Solemnidad: El Sagrado Corazón de Jesús, Ciclo B
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  

 

 

        No pretendemos dar una conferencia  acerca del significado  del Corazón de Jesús, sino explicar  su celebración solemne.

            Esta Solemnidad  está en relación con la Festividad  de Jesucristo,  Sumo y Eterno Sacerdote y también con la Solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo.

            Si siempre debemos unir devoción y Teología, máxime en estas Fiestas. Quizá algunos  se inclinan más por la devoción que por el contenido de estas Solemnidades; quizá otros  se cierran demasiado en sus teologías, impidiendo el desarrollo sano y laudable de la devoción. A Dios se va con el corazón y con la mente.

 

            Primeramente, de un modo general y por encima, vamos a exponer el Origen y la Difusión de esta Solemnidad, después trataremos de su Celebración y significado teológico.

 

La devoción  al Corazón   de Jesús  especialmente  en el siglo XVI  viene proclamada   por los Jesuitas  y floreció  especialmente   en los círculos  de los Oratorios  franceses del siglo XVII. Toda   aspiración  a la perfección   viene orientada  a imitación  de la vida interior  de Jesús, es decir de su Corazón, expresión  cálida de Cristo.

 

En  la segunda mitad  del siglo XVII  en los círculos  franceses  se comenzó el reclamo  por una fiesta  particular. Para la comunidad de San Juan Eudes  en el año  1672 el obispo de  Rennes le concedió permiso  para la celebración  de una Misa en honor del Corazón de Jesús.

 

Influyó  mucho  en la difusión de la Fiesta una visión de la mística  Margarita María de Alacoque ( muerta en el año 1690), en la cual Jesús, mostrando  su Corazón  y reclamando la atención sobre su amor por muchos despreciado, pide  una fiesta especial para le viernes  después de la octava del Corpus Dómini . (1675).

 

            León XIII  en el año  1899  ordenó  la consagración del mundo  al Sacratísimo Corazón de Jesús mediante la bula “Annum sacrum”. Se está terminando el siglo 19  y se comienza  el siglo 20. Este hecho tiene su importancia, de aquí dicha Consagración.

 

En 1856, Pío IX  bajo  la solicitud  de Gueranger concedió  la extensión  de la fiesta  a toda la Iglesia.  Queda  la fiesta; pero no está claro qué se celebra. Nunca podremos  abarcar todo el contenido, esto es normal; lo que hace falta es que la parte no impida ver el todo.

 

 

La Celebración:

 

Esta Solemnidad  está establecida para el día de viernes después del Corpus. Se quiere relacionar  esta Solemnidad con el Viernes Santo.

 

A un formulario  de Misa  y de Oficio  ya existente;  en el año  1778  Clemente  XIII añade uno nuevo, en el cual está en el centro el Corazón físico de Jesús. Estamos seguros  que el Papa  no quiere reducir la fiesta al Corazón físico, aunque así lo parezca.  En el año 1929, bajo Pío  XI  se compone otro formulario de misa y de Oficio, que sustituyen a los anteriores. En ellos predomina el pensamiento de  la reparación. Quizá esta palabra  puede ser considerada de una forma unilateral  y también en su sentido menos positivo, de aquí cierto rechazo, que sentimos  hacia ella y hacia lo que la favorezca.

 

 El Misal Romano  del año 1970 recibe en parte los textos del año 1929, pero presenta  una  más rica  oferta  de textos  para la liturgia de la Palabra. De las oraciones del celebrante  son nuevas la oración colecta, el Prefacio y la oración conclusiva; la oración de ofrendas es del antiguo Misal; pero retocado.

 

Significado teológico de esta Solemnidad:

 

Quizá la mirada  del liturgista, del teólogo, difiere  un poco del hombre piadoso. Siempre  existirá  esta oposición, manifestada en ciertas celebraciones. La Teología  debe hacerse  más piadosa  y la piedad más teológica, de otro modo siempre surgirán  enfrentamientos.

            Exponemos el parecer, el punto de vista  del teólogo, del liturgista.

La fiesta  del Corazón  de Jesús    es una típica fiest

a de devoción. Esta afirmación es correcta y verdadera; lo que se necesita es que la devoción  no pierda  su calidad.

