociológico  hasta adquirir  un sentido  religioso, se refiere   al hombre  piadoso , el “devoto  de Yahvé”.

            Ahora podemos entender mejor el evangelio, que proclamaremos.  

Estribillo: “Que me escuche  tu  gran bondad, Señor”, versículo 17 del salmo 69.  

v. 8 “Por ti  he aguantado  afrentas, la vergüenza  cubrió  mi rostro”. Indica el amor del salmista a su Dios; el v. 9 expresa   su dolor  ante la incomprensión de la gente: “Soy un  extraño  para mis hermanos, un extranjero  para los hijos  de mi  madre”   

              Segunda Lectura: 5, 12-15 de la Carta a los Romanos            

            Vamos a recordar lo que decíamos el domingo anterior  para poder contextuar  estos  versículos de la perícopa de hoy. 

            La Primera parte  de esta Carta  trata  de la Salvación cristiana: 1,16-11, 35. Tiene tres secciones (importante  tener en cuenta  para no perdernos y no repetirnos sin necesidad):a) Salvación y fe, 1,18-4,25; b) Salvación y vida: 5,1-8, 39.

            Los versículos  5, 12-15  pertenecen a esta segunda sección y tratan  de la muerte en Adán y  vida en Cristo. De los versículos  12-21, que se ocupan de esto; la  Liturgia de hoy solamente  toma los cinco primeros: 12-15. 

            Hacemos una presentación  general de estos versículos tan llenos de teología, como después diremos.

 

Para  Pablo, Adán  y Cristo  son los dos polos  de la historia universal. Adán el polo  negativo  con su  carga  de  pecado  y de muerte; Cristo, el polo  positivo  en quien radican  la gracia  y la vida. Es conveniente  tener presente lo que dice el mismo Pablo en  1 Cor 15,21 “Porque, habiendo venido por un hombre la muerte, también por un hombre viene la resurrección de los muertos”. 

Se puede decir  con seguridad  que Pablo echa mano  de esta idea  expuesta  en esta  primera     carta  a los corintios  y la somete a una nueva  reflexión  en Rom 5, 12ss. Así se explica  la entrada  inesperada  en v. 12. Pablo  medita  aquí  una idea ya ampliamente  difundida. Mediante  el conocimiento  de 1 Cor  nos encontramos  en condiciones  mejores que los destinatarios  de la Carta  a los romanos para comprender tal idea.

1 Cor  15  pone de manifiesto  que la idea  de una correspondencia  antitética  entre Adán  y  Cristo  como tal existía  ya antes de  Pablo 

 En el AT ya existía este intento antitético; leemos en el Eclesiástico 25, 24: “Por la mujer fue el comienzo del pecado,  y por causa de ella morimos todos”  y en el libro de la Sabiduría 2, 24:” mas por envidia del diablo entró la muerte en el mundo,  y la experimentan los que le pertenecen

            Son los testimonios   más antiguos. Sin embargo, temáticamente  no se desarrolla  esta  significación  de Génesis  3  hasta  la apocalíptica   aproximadamente  contemporánea  de Pablo

            Vamos  a presentar  estos cinco versículos  y veremos cómo los interpreta la Iglesia y qué es lo que San Pablo nos quiere decir.

            Pablo  inicia   su descripción  del estado  del cristiano  reconciliado  comparándolo   con la anterior  condición del hombre antes de la venida  de Cristo. Se establece  una comparación  entre Adán, el  primer  padre, y Cristo, cabeza  de la nueva  humanidad. Pablo  quiere   además  destacar  la superabundancia  de la gracia  de Cristo  que reina  ahora  en lugar  del pecado  y de la muerte  que dominaron  a la humanidad   desde  tiempos de Adán .            

            Este pasaje  de Rom 5, 12-14   ha sido  durante   siglos   objeto de  discusiones,  pues  Pablo  parece  afirmar  en él  la existencia   de un pecado  hereditario. De  hecho, la tradición  exegética  católica  lo ha   interpretado  casi  unánimemente especialmente ( sobre  todo  5, 12 .19)   Por tanto, como por un solo hombre  entró el pecado en el mundo  y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron  en el sentido de una  causalidad  universal  del pecado  de Adán con respecto  a la  condición  pecaminosa  de cada hombre en concreto.

