XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo

Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  

 

 

El Domingo XXXIV del Tiempo Ordinario es el último domingo del Año Litúrgico; ya el próximo domingo es tiempo de Adviento. En este domingo último celebramos la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. No pocos cuestionan dicha celebración, pues la consideran no necesaria, puesto que su significado ya está expresado en otras celebraciones. No les quitamos la razón; pero no nos quedamos en este interrogante, sino que deseamos ahondar en la riqueza de esta Solemnidad, fijándonos en tres aspectos: histórico, bíblico y teológico-litúrgico.

 

            La celebración de esta Solemnidad la instituyó el Papa  Pío IX, con la encíclica  Quas primas del once  de diciembre de l925. La festividad  tenía para el Papa  y para la mentalidad de donde surgió, una significación  fundamentalmente social. Para el Pontífice los grandes  y variados  males, que afectan al mundo, tienen  su raíz en  que la mayoría de los hombres  se habían  alejado de Jesucristo y de su ley santísima. Por eso cree el Papa  que no hay medio  más eficaz para restablecer  y vigorizar la paz que procurar  la restauración del reino de Jesucristo. Por eso  instituye  la Solemnidad  de Nuestro Señor Jesucristo, Rey.

 

            Lo que se pretende es vigorizar la moral que procede de la aceptación del mandato del Señor. No se ahonda en la teología  del reinado de Jesucristo, sino en la efectividad de su dominio por parte del hombre; de aquí que el domingo señalado sea el último del mes de octubre. El papa explica la gran  eficacia de la fiesta para instruir  al pueblo en las cosas de la fe y atraerlo por medio de ellas a los íntimos  goces del espíritu. No hay que olvidar que en la institución de la fiesta influyó el 1600 aniversario del concilio I de Nicea, en el que  se proclamó  la igualdad de naturaleza entre Cristo y el Padre.

 

            De muy buen acuerdo, en la reforma de Pablo VI, el año 1969, se trasladó  esta fiesta al último domingo del año litúrgico; al hacer esto, se ha querido  espiritualizar  más su sentido   y darle  incluso el aspecto de misterio de la salvación: la consumación  del mundo  en la parusía.

            No se  trata de hacer teología  de esta Solemnidad, ahondar en su significado; quizá antes se  acentuaba más la efectividad, el resultado, el fin moral.

 

            Es la fiesta más reciente de todas las “de idea”, en honor de Cristo, el Señor. También  son fiestas “de idea” las Solemnidades de la Santísima Trinidad, Corpus Christi y el Sagrado Corazón de Jesús. Los liturgistas  son reacios a estas celebraciones, no es que no crean en estos misterios, sino que admiten que ya se celebran, como decíamos antes, en otras celebraciones. Ellos al  contemplar  el misterio del Señor desde el mismo Señor, desde la Pascua, no ven la necesidad de multiplicar las celebraciones. 

            La  iglesia ve importante  contemplar  el misterio desde el hombre, por esto mismo tiene necesidad de su celebración múltiple  para que el hombre se dé cuenta de su repercusión beneficiosa. Al acentuar el Misterio, percibimos su importancia.

 

           La reforma de la Liturgia no quiso  anular estas  celebraciones, llamadas “de idea”, sino ampliar su sentido, como ha hecho con esta solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. Creemos acertada esta postura; el hombre debe apreciar  el mandato del Señor para vivir según este mandato. La colocación  de la fiesta en el último domingo del año litúrgico, hace que sintonice  mejor con la perspectiva propia del final del año. Cristo Rey aparece  así como la meta a la que mira el año litúrgico.

 

            Sería muy interesante  presentar  el contenido teológico de la Eucología de esta Solemnidad; pero nos alargaríamos  demasiado. Sí que queremos  exponer  con cierta extensión  su liturgia de la Palabra, ciclo A.

