XXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  

 

 

Lectura Primera: Isaías   22, 19-23 

            Quizá sea conveniente recordar una vez más la razón de la elección de la Primera  Lectura. En pocas palabras: abrir paso al Evangelio. Podemos estar de acuerdo o no a la hora de dicha elección, si ha sido la más  oportuna. Esto que podemos decir  todos los domingos, en este domingo XXI debemos añadir algo más para poder comprender  dicha elección y al mismo tiempo que nos sirva de clave interpretativa del Evangelio. En la Biblia hay un lenguaje que podemos llamar “tipológico”,  que los evangelistas, especialmente Mateo, usan. Consiste en ver en el AT lo que sucede en el NT. La anticipación  se llama “tipo”  y lo anticipado “antitipo”. El texto de Isaías  22, 19-23 es un “tipo” del Evangelio de Mateo  16, 13-20. Si no tenemos esto presente, nos costará ver la relación entre las dos lecturas.

            Lo principal no es si fue realmente histórico el suceso, que nos narra Isaías, sino su significado “tipológico”  con respecto al Evangelio. Es esta razón tipológica la que ha motivado la elección de esta Primera lectura.  

            Presentemos ahora  la perícopa de Isaías: 22, 19-23. El capítulo 22 tiene como dos partes: Oráculo contra la euforia  de Jerusalén: vv. 1-14; y el oráculo  contra  Sobná, el mayordomo  de palacio: vv. 15-25.  

            Oráculo  de denuncia  y castigo  contra  Sobná, alto  oficial  de la corte, al parecer  de origen  extranjero. El delito   no es muy claro: se condena  la construcción  de un mausoleo, quizá por el lujo  que supone  en momentos difíciles  para el pueblo, o por hacerlo  en un lugar que no le corresponde. La condena  parece, en cambio, referirse  al destierro.            

Hubo  ocasiones   en que los profetas denunciaron   ásperamente  a algunos  individuos  que obstruían  la obra  profética o pervertían  el mensaje. Sebná  era uno  de los oficiales  de la corte que trató  de persuadir  a Ezequías  para que se  sublevase  con Asiria  y pidiese  ayuda  a Egipto, con lo que  se oponía  directamente  a la política  de neutralidad  que preconizaba  Isaías: “y dile:   «¡Alerta, pero ten calma! No temas,          ni desmaye tu corazón   por ese par de cabos de tizones humeantes” (Is  7, 4)

 En el versículo 15 de este capítulo 22 de habla del mayordomo de palacio Sobná: “Así dice el Señor Yahveh Sebaot:      Preséntate al mayordomo, a Sebná, encargado del palacio, “  

En Is  22, 19-25  se anuncia   la sustitución   de Sobná  por Eliaquín. El traspaso  de  poderes  está simbolizado  en las llaves y en otros  distintivos,  y se   habla  de su eficacia  y prosperidad   iniciales.

Presentemos los versículos; pero siempre recordando su sentido “tipológico”  

19 “Te empujaré de tu peana          y de tu pedestal te apearé.”

El poder  que tiene Sobná  le será quitado; no será desde ahora mayordomo  de palacio; las causas  pueden ser múltiples: su deseo de pactar  con Egipto; el abuso de poder al construirse  un lujoso mausoleo. 

            20 “Aquel día llamaré a mi siervo Elyaquim,  hijo de Jilquías  

Aunque hemos dicho que lo importante no es la verdad histórica, sino su significado; en honor  a la verdad, debemos admitir  que se trata también de un hecho histórico, pues leemos en Isaías, 36, 3:  El mayordomo de palacio, Elyaquim, hijo de Jilquías, el secretario Sebná y el heraldo Yoaj, hijo de Asaf, salieron donde él.”

            Elyaquin aparece  ya como mayordomo  y Sobná  como secretario. El poder que tenía Sobná ha pasado a Elyaquin. Este hecho es anunciado de una forma  bella, casi descriptiva  en el versículo 21: 

            21 Le revestiré de tu túnica,  con tu fajín le sujetaré,   tu autoridad pondré en su mano,  y será él un padre  para los habitantes de Jerusalén  y para la casa de Judá.  

            Lo  importante  de todo  este complejo  engranaje  cortesano  no fueron  tanto  los acontecimientos  en sí mismos  cuanto  la carga  de esperanza, casi  diríamos   mesiánica  que Isaías  depositó  sobre  el futuro  nuevo mayordomo  Eliaquías.           