 Esta  tradición  encontró  su expresión  formal  en el decreto  tridentino  Sobre el  pecado original  ( Ses. V, 2-4). Haciéndose   eco  del canon  segundo  tanto del  Concilio  XVI  de Cartago ( año  418; DS 223)  como del Concilio II de Orange ( año 529; DS 372. Transcribo el Decreto del Concilio de Trento, DS 1514:

“Quienquiera  niegue  que los niños  recién  nacidos   del seno  de sus madres, no han de ser  bautizados” aun  cuando procedan  de padres bautizados, o “o dice  que,  efectivamente, son  bautizados  para la remisión  de los pecados, pero  que de Adán  nada  traen  del pecado  original que haya  de expiarse por el lavatorio  de la regeneración” para conseguir  la vida  eterna, “ de donde consecuentemente  se sigue  que en ellos  la fórmula  del bautismo  para la  remisión  de los pecados, ha de entenderse  no verdadera, sino  falsea, sea anatema”

Porque   lo que dice  el Apóstol: “Por un solo  hombre  entró el pecado  en el mundo  ( y por  el pecado  la muerte) y así  a todos  los hombres pasó, por cuanto  en aquél  todos  pecaron” ( Rom 5, 12), no de otro  modo ha de entenderse que como siempre  lo entendió la Iglesia  católica  por el mundo  difundida. Porque  por esta regla  de la, “ según  la tradición  apostólica “ aun los niños  pequeños que todavía  no pudieron  cometer  ningún  pecado  por sí mismos, son  verdaderamente bautizados para la remisión  de los pecado, a fin  de que  por  la regeneración  se limpie  en ellos  lo que por  la generación  contrajeron” [ 223, se refiere al Concilio de  Cartago].  

Este Decreto  dio una  interpretación  definitiva  al texto   paulino  en el sentido  de que  las palabras   de  Pablo  enseñan   una formulación  del dogma   del pecado original. Es éste uno de los  pocos   textos   de la Escritura  que ha  recibido  este  tipo de interpretación.

            Pero   hay que poner mucho  cuidado  para entender  lo que dice  Pablo  y no  transformar   demasiado a la ligera  su expresión  en las precisiones   del desarrollo  dogmático   posterior. Es obvio  que no utiliza  el término  “pecado original”, término  que se  consolidó  en tiempos  de san Agustín. Trento apeló  en su decreto  al sentido  de las palabras  de Pablo  tal como  éstas   fueron  entendidas    en la Iglesia, en todo  tiempo y lugar. Aunque  en la tradición  se daban  diferencias  sobre algunos  detalles  o sobre  la manera  de entender  algunas   palabras, se estaba  de acuerdo   en cuanto  al hecho  del pecado  y a su extensión.  Sin embargo,  estas mismas  diferencias  tienen  su importancia, pues  demuestran  que la formulación  de Pablo  ha de tomarse  en su justo  valor. Pablo  ciertamente   piensa  en el relato  de la caída  según  Gn  1-3, pero prescinde  de sus detalles  dramáticos   para utilizar   la verdad teológica  de la  esclavitud  del hombre  por causa   del pecado. Gn  1-3 describe  expresamente  la pérdida  del trato  confiado  con Dios  y los males  que de  ahí  se siguieron: el trabajo, el dolor y la muerte para Adán y Eva. Las  palabras  de Pablo  son la primera  enunciación  escriturística  clara   de las funestas  consecuencias  del pecado  de Adán  sobre la humanidad  en términos  de un extenso  pecado.

Aunque  Pablo  está  primariamente  interesado  por el contraste  de la universalidad  del pecado  y de la muerte con la universalidad  de la vida  en Cristo,  no sólo  señala  el comienzo de estos  fenómenos  universales, sino también  su causalidad   capital  ( Adán  o Cristo).

 La idea de  que “ todos”  incluye  a los niños  es una  precisión  debida a   ulteriores  controversias, que Pablo  no tuvo  en cuenta.

