II Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia, Ciclo B
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  
 
 
Jesús se aparece a los discípulos. Estamos ante la aparición o el encuentro más importante. San Pablo en la primera carta a los Corintios, menciona esta aparición:”Que se  apareció  a Pedro  y luego a los doce”  ( 1 Cor l5,5).  

            En los tres ciclos  leemos este texto evangélico ( Jn 20,l9-2l).Muchos coinciden  al afirmar que es el final del Evangelio de San Juan, puesto que el actual capítulo 2l es un añadido. El presente  relato está pensado desde el cumplimiento de las promesas de Jesús. Es clara la dialéctica entre promesa  y cumplimiento

            Jesús había dicho: volveré a estar con vosotros (Jn l4,l8); el evangelista constata: se presentó  en medio de ellos ( Jn 20,l9). Jesús  había prometido: dentro de poco volveréis  a verme ( Jn l6,l6 ss,); el evangelista afirma: los discípulos  se llenaron de alegría al ver al Señor ( Jn. 20,20). Jesús anunció: os enviaré  el Espíritu (Jn l4,26...)  y tendréis  paz ( Jn l6,33); el evangelista  recoge  las palabras de Jesús: la paz con vosotros... y recibid el Espíritu Santo ( Jn 20,2l).  

            Este evangelio presenta  algunas peculiaridades dignas de ser tenidas en consideración por su riqueza teológica. “ Al anochecer  de aquel día, el día primero de la semana...A los ocho días, estaban  otra vez dentro  los discípulos  y Tomas con ellos”. El  primer día ( el domingo), día de la Resurrección, día de la Eucaristía. Su valor litúrgico es muy importante. Adelantamos ya lo siguiente: en la perspectiva  joánica, la Resurrección, Ascensión y Venida del Espíritu Santo tienen lugar en el mismo  domingo de Pascua. Juan se separa  de San Lucas, que afirmará que la Ascensión del Señor tiene lugar a los cuarenta días después de haber resucitado; la venida del Espíritu Santo sucederá en el día de Pentecostés, a los cincuenta días. ¿ Quién tiene la razón?, los dos.

            San Juan acentuará la identidad entre el Jesús de la historia y el Cristo de la resurrección. Lejos de Juan el pensar que la resurrección de Jesús  es la vuelta de un cadáver a la vida. El que se aparece a los discípulos es el mismo Jesús  que desde la cruz  atrajo a todos hacia  él, ya que  dio la vida por amor. La insistencia  en la vida terrena  de Jesús  y en la plenitud de su existencia  humana  se hallan, una vez más, afirmadas  contra los enemigos gnósticos.  

            “ Paz a vosotros”, este saludo  se llega a repetir  tres veces en este texto evangélico. Estas palabras  son las primeras  que el Viviente dirige a sus discípulos  reunidos, Jesús  no utiliza  el saludo ordinario, el Shalom acostumbrado de los judíos; tampoco se trata de  un deseo, que se traduciría  erróneamente  por “¡ La paz  esté con  vosotros!”; se trata del don efectivo de la paz:” Es la paz, la mía, la que  os doy; no os la doy  a la manera del mundo” ( Jn l4,27).  

            “... exhaló  su aliento  sobre ellos  y les dijo: Recibid el Espíritu Santo”. Alguien ha llamado este hecho como el Pentecostés” Joaneo” 

            “ Tomás, uno  de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos  cuando vino  Jesús... Si  no veo en sus manos  la señal de los clavos, si no meto  el dedo  en el agujero  de los  clavos... no lo creo... A los ocho días, estaban  otra vez  dentro los discípulos  y Tomás con ellos... Dijo a Tomás: trae tu dedo, aquí tienes  mis manos; trae tu  mano  y métela en mi costado ; y no  seas incrédulo, sino creyente” ( Evangelio)

            Podemos decir  que Tomás  representa la imagen del que pasa de la increencia  o de la dificultad de la fe a la verdadera  profesión  de fe, diciendo “¡ Señor  y Dios mío!”.  La confesión  de Tomás es la más adecuada del cuarto evangelio. El Antiguo Testamento  reservaba  estos dos títulos a Yahveh.

            La increencia  o no aceptación  de la resurrección de Jesús por parte de sus discípulos  tiene  buenas  razones  que la justifiquen . Es un acontecimiento  que escapa  el control  humano; rompe el molde de lo estrictamente  histórico y se sitúa en el plano de lo  suprahistórico; no pueden aducirse  pruebas  que nos lleven a la evidencia racional. 

            “¡ Señor  mío  y Dios mío!”. Es más profesión de fe que una invocación, pues la omisión  del “tú eres “ se debe al arrebato del locutor, que refleja  la alta cristología  joánica y, por insistencia  en el adjetivo  posesivo “ mío” Juan quiere expresar la profundidad de la cogida por parte de Tomás de todo el mensaje del Señor.  

            La primera  carta de Juan asegura que la fe en Cristo nos hace hijos de Dios: “Queridos  hermanos: Todo  es que cree que Jesús  es el Cristo  ha nacido de Dios; y todo el que ama  a Aquel  que da el ser, ama  también al que ha nacido de él. En esto  conocemos  que amamos  a los hijos de Dios: si amamos  a Dios  y cumplimos  sus mandamientos”  ( Segunda lectura).