            Con símbolos que más tarde  se apropiaría    la literatura  apocalíptica  pinta  al elegido  por Dios  revestido  de todo poder, con túnica, cinturón  y cetro  en sus manos.

            Su comportamiento   será  tan  humano  que merecerá  el honroso  y familiar  apelativo  de “padre” entre todos  los habitantes  de la casa de  Judá 

            22  Pondré la llave de la casa de David  sobre su hombro;  abrirá, y nadie cerrará, cerrará, y nadie abrirá.”  

            La llave  de la casa  de David: La llave, símbolo  de la autoridad  del mayordomo  para otorgar  o negar  la admisión  ante la real  presencia, se llevaba  sobre  el hombro.

            Abrir  y cerrar  las puertas  de la “casa del rey  era un función  del visir  egipcio, cuyo equivalente  en Israel  es el maestro  del palacio. Esa  será  la función  de Pedro  en la Iglesia, reino  de Dios, Mt 16, 19.  Ap 3, 7 citará  este texto  y lo aplicará  al Mesías, como lo hace  la liturgia  en la antífona  del Magníficat   en las vísperas  del 20 de diciembre: “ O clavis  David  et sceptrum  domus   Israel 

            23 Le hincaré como clavija    en lugar seguro,  y será trono de gloria  para la casa de su padre 

            Clavo  que sujeta   y tensa  las cuerdas  de las tienda. Imagen bella y transparente. Tal será  su seguridad  en el poder. El versículo  24  describe  los efectos  de esta seguridad: “Colgarán allí todo lo de valor de la casa de su padre - sus descendientes y su posteridad -, todo el ajuar menudo, todas las tazas y cántaros.”. La lectura de este versículo nos anuncia que todo  este oráculo no se puede  referir literalmente a Elyaquin, sino a alguien  que está todavía  muy lejos en el tiempo. Esta duda  o esta  intuición queda confirmada  por el v. 25: “Aquel día - oráculo de Yahveh Sebaot - se removerá la clavija hincada en sitio seguro, cederá y caerá, y se hará añicos el peso que sostenía, porque Yahveh ha hablado.”  Elyaquin sustituyó a Sobná; pero tampoco él será   el depositario de la autoridad, sino Otro: El Mesías; Pedro en la Iglesia.

            Debido a este lenguaje  “tipológico”  vemos acertada la elección de esta lectura  para el domingo XXI del ciclo A, donde leemos el capítulo 16 de Mateo, 13-20.              

Señor, tu misericordia   es eterna, no abandones  la obra  de tus  manos. Estribillo del salmo responsorial  del salmo 137 

  Salmo de acción de gracias. El amor   y la fidelidad  de Dios que escucha  y defiende  a sus fieles, provocan  la acción  de gracias del salmista y su invitación  universal  a la alabanza  de la grandeza  y la gloria  de Dios. El salmista  se  admira de que un Dios tan grande  se ocupe   de sus más pequeños   y humildes  fieles. Al final  ratifica  su confianza  en que la ayuda  del Señor  no se interrumpirá  nunca  

Segunda Lectura: Romanos  11, 33-36: Canto a la Sabiduría  divina  

            Pablo, además de teólogo, es un místico. Al final   de algunos capítulos, como sucede en el capítulo 8 de esta misma carta, donde  el Apóstol de los Gentiles  ha hablado de la Vida  en el Espíritu, del premio, que esperamos y del  Amor  salvador  de Dios, se emociona  y prorrumpe  en efluvios místicos; quiere celebrar, exclamar la bondad de Dios.

            En estos  versículos finales del capítulo 11, donde ha tratado   de la Salvación de los Judíos y de los Gentiles, Pablo de Tarso se siente fuera de sí, se siente amado, embriagado por Dios, de aquí este Canto a la Sabiduría divina.

 

            Las  exclamaciones    sirven   aquí para   expresar  la adoración  admirativa  como   respuesta  al misterio  consignado  en los vv. 25-32. Pablo  invoca 

la inmensidad   de la riqueza  de Dios, de su sabiduría  y conocimiento. 

            Vamos a hacernos eco  de estos  versículos: 33-36. El domingo pasado terminábamos con el  versículo 32, que era como una recapitulación, en donde Pablo presagiaba la salvación de unos y de otros: de los Gentiles y de los Judíos. 