           

Primera Lectura: Del libro  de Ezequiel, 34, 11-12. 15-17

 

No queremos olvidar la orientación,  presentada anteriormente, a la hora  de  exponer las lecturas.

            Es la Eucología  y la Liturgia de la Palabra, las que nos ayudan, no sólo a celebrar, sino a comprender el significado de la Solemnidad.

 

            El capítulo  34 pertenece  a la Cuarta parte del libro de Ezequiel: Mensaje  de  Esperanza   y trata  del Juicio  contra los pastores  de Israel. Constituye  este capítulo

 Uno  de los grandes discursos  de la segunda   actividad profética  de Ezequiel. Tiene   31 versículos, divididos  en tres partes

 

 La primera parte  ( Ez  34, 1-15)  es un ataque  directo  contra las autoridades  políticas  de Judá , a las que  el profeta  considera   responsables   del destierro  de  Babilonia.

            Las acusaciones  recaen  sobre   esta realidad: los pastores se han aprovechado  del rebaño; éste  ha quedado  abandonado, se ha   dispersado y ha sido  presa  de los animales  salvajes. Ellos  se han  convertido  en devoradores  del rebaño. No lo  han  apacentado. En lugar  de alimentarlo, los gobernantes  y líderes  religiosos  se han  alimentado  a si mismos  y han hecho  de la oveja  su propio bocado. En vez  de gobernar  con justicia,  han   oprimido  al rebaño  con brutalidad  de trato.

            Realmente  es la descripción dura del comportamiento de los malos pastores. Los profetas gozan, a veces del don de la palabra, a la hora de querer expresar lo que ellos  piensan que es interesante.

 

            De esta primera  parte,  la Liturgia  ha tomado solamente  tres versículos: 11-12.15.  Quizá  ha olvidado algunos también muy importantes por su contenido  y porque  nos ayudarían  a darnos cuenta de lo  que nos está diciendo el profeta.

 

            11 Porque así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy yo; yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él.

 

Es necesaria  la iniciativa  del Señor, su presencia  en la escena “en persona” para que comience  la nueva  liberación .Aun  en el   destierro  siguen  siendo “mis” ovejas; el Señor  viene  a recobrar   lo que es suyo    ( como  en el primer  éxodo)

            Decisión bella del Señor Yahveh. Israel  es su rebaño y no puede  permitir  que continúe bajo  el cayado de pastores falsos.

 

            12 Como un pastor vela por su rebaño cuando se encuentra en medio de sus ovejas dispersas, así velaré yo por mis ovejas. Las recobraré de todos los lugares donde se habían dispersado en día de nubes y brumas.

 

Lo que el buen pastor  hace por sus ovejas, eso mismo y mucho más  hará el Señor por las suyas. Quizá ningún pastor  estaría  dispuesto a morir  por las ovejas; el Pastor de Israel  sí. No son palabras  bonitas, sino una realidad. Su Hijo morirá en la  cruz por su pueblo. El buen pastor vela por su rebaño, le quita tiempo al sueño, para dedicárselo a sus ovejas, pues están en peligro.

 

            Los versículos  13-14 son muy expresivos  y presentan lo que el Pastor de Israel hará  pos sus ovejas. Quizá todos  intuimos  su comportamiento ejemplar, entregado, sacrificado, por esto mismo la Liturgia  juzga  no necesario  el  proclamarlos.

 

            15 Yo mismo apacentaré mis ovejas y yo las llevaré a reposar, oráculo del Señor Yahveh.

Es el último versículo de la primera parte. Si los primeros  versículos  eran una denuncia mordaz y mordiente  del comportamiento  de los malos pastores; aquí se indica  cómo se les quitará  de  su poder las ovejas  para  que sea el mismo  Yahvé quien las apaciente.  