Nótese que el Concilio  de Trento  fundamentó  el bautismo de los niños  en la afirmación de Pablo (“ideo”). En cuanto  que: Es muy discutido  el significado de eph ho. (Por Cuanto).  Las  interpretaciones  menos   convincentes  lo entienden   como un relativo  estricto:  “en el cual”, interpretación  fundada  en la traducción  de la VL, “in quo”, y comúnmente  usada en la  Iglesia  occidental a partir del Ambrosiáster. Esta  interpretación no era conocida  de los Padres griegos antes de  Teofilacto. 

Ahora vamos a comentar  desde la exégesis bíblica  los versículos  de la Segunda Lectura de  la Eucaristía del  Domingo XII del Tiempo Ordinario.  

12 “ Hermanos: lo mismo  que por  un hombre  entró  el pecado  en el mundo y por el pecado la muerte, y así  la muerte  pasó  a todos  los hombres  porque  todos  pecaron”  

            Hay que evitar el culpar totalmente a Adán del pecado y de la muerte, que entró  en el mundo; quizá una lectura superficial del Concilio de  Trento nos lleve a esta idea; la exégesis moderna amplía más la responsabilidad, acentuando la parte de cada hombre en el pecado y en la muerte, que de él se deriva; pero nunca  debemos olvidar alguna responsabilidad a Adán.

            Los mayores   problemas   exegéticos  se plantean  en 5, 12d: “por cuanto todos pecaron;” y se   centran  en torno  al significado  de tres expresiones: “muerte”, “pecaron”  y la  locución eph ho (Por cuanto)

            Por  un hombre: nótese cómo  se carga  el acento  sobre “un solo  hombre” en este párrafo; la expresión  se repite  doce veces. El contraste  entre “uno” y “todos” (o “muchos”)  destaca  la universalidad del influjo  de que se trata. Aquí, el “un solo hombre”  es Adán, el hombre del relato del Gn, cuya  trasgresión  desobediente  introdujo  en el mundo del hombre  una fuerza  del mal activa   y desatada: el pecado.

                        El pecado  entró   en el mundo : Hamartía   es un  poder  maléfico personificado, enemigo  de Dios  y capaz de separar  de él a los hombres, que   dominó  la escena   de la historia  humana desde  la  trasgresión  de Adán: “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal de modo que obedezcáis a sus apetencias” ( Rom 6, 12); “El aguijón de la muerte es el pecado; y la fuerza del pecado, la Ley.”  (1 Cor 15, 56).

Nada hay  en el texto  que dé  a entender  que hamartía se  restringe  al acto  mediante  el cual  pecó  Adán. Se trata  más bien  del Pecado, con mayúscula. A través de  este pecado  entró la muerte

Todos pecaron: El vb. Hemarton  no se debe  traducir  “pecaron  colectivamente” ni “pecaron en Adán”. El vb. hace  referencia  a los pecados   personales  y reales  de los seres humanos, como  indica   el uso   paulino   en otros lugares: “Pues cuantos sin ley pecaron, sin ley también perecerán; y cuantos pecaron bajo la ley, por la ley serán juzgados;” ( Rom 2, 12)  y como  lo entendieron  los Padres   griegos.

  La última  oración  del v. 12 “porque  todos  pecaron”  expresa así  la relación  secundaria  de causalidad   que los pecados  reales  de los seres humanos  mantienen con  la   condena  de éstos  a “ muerte”. Sería, pues,    falsear la idea  central  del párrafo entero interpretar  5, 12 como  si diera   a entender  que la condición   humana  antes  de la venida de Cristo  fuera debida    únicamente a los pecados personales. Ya lo hemos indicado anteriormente.

 Otra  personificación  es Thánatos (muerte). La “Muerte”  no es la  muerte  física, corporal, la separación  del cuerpo  y el alma , sino que denota  la muerte espiritual  como separación  definitiva entre el hombre  y Dios , fuente   única   de la vida

Al comienzo  del v. 12 el pecado y la muerte  se atribuyen a Adán; ahora  la muerte  parece  deberse  a los actos humanos. No  se debe  perder   de vista, sin embargo, el adverbio  “de este  modo” (5, 12c), que establece   una conexión  entre le pecado  de “un hombre” y la  muerte de “todos   los seres humanos”. Así, en el  v. 12  Pablo atribuye  la muerte   a dos causas, relacionadas  entre sí: a Adán  y a todos   los pecadores  humanos   

13 “Porque, aunque  antes de la ley había pecado en el mundo, el pecado  no se imputaba  porque no  había ley”.

