Fiesta. Sagrada Familia de Jesús, María y José

Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  

 

 

          La antífona de entrada, que es un texto del evangelista san Lucas, nos presenta este cuadro “Los Pastores  fueron corriendo  y encontraron  a María  y a José y al niño  acostado en el pesebre”.

            Vamos a contemplar a la Sagrada Familia, qué lección podemos sacar, qué enseñanza, que mensaje nos quiere comunicar esta  Familia  peculiar.

Como todo hombre  Jesús ha vivido  también en el seno de una familia, de carne y hueso. Sus actitudes  deben iluminar los caminos de la familia cristiana.

San Lucas nos muestra el modo de vida de Esta familia:”...Se volvieron a Galilea, a su ciudad  de Nazaret. El niño  iba creciendo  y robusteciéndose, y se llenaba  de sabiduría, y la gracia  de Dios lo acompañaba”

 

El fundamento, el núcleo; quien  cohesiona a la familia de Nazaret, no son los padres principalmente,  sino el Hijo.   Este será respetuoso  con sus padres; pero cultivará la libertad requerida por los planes de Dios. Sus padres procurarán  educarlo, y, cuando no entiendan, tratan  de comprenderlo, guardándolo todo  en su corazón.

 

            Esta familia es propuesta por la Liturgia como modelo:” Dios, Padre nuestro, que has propuesto a la Sagrada Familia como maravilloso  ejemplo a los ojos de tu pueblo”  (Primera parte de la Oración Colecta).

 No solo festejamos  la realidad, la existencia de la Familia de Nazaret, sino que en ella nos contemplamos, de ellas aprendemos  virtudes, que nos son necesarias para poder caminar, para poder vivir según el querer de Dios.

 

Esto es lo que le pedimos al Señor antes de finalizar la Eucaristía:”Concede a cuantos  has renovado con estos divinos  sacramentos, imitar  fielmente los ejemplos  de la Sagrada Familia” (Oración después de la Comunión).

 

No solamente queremos que la Familia de Nazaret sea nuestro modelo, el espejo donde nos contemplemos, sino que deseamos que interceda por nosotros. Ella tiene que regalarnos las virtudes, que después ejercitaremos.”...Por intercesión de la Virgen, Madre de Dios, y de San José, que guardes  a nuestras  familias en tu gracia y en tu paz verdadera” (Oración sobre las Ofrendas).

            ¿Qué virtudes debemos aprender de la  Familia de Nazaret? En la segunda parte de la Oración Colecta le pedimos al Señor:” Concédenos, te rogamos, que, imitando sus virtudes domésticas y su unión en el amor”.

 

            Nos hemos limitado hasta ahora a comentar la Eucología  de esta Fiesta; queremos analizar  el mensaje  de las tres lecturas que tiene una  gran densidad  teológica.

 

            Primera lectura: Génesis 15, 1-6; 21, 1-3

            El texto de la Primer lectura  está tomado de dos capítulos del Génesis: 15  y 21.

Podemos decir que ha sido acertada la elección. Al celebrar la Fiesta de la Sagrada Familia  los  textos litúrgicos  deben ser estudiados, no sólo  en sí mismos, sino en relación a la Fiesta litúrgica.

                Existió   una familia, formada por Abrahán, Sara e Isaac, que es “tipo”  de otra familia: la de Nazaret.

            Presentemos los versículos  1-6 del capítulo 15: La promesa hecha a Abrahán. Es de noche, el Patriarca  está dentro de su tienda  y tiene  una visión: primer diálogo  de Dios con Abrahán.

            Mientras la promesa  ha sido  descrita  varias veces  en extensos  pasajes  ( 15, 1-6; 17, 15-22; 18, 1-15)  para aumentar  la tensión, el cumplimiento  es presentado con brevedad y sobriedad ( 21, 1-3):  el prodigio   de la acción  divina  queda  suficientemente claro  en su mismo  cumplimiento

 

1 Después de estos sucesos fue dirigida la palabra de Yahveh a Abraham en visión, en estos términos: «No temas, Abraham. Yo soy para ti un escudo. Tu premio será muy grande.»

