V Domingo de Pascua, Ciclo B
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  

 

 

No es fácil sintetizar la liturgia de la Palabra de estos domingos de Pascua, pues cada lectura es independiente. Creo que lo más conveniente  es exponer toda la riqueza de las tres lecturas, incluido el salmo responsorial. 

            El evangelio está tomado de  un discurso, que comprende dos partes, centradas respectivamente en el interior de la comunidad (l5,1-l7) y en el exterior de la comunidad ( 15,18-16,4ª) del Evangelio de San Juan. Los versículos proclamados son los ocho primeros de este capítulo 15.

            Si el domingo IV Jesús se presenta como el Buen Pastor; ahora se presenta como una Vid verdadera.” Yo soy la verdadera  vid y mi Padre es el labrador” .Desde antiguo la vid caracterizaba, junto con el olivo  y la higuera, a la vegetación  de Palestina. No era difícil entender todo el significado de esta afirmación. El peso de esta proclamación se concentra en el epíteto”verdadera”, que implica en Jn la  idea de cumplimiento y de exclusividad. Fuera de Jesús, hablando metafóricamente, no  hay verdadera vid.

            Permaneced en mí y yo en vosotros”. La vid comunica su vitalidad a los sarmientos; toda esta comunicación, los sarmientos mueren; ellos no tienen vida propia. El sarmiento necesita recibir la savia, la fuerza, la vitalidad de la vid. Debe permanecer  en la vid” Como el sarmiento  no puede  dar fruto por sí, si no permanece  en la vid, así tampoco  vosotros, si no permanecéis  en mí”.

            Del versículo 4 al 8 “permanecer en”  se repite  siete veces. Su sentido  equivale  aquí a “adherirse fielmente”.

            El sarmiento unido a la vid, goza de toda la riqueza de la vid, hasta cierto punto se hace una misma cosa con ella. Jesús, al hablar de esta permanencia  de los discípulos en él, proyecta una enseñanza muy válida: el poder de la oración  de estos discípulos.”Si permanecéis  en mí  y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis  lo que deseéis, y se realizará”  

            Otra enseñanza que podemos  obtener  es la que nos viene del libro de los Hechos de los Apóstoles.

            No debemos olvidar que lo que Lucas  cuenta en estas líneas no coinciden  del todo  con lo que  el mismo Pablo dice de este período de su vida en la carta a los Gálatas 1,17-19. Aquí, como en otros lugares, hay una cierta  relectura  teológica  lucana  de los acontecimientos.

            En este texto se habla de  Saulo y al final del mismo de la comunidad. “Saulo les  contó ( a la comunidad de Jerusalén) cómo había visto al Señor en el camino, lo que le había dicho.”

            San Lucas dice que este viaje tiene lugar poco tiempo después de la conversión de Saulo; según el propio  Pablo este viaje se realizó a los tres años de su conversión. A Lucas no le interesa preferentemente  la verdad histórica, sino su significado teológico. Quiere presentar siempre a Pablo como unido a la Iglesia madre de Jerusalén, nunca separado de ella. Nos quiere mostrar a Pablo como el predicador ya desde el principio. “Saulo  se quedó con ellos  y se movía  libremente  en Jerusalén  predicando  públicamente  el nombre  del Señor”. Podemos poner en labios de Saulo  el estribillo del salmo responsorial:” El Señor  es mi alabanza  en la gran asamblea”.

            San Lucas presentará a Pablo como el que predica siempre que el Jesús  terrestre, el auténtico  y verdadero hombre  Jesús, es el mismo  Jesús de Dios. No hay ruptura, discontinuidad entre el Jesús de la historia y el Cristo de la fe. Pablo discípulo del Jesús terrestre, porque éste resucitó.  

            Al final del capítulo san Lucas nos presenta un sumario acerca de la comunidad:” Entretanto, la Iglesia  gozaba  de paz  en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba construyendo  y progresaba  en la fidelidad al Señor  y se multiplicaba  animada  por el Espíritu Santo” . Es un sumario típicamente lucano, más teológico que histórico. Los hechos  no eran así; pero Lucas se recrea en presentar así la comunidad. Una nueva  garantía de la presencia divina es la posesión del Espíritu Santo, mencionado  aquí explícitamente  por primera vez. 

            De la lectura de la 1ª carta de San Juan también podemos sacar alguna lección para nuestra vida. San Juan se desmarca de los gnósticos, los cuales fundamentan su identidad en el sentimiento, en la gnosis. “Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras” . Las obras son signo de veracidad; nuestras obras según el querer de Dios tranquilizan nuestra conciencia. Nuestro corazón no debe estar agitado, nervioso, cuando amamos según las obras. San Juan afirma aquí algo muy importante. No podemos estar tranquilos, sino cuando nuestro comportamiento es según el obrar de Dios.” En esto sabremos  que somos de la verdad y tendremos la conciencia  tranquila ante Dios”

            Hay una afirmación  en este texto de la carta que hoy leemos, que no es fácil comprender.” Porque si ella nos condena, Dios es más grande que nuestra conciencia  y conoce  todas las cosas” No puede existir litigio entre Dios y la conciencia. La conciencia es la voz de Dios hemos escuchado muchas veces. La conciencia siempre debe estar en sintonía con el querer de Dios; pero hay una conciencia, que no podemos llamar moral, sino sicológica, perfeccionista, que puede turbarnos frecuentemente, cuando no conseguimos  realizar sus imperativos. Dios conoce nuestras limitaciones, nuestras debilidades, nuestra impotencia; El es la fuente de la perfección, de la santidad; si Dios está con nosotros, aunque nuestra conciencia sicológica esté intranquila, no debemos asustarnos, pues Dios es más grande que ella. 

            “Queridos, si la conciencia no nos  condena, tenemos plena confianza ante Dios”. Puede existir plena sintonía entre Dios y nuestra conciencia, en su doble  aspecto moral y psicológico; cuando esto suceda; de esta experiencia, de esta realidad brota en el cristiano como una confianza filial, sin ninguna clase de temor y esto hace que nos sintamos más fuertes, más seguros, con esa seguridad que brota de la conciencia tranquila y en armonía con el querer de Dios.

            Esta confianza que se expresa en la seguridad de ser escuchados, cuando nos dirigimos a Dios” ...cuanto  pidamos lo recibiremos  de él, porque guardamos sus mandamientos  y hacemos lo que le agrada” 

            No quiero terminar la homilía sin referirme de una forma explícita a la Oración  después de la comunión. “Ven, Señor, en ayuda de tu pueblo, y, ya que nos has iniciado  en los misterios de tu Reino, haz que abandonemos  nuestra antigua  vida de pecado  y vivamos, ya desde ahora, la novedad de la vida eterna”