Fiesta. Bautismo del Señor

Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  

 

 

          La Fiesta de hoy cierra  el ciclo de Navidad-Epifanía. Esta fiesta es como una epifanía, esto es, una manifestación de la divinidad de Jesús, realizada por la intervención directa del cielo.

 

            El ciclo de Navidad-Epifanía, construido a imagen del ciclo de Pascua de Resurrección, su final es análogo. El ciclo de Pascua acaba con la fiesta de Pentecostés cuando los creyentes  reciben el don del Espíritu para la misión  y empieza la vida de la Iglesia; la fiesta del bautismo cierra el tiempo de Navidad y es el inicio  del ministerio público  de Jesús, su “ Presentación en público”.

 

            Toda la Trinidad interviene  en la gran epifanía junto al Jordán: El Padre hace oír su voz dando testimonio del Hijo, y el Hijo es presentado en Jesús, el Espíritu Santo desciende  visiblemente  sobre. “ Apenas  salió del agua, vio  rasgarse el cielo y al Espíritu bajar  hacia él  como una paloma. Se oyó una voz del cielo: Tú eres  mi Hijo amado, mi preferido”  ( Marcos 1,7-11) evangelio del día).

 

            Este acontecimiento  es narrado por los cuatro evangelistas, forma parte, de acuerdo con la opinión  mayoritaria, de los datos  más seguros  acerca de la vida de Jesús.

 

            La Fiesta del Bautismo de Jesús es reciente; la Reforma  del Concilio la instituyó.

            Profundicemos en el significado teológico de este Hecho tan notorio. El Bautismo de Jesús  es como la investidura oficial de su misión de Salvador; el Padre y el Espíritu Santo garantizan su identidad de Hijo de Dios y  le presentan al mundo para que el mundo acoja su mensaje. Jesús no es un farsante, no es un cualquiera. Desde este momento  Jesús empieza a manifestarse públicamente como “Mesías y Señor”; esto es, inicia  la tarea que el Padre le confió. El Bautismo  representa para Jesús  la consagración a una misión concreta y específica.

            La eucología de la Misa  así lo presenta:” Dios todopoderoso y eterno, que en el bautismo  de Cristo en el Jordán quisiste revelar solemnemente que El era tu Hijo amado  enviándole  tu Espíritu Santo” ( Primera parte de la Oración Colecta).

Lo mismo dice la Oración de Ofrendas: ”Recibe, Señor, los dones que te presentamos en este día en que manifestaste a tu Hijo".

 

            La lectura primera  está tomada del profeta Isaías 42, 1-4.6.7. Según el Leccionario más clásico, es la misma lectura de los tres ciclos. Se mensaje es muy importante para conocer quién es ese Jesús, es que bautizado  por Juan. Algunos exégetas distinguen dos cánticos en este texto. El primero lo formarían  los vv. 1-4; el segundo los vv. 5-7. “... Mirad a mi siervo, a quien  sostengo”. Ha sido elegido de una forma especial por Dios: “Yo, el Señor, te he  llamado con justicia, te he tomado  de la mano, te he formado  y te he hecho  alianza  de un pueblo” Es un elegido  como Moisés ( Salmo  106, 23), David  ( Salmo  89,4) y todo Israel ( 1 Cro. 16, 13). Este Siervo está poseído por el Espíritu del Señor: “Sobre  él  he puesto  mi espíritu” Este don, necesario  para toda  obra de redención, había  sido prometido  al rey mesiánico ( Is 11,1); más  tarde se afirmará  que lo posee  toda la comunidad  mesiánica ( Joel, 3). La misión de este Siervo es de grandes repercusiones y trascendencias. “ Para que  traiga  el derecho a las naciones”. El Siervo cumple  la función  propia  del rey  davídico ( 2 Sm. 3,18), del rey mesiánico ( Ez  34, 23-24) y del profeta ( Am 3,7). El versículo 7  especifica  más esta misión: “ Para que  abras  los ojos  de los ciegos, saques a los cautivos  de la prisión, y de las mazmorra a los que  habitan  en las tinieblas

            El v. 1 presenta  el modo y la manera de actuar este siervo: “ No gritará,  no clamará,  no voceará por las calles”  No  gritará  significa  que el Siervo  se encuentra  tranquilo  y seguro. “ Promoverá  fielmente  el derecho, no vacilará  ni  se quebrará  hasta  implantar  el derecho  en la tierra  y sus  leyes, que esperan las islas.” Hay un texto en el libro de Job 6,11, que es como el grito de quien exclama la liberación: “¿  Me quedan  aún fuerzas  para resistir? ¿Podré  seguir  viviendo  si no conozco  mi fin?”. Las Islas manifiestan  un enérgico  esfuerzo  por vivir. Ellas  habrán de pasar  por una penosa  expectativa.

            Quizá sea oportuno decir a quién se aplica este Cántico. Es bastante  probable  que este  primer  cántico  se refiera  inmediatamente  a Ciro. En el libro de Isaías  45,1 se le llama  Mesías. De todas formas, a éste, como a los demás  cantos  del Siervo  se les dio  pronto  un sentido  mesiánico, y de ellos  se sirvieron  los autores  del NT  para  entender mejor  la figura de Jesús.