La devoción  del Corazón   de Jesús y  también  la fiesta  manifiestan  desde el principio  una tendencia aislante. Todos queremos contemplar  el Todo  y nos resistimos  a contemplar las partes, aunque éstas impliquen una riqueza, un mejor entendimiento del todo.

 

 Esta espiritualidad   está relacionada  con el memorial  de la pasión y de la muerte  del Señor. Viene  destacada   una parte del todo, y no  solo  eventualmente  la pasión, sino una parte del cuerpo de aquél  que sufre: el corazón traspasado por la lanza.

La fiesta es una  fiesta de Idea, en la cual  no está en el centro  la memoria de un acontecimiento salvífico, sino  la idea  de un amor redentor y de la reparación.  Esto es cierto; pero siempre será noble  y útil  acentuar el amor del Señor hacia los hombres. El misterio se expone, no solamente para conocerlo, sino para vivirlo.

 

 Ya  en la elección  del día  de la semana viernes   se ve claramente  que se busca la relación  con el Viernes Santo, pero se le quiere celebrar  fuera  del Triduo Sacro. No necesariamente  la celebración de la Solemnidad  del Corazón de Jesús  nos lleva a olvidar  la unidad del Triduo Sacro. Podemos al detenernos  en la parte  olvidar que forma parte del todo; pero si la celebración de las partes  nos lleva a un mayor aprecio y valoración del todo, resulta  positiva  dicha celebración.

 

 Es cierto que esta Solemnidad trae  su origen   de la piedad particular  de un determinado grupo.

 Desde el siglo  XVII  la devoción  al Corazón  de Jesús  y también la fiesta  han puesto en el centro  una idea:  se trata del amor  del Redentor, que viene expresado concretamente en el corazón; a esto se añade, especialmente desde el siglo  XIX  la idea de la reparación  por todos los ultrajes  cometidos contra el amor  del redentor. En esta   fiesta, en el centro no está  la memoria de un acontecimiento salvífico, sino la idea del amor   redentor   y de la reparación; de aquí cierta duda de los liturgistas ante esta Solemnidad. El pueblo sencillo no percibe esta dificultad, sino que celebra con devoción la Fiesta, sin pensar  que quizá no  sepa lo que celebra.

 

La eucología  del Misal de Pablo VI  del año 1970  ha olvidado  esta dimensión, proyectando  otra dimensión como vamos a ver en seguida.

 

 

            Como la Solemnidad  de la Sagrado Corazón  ha sido establecida por la Iglesia, en precisamente aquí donde  radica  su teología y su razón de ser. Diremos  que no es fácil  señalar con exactitud  el objeto de la celebración.

 En  la historia  de esta fiesta, los formularios    de la misa  han sido  distintos. La razón  quizás  radique  en la dificultad   de precisar  con claridad  el objeto  de la misma celebración.

 La Eucología menor reproduce, en parte, los textos  del Misal anterior: existe una oración colecta alternativa y el texto  de la oración después de la comunión ha sufrido retoques  importantes.

En la segunda oración colecta, que es del  Misal anterior  y en la oración  sobre las ofrendas  se habla  de  reparación  y expiación  de los pecados, concepto  que proviene   del ambiente  devocional   del cual surgió la solemnidad.

 

            El texto eucológico  más válido  es  el nuevo prefacio, que se distingue   por una  particular   inspiración  escriturística y patrística;   en él   viene proclamado  el misterio  de la salvación  visto en la dimensión  cristológica, eclesial   y sacramental.

 

            Vamos a analizar la oración Colecta, la primera, que es del Misal de PabloVI; después la Oración después de la Comunión, que prácticamente es nueva y por último el Prefacio, que es también nuevo.

 

            Oración colecta:

  “... recordamos  los beneficios   de tu amor  para con  nosotros”. La historia salutis  exige  tener presente las maravillas de Dios; no olvidarlas, incluso hacer memorial de ellas. Nadie puede dudar  de la densidad teológica  de esta oración. El contenido de esta exposición está en relación con la celebración del Año Litúrgico. Concédenos  recibir  de esta fuente  divina  una  inagotable abundancia de  gracia. No es una petición sentimental, devocional en el sentido menos positivo de la palabra, sino que expresamos un deseo digno. La imagen de la fuente  es bella  y llena  de simbolismo. Cuando se habla de   Jesucristo, le llamamos: Palabra, Luz, Agua viva, Pan vivo, verdadera Vid, ¿por qué no fuente divina?

