Fiesta. La Presentación del Señor
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  
 
 
 Uno de los primeros  episodios  que Lucas sitúa después del Nacimiento de Jesús es su presentación en el Templo. Lucas  tiene un interés especial en poner a Jesús  en relación con el Templo desde el inicio de su evangelio.

 

El templo  de Jerusalén  era el verdadero centro físico y teológico del pueblo de Israel. Según la visión  judía  tradicional, era el lugar  privilegiado  de la presencia de Dios  y por tanto  también del encuentro con él.

Jerusalén, y en particular el templo, eran vistos como el lugar donde Dios convocaría a todas las naciones para que recibieran la luz  y la salvación:”Y acudirán  pueblos  numerosos .Dirán: Venid, subamos al monte de Yahvé, a la Casa del Dios de Jacob...” (Is 2,3).

 

La presencia del Señor en el Templo es un momento de la historia  sagrada cuya  significación  descubren  cada vez más-según parece- los exegetas modernos.

 

Esta fiesta  ya se celebraba en el siglo IV. En Occidente se introdujo a mediados del siglo VII. Roma  adoptó la solemnidad que tituló  “de San Simeón”.

La procesión de hoy es la más antigua  de las procesiones  romanas. La procesión tenía  carácter  penitencial; era una  reparación de los desenfrenos de la solemnidad  pagana coincidente (amburbale).

La solemne  bendición de las candelas aparece por vez primera  en las Fuentes  litúrgicas del siglo X.

 

El significado de esta fiesta es múltiple y complementario. El día 2 de Febrero contiene una nota especial, en parte  reclama todavía elementos del ciclo de la Manifestación del Señor: luz en la noche  de Navidad; luz  en la visita de los Magos  y luz en esta Presentación; por otro lado, el tema de la luz de la Noche de Pascua, la luz  que recibe la Iglesia en el bautismo y que debe portar  hasta el encuentro  definitivo con el Señor.

           

            El mensaje de esta fiesta está en plena  continuidad con el misterio  de la Navidad, proyectándose  hacia el misterio pascual al presentar a Cristo  y a la Virgen  en la perspectiva  de la futura  pasión salvadora.

 

            “Hoy es el día en que Jesús  fue presentado  en el templo  para cumplir la ley, pero  sobre todo  para encontrarse  con el pueblo creyente  ( Monición  antes  de la bendición).

           

            “Porque hoy, tu hijo es presentado en el templo y es proclamado por el Espíritu  Santo Gloria de Israel  y luz de las naciones” (Prefacio)

 

            También esta fiesta es denominada  como fiesta de la luz.

            La luz  es un símbolo  frecuente en las páginas de las Sagradas Escrituras  para indicar la presencia de Dios. La primera manifestación de Dios consistió en la creación de la Luz, en el primer día.

 

“¡Oh Dios!, fuente  y origen  de toda luz, que has mostrado hoy a Cristo, luz de las naciones, al justo  Simeón”  (Oración de las candelas).

            Vemos visto el contenido de la Eucología; vamos a presentar  también el significado  de la Liturgia de la Palabra.

            La Presentación  del Señor  es solamente Fiesta, por lo tanto sólo tiene dos lecturas; si esta Fiesta cae en domingo, como es Fiesta del Señor, se celebra también en el día del Señor y además tiene tres lecturas. Nosotros nos hacemos eco de las tres lecturas  por su gran contenido.

 

            Primera Lectura: De la profecía  de Malaquías 3, 1-4

 

            Puede  resultar  extraña  la elección de esta perícopa como lectura primera  de esta Fiesta de la Presentación del Señor.

 No es fácil  ver la relación existente  entre esta lectura  y el significado  de la Fiesta celebrada; quizá  justifique esta elección el versículo: “... y enseguida  vendrá  a su Templo”

Quizá  se toma  el día del Señor  solamente  en su aspecto purificador, según  la perícopa, que leemos, cuando la presentación de Jesús en el templo, tiene otros aspectos  mucho más positivos.