            33 ¡Oh  profundidad de la riqueza, de la sabiduría   y de la ciencia  de Dios! ¡Qué  insondables  son sus  decisiones  e inescrutables  sus  caminos! 

            De las “profundidades”  de Dios   se habla  en 1 Cor 2, 10: “Porque a nosotros nos lo reveló Dios por medio del Espíritu; y el Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios”: ellas   son accesibles  sólo a través  de la revelación  que el Espíritu  de Dios   concede  a los pneumáticos.

            Esta Profundidad del versículo 33  se refiere al Ser  y al Actuar de Dios. En este contexto más inmediato Pablo  está aludiendo al Comportamiento de Dios: la salvación de los judíos y de los gentiles; podríamos decir que hace alusión  al  misterio del v. 25: “Pues no quiero que ignoréis, hermanos, este misterio, = no sea que presumáis de sabios: = el endurecimiento parcial que sobrevino a Israel durará hasta que entre la totalidad de los gentiles”. Este problema  ha ocupado todo el capítulo 11. Pablo no puede negar la evidencia: el pueblo judío como totalidad se ha excluido; han comenzando  a formar parte de este nuevo Pueblo los gentiles.  

            Pablo quiere recordar lo que escribió en otra ocasión: “Más bien, como dice la Escritura, anunciamos: lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre  llegó, lo que Dios  preparó  para los que le aman.” (1 Cor  2, 9); “Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para conocer las gracias  que Dios nos ha otorgado” (1 Cor  2, 12). Pablo se exalta   al ver que Dios sigue amando a su pueblo, al pueblo de Abrahán según la raza y al pueblo de Abrahán según la fe: los gentiles  y los judíos.  

             Para entender el comportamiento de Dios debemos aprender su lenguaje. El hombre,   no movido por el Espíritu, no comprende  las razones de Dios. Pablo tampoco las comprende, cuando quiere analizarlas según los criterios humanos. Al guardar silencio, se da cuenta  de que realmente  tenía que ser así, está con la  forma de actuar  de Dios.   Nosotros, fundamentados  en el Espíritu,   hablamos el lenguaje de Dios: “hablamos de una sabiduría de Dios, misteriosa, escondida, destinada por Dios desde antes de los siglos  para gloria nuestra,” (1 Cor 2, 7).  

            Los tres términos: riqueza, sabiduría   y ciencia de Dios   apuntan, pues,  a la actuación  de Dios  que mana de la “profundidad”  inagotable  e insondable de su misterio-persona: Dios es rico, sabio y conocedor enriqueciendo  al hombre, dándole  sentido  y volviéndose de manera  definitiva  a él. La  profundidad   de su misterio  está  expresada  en su actuación  histórica, en las  inescrutables  decisiones  de Juez  y en los  insospechados  caminos  que su compasión  elige  y recorre            .

             34 Porque ¿Quién conoce el pensamiento  del Señor? 35¿Quién  le ha  prestado  algo  para pedirle  que se  lo devuelva? 

Pablo  junta  dos citas:   Is 40, 13 “¿Quién abarcó el espíritu de Yahveh,   y como consejero suyo le enseñó?” y Job 15, 8 “¿Escuchas acaso los secretos de Dios? ¿acaparas la sabiduría?

A fin  de subrayar  que Dios  no es deudor  de nadie  ni en cuanto  a sus planes  ni en cuanto  a sus dones a los hombres. Todo  procede  de su propia  bondad gratuita; él  no necesita  consejeros  ni  informantes. Pablo  cita  el texto de Isaías  según los LXX (  con un ligero  cambio  en el orden  de las palabras ); las palabras   de Is  se  refieren  a la liberación  de los judíos  del exilio  por obra de Yahvé  y ensalzan  la grandeza  divina  mostrada  con tal motivo. El pasaje  de Job  no es seguro. Algunos  comentaristas creen que alude a Job  35,7 y 41, 11. 

Si los  juicios   de Dios  son insondables  y sus caminos  inescrutables, ¿qué hombre  podría  sondearlos y escrutarlos? 

 ¿  Quién  ha conocido  la inteligencia  del Señor? .¡Nadie!,  pues así  de profundo  es el conocimiento  elector de Dios.