 Texto complicado  y unilateral. San Pablo tiene una forma de interpretar la Biblia, que puede desconcertar: primeramente  por su peculiaridad  y después por su  unilateralidad, como diremos ahora. 

Antes   de la ley  había  pecado  en el mundo”. Desde  Adán  hasta  Moisés, la fuente  de “muerte” fue  el pecado  de Adán. Los seres  humanos, desde luego, cometieron  maldades. Leemos  en Génesis 6, 5-7: “Viendo Yahveh que la maldad del hombre cundía en la tierra, y que todos los pensamientos que ideaba su corazón  eran puro mal de continuo, le pesó a Yahveh de haber hecho al hombre en la tierra, y se indignó en su corazón.

Y dijo Yahveh: «Voy a exterminar de sobre la haz del suelo al hombre que he creado, - desde el hombre hasta los ganados, las sierpes, y hasta las aves del cielo - porque me pesa haberlos hecho.»” San Pablo nunca alude  a este texto, que indica  que el hombre había pecado.

            Pablo no distingue  bien la diferencia  entre la ley natural, escrita en el corazón de todo hombre, y una ley externa. En este  tiempo  el pecado  realmente  existente no fue  imputado, puesto que no existía la Ley de Moisés, aunque existía la ley de Noé.  Pues a pesar  de eso, la muerte reinó  desde Adán  hasta Moisés, incluso  sobre los que no habían  pecado con un  delito  como el  de Adán, que era figura  del que  había de  venir

 Pablo  veía   la historia  humana   dividida  en tres períodos. El primer período,  desde Adán  hasta Moisés, careció  de ley;  en él  los seres  humanos   hacían  el mal, pero no  transgredían  ley alguna. En el  segundo  período, desde Moisés hasta el Mesías, “se añadió  la ley” (Gál 3, 19),  y el pecado  humano  se entendió   como una   trasgresión  de ella. En este   período   se daba, además   de la influencia   del pecado de Adán, el factor   coadyuvante de las transgresiones  en ese   momento  imputadas porque   existía   una ley. En el tercer período  ( el  del Mesías)  existe  libertad respecto  a la ley  en virtud  de la gracia   de Cristo: ( 8, 1), que no pecó como Adán: lit., “ a imitación  de la trasgresión  de Adán”. En  esta ocasión  se distinguen   hamartía, “ pecado” y parabasis, “ trasgresión”; esta última  es el aspecto  formal  de una obra  mala  considerada  como  infracción  de un precepto. A Adán  se le había  dado un  precepto: “mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio” (Gen.  2, 17; 3, 7), pero  quienes   vivieron  en el primer  período  (sin ley) no hicieron el mal como él, pues no  infringieron  preceptos. Una vez más, Pablo  pasa  por alto  la llamada  legislación  noáquica: “Sólo dejaréis de comer la carne con su alma, es decir, con su sangre, yo os prometo reclamar vuestra propia sangre: la reclamaré a todo animal y al hombre: a todos y a cada uno reclamaré el alma humana. 

Quien vertiere sangre de hombre,  por otro hombre será su sangre vertida,  porque a imagen de Dios hizo El al hombre.” (Génesis 9, 4-6). En el primer período ya existía una ley: la ley de Noé, aunque no la ley de Moisés.           

15 “ Sin embargo, no hay  proporción  entre el delito  y el don: si por la culpa  de uno  murieron  todos, mucho más, la gracia   otorgada  por Dios, el don  de la gracia que  correspondía a un solo  hombre, Jesucristo, sobró  para la multitud  

La masa  de la humanidad: Lit., “los muchos”, que significa: “todos” (cf. 5,18; 12, 5; 1 Cor  10, 17). El don  gratuito: el  favor   benevolente   de Dios  que asegura  la justificación. Todavía  más  espléndido: para  que la  comparación  con Adán  no parezca  una afrenta  a Cristo, Pablo  hace hincapié  en la calidad  sin par  de  la influencia  de Cristo  sobre la humanidad. El  primer modo  de expresar  esa  superabundancia  es la   manifestación  del  favor  de Dios  muy  por encima  de cualquier otra  misericordia  que el pecado  pudiera   haber suscitado.  