 

            Pero  la responsabilidad  de esta dispersión  no es sólo   de los dirigentes   políticos, sino  también   de todos aquellos  miembros  del pueblo ricos  y fuertes  que han  explotado  a los pobres  y débiles. Esta idea  se desarrolla   en la segunda parte  del capítulo  (Ez 34, 16-24). En medio  del rebaño  existen  unos carneros   y machos  cabríos, que son para el profeta  los representantes  de la clase  alta, aquellos  que en el pueblo  tienen poder, riquezas  y privilegios. Gente con poder opresor, violento...

 

            De esta segunda parte  la Liturgia  coge los versículos 16-17.

 

            16 “Yo mismo  apacentaré  mis ovejas, traeré  las descarriadas, vendaré a las heridas,  curaré  a las enfermas, vigilaré  a las gordas  y robustas  y las apacentaré   como es debido”

 

            Podemos recordar la ternura  del buen pastor según  el profeta Isaías 40, 11: “Como pastor pastorea su rebaño: recoge en brazos los corderitos, en el seno los lleva,          y trata con cuidado a las paridas.”

 

            Ya no se trata de saber cómo se comporta el buen pastor  con sus ovejas, sino Yahvé  con los  israelitas: “Mirad  que voy  a  traerlos  del país  del norte, voy  a  recogerlos  de los confines  de la tierra, entre ellos  están los ciegos y los cojos, la que está  encinta  y también  la que ha  dado a luz. Una   gran asamblea  vuelve aquí” (Jer. 31, 8)

 

            17 En cuanto a vosotras, ovejas mías, así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío.

 

Este versículo no habla del comportamiento de los malos  pastores; tampoco del trato dado al rebaño  por el pastor bueno, sino que dentro del rebaño  hay una lucha, pues mientras algunas ovejas  comen demasiado, otras  ( quizá por la debilidad, la enfermedad) no comen lo suficiente. Aquí será juzgado el rebaño, no el pastor.

            Casi podemos decir  este  versículo ha sido la causa de la elección de esta  perícopa  como lectura primera de la Solemnidad de Cristo Rey.

 

            De los versículos  25-31  nada dice la Liturgia; pero creo que es conveniente, por lo menos  recordarlos, para  entender  el significado de esta Solemnidad.

 

           

             Ez   34, 25-31 es la conclusión  de este oráculo sobre los pastores  y el rebaño.  Aquí  se habla  de una promesa  de paz  y prosperidad cuya descripción  en términos   paradisíacos  hace   referencia al reino  mesiánico.  El contrapunto  de este  pasaje  de Ezequiel  se  encuentra  en la parábola  evangélica  de la oveja  perdida ( Mt 18, 12-14; Lc 15, 4-7) y sobre  todo  en la alegoría  del buen pastor  ( Jn  10, 11-18). A la luz  del texto   de Ezequiel, el del  cuarto  evangelio  constituye  una clara  reivindicación  de Jesús  de Nazaret.

 

           

            Recordemos  que el título  de pastor  es de  los que se  atribuyen  más corrientemente  a los reyes  y a los dioses del Antiguo  Oriente, sobre todo  porque  gran parte  de la población  de estos territorios  vivía  de la agricultura  y la ganadería.

 

A Ciro  también se le atribuye este título: “Yo soy el que dice a Ciro: «Tú eres mi pastor          y darás cumplimiento a todos mis deseos,  cuando digas de Jerusalén: "Que sea reconstruida"   y del santuario: "¡Echa los cimientos!"» (Is  44,  28)

 

            Pero  los reyes  son llamados  “pastores”  de su pueblo  en cuanto   representan   a la divinidad, ya que el  verdadero  pastor  del pueblo  es el Dios  de ese pueblo ; él  es el pastor supremo que encomienda   a sus lugartenientes, los pastores subordinados, el que reúnan   a su rebaño  y se ocupen  de él.

 

            En Israel el título  se aplica  con frecuencia   a Dios, especialmente  en los salmos. Pero  ningún rey   de Israel   es llamado  directa  y personalmente “pastor”. Solamente   se atribuye  a los hombres  en este texto   de Ez  34, 1-31; en Jeremías 23,  1-8; en Zac 10, 3; 11, 4s; 13, 7  y en Miq  5, 3, que lo aplica  al rey  futuro.

