II Domingo de Cuaresma, Ciclo B
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  
 
 
          Es grande la riqueza de contenido de este segundo domingo. Si tuviéramos  que hacer una síntesis, podríamos señalar como dos puntos centrales: La Alianza de Dios con Abrahán  y la Transfiguración  del Señor. 

            La lectura del Génesis nos habla de la Alianza de Dios con Abrahán. Damos como sabidas muchas cosas. Una Alianza  es un pacto o un diálogo o un compromiso  bilateral, interpersonal, entre Dios y la humanidad ( aquí representada en la persona de nuestro Padre en la fe: Abrahán). Podemos decir, sin miedo  a engañarnos, que la Alianza  entre Dios y los hombres es más promesa, gratuidad que pacto bilateral.

            Por parte de Dios la Alianza  es siempre firme. Y nunca como en este tiempo de Cuaresma lo debemos recordar con plena convicción. Esta alianza  exige de nosotros cierta seriedad, coherencia, formalidad.

            La noche  en que celebramos la muerte y resurrección de Cristo ( La Vigilia Pascual) es también la noche en que nos comprometemos a vivir conforme a esta Nueva Alianza ( de aquí la renovación de nuestro bautismo, la renovación  de los votos religiosos, la renovación del sacramento del matrimonio).  

            Nos ocuparía mucho tiempo  y espacio explicar cómo fue la Alianza de Dios con Abrahán: sus características, sus rasgos principales etc., por esto mismo solamente nos limitamos a indicar algunas propiedades.

            Esta Alianza se fundamenta en la fe más radical, llevada hasta la máxima expresión. Fue sometido  a pruebas difíciles: Dios le pidió que saliera de su tierra para peregrinar  a lo desconocido; que abandonara  su religión  pagana; que se fiara de su promesa de que le daría un hijo, a pesar de su  avanzada edad; y cuando  tuvo al hijo, Dios le puso de nuevo a prueba,  pidiéndole  que lo sacrificara .Abrahán se fía de Dios  y está  dispuesto incluso a sacrificar a su único hijo. Cree contra toda esperanza .Misteriosos los caminos del Señor  y admirable la actitud de Abrahán.

Acoge la voluntad de Dios, más allá de cualquier lógica, y la pone en práctica  con todas sus consecuencias.

            “ Dios le dijo: Toma  a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio “ ( lª lectura del Génesis)...” Entonces Abrahán  tomó  el cuchillo  para degollar  a su Hijo...El ángel  le ordenó: No  alargues  la mano contra tu hijo ni le hagas  nada .Ahora sé que temes a Dios, porque no te has  reservado a tu hijo, tu único hijo”. 

            Abrahán quiere hacer lo que el Señor le indique; podemos poner en su boca el estribillo del salmo responsorial:” Caminaré  en presencia del Ceñir, en el país de la vida”. El padre de la fe escoge no las promesas de Dios, sino al  Dios de las promesas. La fe  de Abrahán  se apoya sola  y exclusivamente en la palabra de un Dios que un día  le dio  un hijo  y otro día estuvo a punto de quitárselo; pero él, Abrahán, no dudó  un instante.

            Abrahán  no tiene que sacrificar  al hijo de su carne: tiene  que ordenarlo al hijo de su fe. En éste  está aquél, agrandado  hasta el infinito.  Este es el hijo de la promesa, el que  salva a Abrahán, porque  no se lo  reservó. 

            La fidelidad  de Abrahán  es una óptima  figura de la de Cristo Jesús, que camina  decidido  hacia su muerte  salvadora, donde sellará la Nueva  y definitiva Alianza.

Isaac va a tener  un papel  singular  en la historia  de la salvación: anticipa  la figura de Jesús, el Hijo  único  de Dios  que un día  será sacrificado  por la redención  del mundo.            

El II Domingo de Cuaresma de los tres ciclos nos presenta a Jesús Transfigurado, acontecimiento que tuvo lugar en una montaña alta. La Transfiguración  es una anticipación de la gloria  futura de Jesús. Es una especie de anuncio de la Resurrección. De hecho, a menudo se ha pensado que originalmente  se trataba de un relato de aparición  de Jesús resucitado. Para los tres discípulos que son  testigos, es una luz de esperanza  en el momento  de iniciar el camino hacia Jerusalén, que aparentemente  es de dolor  y de sufrimiento.

            En aquel  tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago  y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos... Se les aparecieron Elías  y Moisés  conversando con Jesús” ( Evangelio)

El episodio  se sitúa en “ una montaña alta”, a menudo  identificada  con el Tabor... Tanto el Desierto como la montaña alta son lugares teológicos, no lugares topográficos.

La presencia de Moisés  y de Elías  recuerda las dos grandes partes del Antiguo  Testamento: El Pentateuco  y los Profetas. Su conversación  con Jesús  es una indicación que las Escrituras  dan testimonio  de él, en quien se cumplen  los anuncios de los profetas.

El punto  culminante  de la teofanía  es la manifestación del Padre:”Estaban asustados,  y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió y salió  una voz  de la nube: Este es mi Hijo  amado; escuchadle” ( Evangelio) .

            Para los discípulos, la transfiguración  es una experiencia pascual, pero limitada todavía, porque les falta la cruz. Los discípulos  tienden a interpretar de manera  gloriosa  y triunfante  el retorno de Elías, y más todavía el mesianismo. No acaban de  asumir el camino de la cruz, la donación  de la propia  vida por amor. “ Cuando bajaban  de la montaña, Jesús  les mandó: no contéis  a nadie lo que habéis  visto  hasta  que el Hijo  del hombre  resucite  de entre los muertos. Esto se les quedó  grabado  y discutían  qué  querría decir aquello de resucitar de entre los muertos”  

            San Pablo acentuará y exclamará cómo Cristo ( Artífice de la Nueva Alianza) es signo y  fundamento de toda esperanza. La razón  suprema es el amor  inmenso e inmortal de Dios en Cristo que triunfa  y hace triunfar de todo: de la muerte, del pecado, de las fuerzas cósmicas malignas, de los  más oscuros  imponderables  de la vida  terrena, Dios está con nosotros, Dios  nos ama. Es hermoso  el “himno” que entona Pablo  a ese amor inquebrantable  de Dios, del que  nada nos separará: “ Si Dios está con nosotros,¿ quién está contra nosotros? El que  no perdonó  a su propio  Hijo,¿ cómo no nos lo dará todo con él...? ( Segunda lectura, de la Carta a los Romanos).

Recordando  una vez más la muerte de Jesús, Pablo asegura que si Dios ha estado  dispuesto a entregarnos  a su propio  Hijo, con mayor  motivo  nos dará  cualquier cosa.

            “Dios  es el que justifica.¿ Quién  condenará?.¿ Será  acaso Cristo que murió, más aún, resucitó  y está  a la derecha de Dios, y que  intercede por nosotros?” 

            Señor, Padre santo... alimenta nuestro espíritu  con tu palabra; así  con mirada limpia, contemplaremos  gozosos  la gloria  de tu rostro” ( Oración colecta)