            Vamos a intentar  explicar un poco  el contenido  de estos cuatro versículos  del capítulo 3 del profeta Malaquías.

            El contexto  social e histórico de  este profeta   es el siguiente:

La indiferencia   del pueblo  ha llegado  al máximo. Desanimado  al ver  que las antiguas  promesas siguen  sin cumplirse, cae en la apatía  religiosa y en la  falta  absoluta  de confianza  en Dios. Duda  de su amor, de su justicia, de su interés  por Judá. Y todo   esto   repercute  en el culto  y la ética, que se encuentran   a bajísimo  nivel.

            Se acentúa  en los versículos elegidos  mucho el aspecto de la purificación del tempo y sus  servidores; quizá se deba esta acentuación a que ha tenido lugar hace poco  la  reconstrucción del nuevo templo.

           

            El libro de Malaquías  pertenece a un autor anónimo, aunque estamos  acostumbrados  a llamarlo Malaquías, el término  Malaquías, en hebreo  malaky  significa   simplemente  “mi mensajero.

            Es importante  retener lo siguiente: Nos encontramos  sin duda  en los años  posteriores  al 515, fecha  de la consagración   del nuevo templo. 

            La mayoría  de los comentaristas  divide   el libro  en seis  secciones o disputas: 2, 17-3, 5 ( El día del Señor)  forma la cuarta;  la Liturgia   no toma  ni el versículo  17 del capítulo  2 ni el  versículo 5 del capítulo  3.

 

            Este librito es de  los más   citados  en el NT.  Los   dos textos   que causaron  mayor  impacto  fueron 3,1 y 3, 23s,  que hablan   del  mensajero. El  3, 1   aparece   citado en  Mc  1, 2; Lc1, 17.76; 7, 19.  27; Jn  3, 28. En todos    estos casos,  el mensajero  es identificado  con Juan   Bautista.

            La cuarta disputa: comienza   haciendo  el profeta  una afirmación  inicial. Parece  que la bondad   no trae  recompensa  alguna. Piden a Dios  de justicia   que intervenga. La respuesta   de Dios  es, en primer lugar; enviar  a su mensajero. Dios prometía  en Ex 23,  20: “He aquí que yo voy a enviar un ángel delante de ti, para que te guarde en el camino y te conduzca al lugar que te tengo preparado

 

Este mensajero  tiene   que “preparar   el camino  ante mí”, preparar   el camino   para la venida  de Yahveh. Su papel  es como el del profeta   en Is  40, 3: “Una voz clama: «En el desierto abrid camino a Yahveh,  trazad en la estepa una calzada recta   a nuestro Dios.”, que prepara  el camino antes   de la intervención  liberadora   de Dios  al final del exilio.

Del  versículo  17 del capítulo  2 no hace  uso  la Liturgia de la Palabra.

 

            Aunque con esto ya hemos intentado  dar una explicación del por qué de la elección de esta lectura, no es inútil  seguir  investigando y analizando   los  siguientes  versículos.

 

            1 “He aquí que yo envío a mi mensajero a allanar el camino delante de mí, y enseguida vendrá a su Templo el Señor  a quien vosotros buscáis; y el Angel de la alianza, que vosotros deseáis, he aquí que viene, dice Yahveh Sebaot

 

            Este  verso   plantea un problema  de identificación   y distinción  de personajes. A primera  vista   parecen    intervenir   dos personajes: el soberano  que envía  y el mensajero  o embajador  enviado;   éste  lleva   tres títulos. “Mensajero”. “Señor”. Aquí  parece   referirse   al “Señor”  que viene  a su “templo”. “Mensajero de la alianza” es el mediador   que lleva  las negociaciones.

 

            La Liturgia de Adviento se hará eco  del mensajero del Señor; la  liturgia de este día, se fija, no ya en el  mensajero, sino en el que anuncia  el mensajero. De aquí cómo la elección de este texto  bíblico es un poco forzada.