 

            El estribillo del salmo responsorial  está en sintonía  con la lectura del profeta  Ezequiel: “El Señor  es mi pastor, nada me falta”. El salmo es el 23: El Señor es mi pastor.  

           

 

Segunda lectura:  1 Cor 15, 20-26.28: También  nosotros   resucitaremos

           

Lectura  bien elegida   para poder  recibir luz  acerca de la Solemnidad de Cristo Rey.

Vamos a  recordar  algunas afirmaciones teológicas antes de comentar los versículos  indicados  por la Liturgia de la Palabra.

La Resurrección de Cristo es  un hecho real; pero no verificable  por la historia, sino por la fe. Es un hecho sobrenatural, por lo tanto sin fe  no podemos  movernos en esta verdad.

 

No podemos  desvincular   la resurrección   de Cristo  de la resurrección  de los cristianos. Y si hay razones  poderosas  a favor   de una, las hay  también  a favor  de la otra.

Pablo en  los  11 primeros versículos  de este capítulo 15 va a afirmar  una y otra vez que Cristo ha resucitado.

 

La resurrección  de Cristo  es el acontecimiento cumbre  de la historia  de la salvación y de la  victoria  del hombre sobre el pecado, Satanás  y la muerte. Adán   trajo  la muerte, Cristo trae  la resurrección  de los muertos. El cristiano, incorporado   a Cristo por el bautismo, participa  de su vida  resucitada. Esta participación, que es el fruto  final  de la redención  de Cristo, tendrá  plena realización  para el cristiano en la parusía  del Señor, cuando los muertos resuciten   para la gloria.

De aquí  podemos  concluir  la oportunidad de la elección de esta lectura para la Solemnidad de Cristo Rey.

A partir de la resurrección de Cristo, la resurrección  de los creyentes  se impone  a Pablo  como algo  casi evidente. La fe  en Cristo resucitado desemboca  en la  inquebrantable  esperanza   de que también  los cristianos  resucitarán. Y a la inversa, no esperar  la resurrección  de los muertos  equivale  a no creer en la resurrección de Cristo.

Pablo en el versículo 20 exclamará  gozo y lleno de esperanza: “¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron.” (1Cor  15, 20) 

Jesús   ha resucitado  no como  el único, como   un caso   esporádico y excepcional, sino  como el primero. Pero  no como el primero  en  simple  sentido  cronológico, sino  como el principio  activo  de la resurrección  de los demás, como  el primogénito  de los que triunfan   de la muerte. Esto  es así  porque  Cristo  ha sido  constituido  por Dios  principio  de la nueva humanidad. Su vida  de resucitado  arrastra  tras  sus huellas  a la humanidad  con él solidaria. Este  razonamiento  es definitivo  en la teología  de san Pablo  y lo tiene  siempre a flor  de pluma   ( 1 Cor  6, 14; 2 Cor  4, 14; 1 Tes 4,  13-17; Rom 8,  11).

 

En 1 Cor  15, 21-28 profundiza  Pablo  su reflexión  teológica  sobre la   resurrección  utilizando  las antítesis  vida-muerte; reino  de Dios y de Cristo- fuerzas  del mal.

 

La  resurrección  será una realidad  incontestable  porque  en el nuevo  reino de Dios instaurado  por Cristo, los  enemigos  de la vida- poderes demoníacos, fuerzas  caóticas, el hecho  mismo de la muerte – serán  vencidos  y sometidos  a los designios vivificadores de Dios  que no es  un Dios  de muertos, sino de  vivos  ( Mt  12, 27).

 

Presentemos  la teología, el contenido de estos versículos  21-28.