 

Oración después de la Comunión:

“Este sacramento  de tu amor, Dios   nuestro.” Si todos los Sacramentos  expresan e indican el amor de Dios a los hombres, manifestado  de diversas maneras; la Eucaristía  es por antonomasia  el Sacramento del amor  y está bien  considerarlo así  en la Solemnidad del Corazón de Jesús; pues todos sabemos lo que queremos decir  cuando hablamos del Corazón. “Enciende  en nosotros el  fuego del amor”.  Cuando el hombre se siente  amado por Dios, se enciende en su corazón  como una hoguera, un fuego, que purifica  y abrasa, pues  es un fuego de amor. Noble deseo, sublime  petición al terminar la Eucaristía de esta Solemnidad. San Juan de la Cruz  llamará a  una de sus  Obras: “Llama  de amor viva”. Este amor  que prende en nosotros es de la máxima calidad, y digno de toda credibilidad  y confianza: “que nos mueva  más a unirnos   a Cristo  y reconocerle  presente  en los hermanos. Rápidamente nos viene a la mente  y al corazón la clase  de amor, que quería San Juan, tanto en su Evangelio como en sus Cartas.

            El amor de  verdad  tiene una doble dimensión  constitutiva, inseparable: amar a Dios y verle en los hermanos, siendo éstos sacramento del amor divino.

 

 

El Prefacio:

 

“... Por Cristo, Señor nuestro. El cual, con  amor  admirable  se entregó  por nosotros...”  Afirmación densa y cuajada de teología. Cristo sabe amar  y lo hace hasta el extremo. Nadie puede dudar  que esta expresión dista mucho del sentimentalismo. Esta expresión   vertebra toda locución acerca del amor de Cristo a los hombres.

y elevado  sobre  la cruz  hizo  que de la herida  de su costado  brotaran, con el agua  y la sangre, los sacramentos  de la Iglesia”. Aquí están hablando los Padres de la Iglesia, que han sabido  hacer teología  de los hechos bíblicos. No se trata de una frase dulzona, sino  fuerte y  llena de vigor. Cristo crucificado  es la máxima garantía de que realmente nos ama. El Costado  de Cristo, símbolo de la acogida, de la intimidad, de la fidelidad, se ha convertido en fuente sacramental. La sangre del costado  no solo  produce en nosotros  sentimientos de dolor, de compasión, sino de gratitud, es una invitación a valorar  bien los gestos de Jesús en pro de los hombres. Las palabras  iluminan, aclaran la razón; pero los gestos sinceros y nítidos  encienden  el corazón.

 

“Para que así, acercándose  al corazón  abierto  del Salvador, todos  puedan   beber con gozo  de la fuente  de la salvación”. Cristo nos invita  a acercarnos a El, no solamente a sus enseñanzas. El lenguaje  simbólico  es el más adecuado  para  entender y comprender lo que Dios nos quiere decir. El corazón simboliza  y expresa la totalidad del ser; el  Corazón de Jesús  remite  al Jesús entero y total. El se nos presenta  sin engaños, con la máxima transparencia, haciéndose  presente y cercano. Un corazón abierto para el otro  es la máxima garantía.

 

Estos textos eucológicos  deben ser la clave  interpretativa de esta Solemnidad del Corazón de Jesús. Si en otros tiempos esta Solemnidad  pudo tener  otras  dimensiones, que quizá   no estaban en plena sintonía   con el mensaje salvífico  en su totalidad; ahora  podemos decir que la Iglesia, en su  teología, en su Liturgia ha hecho que esté  en plena relación  con el Mensaje de Salvación. Urge dejar discusiones  teológicas y litúrgicas  de un cierto perfeccionismo  teológico, que no siempre  mueve el espíritu del hombre, y dejémonos  llevar  y enseñar por esta Solemnidad.

 

 

             La Liturgia de la Palabra es rica en esta Solemnidad, pues tenemos 9 lecturas; tres  para cada ciclo.

 

            Primera  Lectura: Oseas 11, 1b.3-4. 8c-9.