 

           

2.       ¿Quién podrá soportar el Día de su venida? ¿Quién se tendrá en pie cuando aparezca? Porque es él como fuego de fundidor y como lejía de lavandero

 

El juicio   por el fuego  es conocido  en  textos de diversas   épocas

 

Se usan  como   ilustraciones  dos imágenes   de purificación. El Señor   será   como un fuego  que acrisola. La imagen   de acrisolar   el metal   se emplea  ordinariamente  para  hablar    del juicio  de Dios: “Yo meteré en el fuego este tercio: los purgaré como se purga la plata  y los probaré como se prueba el oro.  Invocará él mi nombre   y yo le responderé;  diré: « ¡El es mi pueblo!»    Y él dirá: « ¡Yahveh es mi Dios!» (Zac  13, 9)

 

El Señor   es también    como lejía    de batanero. En su  tarea  de limpieza  imitará  al batanero que pisa   y golpea  la tela para limpiarla   y suavizarla. La purificación  que Israel   no puede  lograr  bañándose: “Porque, así te blanquees con salitre  y te des cantidad de lejía,   se te nota la culpa en mi presencia   - oráculo del Señor Yahveh -.”  (Jr 2, 22), será realizada  por el Señor que viene. Su llegada  es dramática, pero El   viene  a purificar.

 

3. Se sentará para fundir y purgar. Purificará a los hijos de Leví y los acrisolará como el oro y la plata; y serán  para Yahveh los que presentan la oblación en justicia.

 

El v. 3  da preferencia  al ideal  sacerdotal  de “purificación”, que se encuentra    a menudo  en el Levítico: “Presentará el macho cabrío sobre el cual haya caído la suerte «para Yahveh» ofreciéndolo como sacrificio por el pecado” (Lev  16.  19).

 

Son los “hijos de Leví”,  todos los que tienen  deberes sacerdotales y levíticos, los que serán purificados.  Una vez  purificados  harán  ofrendas  “en justicia”.

 

     4 “Entonces será grata a Yahveh la oblación de Judá y de Jerusalén, como en los días de antaño, como en los años antiguos.”

 

Este versículo  expresa el efecto de la venida  del Señor a su Templo. Desde aquí podemos  ya comprender la importancia  de la Presentación en el Templo: Fiesta  teológica y  no solo ritual.

 

      El estribillo  del salmo responsorial  acentúa    la entrada  triunfal  del Señor: El señor, Dios   de los ejércitos,  es el Rey  de la gloria

 

            Segunda lectura:   Hebreos   2,  14-18: Cristo  redentor  sufriente

 

            Bien elegida  esta lectura, pues la Liturgia  quiere  darnos a entender las consecuencias  que supone el nacimiento de este Niño, que hoy es presentado en el Templo al Señor.

            En estos versículos  Jesús es presentado  como redentor  sufriente; este último aspecto  es muy importante  en la Carta a los Hebreos.
                                   

14 Los hijos  de una familia son todos  de la misma   carne  y sangre,  y de nuestra carne  y sangre  participó  también Jesús, así  muriendo, aniquiló  al que tenía  el poder  de la muerte, es decir, al diablo.

 

En sentido  bíblico, “carne” denota  la naturaleza  humana  considerada  en su debilidad y fragilidad, y como  tal se  contrapone   a “espíritu” y a  Dios.

 

La expresión  “carne y sangre”  en el sentido  de seres  humanos   aparece  pocas veces en el AT  y algunas más en el NT.

 

En este caso el autor  habla de la   naturaleza  humana   sometida  a la maldición  de la muerte  y ve la muerte  asociada  con el diablo.

 

Resulta difícil   pensar  que no  relacione  esa idea  con el relato  de la caída  y que no  siga una   tradición  que veía   conexión  entre la muerte  y el pecado  de Edén “Por la mujer fue el comienzo del pecado,          y por causa de ella morimos todos” ( Eclo  25, 24).