 

21 Porque, habiendo venido por un hombre la muerte, también por un hombre viene la resurrección de los muertos.

22 Pues del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo.

 

El paralelo  entre Adán   y Cristo  está  fundado   en las ideas  de pertenencia ( a Adán por naturaleza; a Cristo  por decisión) y causalidad ( por  Adán, que contaminó  la sociedad  de pecado y muerte; por Cristo, que da vida).

Este  paralelismo  y oposición  entre Adán  y Cristo  es una de las  enseñanzas  favoritas  de Pablo  ( Rom 5, 12-21; 1  Cor  15, 45-49

 

            23 Pero cada cual en su rango: Cristo como primicias; luego los de Cristo en su Venida.

 

La resurrección en general  tendrá   lugar   con la segunda   venida  de Cristo.  También desde aquí adquiere luz  la Solemnidad de Cristo Rey. No queremos  ignorar, aunque no lo digamos qué es lo que dice la Teología de la realidad  de cada uno después de la muerte.

 

            24 Luego, el fin, cuando entregue a Dios Padre el Reino, después de haber destruido todo Principado, Dominación y Potestad

 

Luego  viene el fin: La consumación  del tiempo, cuando Cristo, después  de completar su misión  redentora  y llevar  a todos   los elegidos  a la gloria  de su resurrección , manifiesta  su victoria  total  sobre los espíritus   del mal. Entonces, cuando   haya   completado  su obra, entregará  a su Padre  la autoridad regia  que el confirió  como Salvador  del mundo   y Cabeza   de la Iglesia.

 

Principado,  dominación  y potestad: son expresiones mitológicas  que denotan  fuerzas  hostiles

 

25 Porque debe él reinar  hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies.

 

Pablo  aplica  a Cristo, nuevo Adán, “Hijo  de hombre” lo que en el salmo 8, 7: “le hiciste señor de las obras de tus manos,  todo fue puesto por ti bajo sus pies”  se predica   de Adán   y de la humanidad en general. El Padre  ha sometido  todas las cosas  creadas  a su Hijo  encarnado, que fue enviado a redimir al mundo  y establecer  la soberanía  divina. Después   de su resurrección  gloriosa , Cristo  reina  en gloria ; es el  Señor  ( Sal 110, 1) En la   parusía  manifestará  a  todos   su majestad real.

 

            26 El último enemigo en ser destruido será la Muerte

La muerte   está   personificada. . La  personificación  de la Muerte  está bien  testimoniada  en el AT (Sal  33, 19): “para librar su alma de la muerte,  y sostener su vida en la penuria”

 

27 Porque  ha sometido todas las cosas bajo sus pies. Mas cuando diga que «todo está sometido», es evidente que se excluye a Aquel que ha sometido a él todas las cosas.

 

Este    versículo  es un paréntesis. Pablo  hace notar  que la Escritura  no incluye  en “todo” al Padre, que es quien  ha sometido  todas las cosas  a Cristo. Dice: no está  expresado  el sujeto; probablemente  es “la Escritura”.

 

28 Cuando hayan sido sometidas a él todas las cosas, entonces también el Hijo se someterá a Aquel que ha sometido a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todo.

 

La sumisión  del Hijo al  Padre hace referencia  al homenaje  que el Hijo  encarnado, Salvador de la humanidad   redimida, tributará  a su Padre juntamente   con toda la creación  redimida. Una   vez  completada  la misión  redentora  de Cristo,   Dios Padre se manifestará  como principio  de toda vida y meta  final de toda la creación  y de toda la  historia de la salvación.

La frase: para que  Dios  sea todo en todas las cosas, no debe  ser  interpretada en sentido estático-panteísta sino en sentido  dinámico, a saber, para que Dios  se manifieste  y actúe  como Señor  de todas las cosas.

 

            La densidad  teológica  de esta lectura  nos orienta  a la hora de concebir  el significado de esta celebración litúrgica: La Solemnidad de Cristo Rey.