            De esta respuesta  se sigue  la alabanza  de la sabiduría  de Dios: “¡Oh  profundidad de su sabiduría!”. Finalmente: “¿Quién  le dio  primero  de modo  que  tenga  derecho a la recompensa?”¡Nadie! ¡ Oh  profundidad  de la riqueza    de Dios que jamás  tiene  que recibir para poder  dar, y cuyo  dar es, por consiguiente, puro  regalo sin condición  previa  alguna:  gracia  que no sería gracia  si alguien  pudiera  exigirla  en virtud  de sus obras! 

            36 De él, por él   y para él  son todas  las cosas. A él  la gloria  por siempre. Amén

            Se concluye  de manera  positiva  frente  a las  negaciones  de v. 33-35. Sólo de Dios viene  todo; sólo  por él  es creado y dado  todo; sólo  a él  apunta  todo cuanto  Dios crea y da. En último  término, la historia  de la salvación  entera no apunta  sino hacia  la realización  y consumación  de la manifestación   de la gloria  de Dios: “a fin de dar a conocer la riqueza de su gloria con los objetos de misericordia que de antemano había preparado  para gloria:” ( 9, 23).

  A la vista   de este misterio  que se lleva  a cabo, los hombres pueden   y tienen  que expresarle  a él  su  alabanza: “= y toda lengua confiese  que Cristo Jesús es SENOR   para gloria de Dios Padre.” (Filipenses  2, 11). 

El amén  lo pronuncia  la comunidad lectora. Está  en el texto  para que  quien  lee,  en la  asamblea haga una pausa para dar  paso  al Amén de la comunidad. 

La fórmula   de v. 36ª tiene un paralelo  en 1 Cor  8,6: “para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y para el cual somos; y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y por el cual somos nosotros.”

Es una  Doxología  a Dios (Padre) como  creador, sustentador y fin  último  del universo.  No hay  duda de que  Pablo   está  expresando  en esta plegaria  la dependencia  absoluta  de toda la creación  con respecto  a Dios.   porque en él fueron creadas todas las cosas,  en los cielos y en la tierra,   las visibles y las invisibles,          los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las  Potestades:   todo fue creado por él y para él,” (Col   1, 16)  

            Quizá  sea conveniente exponer la interpretación mística de este versículo 33, hecha por otro gran místico, San Juan de la Cruz. “ Y esta  espesura  de sabiduría y ciencia  de Dios  es tan profunda  e inmensa, que, aunque más el alma sepa de ella, siempre puede  entrar  más adentro, por cuanto  es  inmensa   y sus riquezas  incomprensibles, según  exclama  San Pablo, diciendo: ¡ Oh  alteza  de riquezas de sabiduría y ciencia  de Dios, cuán  incomprehensibles  son sus juicios, e  incomprensibles  sus vías”  ( Rom 11, 33) ( Cántico B 36, 10 

                         Evangelio: Mateo 16,  13-20: Confesión de Pedro 

La primera lectura  ya nos ha introducido en el camino  recto para entender este evangelio.

            . El pasaje  con que  se cierra  la segunda  parte  del evangelio  nos sitúa  en un momento  muy importante  de la vida de Jesús: el rechazo  de su pueblo  y el fracaso  aparente de su misión. Sin embargo, sus discípulos  por la boca  de Pedro reconocen  que Jesús  es el Mesías, el Hijo  del Dios  vivo: títulos   que resumen   la fe de la Iglesia de Mateo.

 Las  palabras  de Jesús  a Pedro  (Mt 16 17-20)   sólo  se encuentran   en este evangelio, pero poseen   una   extraordinaria  importancia. Jesús  declara  dichoso a Pedro , no por sus méritos, sino  porque  el Padre  le ha  concedido  el don  de reconocerlo  como Mesías. El  cambio de nombre  indica el nuevo  encargo  que Jesús  le confiere: ser piedra  de cimiento  para el nuevo  Israel que   empieza a ser congregado. Este nuevo Israel es la Iglesia, la asamblea   del pueblo elegido, cuya misión  será arrancar  a los hombres  del imperio  de la muerte. A través  de esta Iglesia  viene el reino  de Dios, que es semejante  a una ciudad, cuyas  llaves  se entregan  a Pedro. El  es quien  recibe   el encargo  de ser mayordomo y supervisor ( Is  22, 19-22), con autoridad   para interpretar la ley  ( esto  significaba  entre los judíos  la expresión “ atar y desatar”  y adaptarlas   a  las   nuevas  situaciones).  