 

Muriendo: significa  no solamente  que Jesús murió  biológicamente, sino en el valor de su muerte como redención  en pro de los hombres.

            Debemos tener presente  el polivalente  significado de morir  y de muerte, pues  de otro modo no podremos  entender el mensaje  de esta perícopa  bíblica.

 

 Aniquiló  al que tenía  el poder  de la muerte, es decir, al diablo.

 

En el judaísmo  helenístico  existía la idea  de que la muerte  no formaba  parte  del plan   de Dios  para los seres humanos, y de  que   había sido  introducida  en el mundo  por el diablo: “Porque Dios creó al hombre para la incorruptibilidad,  le hizo imagen de su misma naturaleza;

Mas por envidia del diablo entró la muerte en el mundo,  y la experimentan los que le pertenecen” (Sap  2, 23-24)

Debido  a esa conexión  entre el pecado  y muerte, el  poder   de la muerte  se vio  quebrantado  cuando Cristo  eliminó  el pecado  mediante  su obra  como  sumo   sacerdote

 

15 Y liberó  a  todos  los que por miedo   a la muerte pasaban  la vida  entera  como esclavos.

 

Este  temor   a la muerte no se debe  considerar   como el temor  natural  generalmente  experimentado  por los seres  humanos.

 

Se trata  más bien  de un temor   religioso basado  en una  falsa  idea  de la vida  después  de la muerte, según  la cual  la muerte supondría  para el hombre  una total  separación   de Dios: “Que el Seol no te alaba  ni la Muerte te glorifica,  ni los que bajan al pozo esperan   en tu fidelidad.” (Is   38, 18).

 

 La muerte es, en su dimensión  teológica, consecuencia  y signo  del pecado, manifestación  y  culminación  por lo mismo,  de la ruptura  del hombre con Dios. Es el obstáculo  fundamental   para llegar  a la gloria. En este sentido, la muerte  se halla  bajo el poder   del diablo, el enemigo del  hombre, el tentador, el  instigador  de la ruptura   con Dios.

            Ahora  bien, esta forma   de ver  la muerte  mantiene  al hombre  durante toda su vida sometido  a la esclavitud, por el temor  de que la muerte  le lleve  a separarse   definitivamente de Dios

 

La muerte  sella   su entrega  y su amor  a Dios  y a los hombres. Así el mayor  obstáculo  se ha  convertido   en camino.

 

 16 Notad  que tiende  una mano  a los hijos  de Abrahán, no a los ángeles.

 

            Jesús  trajo su salvación a quien  realmente  la necesitaba: a los hombres, pues su vida es como una enfermedad hacia la muerte; en los primeros versículos  de la carta, el autor   insiste cómo el misterio de Jesús es superior a los ángeles, de aquí esta afirmación: no a los ángeles. Los hijos  de  Abrahán: tanto los judíos como los gentiles. Cristo es el libertador  de todos.

 

            17 Por eso tenía  que parecerse  en todo a sus hermanos, para ser  sumo sacerdote  compasivo  y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar  así los pecados  del  pueblo

 

            Esta es la primera  vez que  se menciona  al tema central   de  Heb: la función  de Jesús  como sumo    sacerdote. Al decir   que es “fiel” , el autor   se sitúa  en una tradición  que exigía  esta   cualidad  en todo   sacerdote: “Yo me suscitaré un sacerdote fiel, que obre según mi corazón y mis deseos, le edificaré una casa permanente y caminará siempre en presencia de mi ungido” (  1 Sm  2, 35), pero   el que   haya de ser  “compasivo”  es una idea  peculiar  de Heb. Nada   hay  en el AT  que subraye  esta cualidad; esta  afirmación en Heb se deriva  de la contemplación  del tenor de vida de Jesús: de su sufrimiento, de su muerte.

