Solemnidad: Ascensión del Señor
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  

 

 

La Iglesia primitiva no conoció la fiesta de la Ascensión del Señor. Fue la Liturgia, la que posteriormente ha ido  separando y dividendo los diversos acontecimientos; pero conservando la visión total del Misterio.  

            El Nuevo Testamento nos habla del hecho de la Ascensión del Señor: “Dicho esto, lo vieron levantarse  hasta que una nube se lo quitó de la vista” ( Hechos de los Apóstoles).

            “El Señor Jesús, después de hablarles, ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios” ( Evangelio de Marcos).

            “ El Señor, subiendo al cielo, no nos deja  huérfano” ( Prefacio de la Ascensión).            

            En los Hechos de los Apóstoles ( Obra del evangelista Lucas)  se narra que este acontecimiento tuvo lugar a los cuarenta días “Se les presentó  después de su pasión, dándoles numerosas pruebas  de que estaba vivo y, apareciéndoseles  durante  cuarenta días, les hablo del reino de Dios”  ( Libro de los Hechos). Este pasaje del Libro de los Hechos  es la única  fuente neotestamentaria  que fija una diferencia de tiempo entre la Resurrección y la Ascensión; que se trate de cuarenta días precisamente  es un dato  que no está  atestiguado  en ningún otro lugar  antes del siglo IV.

            Esta presentación lucana: separar la Resurrección de la Ascensión, difiere  radicalmente  de la que nos dan los otros evangelistas  y, sobre todo, pablo; para estos últimos, lo absolutamente  nuevo, lo definitivo, ya ha empezado con la resurrección de Jesús.

            Al señalar los cuarenta días desde la Resurrección a la Ascensión seguramente  existe la voluntad de establecer  un paralelismo con los cuarenta días  que Jesús  pasa  en el desierto antes de iniciar  su actividad en Galilea ( Lc 4,2). 

            Es muy importante saber qué se entiende por Ascensión del Señor, su significado, su contenido. La Ascensión hace referencia directa a Jesús. Es un acontecimiento que toca de lleno al Señor. También nosotros quedamos favorecidos por este suceso.           

            El día de hoy es el triunfo de Cristo, la fiesta de su victoria. El Señor  tiene bien merecida  esta apoteosis  triunfal.

            Hoy leemos  el principio  del libro de los Hechos de los Apóstoles y el final del evangelio de Marcos. La Ascensión  del Señor,  efectivamente, es el  fin de la permanencia visible de Jesucristo en la tierra, entre los discípulos, y es el principio  de una nueva  forma de presencia del Resucitado en medio de la comunidad  creyente, de la Iglesia. La Ascensión  del Señor  cambia  la manera de presencia del Resucitado en nosotros.

            San Pablo en la Carta a los Efesios proclamará:” ...El Dios del Señor  nuestro Jesucristo, el Padre de la gloria,... resucitó a Cristo de entre los muertos, sentándolo  a su derecha  en el cielo...”

            El sentar a uno a su derecha indica el honor  máximo  concedido por un magnate. Aquí  indica  la exaltación  de Cristo a la máxima  soberanía  en la que recibe el título  de “ Señor”. 

            Esta fiesta constituye  además un día de júbilo para nosotros. La glorificación  del Señor  en su Ascensión  trae consigo  la elevación de la naturaleza  humana, es también nuestra propia  glorificación. Este es un pensamiento  que ha marcado  una huella  profunda en los escritos de los Padres de la Iglesia. La Ascensión  es, pues, la fiesta de la gran esperanza de los seguidores de Jesús de Nazaret.

            Leemos en la Oración Colecta “Porque la ascensión de Jesucristo, tu Hijo, es ya nuestra  victoria, y donde nos ha  precedido  él, que es nuestra cabeza, esperamos  llegar también nosotros  como miembros de su cuerpo

            En el II Prefacio de la Ascensión la Iglesia  declara una gran verdad:” ... fue elevado  al cielo para hacernos  compartir su divinidad...”  

            La Liturgia de la Palabra desarrolla largamente la repercusión que tiene en nosotros la Ascensión del Señor; este aspecto queda muy bien insinuado en la Carta a  los Efesios (  lectura segunda de la Misa).

            “ Que el Dios del Señor nuestro Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé  espíritu  de sabiduría  y revelación  para conocerlo”. Este conocimiento no es el conocimiento  conceptual de los hechos en que insistían los griegos. En este pasaje de Ef no denota simplemente conocer el plan de Dios, sino conocerle a  él, tener una experiencia  del gran amor de Dios a los hombres en Cristo. 

            “Ilumine  los ojos de vuestro corazón  para que comprendáis  cuál es la esperanza a la que os llama, cuál  la riqueza  de gloria  que da en herencia a los santos  y cuál la extraordinaria  grandeza de su poder para nosotros 

            “La expresión los ojos de vuestro corazón”  debe ser entendida en el marco de la cultura  semita según la cual el corazón  no es sólo  la sede de los sentimientos, sino de todas las facultades  superiores, especialmente del conocimiento. Pero  también es  verdad que para  el semita, mucho más que para nosotros  occidentales, conocer, sentir, querer e incluso actuar  forman  un todo  indivisible. El corazón, pues, tiene latidos  que sienten  y aman, pero también  ojos que se  iluminan  y ven.  

            La Ascensión del Señor también alcanza a la Iglesia: “ Y todo lo puso bajo sus pies  y lo dio a la Iglesia, como  Cabeza, sobre todo. Ella, es su cuerpo, plenitud del que  lo acaba  todo en todos “  ( De la carta a los Efesios).

            La Iglesia  es plenitud  del que llena totalmente el universo. El  término  griego “pleroma” puede  tener sentido activo ( la Iglesia  llena a Cristo), o sentido pasivo ( la Iglesia  es llenada por Cristo). En nuestro  caso  incluye  las dos: La  Iglesia llena a Cristo, como  el cuerpo  humano completa  la cabeza, sin cuyos miembros  ésta no puede  ejercer sus funciones. Y es llenada por Cristo  porque le comunica su gracia  capital, todos sus dones .

            Ante el hecho de la Ascensión del Señor, la Iglesia se siente  misionera. “ Id al  mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación “ ( Evangelio de Marcos). En el libro de los Hechos se anuncia  cómo la Iglesia, los discípulos, después de la Ascensión del Señor, deben ser sus testigos “ Cuando el Espíritu  Santo descienda  sobre vosotros, recibiréis  fuerza para ser  mis testigos en Jerusalén, en toda  Judea, en Samaría y hasta los confines  del mundo”

            “ Ellos  fueron  y proclamaron  el Evangelio  por todas partes, y el Señor actuaba  con ellos  y confirmaba la palabra con los signos que los acompañaban”  ( Evangelio).

            La Ascensión del Señor  es la fiesta: del gozo exultante, de la esperanza y del compromiso. Necesitamos celebrar  esta Solemnidad para  captar su importancia.