 

            La segunda lectura  es del Libro de los Hechos de los Apóstoles 10, 34-38. Vamos a analizar solamente dos versículos: “Conocéis  lo que sucedió  en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa  empezó por Galilea. Me refiero  Jesús  de Nazaret, ungido  por Dios  con la fuerza  del Espíritu Santo, que pasó  haciendo el bien  y curando  a los oprimidos  por el diablo; porque Dios  estaba con él” ( Hechos 10,37-38). Para darnos cuenta de la importancia de estos dos versículos, es conveniente recordar  que los versículos  37-41 son la única presentación  de la vida de Jesús que nos ofrece el Nuevo Testamento, fuera  de los evangelios.

 

            El bautismo  de Jesús es interpretado  aquí como una “unción” del mismo Jesús  por el Espíritu Santo. Aunque  la tradición  evangélica   nunca hable del bautismo  de Jesús  por Juan como una “unción”; Lucas  lo interpreta  aquí  de esta manera. La  presentación  de Jesús, poseído   por el Espíritu  de Dios, caracteriza  la cristología  lucana; pero no debemos olvidar que difícilmente  podría ello interpretarse  como que Jesús es constituido  Mesías  en su bautismo. Es interesante darnos cuenta cómo  queda sintetizada  la actividad de Jesús: “ Hacer el bien y curar, enfatizando las expulsiones del demonio. Nada se dice  de la predicación  de Jesús; quizá la explicación sea ésta: no sea nombra la predicación de Jesús, porque  su única  función, según San Lucas, consiste  en indicar  que la salvación  se realiza  plenamente  en las acciones de Jesús.

 

            El Evangelio, como estamos en el ciclo B, está tomado del evangelista San Marcos, 1, 7-11. “ Por entonces  llegó  Jesús  desde  Nazaret  de Galilea a que  Juan  lo bautizara  en el Jordán. Apenas salió  del agua, vio rasgarse el cielo  y al Espíritu  bajar  hacia  él  como una paloma. Se oyó  una voz  del cielo: Tú eres mi Hijo  amado, mi predilecto

 

San Marcos  por los nombres  de lugar no tiene  interés alguno, pero sí  por Galilea. Con ello se explicita  que Jesús viene   de una región  distinta  de la de las  muchedumbres que afluyen  hacia el Bautista.

 

El rasgarse  los cielos  hace posible  la aparición  del Espíritu  y la audición de la voz. Puede quizá establecer la comparación con Is 63, 19: “ ¡Ah  si rompieses  los cielos   y descendieses!”. En el Antiguo  Testamento y la literatura apocalíptica, el cielo  “rasgado” es signo  de la comunicación  entre el cielo  y la tierra. ( Is 63,19; Ap 4,1).  La realidad  de la llegada del Espíritu se describe  mediante  la comparación  con una paloma. No  se quiere  decir  que el Espíritu tenga la figura  de una paloma; sino simplemente  se pretende  conferir  una plasticidad  al acontecimiento.

 

            A la  visión  se une la audición. Viene desde el cielo  una voz a Jesús. Dios  habla directamente  a su hijo. El título  de hijo ocupa  el primer plano. Así, parece que se apoya  en el salmo 2,7: “ Tú eres  mi hijo, yo  te he engendrado  hoy”. No es sólo  un hijo, como algunos  personajes  del AT ( Ex 4, 22; 2 Sm 7, 14).

 

            El Bautismo de Jesús  repercute en nosotros, nos toca a nosotros, ilustra e ilumina  nuestro bautismo:” Concede a tus hijos de adopción, renacidos  del agua y del Espíritu Santo, perseverar siempre en tu benevolencia “ ( Segunda parte de la Oración Colecta).La Liturgia de hoy recomendaba  la celebración del algún bautismo allí donde fuera posible. Nosotros mediante nuestro bautismo nos hacemos hijos de Dios por participación. Jesús ya es Hijo de Dios antes del bautismo, éste lo declara, lo anuncia.

 

                        Jesús  empieza a predicar la Buena Noticia; nosotros debemos escucharle:” Te pedimos, Señor, humildemente que escuchemos con fe la palabra de tu Hijo para que  podamos llamarnos, y ser  en verdad, hijos tuyos”.( Oración después de la Comunión).

 

            Es evidente  que el bautismo de Jesús fue visto por la primitiva comunidad cristiana como modelo  y prototipo  del bautismo  de aquellos que entran a formar parte de la Iglesia.

 

            En el Bautismo cristiano el poder de purificación no está en el agua, sino en el Espíritu. En el rito bautismal  de otras religiones el agua tiene una importancia  capital, los textos  evangélicos  insisten más en la idea de que el bautismo es, en primer lugar, cosa del Espíritu Santo. Sin la acción del Espíritu  el agua es  inútil. Es el Espíritu el que renueva al hombre interiormente.

“Yo os  he bautizado  con agua, pero él os bautizará  con Espíritu Santo “( San Marcos, evangelio de hoy, capítulo l,8).

 

La Fiesta del Bautismo del Señor sobresale  por su  hondura teológica. Lo mismo que Pentecostés es el final de la cincuentena  Pascual; así esta fiesta del Señor es el término de una etapa: Navidad-Epifanía  y comienzo de otra: La vida pública de Jesús de Nazaret.