VI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  
 
 
San Marcos nos presenta a Jesús, encontrando resistencia al Reino por parte del hombre. Unas veces este rechazo proviene del hombre “endemoniado”; está poseído del mal, no goza de libertad; otras veces esta oposición está motivada por la enfermedad; el enfermo no puede reaccionar bien. Hay casos en los cuales esta reacción negativa, no es culpa del hombre, sino que queda excluido por fuerzas externas: la lepra.

En la Sinagoga de Cafarnaún Jesús cura a un endemoniado; en la casa de Pedro cura a la suegra de éste de una fiebre maligna; ahora cura a un leproso; a éste lo han incapacitado para el culto; no puede aceptar la Salvación, cuando ésta se tiene que manifestar mediante el rito, el culto.

Según la mentalidad ritual judía, quien sufría limitaciones y defectos físicos, quedaba excluido del culto; era tratado casi como un difunto. Aquél que era declarado leproso por los sacerdotes, debía vestir ropas rasgadas y llevar la cara cubierta; debía vivir fuera de las poblaciones y tenía que gritar”: Impuro, impuro”, para que nadie se le acercara sin darse cuenta, ya que el contacto con alguien impuro o con algún objeto ritualmente impuro, lo convertía en impuro.
El leproso era, en efecto, el marginado y segregado por antonomasia ( Lv l3, 45-46) La lepra era la mayor muralla social y al mismo tiempo, una enfermedad que sólo Dios podía curar ( Números l2, l3)
“Andará... gritando: ¡ Impuro, impuro!”.Mientras le dure la lepra, seguirá impuro: vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento” ( Lectura del Levítico)
Precepto duro que se explica por la preocupación de evitar el contagio y por la idea que de la lepra tenían los hebreos. El leproso era abandonado por todos y tenido por impuro, herido de Dios y maldito.

No todos los leprosos aceptan esta situación, que les despersonaliza, privándoles de su dignidad, robándoles la alegría de vivir, de ser útiles para los hombres y de poder dialogar con Dios.
Todo enfermo experimenta su fragilidad, sus límites, tanto físicos como psíquicos y espirituales. La enfermedad es una prueba: unos se rebelan y otros emprenden una profundización espiritual.

El leproso, movido por su confianza, se atreve a transgredir la prohibición de acercarse a la gente y se aproxima a Jesús hasta arrodillarse. “ En aquel tiempo se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: Si quieres, puedes limpiarme”. Quiere el leproso sentirse relacionado con Jesús y con los hombres.
Podemos poner en boca del marginado: “ Señor, tú que te complaces en habitar en los rectos y sencillos de corazón, concédenos ( concédeme) vivir por tu gracia de tal manera que merezcamos tenerte siempre con nosotros ( conmigo)” ( Oración colecta)
Los criterios de Dios no son los criterios de los hombres; el hombre es contemplado por Dios de otra manera.
La curación del leproso está situada entre los primeros milagros-signo de Jesús en Galilea. Algún exegeta ha afirmado que no se trataría aquí de un leproso concreto, sino de una enseñanza acerca de qué actitud tomar ante la realidad de la lepra como dificultad para que el hombre pueda relacionarse con Dios. No se quiere negar el hecho de que Jesús cure a leprosos, sino que aquí San Marcos nos quiere presentar a Jesús como el libertador, rompe todos los obstáculos que puedan impedir al hombre aceptar el Reino de los Cielos.

Jesús se acerca al hombre para salvarlo; tiene mucho interés en recalcar el contacto físico como expresión de cercanía, de simpatía.
El contacto físico con el leproso muestra que a Jesús no le preocupa ser considerado él mismo impuro, y supera así las estrictas normas rituales del pueblo de Israel Y en definitiva, lo que se transmite no es la supuesta impureza del leproso a Jesús, sino la vida de Jesús al leproso.

“ Alimentados con el manjar del cielo, te pedimos, Señor, que busquemos siempre las fuentes de donde brota la vida verdadera” ( Oración después de la Comunión)
La primera reacción de Jesús es la de compadecerse. Enseguida, y como respuesta a la petición del leproso, extiende la mano, lo toca, y le expresa su voluntad de curarlo.”Sintiendo lástima, extendió la mano y lo toco, diciendo: Quiero. Queda limpio”.
El segregado queda reintegrado. Quien estaba abocado a la muerte, recupera la vida. Es un gesto clamoroso y revelador. Aunque se pretenda silenciar, resulta imposible. El que experimenta el poder integrador y salvador de Jesús, se convierte necesariamente en profeta.

El leproso ante la experiencia de su curación, reacciona agradecido": Cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones” ( Evangelio)
Este hombre abandonado por todos, se siente acogido, acompañado por Dios:
“Tú eres mi refugio; me rodeas de cantos de liberación” ( Estribillo del salmo responsorial)
Se siente feliz, ha vuelto a nacer: Dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito” ( Salmo)
No puede callar: Alegraos, justos, con el Señor; aclamadlo los de corazón sincero”
No quiero terminar sin hacer mención a un gran modelo a la hora de aceptar el Reino de Dios: San Pablo, cuya primera carta a los Corintios, estamos leyendo.
“No deis motivo de escándalo a los judíos, ni a los griegos, ni a la Iglesia de Dios” ( Segunda lectura)
San Pablo quiebra todos los obstáculos, que puedan bloquear la aceptación por parte del hombre del Reino de los Cielos. Limita el uso de la propia libertad en pro del otro, para que éste no se sienta impedido por ninguna dificultad a la hora de acoger el Mensaje de Salvación. Por encima de la propia libertad está el amor a los hermanos. Ninguna enfermedad debe hacer “impuro al hombre”.El cristiano ha de estar atento para no ser nunca un obstáculo ( un escándalo, es decir, algo que hace tropezar) para los demás.