            Esta lectura se desmarca  del primer  contenido de la Fiesta, cuando fue  establecida; es significado  actual  queda  esclarecido  por la Liturgia de la Palabra.

 

            Lectura del Evangelio: Mt 25, 31-46: El juicio  definitivo

 

Evangelio acertado  para esta Solemnidad, máxime que estamos en el ciclo A, final del mismo.

 

 El discurso   sobre  la venida  del Hijo  del hombre  ( Mt 24, 1-25,46) concluye  con esta   impresionante  visión  del juicio   que tendrá   lugar  al final  de los tiempos. A  lo largo  de estos   capítulos   las referencias   a esta venida  han sido  continuas, especialmente    en las parábolas    (Mt   24, 29-31;  24,  47-51; 25, 10-19)

            La venida   de Jesús   al final  de los tiempos  será, ante  todo,  un acto de   discernimiento en el que  aparecerán  con claridad  las diversas  actitudes  ( Mt  13, 24-30. 47-50; 24  45-51; 25 1-13.14-30).  Lo más  sorprendente  y llamativo  es la medida  que se utiliza: la actitud  del amor  o  indiferencia  ante   los necesitados, en los cuales   está el Señor. Los pobres   se convierten así, mientras  llega   este día,  en la representación  de Cristo como  juez.

 

            Esta impresionante  descripción  del juicio  final  es la conclusión  de las tres parábolas  precedentes: El Criado fiel; las diez  doncellas  y la parábola de los talentos.  En ellas, al igual que en este  pasaje, aparecen   dos grupos   de personas cuyo  comportamiento  ha sido  bien diferente  antes  del retorno  de Jesús. El episodio  es  además significativo, porque   con él  concluye  el ministerio  público  de Jesús.

            El hecho   de que no  se mencione  la fe  no debe  llevar a  conclusiones teológicas; está   claro que   para Mt, lo mismo  que para  los otros  escritores     del NT, la fe  en Jesús  es el primer  paso   del hombre hacia  Dios. La intención  de esta escena  es indicar  que esa fe  no agota  todo el impulso.

 

            Hacemos una presentación  de estos versículos, indicando lo que nos puede interesar para comprender su significado.

 

            31 «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria.

            32 Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa  las ovejas de los cabritos

 

 El texto  realza  claramente  la majestad  de Jesús. Llega acompañado  de ángeles. Viene   envuelto  en gloria   divina. Se sienta   en el “trono de la gloria”, es decir en el trono de Dios. Como siempre   en el nuevo  testamento, el Hijo  del hombre, Jesús, es juez  universal, y no,  como en la tradición   de Daniel, mero secretario  o testigo  del juicio.

Delante   de su trono  se reúnen  todas las gentes. El relato   habla   sólo de ellos.  El tercer grupo que participa  públicamente  en el juicio , “estos” hermanos, nunca  aparece  en la descripción  del mismo, sino que es mencionado  sólo en el v. 40, en el discurso  directo  del  juez. 

            Y  él separará a los unos de los otros, como el pastor separa  las ovejas de los cabritos

 

            33 Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda

El juicio  del Hijo del hombre  comienza  con una comparación  que aclara  la verdadera  acción  judicial: la separación. El juez  universal  segrega  a los justos  de los injustos, y pone a aquéllos  al lado  derecho, el “bueno”,  y a ésos  al izquierdo, el” malo.”

 

Dicta  la sentencia  desde  el principio  y no necesita,  como un juez profano, buscar la verdad  mediante  un  interrogatorio. La separación previa  viene  a subrayar  la soberanía  del juez  universal. El diálogo  que se produce  después   con los dos  grupos  servirá  sólo  para fundamentar  la sentencia  ya dictada  con anterioridad. La comparación  con el pastor  viene  a glosar este acto  decisivo de segregación.