 

            Podemos decir  que ha sido una  lectura  muy bien elegida. Estamos  delante  de uno de los puntos  más sublimes  de la revelación  de la naturaleza  de Dios en el AT. Del Dios-esposo de Os 2  pasa aquí  el profeta  al Dios Padre.

 

La Liturgia  no ha tomado los once versículos  de este capítulo, sino unos cuantos, que vamos a analizar, teniendo siempre presente la Solemnidad del Corazón de Jesús.

Esta lectura  trata del corazón del Padre. Así  dice  el Señor: “Cuando  Israel era joven le amé, desde  Egipto  llamé a  mi hijo”.

 

La niñez  o adolescencia  de Israel es el período  de Egipto  y del desierto. Amor  del Señor, ligado  a la historia  de su pueblo  desde el inicio  y no correspondido  desde el inicio. Al lo llamé/ los llamaba, Israel  siempre  contestó  con la  rebelión: se apartaban  de mí. El alejamiento  de Israel  contrasta  con la historia  de los dones  del Señor, manifestación  de su amor.

 

El amor  está   expresado  con toda  la ternura  de la  relación padre-hijo/ niño: enseñarlo  a andar, llevarlo  en los brazos, cuidarlo, besarlo... El abandono  vuelve  a ser   descrito  como infidelidad  idolátrica.

 

            “Yo enseñé  a andar  a Efraín, le alzaba  en brazos, y é no  comprendía  que yo le curaba. Con cuerdas  humanas, con correas  de amor  le atraía; era para ellos  como el que  le levanta el yugo de la cerviz, me inclinaba y le daba  de comer”

 

            Os 11, 1-4 tiene  el tono  de la queja  dolorida  por el amor  no correspondido.

 

No comprendo por qué el leccionario  no ha incluido el v. 2: “Cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí...”. Es el hijo  el que no  reconoce  el amor  del padre. Aquí se  describen, con especial  ternura las relaciones  amorosas del Padre. Adquiere un significado  especial por tratarse de los primeros  momentos del niño/ pueblo

 

  Es bueno recordar  al salmista: “Como siente  un padre  ( una madre) ternura  por sus hijos , así   siente  el Señor  ternura  por sus  fieles”  ( Sal 103, 13)

 

            Si hay  algún  profeta que se resiste  a la  desesperanza, ése  es Oseas. Cuando  ya todo   parece   perdido  y sentenciado, surge  la “ilógica” del amor que abre  nuevas  posibilidades.

            La  pregunta   retórica  de Os 11, 8: “¿Cómo voy a dejarte, Efraím,  cómo entregarte, Israel? ... Se me revuelve  el corazón, se me conmueven   las entrañas” es la clave  del constante  forcejeo: ¿Acaso  puedo abandonarte, Israel?

 

 Utilizando  un antropomorfismo  vigoroso, describe  el  profeta  la lucha  en el corazón  mismo de Dios: algo  se remueve  en sus entrañas, que le lleva a amar   a pesar  de todo. Vence  la misericordia, que no tiene  medidas  humanas, solamente  tiene  la medida  de la santidad  misma de Dios: “No cederé  al ardor  de mi  cólera, no volveré a destruir a Efraín; que soy  Dios   y no hombre, santo   en medio  de ti , y no  enemigo a la puerta” ( Os 11,9). El resultado  es la vuelta  al Señor  y la vuelta a la tierra.  Así saber amar nuestro Dios: Padre- Madre. El corazón de Dios  es la simbiosis del amor de un padre y de una madre en clave simbólica-significativa.

 

            Segunda Lectura: De la Carta a los Efesios, 3, 8-12.14-19.

 

            Pablo se siente amado, iluminado, por Dios. Lectura  muy adecuada  para la Solemnidad del Corazón de Jesús. El amor no es puro  sentimiento, sino algo más: es salvación, revelación, comunicación del Misterio. Esta revelación  del Misterio  tiene lugar en Pablo, por lo cual está como “fuera” de sí y este Misterio lo tiene que comunicar a los interesados.

            El capítulo 3 de la Carta a los Efesios  tiene como dos partes: la primera  abarca los versículos  1-13: Elegido  para anunciar   los planes de Dios en Cristo;  la segunda  los restantes: 14-21: Oración   de súplica  al Padre.