            Después de esto: Marca  el inicio  de un nuevo  episodio  sin que tenga  necesariamente  una relación  con el procedente.

 Vino   la palabra de  Señor: Esta   expresión  aparece  en el libro  del Génesis  solamente  aquí y en el v. 4.

  No temas: fórmula  muy extendida  por la que el Dios  garantiza  la protección  a su elegido. La metáfora   que compara  a Dios  con un “escudo” proviene  del lenguaje  cultual

 Tu recompensa   será muy grande   

2 Dijo Abraham: «Mi Señor, Yahveh, ¿qué me vas a dar, si me voy sin hijos...?.»

3 Dijo Abraham: «He aquí que no me has dado descendencia, y un criado de mi casa me va a heredar.»

 

El patriarca  responde  desde  la humildad con un título  unido  al nombre divino: Mi Dios  y Señor, al que  sigue una  queja   en la que  le reprocha  que a pesar  de su palabra, un extraño  va  a ser  su heredero: ¿  Para qué  me vas  a dar nada, si voy  a morir  sin hijos  y el  heredero  de mi casa  será  ese Eliezer  de Damasco?.

Abrahán   se lamenta   de que  aún   no le  haya  concedido  lo único  que quiere: un hijo  que lleve su nombre. El  va a morir  (lit., “irse” en el sentido  del Salmo  39, 14 “¡Retira tu mirada para que respire  antes que me vaya y ya no exista más!”)

 

 4 Mas he aquí que la palabra de Yahveh le dijo: «No te heredará ése, sino que te heredará uno que saldrá de tus entrañas.»

5 Y sacándole afuera, le dijo: «Mira al cielo, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas.» Y le dijo: «Así será tu descendencia.»

Interviene  el Señor  haciendo  llegar  su palabra  al patriarca. La promesa  contempla  ahora  no sólo  al hijo, que vendrá   con toda seguridad, sino  a las generaciones  futuras. Lo saca  fuera  ( ¿ de la tienda, de  un santuario o quizá  de si mismo?), es de noche  y las estrellas  sirven  de signo   de fecundidad: “yo te colmaré de bendiciones y acrecentaré muchísimo tu descendencia como las estrellas del cielo y como las arenas de la playa, y se adueñará tu descendencia de la puerta de sus enemigos” ( Gn 22, 17);  arena   de las playas ( Gn 22, 17); y el  polvo  de la tierra: “Haré tu descendencia como el polvo de la tierra: tal que si alguien puede contar el polvo de la tierra, también podrá contar tu descendencia” ( Gn 13, 16).

 

6 Y creyó él en Yahveh, el cual se lo reputó por justicia.

El término  castellano  creyó  no traduce  cuanto encierra  la palabra hebrea. Es la  constatación  de que  Abrahán puso  su confianza  en Dios  y le reconoció  como garantía  más que   justificadora  de la confianza.

. La fe   se realiza   creyendo  en las promesas y obedeciendo  al Señor. San Pablo  afirma  que Abrahán  creyó   en la promesa  antes de obedecer.

La fe  ofrecía   un futuro  a Abrahán, la realidad  se lo negaba. La solución  lógica   era nombrar   como heredero  a su criado, confiar   en una ley  y no en Dios. No tenía mala  voluntad, pero le faltaba fe. Dios le saca  de su error y todo  vuelve  a ser como antes, mejor aún de que la promesa  no es  ya  de un hijo, sino de una multitud equiparable  a las  estrellas. Y  Abrahán  se vio   en el dilema   de confiar  entre lo legal  y seguro, que era la solución   que venía  pensando

.

Abrahán   cree  en esa palabra a pesar  de que  sigue sin hijos, Sara  es estéril y cada  día son  más viejos. El inacabable  retraso  en el cumplimiento  de la promesa  no obscurece la fe  y,  por esa  fe ciega y confiada, el Señor  anota  a Abrahán  esta entrega en su haber, es considerado  por el mismo Dios  digno  del mayor bien  divino:  la justicia-salvación.

