Solemnidad: Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, Ciclo B
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  

 

 

          No sobra el recordar que aquí no vamos a  hacer una exposición acerca del Dogma de la Eucaristía, sino que queremos presentar el significado de la Fiesta del Cuerpo y Sangre del Señor. No son pocos los que se preguntan el por qué de esta Fiesta.

 

            Queremos volver nuestra mirada a la historia para ver el origen de la misma; nos detendremos en los textos eucológicos y en la Liturgia de la Palabra. Después de examinarlo todo, nos unimos a la Iglesia en esta actitud festiva; pero señalando algunas orientaciones para una mejor comprensión de esta Solemnidad. No queremos ser raquíticos a la hora de manifestar nuestro gozo, nuestro entusiasmo, nuestro amor hacia la Eucaristía; pero deseamos saber qué celebramos para que así nuestro testimonio brote de la razón, del entendimiento  y también del corazón. 

 En estas tres grandes solemnidades, que siguen a la Fiesta de Pentecostés: La Solemnidad  de la Santísima Trinidad, del Cuerpo y Sangre de Cristo y el Sagrado Corazón de Jesús  deben unirse conjuntamente el sentimiento y el entendimiento; la razón  y el corazón. Ante la sublimidad del Misterio, el hombre puede detenerse  en una parte del mismo, no valorando e impidiendo la visión total del mismo. Nunca el hombre podrá abarcar todo el Misterio celebrado; pero nunca le será lícito anclarse en una porción del mismo. 

            En el Misal del año l570 ( El misal del Concilio de Trento) esta fiesta era llamada así:”En la fiesta del Cuerpo de Cristo”. El Misal del Vaticano II, del año l970 la designa así:” Solemnidad del Santísimo  Cuerpo  y Sangre de Cristo”. Afirmamos  que ha sido acertado el cambio, la variación. Una teología nueva y más amplia se expresa ya en el título. Quizá todavía no hemos llegado a darnos cuenta de la modificación. Deberíamos esforzarnos más a la hora de dar la comunión con las dos especies. El significado de la Eucaristía  queda enriquecido, cuando es contemplado con el este nombre. 

            Es conveniente averiguar el origen de  esta Fiesta. No estoy de acuerdo totalmente con los que piensan y afirman, quizá un poco despiadadamente que el principio de este culto a la Eucaristía  sea debido a una desviación del contenido de la misma, a una falta de profundidad en el conocimiento recto de la Teología de la Eucaristía. Cuando el hombre quiere hablar con Dios, lo hace con el corazón y con la razón. Quizá queda  eclipsado, impactado por lo inmediato, por lo más palpable, lo más tangible y motivado por este impacto, no quiera seguir  reflexionando, pues le parece que ya le basta con lo que sabe. De aquí que se quede en la parte, pues le basta. 

            Resumo muchísimo este aspecto histórico, me limito a decir  que las raíces más remotas de  esta Fiesta se encuentran en la veneración  típicamente  medieval del Santísimo Sacramento. El Papa  Urbano IV prescribe la fiesta para toda la Iglesia en el año  l264.

            Está bien que digamos algo acerca de la Procesión de esta festividad, no para suprimirla, sino para saberla interpretar bien y al realizarla correctamente, nuestro culto y amor al Santísimo sean   verdaderos.  La bula de Urbano IV no habla de ella, se tiene noticia por primera vez de su existencia en el año l277 en Colonia. Quizá sería importante saber algo más, pues queda un tanto desfigurado  su sentido, su finalidad, al querer  revestirla de cierta grandiosidad  y barroquismo e intentar repetir algunas cosas, que con el tiempo se le fueron añadiendo. 

            El Misterio compromete el interior del hombre; cuando éste no tiene valentía ante este compromiso, se agarra a  otras manifestaciones, que no están mal; pero no son las acertadas. Al comienzo del movimiento eucarístico surgió  un gran deseo en el hombre medieval de ver ( no comer)  la hostia; este deseo llevó a elevarla después de la consagración, quizá de una manera excesiva. Tenemos testimonio de este hecho en el año l200 en París. 

            Los liturgistas distinguen entre la Fiesta-Misterio-Salvación-Acción y la Fiesta-Misterio-Idea. La Solemnidad del Cuerpo y Sangre del Señor pertenece a la Fiesta-Idea. Creo que es muy conveniente tener esto presente, pues de otro modo nos perdemos y no sabemos a dónde vamos.

 La Liturgia no puede expresar todo el Misterio, pues es una celebración puntual. Si esto sucede cuando se trata del Misterio-Acción, mucho más cuando esa Fiesta es una Idea, una concreción del Misterio. La Fiesta-Idea expresa y manifiesta la atención, la preocupación, la teología reinante, cuando surgió tal Fiesta. Esta recibe su interpretación del contexto en el cual aparece.