Y expiar  así los pecados  del  pueblo: el verbo  griego   hilaskesthai “expiar”, aparece   frecuentemente   en los LXX, donde   normalmente  traduce el  hebreo  kipper. Significa   la supresión    del pecado   o de la impureza  por Dios   o por el sacerdote. Las concepciones  medievales   de Dios  como un señor  feudal  que exige  una satisfacción  por su honor  ultrajado  no tienen cabida  en una  genuina  teología  bíblica.

 

            18 Como él   ha pasado  por la prueba del dolor, puede   auxiliar  a los que  ahora  pasan por ella.

           

            Las tentaciones  ( pruebas ) de  Cristo consistieron  no sólo  en la previsión de la muerte ( muerte de cruz)  y en los  sufrimientos  de la pasión, sino  en las  tentaciones  que hubo  de experimentar  a lo largo   de toda su vida. La tradición  señala  que la fidelidad  a su misión  mesiánica  constituyó  el motivo   principal   de tentación.

            La tentación  que sufrían   los destinatarios   de  Heb  era principalmente  la apostasía, que en el fondo  era  el mismo  impulso  a la infidelidad  que Jesús  experimentó.

Puede: tiene un significado aquí de saber, darse cuenta, experimentar. Un rico  puede liberar  a un pobre  de su pobreza, dándole  una  gran fortuna, aunque el rico no haya experimentado  la pobreza; poder en este versículo 18 significa  que en Jesús está la salvación, pues es Dios y al mismo tiempo está el modelo, el ejemplar, pues  recorrió  la misma suerte.

 

                        Evangelio: Lucas 2, 22-40

 

            El evangelio  narra el hecho de la Presentación de Jesús en el Templo según la interpretación de San Lucas.

Los vv. 22-24 recogen  los  dos hechos  que van  a constituir  el marco  de la manifestación  de Jesús: a) la Purificación  de la madre a los cuarenta  días del parto  ( vv. 22a y 24 y b) el rescate  del primogénito  al mes del nacimiento ( vv. 22b- 23).

 

Esta Fiesta  es también llamada la Fiesta  de la Purificación; no se debe olvidar  esta dimensión, pues el texto evangélico  así lo recuerda. Ahora parece   que se quiere olvidar un poco este aspecto para acentuar más la dimensión de la Presentación de Jesús en el Templo.

 

   No  nos hemos parado a reflexionar  debidamente  en lo que Lucas nos  dice  y si realmente  corresponde a la verdad ritual; cuando narra estos hechos, lo hace como teólogo, no como historiador; de aquí que  a veces comete  algunos   errores de tipo histórico, pues su finalidad  es otra: la teológica.  

 

 Lucas, de origen   y mentalidad   siria, describe  el rescate  de Jesús  como una presentación  en el templo.

 Leemos  llevaron  al niño  a Jerusalén  para  presentarlo  al Señor,  como  prescribe   la ley  del Señor: Todo  primogénito  varón  será  consagrado  al Señor”  ( 2, 22b-23)

 

Presentemos  los textos del AT para  darnos cuenta de si lo que Lucas nos narra corresponde a la realidad  histórica  o a la teología, que  él quiere hacer.

 

Dice el  libro de los Números  18, 15-16: “Los   primogénitos  de toda especie, tanto  los de los  hombres   como los de los   animales, que se ofrecen (que se deben ofrecer)  al Señor, serán   tuyos. Rescatarás   los primogénitos   de los hombres y los  de los animales  impuros. El rescate  se hará  al mes  de nacer, a razón  de cinco monedas de plata según el  peso  del santuario, que es de doce  gramos”

Aquí se habla, no de presentación, sino de  rescate, que tiene lugar  al mes de nacer  y se debe entregar  cinco monedas.

La Purificación tiene lugar a los 40 días  y el rescate del primogénito a los 30  días.

 

Dice el libro del Exodo: “Conságrame  todos  los primogénitos entre  los israelitas, tanto  de los hombres  como de los animales. Son míos” (13, 2)  “... También   rescatarás  los primogénitos   que les nazcan a tus hijos” ( 13, 13)

 

 Ni en el Antiguo  Testamento   ni en la Misná  se encuentra  prescripción  alguna   sobre la presentación  del primogénito según la quiere entender  Lucas.