Cumplimiento de la Promesa: 21, 1-3

            1 Yahveh visitó a Sara como lo había dicho, e hizo Yahveh por Sara lo que había prometido.

            2  Concibió Sara y dio a Abraham un hijo en su vejez, en el plazo predicho por Dios.

            3 Abraham puso al hijo que le había nacido y que le trajo Sara el nombre de Isaac.

            El nacimiento    de Isaac  es el final  feliz   de la  larguísima  espera  y el desenlace  de la crisis. Risa  y alegría  dominan   la secuencia; el nombre  de Isaac es un deseo  y una petición: Que Dios le sonría.

Abrahán  tiene  un heredero, hijo  de la  legítima esposa, cuya  esterilidad  y vejez se acentúan  una vez  más.

La risa de incredulidad de los padres: “Abraham cayó rostro en tierra y se echó a reír, diciendo en su interior: ¿A un hombre de cien años va a nacerle un hijo?, ¿y Sara, a sus noventa años, va a dar a luz?» (Gn  17, 17)  se ha  convertido  en risa  de reconocimiento.

 

Muy  elocuente y expresivo  el estribillo del salmo responsorial: “El Señor  es nuestro Dios, se acuerda  de su alianza  eternamente

 

            Segunda lectura: hebreos 11, 8.11-12. 17-19

En el ciclo B, en vez de la lectura  de Col. 3, 12-21, puede leerse ésta  de la Carta a los Hebreos.

Nos gustaría saber por qué  ha sido elegida esta lectura; no creo que sea difícil  indicar  algunas razones: La Familia de Nazaret es una familia, que vive  plenamente la fe como adhesión a la Voluntad de Dios; la familia de Nazaret  no se comprende desvinculada  de la vivencia de un proyecto divino; la familia de Nazaret supo lo que significaba dejar su casa e ir  a otros  lugares como más adecuados  para la “seguridad” del Niño.

Después de haber expuesto estas razones, vamos a presentar el significado de esta perícopa.

El amplio capítulo  11 trata sobre la fe: presenta una serie  de  ejemplares, con o sin  comentario, una serie  de situaciones  genéricas  o concretas.

 

 La lectura  elegida  para la Eucaristía de esta Fiesta  de la Sagrada Familia no es todo este capítulo, sino unos cuantos versículos, que exponemos así: Al llegar  a los  vv. 8-17,  que hablan  Abrahán, el autor  se  detiene  y escoge  varios episodios. La llamada  hacia  un destino  desconocido , abandonando  la patria (  Gn 12) El fiarse   de Dios,  que le prometía  descendencia  numerosa  (  Gn  15 y 17). La gran  prueba  del sacrificio de Isaac, que consistió  en obedecer  sin perder  la esperanza (Gn  22).

 

 A los   episodios  añade  una reflexión  teológica, que se  centra  en la victoria  sobre la muerte. La fe = esperanza   de Abrahán  alcanza   más allá  de la muerte.  Muerta   está  la capacidad  generativa suya  y de Sara, a la muerte  está destinado  el heredero  legítimo, mueren  todos antes  de alcanzar  el destino. La razón  es que  éste  es celeste y futuro y todos   ellos caminan  como “peregrinos y forasteros” hacia   la patria, que es   una ciudad  construida  por Dios.

Más concretamente analizamos  los diversos  versículos: 

8. Por la  fe Abrahán, obediente   a la  llamada  divina, salió    hacia una   tierra  que  iba  a recibir  en posesión , y salió  sin saber a  donde   iba

 

            Tanto en el judaísmo   tardío  como  en el primer  cristianismo, Abrahán  fue tenido  como primer  padre  de los creyentes, prototipo  de toda fe; su peregrinación, junto  con el caminar  de Israel  por el desierto, era una   imagen de lo que había  de suceder  en Cristo.

            Dentro  del ciclo  patriarcal  la figura   de Abrahán  ocupa   el centro   de la escena. Su fe, que está  en el origen  de las promesas   divinas y que le hace superar  la prueba  de tener  que sacrificar  precisamente   a su hijo, depositario  de las promesas, es modelo para todos   sus  descendientes. Observemos   cómo subraya  el autor  de hebreos   el sentido  religioso  de los movimientos   migratorios  que tuvieron, al menos   también, otras  causas   históricas.