 La Piedad eucarística  medieval no parte de la acción  eucarística ( de la Misa), sino que pone el acento en la veneración de las especies  eucarísticas independientemente de la celebración.

Esta incorrecta interpretación todavía la estamos viviendo.  Quizá esa falta de ilusión ante la Solemnidad del Cuerpo y Sangre del Señor  que algunos expresan, sea debido a esto: a una teología deficiente que motivó la existencia de esta Fiesta.

Se trata de la veneración  y de la adoración de unos de los elementos de la acción eucarística, esto es del pan consagrado.

Esta visión limitada e insuficiente se agrava todavía más, cuando esta Fiesta conmemora más la institución del sacramento ( que tuvo lugar el Jueves Santo) que el acontecimiento pascual, en el  cual tuvo lugar la institución; ésta queda aislada, como un hecho independiente. Lo importante para esta Fiesta  es la presencia estática  y no la presencia dinámica, el aspecto esencialista ( la presencia del Señor en las especies consagradas) y no el existencialista, vital, compromiso.   

            En la  Bula de Urbano IV de l264 se  expone una teología de la Eucaristía correcta, fundamentada en la tradición; pero al exponer lo que se pretende con la Fiesta, [ que es lo que motiva la institución de esta Celebración,] se percibe una restricción  e islamiento  teológico. Preferentemente  se trata de recordar solemnemente, una vez al año, la institución de la Eucaristía, como algo muy importante; pero  desconectado.

Nunca se debe separar la doble “traditio” del sacramento y la “traditio” del Señor a la muerte, si queremos comprender y valorar debidamente la Eucaristía. 

            La  idea, el aspecto de la Eucaristía que se quiso acentuar con la Fiesta del Cuerpo del Señor, no  respondía a la sana teología de la Eucaristía, expresada en los formularios litúrgicos. La Oración Colecta, de las Ofrendas y  después de la Comunión  del Misal del l570 han pasado a nuestro Misal. Después analizaremos la Oración primera. En el misal del concilio  de Trento el prefacio de esta Fiesta era del común, pues no tenía ninguno propio. La celebración hoy de esta Fiesta dispone de dos prefacios, que son acerca de la Eucaristía.

            En el Misal del año l570 existía una Secuencia, que en la parte central ( estrofas l0-20) representa  una composición  poética  doctrinal-dogmática, en la cual viene afirmada  la verdad de la transustanciación  o de la presencia  completa de Cristo en toda especie, ( idea clave de la Fiesta). Hoy es libre la proclamación de esta Secuencia. 

            En el Misal del año l570 solo existían dos lecturas: l Cor ll,23-29  y Jn 6,56-59; hoy tenemos 9 lecturas: tres para cada ciclo .Estas lecturas han ensanchado el ángulo de visión a la hora de contemplar la Eucaristía.  

            Antes de pasar a examinar la Teología de la Eucaristía, expresada en la Liturgia de la Palabra y en los textos eucológicos, insinuamos una vez más lo siguiente: lo que se quiso conmemorar, celebrar, festejar con la Fiesta del Cuerpo de Cristo  es un aspecto de la Eucaristía, que empobrece la recta comprensión de la misma .Es de lamentar  que se siga olvidando todo el conjunto eucarístico, quedándonos en una parte. 

            Ha sido la procesión del Santísimo Sacramento la que ha ayudado a favorecer la comprensión popular de esta Fiesta ( pobre en sus motivaciones). Con la procesión  la fiesta del Corpus Christi llega a ser la fiesta de la veneración  del Señor  bajo la especie del pan. El  Concilio  de Trento ( muy condicionado)  y el período postridentino  han consolidado  y acentuado  más esta teología limitada de la Fiesta.  

            Todo lo dicho hasta ahora, de por sí no entra  en una homilía, aunque  creo que es muy importante. Lo que vamos a expresar desde este momento es el verdadero comentario a la Fiesta que celebramos.            

            Es interesante saber qué teología  acerca de la Eucaristía se  desprende de la Liturgia de la Palabra.

            El evangelio del año B es de san Marcos l4, l2-l6.22-26 describe la última Cena de Jesús con la Institución del Misterio Eucarístico y une la celebración  del Corpus  con el Jueves Santo.

            “Mientras comían, Jesús tomó  un pan, pronunció la bendición, lo partió  y se lo dio, diciendo “ Tomad, esto es mi cuerpo”. Cogiendo  una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio  y todos  bebieron. Y les dijo:” Esta es mi sangre, sangre de la alianza  derramada por todos”.

            A Marcos le preocupa  no sólo  narrar lo que Jesús hizo  y dijo en aquella ocasión, sino  referirlo  según interesa a la fe  y al culto  cristianos.