                        La comparación  entraña  un paralelismo  antitético entre  la muerte  causada  por Adán  y la vida traída  por Cristo.

            La antítesis  queda   formulada  de otro modo  en 5, 15-17: “Pero con el don no sucede como con el delito. Si por el delito de uno solo murieron todos ¡cuánto más la gracia de Dios y el don otorgado por la gracia de un solo hombre Jesucristo, se han desbordado sobre todos!

            Y no sucede con el don como con las consecuencias del pecado de uno solo; porque la sentencia, partiendo de uno  solo, lleva a la condenación, mas la obra de la gracia, partiendo de muchos delitos, se resuelve en justificación.

            En efecto, si por el delito de uno solo reinó la muerte por un solo hombre ¡con cuánta más razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia, reinarán en la vida por un solo, por Jesucristo!” 

            Soy consciente  de lo complicado  que resulta esta exposición; pero sentía como un deber el aclarar, dentro de lo posible, lo que Pablo quiere decir.

            Su finalidad  estaba clara: aceptar el pecado existente en la humanidad, debido a un solo hombre; pero la gracia es mucho mayor, debido a otro hombre: Cristo. 

            A nuestro  sentido de la  justicia le puede parecer extraña la afirmación de Pablo, pues cada uno es responsable de sus actos. La gracia como es gratuidad, don, no resulta  extraña la afirmación de que por un hombre (Cristo) vino la salvación a los hombres.  

            Evangelio: Mateo 10, 26-33 

            El domingo anterior leíamos  parte de la primera parte del “discurso de misión”: el envío   de los discípulos; hoy leemos la segunda parte del “discurso de misión”: el anuncio  del destino que les aguarda, no en su totalidad, sino también una porción de la misma.

             10, 26-33: Confianza  y valor  en la persecución 

            La  persecución  no debe  desanimar  a los mensajeros  del evangelio. La triple  exhortación: no  temáis ( Mt  10, 26.28.31) introduce  tres motivos  de confianza: la fuerza   del evangelio  es imparable; cualquier   pérdida   sólo  puede ser  parcial; Dios cuidará  de ellos. Todo  ello debe  animar  a los discípulos  a dar siempre  testimonio  de Jesús.

 Parece  que estas  palabras de Jesús  estaban  ya unidas  en la tradición (Lc 12, 2-9). Sin embargo, la ambientación  misionera  de estas exhortaciones  es propia de Mateo. La expresión no temáis, que se repite  tres veces, se usa   frecuentemente  en el Antiguo Testamento  para asegurar  la ayuda   divina: “No temas, que contigo estoy yo; no receles, que yo soy tu Dios. Yo te he robustecido y te he ayudado,  y te tengo asido con mi diestra justiciera” (Is 41, 10); “No les tengas miedo,  que contigo estoy yo para salvarte,  oráculo de Yahveh “(Jr 1, 8)  

 Ahora estas palabras  de consuelo  se dirigen a los discípulos  para que superen  el miedo  y la angustia  que trae consigo la persecución.

26     En aquel tiempo  dijo  Jesús  a sus apóstoles: « No tengáis  miedo  a los hombres  porque  nada  hay cubierto  que no llegue  a  descubrirse; nada  hay escondido  que no llegue  a saberse»

27     « Lo que  os digo de noche  decidlo en pleno  día, y lo que os digo  al oído  pregonadlo  desde la azotea»

 Pues  no  anuncia  una conclusión lógica, sino  una nueva  exhortación  fundada  en lo que precede. El sentido  no es “no los  temáis, porque no  podrán  hacer nada  contra vosotros” , sino  no los  temáis , porque  no podéis  aspirar  a un destino  menos doloroso   que el de vuestro Maestro”: «No está el discípulo por encima del maestro, ni el siervo por encima de su amo. Ya le basta al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su amo. Si al dueño de la casa le han llamado Beelzebul, ¡cuánto más a sus domésticos!» (Mt 10, 24-25). Estos versículos son los precedentes a los versículos  26-27.