 

11. Por la fe, a pesar  de que Sara era  estéril   y de que él mismo  ya no tenía  la edad   apropiada, recibió  fuerza   para fundar  un linaje, porque se fió  del que se lo había  prometido.

            Diremos que es un texto  no muy claro, de aquí que existan varias lecturas  del mismo: “ Por la  fe también  Sara recibió  poder  para concebir, aunque  se le había  pasado la edad; pues tuvo  por fiel  al que  se lo  había  prometido”. En esta lectura no aparece la figura de Abrahán.

            Algunos   comentaristas  consideran  que la “misma   Sara”  es una interpolación; otros   lo toman como un dativo , “ junto con Sara”, entendiendo  Abrahán  como sujeto  del verbo  “ recibió “ en ambos casos.

 

12. Y así, de un solo  hombre, y eso  que ya  no tenía  capacidad  generativa, nacieron  descendientes   numerosos  como las estrellas   del cielo  y como  la arena  incontable  de la orilla  del mar.

 

            Leemos en Romanos  4, 19: “No vaciló en su fe al considerar su cuerpo ya sin vigor - tenía unos cien años - y el seno de Sara, igualmente  estéril”  y en Génesis  22, 17: “yo te colmaré de bendiciones y acrecentaré muchísimo tu descendencia como las estrellas del cielo y como las arenas de la playa, y se adueñará tu descendencia de la puerta de sus enemigos”

 

17 Por la fe  Abrahán, sometido a prueba, estuvo  dispuesto a sacrificar  a Isaac; y  era su hijo  único  a quien  inmolaba, el depositario de las promesas;

 18  aquel  a quien  se había  dicho: de  Isaac te nacerá  una descendencia

 

            El  último  ejemplo  que se ofrece  de la fe de Abrahán  es el ya clásico de su obediencia  la mandato  de ofrecer  en sacrificio  a su hijo   Isaac ( Gn  22, 1-19). Su prontitud  para  ejecutar la orden  recibida  resulta   más sorprendente  por el hecho  de que todas  sus esperanzas de ver cumplida  la promesa  de Dios  estaban  ligadas  a aquel niño.

            Como respuesta   a sus promesas  Dios no pide  más que la fe; una expresión  suprema   de esta fe  aparece   en el sacrificio  de Isaac, imagen   del sacrificio  del verdadero  primogénito  de la multitud   de hermanos  redimidos  y resucitado.

 

19 Pensaba Abrahán  que Dios  es capaz   de resucitar  a los muertos. Por   eso el recobrar a su hijo  fue para él  como un símbolo.

 

                Isaac  se convierte  en símbolo  de cuantos  serán resucitados por el poder  de Dios, especialmente  de Jesucristo.

 

            Creemos que es una lectura  adecuada  para presentar  la Sagrada Familia; la familia  patriarcal   nos ilumina  y nos  muestra el camino para entender mejor  la vivencia teologal de la Familia de Nazaret.

            Podríamos explicar  cómo   muchos de los rasgos de la familia de Abrahán, Sara e Isaac se  repiten  en la Sagrada Familia.

 

            Evangelio: Lucas 2, 22-40

 

En este Evangelio aparecen  los  tres miembros de la Familia de Nazaret, por lo cual podemos decir  que ilumina  el significado de esta Fiesta. Estos versículos  son designados  como la Presentación de Jesús: concepto más teológico que ritual.

            Es  oportuno hacer un análisis  de este texto,  largo; pero lleno de contenido.

 

El episodio  consta  de dos secciones  principales (vv. 21-24 y  25-38)  y de una conclusión   39-40

La primera (vv. 21-24)  es marcadamente  introductoria; en realidad  se trata  de un doble  preludio a la manifestación  de Jesús propiamente  dicha.