            Nos libramos de hacer una exégesis del texto, solamente recordar: en el pan  y en el vino  eucarísticos  hay, por tanto, algo  más que una presencia ( aspecto desarrollado  quizá excesivamente por la Fiesta). Está la presencia  de una vida  como don, que obliga  necesariamente  a tomar  parte en ella. Se trata de una  presencia  dinámica, que pide continuamente  del creyente la donación  y la pérdida  de su  propia vida a favor de los demás.

            La lectura primera está tomada del Exodo 24,3-8.”Se levantó temprano y edificó  un altar en la falda del monte, y doce  estelas, por las  doce  tribus de Israel. Y mandó  a algunos  jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocaustos  y vacas, como sacrificio de comunión.Tomó  la  mitad  de la sangre  y la puso  en vasijas, y la otra mitad la derramó  sobre el altar... Tomó Moisés  la sangre y roció al pueblo  diciendo: “ Esta es la sangre  de la alianza  que hace el Señor  con vosotros, sobre todos  estos mandatos

            La ceremonia  en la que se ratifica la alianza  empalma con Exodo 20,2l. En ella se mezclan  dos tradiciones: en una  se trata de un sacrificio, en la otra de una comida. El primer rito  ( Exodo 24,3-8) está descrito con detalle y tiene  una  gran profundidad  religiosa: en la alianza  el hombre  reconoce su dependencia  del Dios  que lo salvó  y que lo invita  a ser  su colaborador. El pueblo se compromete; el signo es la sangre, símbolo  de vida, que crea una comunión total entre el Señor  y su pueblo y los empareja en un destino  común. El hecho  de que la ley  esté escrita, no limita  las exigencias  imprevisibles  de un Dios libre. 

            La segunda lectura es de la carta a los Hebreos 9, ll-l5: “ Cristo ha venido como Sumo Sacerdote  de los bienes  definitivos. Su templo  es más grande y perfecto ... No usa  sangre de machos  cabríos  ni de becerros, sino suya propia... y así ha entrado  en el santuario  una vez para siempre, consiguiendo  la liberación  eterna... es mediador  de una alianza  nueva: en ella  ha habido  una muerte  que ha redimido  de los pecados  cometidos  durante la primera alianza”

            La diferencia  fundamental entre las dos alianzas es que la antigua  giraba en torno a un santuario terreno y, por tanto, limitado y pasajero; la nueva está polarizada  en torno al santuario  celeste...

            La carta a los Hebreos se inspira  en el ritual del templo de Jerusalén para explicar el valor  salvador de la muerte de Cristo. En el capítulo  9 tiene en cuenta  sobre todo la fiesta de la Expiación  ( ver Lv l6) , el único día  del año  en el que  el gran sacerdote entraba hasta el “lugar santísimo”, para pedir  perdón  a Dios  por sus propios  pecados y por los pecados  de todo el pueblo. Uno de los elementos  fundamentales  en este ritual  era la sangre  de los animales, con la que  era rociado  el lugar santísimo  como signo de purificación. 

            “Oh Dios, que en este sacramento admirable  nos dejaste el memorial  de tu pasión;

            te pedimos nos concedas venerar  de tal modo  los sagrados  misterios de tu Cuerpo  y de tu Sangre,

            que experimentemos constantemente  en nosotros el fruto de tu redención” ( Oración Colecta)

            Hemos recordado que esta bella oración ha pasado del misal del año l570 al Misal actual. No  queremos alargarnos; pero señalamos que la teología que se expresa  es correcta e ilumina el significado de la Fiesta. Ambienta  perfectamente  la Institución de la Eucaristía en una dimensión dinámica, abierta y no solo esencialista.

            Esta oración nos puede ayudar a celebrar  bien la Fiesta del Cuerpo y Sangre de  Cristo.  

            Soy partidario de la Celebración de esta solemne Fiesta; pero debemos abrirla a nuevos horizontes. La Teología debe proyectar su luz sobre esta Solemnidad. Si hacemos estos propósitos, los liturgistas, aún los más reacios, la aceptarán. Canalicemos nuestros sentimientos, educándolos. Pero también le decimos a la Teología que se haga más vida, más experiencia. Si históricamente podemos afirmar que esta Fiesta es fruto de una devoción medieval; me atrevo a decir  que hasta cierto punto es algo connatural con el sentimiento que bulle en el interior  del hombre, cuando se pone en contacto con Dios. Aquí cabe decir: “ El corazón tiene razones que la razón  no comprende”. La Piedad queda enriquecida, cuando es cultivada a la luz de la Teología  y ésta se hace más humana y más divina, cuando escucha el clamor del sentimiento, del corazón. A Dios solamente se le ve bien  con los ojos del corazón.