Estos versículos  están cargados de teología, que nosotros aquí no exponemos, sino que solamente  hacemos una exégesis de los mismos. Con ellos llegamos a  lo que durante  mucho tiempo  se ha considerado  como el centro  o la médula  de la narración  evangélica. Por primera vez  interroga  Jesús  a sus discípulos  sobre su persona, y  Pedro confiesa  explícitamente  la dignidad  mesiánica  del Maestro 

            La perícopa se divide en tres partes: a) diálogo  con los discípulos 13-16; b) un pequeño discurso de Jesús 17-19; c) el v. 20. Desempeña sin duda   una función  importante  en todo el evangelio. El texto está relacionado  con la perícopa siguiente 16, 21-28 (Primer anuncio de la pasión. Reacción de Pedro) 

            Analizamos los versículos:  

13. Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: « ¿Quién dicen los hombres  que es el Hijo del hombre?» 

 Mientras en Marcos y Lucas  Jesús  habla  en primera persona ( ¿Quién  soy   yo al decir   de las gentes?, en Mateo  dice: ¿ qué dicen   los hombres  a propósito del hijo del  hombre?.  Se ha visto  con frecuencia  en este  dato una prueba  del carácter  tardío  de la  redacción  mateana y una intención  de oponer  este Hijo  del hombre  al hijo de Dios del v. 16 . En  los  tres sinópticos, Jesús  se designa  constantemente  a sí mismo  con la expresión:   Hijo de  hombre. El hijo   del hombre  designa   al juez  celeste  de los últimos  días, según  la apocalíptica  judía.  Nuestra  perícopa  tiene  por fin  demostrar que Jesús  es a un tiempo  el  Revelador  de los últimos días  (  Hijo de hombre, Cristo, Hijo de Dios)  y un hombre  que se acerca  a la soledad  y a la muerte.Sobre el “Hijo  del hombre”  poseen   los discípulos   (¡y aún  más los lectores cristianos  del evangelio!)  un saber  previo, porque  Jesús  les había  dicho ya algo  de su misión : “«Cuando os persigan en una ciudad huid a otra, y si también en ésta os persiguen, marchaos a otra. Yo os aseguro: no acabaréis de recorrer las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del hombre.” (10, 23); “El respondió: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre;” (13, 37); “El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad,” (13, 41).

            Los  no iniciados   no habían  entendido  hasta entonces  las declaraciones  públicas  de Jesús  acerca del Hijo  del hombre: “Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: "Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores." Y la Sabiduría se ha acreditado por sus obras.» (11, 19); “Porque de la misma manera que Jonás = estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, = así también el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches.” (12, 40)

 Desde ese momento  hasta la pasión, Jesús  no volverá  a  hablar  públicamente  del Hijo  del hombre.

Sólo  en la gran  escena  del interrogatorio  ante el sanedrín, se  referirá  a su persona  como el Hijo  del hombre, cuando  el sumo  sacerdote   le pregunta  si es  el Cristo  e hijo de Dios (  26, 64): “Dícele Jesús: «Sí, tú lo has dicho. Y yo os declaro que a partir de ahora veréis = al hijo del hombre sentado a  la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo.» =

14. Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas.»           

             En la  respuesta  de los discípulos  sorprende  ante todo  la variedad   de opiniones  que circulan  a propósito  de Jesús. Todos  piensan   que Jesús   podría   ser un enviado   de Dios.

            Los discípulos  refieren  las opiniones  de la gente:  unos,  como el malvado  Herodes  Antipa  ( 14, 2), creen que Jesús  es el Juan Bautista resucitado; otros, que  es Elías.  Jesús  no es ninguno  de los dos personajes.  Otros   lo tienen  por Jeremías.  No sabemos  si este profeta tenía   una significación  especial  para Mateo, que cita  expresamente a Jeremías  en 2, 17 y 27, 9. 

            15. Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?»            

            Jesús  pregunta  ahora a los discípulos   por su opinión  personal. Pedro  formula  la respuesta  de los discípulos.

 Simón Pedro  es la única vez  que aparece de este modo. La felicitación   dirigida  personalmente  a Pedro indica  que  él  es el centro  de atención.