 

            34 Entonces dirá el Rey a los de su derecha: "Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.

 

 La comparación toca  a su fin;  Jesús  prosigue  en discurso  no figurado. La palabra  “rey”  viene  a subrayar  la majestad  del juez  universal  y prepara  a la vez  con eficacia el contraste con la epifanía  del “rey”  en los más pequeños. El juez  universal  invita  a los bendecidos  por su Padre  al “reino”  preparado  para ellos  en los designios  eternos   de Dios. Los bienes  de la salvación, como el jardín  del Edén, forman   parte  de las cosas  preexistentes, según la concepción judía. “Benditos   de mi Padre”  implica   la idea  de predestinación, algo   obvio  en el judaísmo  de la época, sin necesidad  de hacerla  explícita. El versículo  paralelo  (v. 41)  dejará   claro que  Mateo  muestra   una cierta reserva  ante la idea  de una doble  predestinación. Quizá   quiere  Mateo  en el v. 34 (  y en los vv. 41.46)  evocar      el final del Deuteronomio, donde  Moisés  propuso  al pueblo  optar  entre  bendición  y maldición

 

 

  Se da  a  Jesús  aquí  el título  de rey , desacostumbrado  en los evangelios El reino:  no es  el reino  que proclamó  Jesús, sino el reino  escatológico , que está preparado “desde la fundación   del mundo”. Según   la teología    rabínica, el reino del Mesías  era una   de las realidades  creadas  antes  que el mundo.

 

            35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis;

            36 estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme."

            37 Entonces los justos le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te  dimos de beber?

            38 ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos?

            39 ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?"

 

Ahora comienza  el verdadero  diálogo   del juicio. Sus   aseveraciones   y preguntas  aparecen  formuladas  en a aoristo, como   referencias  a la vida   presente  de los lectores. Por esta  descripción  del  juicio, construida   en futuro, los lectores  se enteran  de algo  de su  presente.

 

 El texto  posee indirectamente  un carácter  exhortativo  que se  refuerza  con las repeticiones  y el incisivo  “¿cuándo?” (V. 37-39;  v. 44)

La lista   de las buenas   obras que el rey   enumera para justificar  la invitación  a los de su  derecha, suena  familiar  a oídos  judíos. Listas  parecidas   se encuentran  a menudo  en textos  bíblicos  y paleo judíos.

            En las series  judías   es muy frecuente  la combinación  de hambrientos  y desnudos; rara vez figura   la visita  a presos. ¿Hay  aquí   un rasgo  situacional   importante  para el cristianismo  primitivo? Los misioneros cristianos  tenían  que contar con la posibilidad  de parar  en la cárcel; pero  no sólo  ellos. La visita   de presos   era importante, porque   éstos   no eran  asistidos  en las prisiones. Para  misioneros  cristianos   itinerantes   que no tenían   familiares  en el lugar, la ayuda  de las comunidades  era muy  necesaria. La teoría  rabínica   posterior   distinguió  entre   estas obras buenas: las  que llamó  obras de amor y las limosnas. Eran  “obras  de amor”  aquellas que,  además  de la prestación  pecuniaria, exigían  una entrega  de toda la persona. Ambas   cosas   juntas  formaban   parte, en la concepción  rabínica, de  las “buenas obras”. Las obras   de amor  fueron   muy importantes  para los judíos, después  de la destrucción   del templo  aún  más que antes. El hacer u omitir  obras  de amor pueden   ser decisivo, según  textos   judíos, en el juicio. El diálogo  suena, pues familiar a los judíos.

 

            40 Y el Rey les dirá: "En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis."

 

En una   solemne   proposición-amén, el juez universal  da en el v. 40  una  respuesta que es el axioma  decisivo de todo   el texto: todo lo que los benditos   del Padre hayan hecho  a “uno  de estos hermanos  más pequeños”, se lo hicieron  a él. ¿Cómo  entienden  los lectores  esta frase? Todo hace creer  que,  en una comunidad, se piensa  primero  en sus miembros, los cuales  se tratan  mutuamente de “hermanas”  y “hermanos”. Los escasos  documentos   de la tradición  comunitaria  que hablan   de “hermanos  de Jesús” apuntan    en la misma  dirección. En el evangelio   de Mateo son “hermanos  de Jesús”  aquellos  que hacen  la voluntad  del Padre, y el propio  Mateo  aclara  que se refiere a los discípulos. El relato de Pascua  sigue  empleando  la expresión  “mis hermanos”, y la  refiere  a los discípulos.