 

Lucas  junta el hecho de la purificación  de la madre, que  tenía lugar a los cuarenta días; lo hace bien; pero mezcla la presentación del  niño (que no consta en ningún texto del AT) con la ofrenda del primogénito, que tenía lugar a los treinta  días  y que no era necesario que el niño  fue llevado al Templo.

 

Ya hemos visto cómo interpretar los vv. 22b-23 de Lucas. Dice en el v. 24: “y para ofrecer en sacrificio = un par de tórtolas o dos pichones =, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor”

 

Dice el Levítico: “Si no  le alcanza para un cordero, presentará  dos tórtolas o dos pichones, uno  para el holocausto  y el otro    para el sacrificio  de expiación. El sacerdote  hará   sobre ella   el rito de expiación, y quedará  purificada” (12,8)

            Este texto  se refiere  a la purificación de la madre; no habla  del rescate  del primogénito; Lucas mezcla  un poco las cosas.

             

Lucas, teólogo, se sirve  para su teología  de la presentación  del niño Samuel, narrada en el 1 Sm 1, 22-28. Podríamos ahondar un poco más en esta línea.

 

 

            Doble  manifestación de  según (2, 25-38)

 

            La primera  manifestación   de Jesús, recogida  en los vv. 25-35, se produce   por medio  de una figura  venerable: Simeón. El personaje , hombre  honrado y piadoso”,  aunque, según  parece, no de  ascendencia   levítica, recuerda  al anciano  sacerdote Elí, bajo  cuya tutela  transcurrieron  los primeros  años  de Samuel  ( 1 Sm  1-3), y al  padre   de Juan, el viejo  Zacarías  ( Lc  1, 5-7).

 

 Lo mismo  que este último  predice   la grandeza   de Juan  en el Benedictus;  Simeón  exalta  la personalidad  de Jesús   en el Nunc dimittis. Pero   una vez  más queda  de manifiesto  la superioridad   del paralelismo; al  cántico   de Zacarías, Simeón responde  con una doble proclamación: un nuevo cántico  ( vv. 29-32)  y un  oráculo  profético  ( vv. 34-35).

             

            Se dice de Simeón “aguardaba  la consolación  de Israel”. La frase como tal  no aparece  en la literatura  veterotestamentaria, pero  alude  al Libro de la Consolación, en el Deuteroisaías (Is 40, 1): “Consolad, consolad a mi pueblo - dice vuestro Dios.” No cabe duda  que la “consolación de  Israel”  está en claro  paralelismo  con “la liberación de Jerusalén”  del versículo 38.

 

 Otro rasgo   de la personalidad  de Simeón  es su relación con el Espíritu: “El Espíritu Santo  estaba con él” (v. 25). Precisamente  el Espíritu  le había revelado  que no moriría  hasta que hubiera  visto al Mesías, al Ungido  de Dios. E impulsado  por el Espíritu, va al templo  en el momento  justo, toma al niño  en brazos de manos de su María   y entona  un himno  de alabanza. Simeón   ha podido   reconocer  en ese niño  recién  nacido  la llegada  de la gran  novedad  salvífica, la nueva  y definitiva   salvación  de Dios.

 

 El cántico  de Simeón, el Nunc  dimittis, consta  de tres dísticos (29. 30-31 y 32). Simeón   entona su alabanza  como si fuera   un centinela  alerta  a la llegada  de un personaje  esperado. Se dirige  a Dios  como “Señor”. Simeón   canta   porque   ha llegado  el relevo  definitivo y,  según la  expresión  veterotestamentaria, puede   “irse  den paz” ( = “despedir  en paz”,  “dejar  marchar   a alguien  en paz”).  Pero  lo más  importante  es que  Simeón  reconoce  en ese niño al portador  de las promesas  mesiánicas  de paz,  salvación, luz

            En la  interpretación   de Lucas, todos  los efectos  del acontecimiento  Cristo se dan  cita  en este  pasaje de la presentación  del primogénito  de María

 

            El alcance   del Nunc  dimittis  es notablemente  superior  al del Gloria  cantado  por los mensajeros  del nacimiento (Lc  2, 14). La significación   de Jesús no  se agota  en la prosperidad  del pueblo elegido  ( v 32b), sino  que es  una salvación  desbordante, manifestada  a todos  los pueblos, tanto  a las naciones  paganas  como a Israel ( v. 32ª).