 

            La Liturgia  no hace uso del v. 21; pero lo recordamos, pues así podemos comprender  mejor  todo el texto. Menciona  la circuncisión e imposición   del nombre, constituye  el primer  preámbulo.

    Los   vv. 22-24, en los que se describe  la purificación   de María   y  la presentación  de Jesús, forman  el segundo  bloque  introductivo. Queda  así preparada  la segunda  parte  del episodio  ( vv. 25-38), que contiene   una doble  manifestación  de Jesús  en torno  a las dos  figuras  que acaparan  la escena: Simeón  ( 25-35)  y Ana   ( vv. 36-38).

 La conclusión  (vv.  39-40)  recoge “estribillos”  típicos   de las narraciones   de la infancia.

Primera parte: Preludio  (vv. 21-24)

 

Los vv. 22-24 recogen  los  dos hechos  que van  a constituir  el marco  de la manifestación  de Jesús: a) la Purificación  de la madre a los cuarenta  días del parto  ( vv. 22a y 24), y b)  el rescate  del primogénito  al mes del nacimiento ( vv. 22b- 23).

 

  No  nos hemos parado a reflexionar  debidamente  en lo que Lucas nos  dice  y si realmente  corresponde a la verdad ritual; cuando narra estos hechos, lo hace como teólogo, no como historiador; de aquí que  a veces comete  algunos   errores de tipo histórico, pues su finalidad  es otra: la teológica.  

 

 Lucas, de origen   y mentalidad   siria, describe  el rescate  de Jesús  como una presentación  en el templo, sin hacer   la más mínima   referencia  al pago  de los cinco  pesos  de plata, según  estipulaba  la ley.  Leemos  llevaron  al niño  a Jerusalén  para  presentarlo  al Señor,  como  prescribe   la ley  del Señor: Todo  primogénito  varón  será  consagrado  al Señor”  ( 2, 22b-23)

 Ni en el Antiguo  Testamento   ni en la Misná  se encuentra  prescripción  alguna   sobre la presentación  del primogénito.

Lucas  junta el hecho de la purificación  de la madre, que  tenía lugar a los cuarenta días; lo hace bien; pero mezcla la presentación del  niño (que no consta en ningún texto del AT) con la ofrenda del primogénito, que tenía lugar a los treinta  días  y que no era necesario que el niño  fue llevado al Templo.

 

            Lucas  relaciona   la presentación  con el rescate  del primogénito como implica  la cita del Exodo  13.2.13 en el v. 23. “Conságrame todo primogénito, todo lo que abre el seno materno entre los israelitas. Ya sean hombres o animales, míos son todos.» (“...Rescatarás también  todo primogénito de entre tus hijos.”  “... rescato todo primogénito de mis hijos”  (Exodo 13, 2.13.15)

 

            Pero la cita libre  de Exodo  13, 2.12. 15, en el v. 23, muestra   que Lucas  no piensa  tanto en el rescate ( los cinco   siclos, num. 18,  15-16, no  se mencionan  aquí)  como en la   convicción   profunda   de la  pertenencia  del recién nacido  al Señor.

            Todo primogénito que se presente a Yahveh de cualquier especie, hombre o animal, será para ti. Pero harás rescatar al primogénito del hombre y harás también rescatar al primogénito de animal impuro.

Los harás rescatar al mes de nacidos, valorándolos en cinco siclos de plata, en siclos del santuario, que son de veinte óbolos.”

              Con esto presente, podemos seguir  analizando los  versículos  tan llenos de matices y de contenido.

Lucas, teólogo, se sirve  para su teología  de la presentación  del niño Samuel, narrada en el 1 Sm 1, 22-28.