 

            ¿Los “hermanos  más pequeños” forman  un  grupo  especial  dentro  de la comunidad cristiana? “Pequeño” es, en el texto, lo  opuesto  al “gran “ rey  celestial  y juez  universal. La expresión  subraya  retóricamente  la enorme  distancia  entre los indigentes  y el juez  universal, y realza  eficazmente  el prodigio  de su identificación con ellos.

 

            41 Entonces dirá también a los de su izquierda: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles.

            42 Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber;

            43 era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis."

 

44 Entonces dirán también éstos: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?"

            45 Y él entonces les responderá: "En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo."

 

La  segunda  parte  del texto, el diálogo   del juez  universal  con los de su izquierda, no contiene  ya grandes sorpresas. En  el  v.  41, la  simetría  con el v. 34 se rompe  en dos puntos: Mateo  evita  sutilmente  la formulación  malditos  ( de mi padre),  y tampoco  dice  que  que el fuego  eterno  esté preparado  para los malditos  desde  el comienzo  de la creación, porque  Dios “no creo  a los hombres   para aniquilarlos”.

 

La segunda parte  del diálogo   fue abreviada por Mateo: no pudo  omitirla  porque  la condena  en el juicio  era  para él  una posibilidad  real  y amenazadora. El diálogo  deja   claro, de modo  impresionante, que la relación  con Jesús   no puede  disociarse  de las relaciones  con personas concretas, en este  caso  con los miembros  de la comunidad, que lo representan. Honrar a Jesús  no significa sino practicar  lo que él   mandó, comenzando  por tomar en  serio  el precepto del amor. En  el v. 44, los condenados  compendian, muy   mateanamente, las obras   de amor: ellos   tendrían   que haber hecho  lo que  hizo  el Hijo del hombre

 

            46 E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna.»

 

El texto  concluye  lacónicamente. El versículo 46  demuestra   que el peso  principal  no está  en el informe  sobre el futuro eterno  de los salvados  y los perdidos; el quid   del texto  está más bien  en los dos  dichos de los versículos  40 y 45. Está claro  aquí, una vez más, que Mateo  presenta  un doble   desenlace  en la historia  del mundo; no habla  de reconciliación de todos.

 

            Resumen: Ese juicio   es  universal y afecta  a todos los seres  humanos; pero Mateo  tiene presente, sobre  todo,  a la comunidad, que ha de responder  ante el juez junto  con todos los otros.  Cada ser   humano   será juzgado  por el Hijo  del hombre  con arreglo  a su conducta.

Mateo 25, 31-26 nos hace  recordar el breve diálogo 7, 21-23: “       «No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial.

Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?"

Y entonces les declararé: "¡Jamás os conocí;  apartaos de mí, agentes de iniquidad!"

 

            Al principio, antes de  analizar la Liturgia de la Palabra, hemos expuesto el significado de esta Solemnidad.

            Hubiera sido interesante  estudiar la Eucología, preparada para esta Solemnidad; pero nos hubiera llegado muy largo.

            Hemos examinado las tres lecturas  al filo de la Solemnidad. He querido entretenerme  quizá demasiado en la exposición  del mensaje de las Lecturas; creo que siempre es conveniente, no ya conocer por en cima el contenido, sino en profundidad.

Espero haya conseguido  el  presentar esta Solemnidad celebrativa, que aunque algunos piensen  que no es necesaria dicha celebración, siempre es conveniente.