            El autor  expresa  la relación íntima  que  hay  entre la fe y el amor, hasta el punto de que aparecen  como complementarios  e inseparables. Sobre todo  en el sentido de que quien  cree en Jesús  ha de amar necesariamente  a los hermanos. El amor a los demás es  garantía de la fe en Jesús. Igualmente, tampoco  pueden separarse el amor a los demás  y el amor a Dios. La relación  cristiana con Dios está totalmente  basada en el amor, y por tanto no debe  de resultar  nunca pesado  hacer la voluntad de Dios  y cumplir sus mandamientos.  

            Lucas  presenta  hasta tres sumarios o resúmenes  distintos de la vida de los primeros  cristianos; uno es el que leemos en la Eucaristía de hoy. Uno  de los elementos  más destacados  en este sumario es la comunión  entre los creyentes. Tal actitud es realmente  profunda, ya que  afecta al interior de las personas, unidas  hasta el punto de “pensar  y sentir  lo mismo”. A la  vez, tiene consecuencias  externas  más concretas, que llegan hasta la comunión de bienes.

            La vida  nueva de Cristo  y la fe en él hacen posible  una nueva mentalidad y una nueva  manera de vivir. Aquellos  que de verdad acogen a  Cristo  resucitado en su vida experimentan  un cambio radical, que les empuja a una verdadera  comunión fraterna. “ En el grupo  de los creyentes  todos pensaban  y sentían  lo mismo: lo poseían  todo en común  y nadie llamaba  suyo propio  nada de lo que  tenía. Los apóstoles  daban  testimonio  de la resurrección  del Señor con mucho valor”  

            Lucas ha  presentado  una imagen de la comunidad cristiana original; se ha servido del Antiguo Testamento: “ Así no habrá  pobres junto a ti”  ( Dt l5,4).

Y de la cultura griega. El lector griego  se  sentía  igualmente   cautivado  por la descripción de una comunidad que vivía  su vida en común. Era el ideal griego de comunidad. La expresión del libro de los Hechos “ pantakoiná”  todas las cosas  en común, la encontramos, casi idéntica  en Aristóteles, que dice:” Los amigos  tienen  todas las cosas en común”  

            Un factor de primer orden que mueve todo esto tuvo  que ser el ambiente  de expectación  escatológica  que reinaba en al comunidad, pero que no aparece explícitamente  en Lucas. Para  una gente  que esperaba  la inminente  venida del Señor después de las  apariciones  del Resucitado, cualquier  previsión  de tipo económico en orden a asegurar la subsistencia  era totalmente  irrevelante.  

            Creo que no debemos olvidar esto, pues de otro modo nunca comprenderemos estas actitudes puntuales  de la Comunidad.

            Quizá el factor más decisivo  hay que buscarlo  en el impulso  que encontraba  la comunidad  en la tradición  sobre Jesús. Jesús  había  renunciado a  toda posesión  personal, había criticado  la riqueza ( Lc 6,24; l6,l9-3l) ... este ejemplo  continuaba  pujante en la comunidad.

            La Comunidad de Hechos de los Apóstoles  está seducida,” enamorada”  del Señor; deseo reproducir  sus rasgos sin valorar excesivamente las consecuencias.  

            El  domingo II de Pascua, último día de la Octava de Resurrección, por expreso deseo del Papa Juan Pablo II  es designado como el domingo de la Divina Misericordia.

            Podemos decir que tanto en los textos eucológicos como en los textos bíblicos está desarrollada suficientemente esta dimensión.          

            “Dios de misericordia infinita, que reanimas  la fe de tu pueblo con el retorno  anual de las fiestas pázcales“ ( Primera parte de la Oración Colecta). Este Dios, al cual la Iglesia se dirige por medio del Sacerdote, es contemplado como el Dios de la Misericordia  infinita. Esta oración es como una invitación a  no olvidar un rasgo primordial de Dios: misericordioso.  

            El estribillo del salmo responsorial ( el salmo pascual ll7) dice “al Dad  gracias Señor porque es bueno, porque   es eterna  su misericordia” . Dios merece  ser alabado, festejado, ensalzado, porque es eterna su misericordia  

            Continúa el salmo exhortando, animando: “ Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. Diga la casa de Aarón: eterna  es su misericordia. Digan  los fieles del Señor:  eterna  es su  misericordia”  

            El creyente oye una voz, que le viene de  los cuatro puntos cardinales: DIOS ES MISERICORDIOSO.           

            La Resurrección del Señor, confesada en la fe pascual, tiene dos aspectos complementarios: uno cristológico; la Resurrección es el sí del Padre a su Hijo. Este aspecto los evangelistas lo recalcan  muy bien, afirmando que Jesús ha resucitado.

            El otro aspecto  es soteriológico: ha resucitado para nosotros, para nuestra salvación; de aquí que a nivel personal como a nivel comunitario se ha dado como una nueva  creación, una nueva mentalidad, no ya solo en la inteligencia, en el comprender, sino en el vivir; vivir que rompe los esquemas de la lógica, del “sentido común”  para moverse en otra realidad, que no es de este mundo, pues mira al más allá; pero que tiene repercusiones importantísimas  en las coordenadas de la existencia  humana: aquí y ahora.