IV Domingo de Cuaresma, Ciclo B
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  
 
 
            El domingo III de Adviento es designado como el domingo “ Gaudete”; del mismo modo el domingo IV de Cuaresma es conocido como el domingo “Laetare”: Alegrarse. En la Liturgia este aspecto no está muy desarrollado. En la Antífona de entrada proclamamos: “ Festejad a  Jerusalén, gozad con ella todos los que la amáis, alegraos  de su alegría ...”  ( Isaías  66,ll. ). En la oración de ofrendas:” En la celebración gozosa de este domingo”. El cristiano debe estar siempre contento, alegre, aunque camine hacia la cruz. 

            La Alianza con Noé, con Abrahán, con Moisés, entrará en crisis; precisamente en el momento en que el pueblo olvide lo más profundo de la misma: la fidelidad a Dios en su corazón.” En aquellos  días, todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades...” ( Lectura primera).”El Señor , Dios de sus padres, les envió desde el principio avisos por medio de sus mensajeros, porque  tenía compasión  de su pueblo y de su morada”. “ Pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron  sus palabras y se mofaron  de sus profetas, hasta que subió  la ira del Señor contra su pueblo a tal punto, que ya no hubo remedio”.

            Israel  abandonó a su Dios y se hizo  para sí otros  dioses más cómodos, con un estilo de vida más fácil.Entre las infidelidades del pueblo, el Cronista  ( que tiene mirada de teólogo) menciona  expresamente el incumplimiento  del descanso  sabático. 

            Romper con la Alianza conlleva consecuencias nefastas, negativas para el pueblo de Dios. El autor del libro de las Crónicas ( 1ª lectura ) interpreta  todo como consecuencia  del pecado: ha sido el pueblo  quien se alejó  de la Alianza con Dios y se precipitó  en la ruina  religiosa  y también social. “ Y a los que escaparon  de la espada los llevaron cautivos a Babilonia, donde fueron  esclavos del rey  y de sus hijos hasta la llegada del reino de los persas; para que se cumpliera  lo que dijo Dios por boca del profeta Jeremías: Hasta que el país  haya  pagado sus sábados, descansará  todos los días  de la desolación, hasta que se se cumplan  los setenta años 

            El hombre puede romper la Alianza; pero Dios no deja de confiar: siempre es posible la salvación, el rehacerla de nuevo.Dios  no cierra nunca todas las puertas.No se consumó la destrucción  del pueblo elegido de Dios, ni de su religión...Dios supera, una vez más, con su amor y su perdón, la realidad del pecado.

            Hay un resto fiel, que no puede olvidar la Alianza.Este resto fiel  cantará muchas veces el salmo l36, cuyo estribillo  suena así:” Que se me pegue  la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, Sión”. 

            El amor de Dios supera siempre nuestro mal.Esto es lo que hemos escuchado en la segunda lectura. “Dios, rico en misericordia, por el gran amor  con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha  hecho vivir  con Cristo...Así  muestra  en todos los tiempos la inmensa  riqueza de su gracia  y de su bondad para con nosotros”.

La ira y la misericordia del Señor se manifiestan en la deportación  y en la liberación  del pueblo. El término “rico”, usado  cinco veces en la carta a los Efesios, es característico de san Pablo, que subraya la abundancia  de la misericordia divina.

            “Tanto amó  Dios al mundo, que entregó a su Hijo único.Todos los que  creen en él  tienen  vida eterna” ( Versículo antes del Evangelio).

            En el domingo anterior  la purificación o “sustitución” del templo era símbolo de la muerte-resurrección de Cristo.En este IV Domingo san Juan también nos presenta otro símbolo de la muerte-resurrección de Cristo: la elevación de la serpiente en el desierto.

            El evangelio de Juan contiene  diálogos  de Jesús con personas concretas que sirven para ir profundizando  aspectos importantes de la revelación que él aportó  al mundo.Uno de los primeros diálogos  es que tiene por interlocutor a Nicodemo, fariseo  y dirigente judío  que muestra  un gran interés  por la figura  y el mensaje de Jesús.

            “Lo mismo  que Moisés elevó la serpiente  en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él  tenga vida eterna”  ( Evangelio,Juan 3,l4). La serpiente  de bronce elevada  por Moisés  en el Desierto (Nm 2l,8-9) queda  interpretada  como una prefiguración  de la muerte de Cristo en cruz y de su efecto  salvador: aquel que miraba  la serpiente  quedaba curado  de sus mordiscos  venenosos; del mismo  modo, aquél  que mire a Cristo glorificado en la cruz con fe recibirá  la vida eterna.

            La base de la comparación  está  en que la salvación  se ha producido  en ambos casos  mediante una “elevación”, así  ha de ser elevado también el Hijo del hombre.Esta tipología, a la que  se recurre con bastante  frecuencia  en el período  postapostólico,es la única en el NT y probablemente  se debe a la propia  meditación  teológica del evangelista.

            San Juan  concibe ya la cruz como “exaltación”, como comienzo  de la soberanía  salvífica de Cristo, como glorificación  por el Padre, glorificación que se manifiesta  en el poder de impartir  vida a todos los suyos.

            San Juan  no habla ya, como los Sinópticos, de un “Hijo del hombre” humillado; según él, el “escándalo paulino de la cruz” no viene eliminado sólo por la subsiguiente  resurrección, sino antes  ya, por la majestad y virtud salvífica de la cruz misma.La “hora” de su muerte  fijada por el Padre, en la que se concentra su mirada,es- no como en los Sinópticos-a lo  sumo  externamente  todavía  la hora de las tinieblas y del desconcierto,pero en realidad es la hora del paso de este mundo al Padre  y la hora de la glorificación. 

            Uno de los temas  centrales  de las palabras de Jesús  es la nueva vida que El nos ha  venido a traer: es necesario  nacer de nuevo,recibir la vida  que viene del Espíritu  de Dios. “El que  cree en él, no será  condenado; el que  no cree, ya está  condenado, porque  no ha creído  en el nombre del Hijo  único de Dios” ( Evangelio).” Esta es la causa de la condenación:  que la luz  vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla  a la luz”.

            Jesús  no vino para juzgar el mundo. Naturalmente  cuando se habla así del juicio, se  entiende un juicio con el sentido de condenación.Jesús  vino como salvador.El hombre que lo acepta, mediante la fe, como quien  en realidad es, no será  condenado. 

            Podíamos hacer una síntesis: la Alianza de Dios con el hombre, se rompe fácilmente por culpa de éste. La ruptura no puede ser la situación permanente.Vendrán tiempos en los cuales esta Alianza se fundamente  en la “elevación-glorificación” de Cristo, garantía esta nueva y eterna Alianza..

            Deseo terminar con una petición:”Señor Dios, luz  que alumbras a todo hombre  que viene a este mundo,ilumina  nuestro espíritu con la claridad de tu gracia, para que  nuestros  pensamientos  sean dignos de ti  y aprendamos  a amarte de todo corazón” ( Oración final)