 

            La Liturgia  no hace  uso de todos los versículos, pues algunos  no los emplea. Podemos decir que  es una perícopa  densa, llena de contenido  y al mismo tiempo expresa gratitud, oración por parte de Pablo ante la maravilla, que le ha sido revelada.

 

            Vamos a analizar  los versículos, que la Liturgia utiliza.

 

 El designio  salvador  de Dios, oculto  en tiempos pasados y siempre penetrado  de misterio, ha sido  ahora  revelado  en plenitud. Cristo  es el protagonista   de esa revelación.  Los demás   son mensajeros, misericordiosamente  elegidos para proclamar  esa buena  noticia, que lo es  absolutamente  para todos; porque  todos  los pueblos  han sido  llamados  a compartir  la misma   herencia  en igualdad  de condiciones , están   llamados  a configurar  el cuerpo  total   de Cristo, que es la Iglesia, y todos  participan  de la promesa  hacha  por Dios  a Abrahán.

 

            El plan   salvífico  de Dios  respecto  de judíos  y paganos  lleva  al apóstol   a una plegaria  en la que  iba a pedir  para ellos el crecimiento  en la fe  y el amor ( Ef 3, 14-19).

            Pero  la mención    de su condición  de prisionero  por Cristo, le hace   interrumpir su plegaria  apenas comenzada. Debido  precisamente  a su predicación  a los paganos, le vuelve   a la mente la gracia  tan singular  que Dios  les ha concedido, y quiere  continuar   hablando de ella. Esto lo hace en la primera parte del capítulo 3.

 

            Es  una   de tantas  interrupciones  características del estilo   de Pablo. El llamamiento   a los paganos  para formar  un solo  pueblo en igualdad  con los que   fueron  miembros  del pueblo elegido,  constituye  el  admirable  designio   misterioso  de Dios. Para su  realización  ha sido llamado  por Cristo. Si bien   este misterio  había   sido ya   anunciado por los profetas, nunca lo fue  con la claridad  que ahora, sobre todo  en sus detalles   concretos  referentes  a los paganos. Es ahora  cuando se  ha manifestado  con toda la claridad  la voluntad  salvífica  universal  de Dios  a los  apóstoles  y profetas. Pablo  constata  que este  proyecto   salvador  le ha sido  comunicado  a él  por  especial  benevolencia  divina, pero al mismo  tiempo  reconoce  que no se trata  de un privilegio   personal  y exclusivo.

 

            Comentamos el v. 8: “A mí, el menor de todos los santos, me fue concedida esta gracia: la de anunciar a los gentiles la inescrutable  riqueza de Cristo”

            Pablo  señala   su propia  vocación  como un ejemplo  de la gracia  y el favor  de Dios. Nada  había  hecho   el para merecerla; por el contrario, persiguió  a la Iglesia. Literalmente, Cristo  tuvo que  “capturarlo”

            Ante  un plan   tan  maravilloso, fruto  del amor de Dios, no cabe otra actitud que una  fe profunda  y una  confianza  segura en Dios

            Efesios   3, 14 reanuda  la oración interrumpida  en  Ef 3, 1. Ante  el  sublime  misterio  en torno a la vocación  de los paganos. Pablo  prorrumpe  en una fervorosa  plegaria. La realiza  doblando  sus rodillas; como  hacían  los judíos  en sus  más ardientes  oraciones. Suplica   en ella   el fortalecimiento  de la vida  interior  de los fieles. Esta implica  una fe  profunda  en Cristo  y una  caridad  manifestada  en obras. La dirige   al Padre, de quien  procede  toda  familia  en  los cielos   y en la tierra.