            Jesús  no pregunta  a sus discípulos  por su esencia  intemporal, sino  por su misión  histórica  en relación  con Dios y con su pueblo, cosa que  confirmará  la respuesta  de Pedro. El ser de Cristo  es la misión  que tiene  que cumplir   en la tierra  al servicio  de Dios  y de los hombres 

16.  Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.».          

Pedro, llamado aquí  Simón Pedro  para preparar  lo que sigue, responde, sin duda   en nombre  de los discípulos, pero  no simplemente  como  su portavoz, pues  será   felicitado  personalmente por El.  Mateo añade: “El Hijo de Dios vivo”.  Los exégetas  interpretan  diversamente  esta adición  de Mateo. Para algunos   exégetas: La confesión  de Pedro  proclama  a la vez  la mesianidad de Jesús  y su divinidad  (Hijo de Dios vivo. 

 Los versículos 17-19  no  tienen  paralelo   en Mc  y Lc. Algunos   escritores  han sugerido  que los versículos  han sido  sacados  de su contexto  original, posterior  a la resurrección, y que  pueden   compararse  con  Jn 21, 15-19, donde se atribuye a Pedro  una posición  peculiar en la  narración  de los sucesos  posteriores a la resurrección. 

      ¿Realmente  dijo estas palabras Jesús? 

No podemos  dar una respuesta ni afirmativa ni negativa.

¡Qué difícil  resulta saber las “mismas palabras del Señor”!

Creo que el problema  en cuanto su exégesis  estriba  en esto: ¿ Interpretan  válidamente  dichos versículos  la obra  y la persona  de Jesús 

            17. Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.   

      La dicha de Pedro  es haber   reconocido  y confesado  a Cristo .Ha sido  objeto de una   revelación  divina  

            18. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.            

            El nombre  griego  petros=  piedra  no era usado, según parece, como  nombre propio antes de la era  cristiana. Según  el primer evangelio, es Jesús  quien  aplica  aquí por  vez primera a Simón  este sobre nombre  de Pedro,  explicándolo   inmediatamente.

Jesús   edificará  su Iglesia  sobre la persona  de Pedro, sobre  Pedro en  cuanto confesor, y no  sobre  su fe.

            Adviértase  lo siguiente: 1)  El Cristo de Mateo  toma la iniciativa  y conserva la  autoridad  en esta edificación; es él  quien  construirá, no Pedro. 2) El futuro  edificaré  se refiere  al tiempo   que seguirá  a la muerte   y resurrección  de Jesús. 3)  En efecto, esta Iglesia  no es el grupo  de los discípulos  de Jesús ni el reino final, sino la comunidad mesiánica que Jesús reúne  y que después  de su muerte, anunciará  su nombre a la  humanidad

 Esta  promesa   o profecía  del Cristo  de Mateo no  se dirige   estrictamente  más que a Pedro, sin la menor  alusión a eventuales   “sucesores”.  Es la persona  histórica  de Pedro, como apóstol  y confesor  de la fe, que constituye  la piedra o el  fundamento  único  sobre el que Cristo  edifica su Iglesia. Lo que  sabemos  de los primeros  días de la  Iglesia  en  Jerusalén, por los  Hechos  de los Apóstoles  y las cartas, confirma  esta declaración del Cristo de Mateo            .

              eres Pedro: Jesús  da a entonces  a Simón  bar-Jonás  un nombre nuevo le encomienda   una misión. Simón  recibe  el nombre por que  habitualmente  se le conoce  en el NT; los que dudan   de que Jesús  pronunció  estas palabras olvidan  que  el NT no tiene  ningún otro  pasaje en que se explique  este cambio de nombre. “Pedro” procede del griego  petros, forma  masculinizada  del nombre femenino  petra, “roca”, que equivale  al arameo  kepha. Sobre  esta roca: Queda   claro que Pedro  es la roca sobre la que habrá de edificarse la ekklesia, pero no  lo está  en qué sentido  es él  el fundamento. El término  ekklesía  se  utiliza  solamente   aquí  y en 18, 17  a lo largo  de todos  los evangelios; es muy  dudoso  que Jesús  en persona  utilizara este término, que es la  forma corriente  de designar  a la comunidad  cristiana  en las epístolas. Que Jesús  lo usara  o no nada tiene  que ver  con la cuestión  de si la comunidad  primitiva  lo entendió  correctamente  al pensar  que era  intención  suya   crear una  comunidad permanente.

