VI Domingo de Pascua, Ciclo B
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  

 

 

Nos estamos acercando al final de la Cincuentena  Pascual; el domingo, que viene, VII de Pascua, celebramos la Ascensión  del Señor. La riqueza de este tiempo pascual  es grande y variada, más para festejar, recordar, que para sintetizar en moldes conceptuales.  

            La Oración después de la Comunión de este domingo nos puede servir de punto de partida para valorar algo de la riqueza de la Liturgia de la Palabra:” ...que en la resurrección  de Jesucristo nos has hecho renacer a la vida eterna...” . Renacer a  la vida eterna crea en nosotros una mentalidad nueva, ver las cosas de otro modo, contemplar desde varias dimensiones, estar abiertos al soplo del Espíritu.

            Renacer a la vida eterna supone en nosotros  un cambio de actitudes: dejar las anticuadas, las superadas, para adherirse a otras nuevas.

            Renacer a la vida eterna es sentir la universalidad, la llamada de Dios a todos los hombres. “Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme  y practica la justicia, sea de la nación que sea”  ( Lectura de los Hechos  de los Apóstoles).

            El amor no sabe distinguir, no tiene fronteras. La universalidad no es un deseo a ciegas, un anhelo, sino un querer de Dios. “Todavía estaba hablando Pedro, cuando bajó  el Espíritu Santo sobre todos los que  escuchaban  sus palabras”. San Lucas nos está contando el discurso de Pedro en la casa de Cornelio, centurión romano, aunque simpatizante con el judaísmo.

            Dios rompe todos los esquemas; no se deja acaparar por nadie. Ante la evidencia los creyentes circuncisos ( esos valoraban demasiado  la religión judía) se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se derramara también sobre los gentiles. 

            El estribillo del salmo responsorial pregona  que El Señor  revela a las naciones su justicia. 

            Renacer a la vida eterna nos hace examinar nuestras actitudes para cambiarlas  o para afianzarnos más ellas. El que se sabe amado por Dios y perdonado, ama  y perdona a su vez sin acepción  de personas. “Dios es amor” ( Lectura de la 1ª carta de San Juan ). Esta afirmación es como una onda expansiva. La forma de hablar de San Juan es asi: circular. Quien ha nacido de Dios, debe amar, pues en sus entrañas bulle un germen  de amor. Quien no ama, no ha conocido a Dios, pues no se deja  percibir mediante conceptos ni según nosotros queremos, sino según él quiere: mediante el amor. 

            Renacer a la vida eterna  es experimentar otras realidades, nuevas vivencias “Dios nos ama, pues mandó a su Hijo único, para que vivamos  por medio de él” . El hombre necesita sentirse amado; sin amor no se puede vivir. El poseer cosas no es suficiente. El hombre  desea ser amado. No cualquier amor puede llenar el corazón del hombre. “ Como el Padre me ha amado, así os he amado yo” ( Evangelio). Dejemos que Dios nos ame; el hombre no sabe amar; solo desde Dios se ama  bien. El amor crea una fidelidad, una permanencia, un estar en el otro, un querer agradar, un hacer la voluntad del amante “Permaneced en mi amor”  

            El amor verdadero, duradero, se alimenta de objetividad, de veracidad, no de puro sentimiento: “ Si guardáis  mis mandamientos, permaneceréis  en mi amor”. Podemos ser víctimas de cierto espejismo: no ver bien las cosas, equivocarnos.

            El mandamiento de Jesús es doble: Unas veces  a Dios; otras veces a los demás:” Este es mi mandamiento:” que os améis  unos a otros como yo os he amado” .La medida del amor no somos nosotros mismos. El hombre no sabe amarse ni sabe amar. Debe examinar frecuentemente cómo amó Jesús: “ Nadie  tiene amor más  grande que el que da la vida por sus amigos”.  

            El domingo IV  Jesús se nos presentaba como el Buen Pastor, capaz de dar la vida por sus ovejas. Amor hasta el límite. El Domingo V como la verdadera vid, que comunica toda su savia, todo su vigor a los sarmientos para que éstos tengan vida. Hoy, domingo VI, como el verdadero amigo, que da su vida  como expresión de amor.  

            Nos cuesta fiarnos de los otros. Sentimos como un cierto recelo; quizá  tenemos experiencias negativas. Un buen amigo, un amigo de verdad, es un verdadero tesoro. Todos los amores necesitan como una dosis de amistad.” Vosotros sois mis amigos” . Dejadme que os pueda llamar así. “ Si hacéis  lo que yo os mando”; de verdad os consideraré mis amigos.

            “A vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer”. El Señor se nos quiere comunicar como es. Los místicos se sienten sorprendidos, subyugados ante lo que experimentan del Señor. “ Si el hombre tuviese un barrunto de Dios, daría mil vidas por gozar  un instante este experiencia “ nos dirá San Juan de la Cruz. El Señor quiere ahondar más y más en esta comunicación. Dejemos que El sea Dios.  

            Muchas veces al hablar no nos expresamos bien, confundimos las iniciativas.” No sois vosotros los que me habéis  elegido, soy yo quien os he elegido “. El Señor se fía de mí, cuenta conmigo. Renacer a la vida eterna es sentir, darse cuenta de una forma plena  que Dios me ha elegido, me ha llamado. El llamar de Dios es amar, su mirar es contar con nosotros.

            Cuando el hombre piensa que el primer paso lo debe dar él, no se atreve, se resiste, no tiene fuerzas, calcula de un modo muy parcial. 

            “Os he  destinado para que vayáis  y deis  fruto, y vuestro fruto dure” . Dios no nos llama a la inercia, a gastar la vida y el tiempo  sin sentido. El bien se difunde por sí mismo. El llamado por Dios, debe gastarse, debe caminar, haciendo camino  y llevando a muchos al mismo destino.  

            Quiero terminar  con las palabras  de la Oración Colecta: “ ... que los misterios  que estamos  recordando  ( haciendo memorial  de ellos) transformen  nuestra vida  y se manifiesten en nuestras obras”.

            La Resurrección del Señor es para el Señor; pero también es para nosotros. La celebración de los misterios no es solo ritual, litúrgica, sino también existencial, debe tocar el hondón de nuestra vida, cambiándola. Una celebración sin repercusión, aunque esté bien celebrada, le falta lo esencial, transformar  la vida, la propia existencia, el vivir cotidiano.

            Cuando una vida cambia, se expresa hacia fuera. No se  puede tener una doble personalidad; a corto plazo nos podemos engañar; pero a  largo plazo la verdad brilla  por sí misma.

            El hombre resucitado  habla un lenguaje  nuevo; en su boca se escucha un cantar nuevo, siempre nuevo.