 

 La segunda  palabra  de Simeón  es un oráculo  profético  dirigido  a la madre (vv. 34bc-35ab). El relieve  que aquí  se da a la figura  de María  es un reflejo  de la función  de Ana  en 1 Sm 1-2; de hecho, lo que  más destaca  en el relato  de la presentación de Samuel es la iniciativa  de la madre. En cuanto  al oráculo   de Simeón, su tonalidad  decididamente lamentable abre un futuro  más bien sombrío. Al describir  al niño   como fuente  de división  en Israel  queda ya  anticipada  la propia  frase  de Jesús  en Lc  12,  51-53: “«¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división”

Jesús  está  marcado  desde  su infancia: “Este niño   está constituido   para ruina  y resurgimiento  de muchos en Israel”.       

          

 

También   María   va a  quedar  afectada  por ese carácter   discriminatorio  de la misión   de su hijo; una  espada   tajante  le traspasará  el corazón.  María   experimentará   en su propia   carne  el significado  de esa división  familiar  que el cumplimiento  de la misión  de su hijo  va a traer  como consecuencia;  su relación  con Jesús  no va  a limitarse  al ámbito  puramente   materno, sino que implicará  una vinculación  trascendente, superior   a los lazos   de carne   y sangre , es decir, la fidelidad  del discípulo. 

 

El v. 35b  es la continuación  lógica   del v. 34bc “Así  quedarán  al descubierto  las intenciones de todos”. La  ha quedado  interrumpida. Los  “pensamientos”  que van  a quedar  patentes son las maquinaciones   hostiles  y los planes  arteros   que van  a incitar  la oposición  al ministerio público  de Jesús.

 

            Una  de las características   de la composición  lucana es la introducción  de personajes   por parejas. En los  episodios  de “anuncio”, Zacarías  y María; en el discurso  de Nazaret, la viuda de Sarepta y Naamán  el sirio; en el caso presente  Simeón  y Ana.

           

La  proclamación  de la personalidad de Jesús se expresa  no sólo  en el cántico de Simeón, en el  Nunc  dimittis y en  el oráculo   subsiguiente , sino  también  en la exultante  comunicatividad  de Ana, la profetisa, cuya misión  es difundir  a los cuatro vientos  lo que  Simeón  acaba  de reconocer   en ese niño.

 

            Un hombre  y una mujer proclaman  que la promesa  de salvación  se ha hecho  realidad  en un niño  recién   nacido, Jesús, el Mesías del  Señor.

            Los destinatarios  del mensaje  son “todos  los que esperaban  la liberación  y la redención  de Jerusalén “

 

Conclusión  (vv. 39-40) La  sección  conclusiva  es una  yuxtaposición  de los “estribillos”

 

“Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.

El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él.”

 

            ¿Cuál debe ser nuestra actitud?: Las candelas de hoy  nos recuerdan  que también nosotros hemos de ser luz  y la tenemos  que extender, por medio de la predicación  y del testimonio, hasta los confines de la tierra.

            “De la misma  manera nosotros, congregados en una sola familia  por el Espíritu Santo, vayamos a la casa de Dios, al encuentro de Cristo. Lo encontraremos  y lo conoceremos  en la fracción del pan hasta que vuelva revestido de gloria” (Monición  de bendición).

“Por eso, nosotros, llenos de alegría, salimos al encuentro del Salvador” (Prefacio de la Misa).