Un  rasgo  interesante  de la narración lucana  es que María  hace  la ofrenda  prescrita   por la ley: “ Un par  de tórtolas  o dos pichones”. Ahora   bien: según  Lv  12, 8, una   de las aves   es “para  el holocausto”  y la otra  “para  el sacrificio expiatorio”

 

            Doble  manifestación de  según (2, 25-38)

 

            La primera  manifestación   de Jesús, recogida  en los vv. 25-35, se produce   por medio  de una figura  venerable: Simeón. El personaje , hombre  “honrado y piadoso”,  aunque, según  parece, no de  ascendencia   levítica, recuerda  al anciano  sacerdote Elí, bajo  cuya tutela  transcurrieron  los primeros  años  de Samuel  ( 1 Sm  1-3), y al  padre   de Juan, el viejo  Zacarías  ( Lc  1, 5-7). Lo mismo este último  predice   la grandeza   de Juan  en el Benedictus;  Simeón  exalta  la personalidad  de Jesús   en el Nunc dimittis. Pero   una vez  más queda  de manifiesto  la superioridad   del paralelismo; al  cántico   de Zacarías, Simeón responde  con una doble proclamación: un nuevo cántico  ( vv. 29-32)  y un  oráculo  profético  ( vv. 34-35).

             

            Se dice de Simeón “aguardaba  la consolación  de Israel”. La frase como tal  no aparece  en la literatura  veterotestamentaria, pero  alude  al Libro de la Consolación, en el Deuteroisaías (Is 40, 1): “Consolad, consolad a mi pueblo - dice vuestro Dios.” No cabe duda  que la “consolación de  Israel”  está en claro  paralelismo  con “la liberación de Jerusalén”  del versículo 38.

 

 Otro rasgo   de la personalidad  de Simeón  es su relación con el Espíritu: “El Espíritu Santo  estaba con él” (v. 25). Precisamente  el Espíritu  le había revelado  que no moriría  hasta que hubiera  visto al Mesías, al Ungido  de Dios. E impulsado  por el Espíritu, va al templo  en el momento  justo, toma al niño  en brazos de manos de su María   y entona  un himno  de alabanza. Simeón   ha podido   reconocer  en ese niño  recién  nacido  la llegada  de la gran  novedad  salvífica, la nueva  y definitiva   salvación  de Dios.

 

 El cántico  de Simeón, el Nunc  dimittis, consta  de tres dísticos (29. 30-31 y 32). Simeón   entona su alabanza  como si fuera   un centinela  alerta  a la llegada  de un personaje  esperado. Se dirige  a Dios  como “Señor”. Simeón   canta   porque   ha llegado  el relevo  definitivo y,  según la  expresión  veterotestamentaria, puede   “irse  den paz” ( = “despedir  en paz”,  “dejar  marchar   a alguien  en paz”).  Pero  lo más  importante  es que  Simeón  reconoce  en ese niño al portador  de las promesas  mesiánicas  de paz,  salvación, luz

            En la  interpretación   de Lucas, todos  los efectos  del acontecimiento  Cristo se dan  cita  en este  pasaje de la presentación  del primogénito  de María

 

            El alcance   del Nunc  dimittis  es notablemente  superior  al del Gloria  cantado  por los mensajeros  del nacimiento (Lc  2, 14). La significación   de Jesús no  se agota  en la prosperidad  del pueblo elegido  ( v 32b), sino  que es  una salvación  desbordante, manifestada  a todos  los pueblos, tanto  a las naciones  paganas  como a Israel ( v. 32ª).

 

 La segunda  palabra  de Simeón  es un oráculo  profético  dirigido  a la madre (vv. 34bc-35ab). El relieve  que aquí  se da a la figura  de María  es un reflejo  de la función  de Ana  en 1 Sm 1-2; de hecho, lo que  más destaca  en el relato  de la presentación de Samuel es la iniciativa  de la madre. En cuanto  al oráculo   de Simeón, su tonalidad  decididamente lamentable abre un futuro  más bien sombrío. Al describir  al niño   como fuente  de división  en Israel  queda ya  anticipada  la propia  frase  de Jesús  en Lc  12,  51-53: “«¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división”

Jesús  está  marcado  desde  su infancia: “Este niño   está constituido   para ruina  y resurgimiento  de muchos en Israel”.