Todo hay que temerlo  de los perseguidores, pero hay  que asumir  este miedo  y confesar  la nueva fe. Creo que caben  las dos opiniones: la general, la más común: tener miedo a las dificultades; la segunda opinión, la que hemos expuesto: nuestro dolor es menos que el dolor de Cristo. Siempre  Jesucristo será paradigma de sus discípulos  en el tocante al sufrimiento.

 Dios   quiere dar a conocer  a todos el misterio del reino  mediante vuestro testimonio; por lo tanto,  que nada   os detenga en vuestro  oficio  apostólico. Lo que está oculto  debe revelarse  no sólo  a los discípulos, sino a todos  los hombres.

 Lucas dice: “Porque cuanto dijisteis en la oscuridad, será oído a la luz, y lo que hablasteis al oído en las habitaciones privadas, será proclamado desde los terrados” (12, 3). En el fondo, la enseñanza   de Lucas  coincide  con la de Mateo.            

            28 « No tengáis  miedo  a los que matan  el cuerpo, pero  no pueden  matar  el alma. No; temed  al que puede  destruir  con el fuego  al alma  y cuerpo.» 

  El aviso  es muy realista; la muerte  de los testigos   es considerada no como  una posibilidad  accidental, sino como  una posibilidad  providencial; en   definitiva, no hay que  temer a la muerte. La idea del versículo  no es, pues, que el cuerpo  tiene  poca importancia con respecto  al alma, sino que  sólo  Dios decide  del destino  de la persona entera. Dios  tiene tal  poder porque es  creador  del hombre: sólo  él es capaz, incluso  frente  al poder satánico, de salvar  o perder  al hombre.  

            29« ¿ No  se venden  un par  de gorriones  por  unos  cuartos? y , sin embargo , ni  uno solo  cae  al suelo sin que  lo disponga nuestro Padre» 

            30 « Pues vosotros  hasta  los cabellos  de la cabeza  tenéis  contados »

            31 « Por eso, no tengáis  miedo, no hay  comparación  entre vosotros  y los gorriones»

            Estos  tres versículos    forman  un bloque, pero  el v. 30  debe haber tenido  una existencia   independiente.  

El  v.31  repite  la idea  del v. 29, interrumpida  por la ilustración  tradicional del v. 30, cuyo  tema  se encuentra   por doquier. Los pelos   de la cabeza  son ejemplo  proverbial  de lo incontable: “Son más que los cabellos de mi cabeza los que sin causa me odian;          más duros que mis huesos  los que me hostigan sin razón. (¿Lo que yo no he robado tengo que devolver?)”  (Sal  69, 5)  

 Han sido  interpretados  en varias  direcciones. La  más común es la siguiente:     ningún  pájaro  cae  a tierra, en el sentido de morir sin que Dios  lo quiera; tampoco  vosotros  moriréis  por el evangelio  sin que Dios  lo quiera. Vuestra muerte  no os debería   asustar, puesto que  tiene  un sentido  y Dios  no está ausente.  

            32 « Si uno  se pone de mi parte  ante  los hombres, yo también  me pondré  de su parte ante  mi Padre del cielo».

            33 « Y si  uno  me niega  ante  los hombres, yo también  lo negaré  ante mi Padre  del cielo »                 

 No se trata   de una confesión  en general, sino  de la confesión  de expresada en los  vv. 26-31.  El  Cristo  de Mateo  aparece  súbitamente  aquí  en su función  de confesor, es decir, de intercesor  a favor  de los hombres  ante Dios. El término  confesar, en esta construcción, no significa  tanto  declararse por alguien  como declararse  solidario de alguien. El Cristo de Mateo  declarará  ante Dios  que estos confesores  de la fe  son sus apóstoles  y que han  cumplido  bien la tarea  que les había  encomendado . De la misma manera, los mártires   cristianos  deberán  declararse  por su muerte solidarios   de Cristo.

Aquí    se advierte   que: 1) la confesión   es estrictamente   cristocéntrica, decantarse  discípulo   de Cristo Jesús; 2)  el texto  no exalta la muerte  violenta por sí misma, sino como confesión  de Cristo 

            A modo de conclusión:

 Hemos empleado mucho tiempo en la Segunda Lectura; la creía interesante. La Primera Lectura  como el Evangelio  resultan fáciles de comprender. Jeremías en su  dolor y en su intimidad con el Señor  resulta  punto referencial para cualquier discípulo del Señor.