            En este contexto, la razón  de que  a Pedro  se le llame roca  es la fe  que acaba  de demostrar  en su confesión.  Ha dado  voz  a la fe  de los discípulos; el grupo  que Jesús  ha formado  permanecerá  sobre la base  de la fe en Jesús como Mesías. Pedro  es el portavoz y el modelo  de  esa fe. Mientras  esta fe  se mantenga, “las puertas del seol” nada  podrán  contra  el grupo.  

Puertas del infierno: la frase   se refiere  no al poder  del mal, sino al de la muerte, pues el seol  es la morada  bíblica  de los muertos. La exégesis  de este versículo  es más teológica que bíblica. La Tradición de la Iglesia  ha interpretado  de un modo concreto este versículo, que quizá  desdice del significado exegético.

            Sería muy interesante  ahondar en la relación: exégesis  y la teología. Los católicos  nos amparamos  más en la teología  que en la exégesis  aislada. Quizá los protestantes  hacen lo contrario.                        

  1.  A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que  desates en la tierra quedará desatado en los cielos.»

Yo te daré  se refiere  al mismo  período que el futuro  del versículo  precedente: el Cristo  de Mateo  promete  a Pedro  que después  de su resurrección  darás  estas llaves  a Pedro

Las llaves  del reino: conferir   las llaves  es una clara  afirmación  de que  se pone  a alguien  en posición  de jefe  dotado  de autoridad. La frase  es un eco  de Is 22, 22: “Pondré la llave de la casa de David  sobre su hombro; abrirá, y nadie cerrará,          cerrará, y nadie abrirá. “. La llave  era el símbolo  del cargo  de  jefe  del palacio, el más  alto entre  los dignatarios  de la corte  israelita; de esta forma  se declara  a Pedro  jefe  de palacio  en la efesia.

            La Teología   aplicó a la misma  Iglesia  este poder en unión con el Papa.  La Iglesia está por encima del Papa, pues éste es parte de la misma Iglesia; pero en cualquier determinación es el Papa  en unión con la Iglesia, quien decide. Siempre el error   del  “conciliarismo” persigue  a la  Teología.  Creo que falta aclarar más la relación  Iglesia-Papa (sucesor de Pedro). La exégesis  no dice nada acerca de esto.  

Todo  lo que  ates... desates: El significado  del cargo   conferido  se especifica  más con la entrega  del poder de atar  y desatar. Esta  expresión    es oscura; carece  de trasfondo  en el lenguaje   bíblico,  y en  el judaísmo  rabínico se refiere  a las sentencias   rabínicas; atar es emitir  una sentencia  que impone  una obligación, y desatar  significa  sentenciar  levantando   una obligación.  La misma  frase  se utiliza, aplicándola  a la Iglesia  en conjunto, en  18. 18: “Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo”. La  frase  ciertamente  significa  el ejercicio  de la autoridad, pero  no se especifican  la naturaleza  y el uso  de la misma.

 De otros   pasajes  del NT  se desprende   claramente  que Pedro  ocupa  una posición  especial  en el Iglesia  primitiva:   « ¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha  solicitado el poder cribaros como trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos.» (Lc  22, 31-32)  

20 “Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que él era el Cristo.”  

            Es el último versículo de la segunda parte del Evangelio  de Mateo.

No es la primera  vez  que  nos encontramos  semejante  prohibición  en labios  de Jesús, y  la volveremos  a encontrar  todavía   en 17,9: Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos.»

            Pero  aquí tiene  dos  rasgos nuevos: por una parte, va dirigida  a los discípulos,  y no a los enfermos  curados por Jesús; por otra, sigue  inmediatamente  a la confesión  mesiánica  de Pedro, y se  presupone  que los discípulos  la han  entendido.  Aquí Mateo nos recuerda el silencio mesiánico  tan acentuado por Marcos. Quizá todavía no es tiempo de hacer una exacta proclamación de Jesús, pues el pueblo no la entendería  y quizá los discípulos todavía no tienen asimilado las varias dimensiones  de confesar al maestro como Cristo, pues esta confesión debe unir el aspecto kenético, de muerte de Cristo y el aspecto de Resurrección. Ni el mismo Pedro puede comprender ahora lo que ha dicho inspirado por el Cielo.