 

Hay  que notar   que,  en esta expresión, la “ruina”  precede  al “resurgimiento”  Y es que  se trata, en realidad, de una  de las formulaciones  lucanas   del escándalo  de la cruz, la piedra  de tropiezo

 

             Se ha criticado  mucho  la concepción  teológica  de Lucas, porque se  echa en falta  una teología  de la cruz, formulada  al modo  característico  de Pablo : “Pues la predicación de la cruz es una necedad para los que se pierden; mas para los que se salvan - para nosotros - es fuerza de Dios.( 1 Cor  1, 18); “Nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles;” ( 1 Cor  1, 23).

 

            No podemos pedir a los evangelistas que tengan una visión completa de todo el evangelio; cada evangelista  expresa e indica una faceta. No obstante  el carácter discriminatorio  de la misión  del niño   está expresado  aquí   con tanta  o mayor  incisividad que en la formulación paulina.

 

También   María   va a  quedar  afectada  por ese carácter   discriminatorio  de la misión   de su hijo; una  espada   tajante  le traspasará  el corazón.  María   experimentará   en su propia   carne  el significado  de esa división  familiar  que el cumplimiento  de la misión  de su hijo  va a traer  como consecuencia;  su relación  con Jesús  no va  a limitarse  al ámbito  puramente   materno, sino que implicará  una vinculación  trascendente, superior   a los lazos   de carne   y sangre , es decir, la fidelidad  del discípulo. 

 

El v. 35b  es la continuación  lógica   del v. 34bc “Así  quedarán  al descubierto  las intenciones de todos”. La  ha quedado  interrumpida. Los  “pensamientos”  que van  a quedar  patentes son las maquinaciones   hostiles  y los planes  arteros   que van  a incitar  la oposición  al ministerio público  de Jesús.

 

            Una  de las características   de la composición  lucana es la introducción  de personajes   por parejas. En los  episodios  de “anuncio”, Zacarías  y María; en el discurso  de Nazaret, la viuda de Sarepta y Naamán  el sirio; en el caso presente  Simeón  y Ana.

           

La  proclamación  de la personalidad de Jesús se expresa  no sólo  en el cántico de Simeón, en el  Nunc  dimittis y en  el oráculo   subsiguiente , sino  también  en la exultante  comunicatividad  de Ana, la profetisa, cuya misión  es difundir  a los cuatro vientos  lo que  Simeón  acaba  de reconocer   en ese niño.

 

            Un hombre  y una mujer proclaman  que la promesa  de salvación  se ha hecho  realidad  en un niño  recién   nacido, Jesús, el Mesías del  Señor.

            Los destinatarios  del mensaje  son “todos  los que esperaban  la liberación  y la redención  de Jerusalén “

 

Conclusión  (vv. 39-40) La  sección  conclusiva  es una  yuxtaposición  de los “estribillos”

 

“Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.

El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él.”

 

            El Papa Pablo VI en la basílica  de Nazaret, el día 5 de Enero de l964 señalaba y acentuaba tres lecciones, o tres enseñanzas  de esa Familia: La lección del silencio; la vida familiar  y la lección de trabajo.

 

            El hombre necesita recuperar el valor y el cultivo del silencio para poder hablar con Dios y para poder entenderse con los demás hombres. Sin silencio no cabe el diálogo; sin silencio no se da la luz necesaria para comprendernos.

            Necesitamos aprender un estilo de vida, que nos viene de arriba y que alcanza su expresión elocuente y paradigmática  en la Familia de Nazaret.

Necesitamos recuperar la dignidad del trabajo. No es suficiente tener trabajo (derecho de todo hombre), sino colaborar  con nuestro esfuerzo con los planes de Dios sobre el mundo. El deseo de todo  hombre debe ser: hacer un mundo más digno, donde podamos desarrollar  nuestra dignidad y nuestra vocación de imágenes de Dios. El hombre es imagen de Dios  y esta tarea le acompañaba siempre. El trabajo a ciegas  puede ser fuente de nuestro sustento; pero no es lo que Dios nos pide y no es  lo que la Familia de Nazaret nos enseña.

 

La Fiesta de la Sagrada Familia  es también nuestra fiesta, pues todos formamos parte una gran familia, que es la humanidad; parte de una familia religiosa  y parte de una familia constituida por los padres y los hijos.