 

            Quizá sea conveniente  explicar un poco el v. 18: “Podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad,”

El objeto  del conocimiento  a que se refieren  los cuatro  términos de Ef 3, 18, más bien  que el misterio   de que viene   hablando, es el  amor  de Dios, realmente  incomprensible , que está  en el fondo  del designio  misterioso. Muchos   evocan  a este  propósito  la muerte  de Cristo  en la cruz, la muestra  palpable  exterior  más  impresionante  y manifestativa  del amor  de Dios  realizada en Cristo: “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único,   para que todo el que crea en él no perezca,  sino que tenga vida eterna” ( Jn 3, 16)

 

            También resulta  interesante  explicar el v. 19: “Y  conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que os vayáis llenando hasta la total Plenitud  de Dios”

 

            La plenitud  de Dios puede  referirse   a la plenitud  de gracias   y dones  que competen a  Cristo, cabeza de la Iglesia, y de la que  participamos   todos  ( Jn 1, 16) Más probablemente Pablo  alude, en conformidad  con el sentido   técnico  de este término  al “cosmos”  que se consideraba  lleno de Dios. Cristo   ha sido   colocado   no sólo    a la cabeza  de la raza humana, sino a la cabeza del universo, “pleroma” de Dios. Por eso  los cristianos  han de tender  hacia  la conquista  del universo  para Dios, a quien  corresponde  por derecho.

 

            Tampoco comprendemos  el por qué la Liturgia  no hace uso de los dos últimos  versículos: 20-21, que son una doxología  del místico  Pablo, entusiasmado e iluminado  en la línea de los grandes Místicos del Cristianismo.

 

            Evangelio: Juan  19, 31-37

 

            También podemos decir que ha sido acertada la elección  de este evangelio. El Misal de S. Pío V ya lo traía en esta Fiesta.

 

            Debemos evitar una lectura preferentemente  sentimental del mismo, pues no era esta la intención del evangelista. Esta perícopa  indica  y expresa la entrega  de Jesús  a los suyos. El corazón, sede del amor, alcanza  su máxima expresividad, cuando llega a amar hasta el extremo.

 

            Quizá sea conveniente  recordar el v. 30  de este mismo capítulo: “Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido.» E inclinando la cabeza entregó el espíritu

            Jesús mismo  decide  que el momento  de su muerte ha llegado, que su tarea ya está  cumplida. “Entregó el espíritu”. Todos   los evangelistas  usan  expresiones  equivalentes, cuyo  significado  es aproximadamente  el mismo que el castellano “expirar”. Unicamente  Jn, sin embargo, habla  de la muerte  de Jesús  como de un  “entregar” su espíritu, indudablemente  porque   quiere  también  que el lector  piense  en el Espíritu  que se otorga como consecuencia  de la glorificación  de Jesús.

 

            Con la muerte de  Cristo  y el don  del Espíritu, empieza  la obra   vivificadora  de la Iglesia; de  ahí   que, en  cierto  sentido, pueda decirse  que la Iglesia  nació  del costado  abierto  de Cristo.

                         

             Juan  hace  coincidir  la muerte   de Jesús  con el comienzo  mismo  de la  fiesta  judía  de la pascua. Jesús   muere  a la misma   hora  en que  eran  sacrificados  los corderos  en el templo; él  es, pues, el verdadero   cordero que quita  el pecado  del mundo ( Jn 1, 29), el que inaugura  la nueva   pascua. La sangre   y el agua  poseen  un significado  simbólico. En primer lugar  pueden   referirse  a la muerte  ( sangre)  y al espíritu  ( agua)  de Jesús, pero también  es posible   ver  en ellos   una alusión  a la Eucaristía y al Bautismo, los dos principales sacramentos de la Iglesia.

 

            Vamos a analizar los versículos  34-37.

 

34 “Sino   que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua.”

Brotó  sangre  y agua. Este  fenómeno  puede  ser  médicamente   explicado, pero Juan  está interesado  en él  mucho más por lo que supone  como signo: “El Espíritu, el agua y la sangre, y los  tres  están  de acuerdo” ( 1 Jn 5, 8)

            El agua  y  la sangre ya han sido  bien caracterizados  en este evangelio   como signos  de la salvación,  y es muy  verosímil  que Juan  esperara de sus lectores  que pensasen  específicamente  en el bautismo  y la eucaristía,  interpretación  que es  corriente  en los Padres. La Teología y la Espiritualidad han ahondado en esta dimensión.

 

            35 “El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis.”

 

            A este  acontecimiento  se le atribuye  tal importancia  que el evangelista insiste  en el testimonio  presencial  de que  depende: “Este discípulo  es el mismo  que da testimonio  de todas las cosas  y las ha  escrito. Y nosotros   sabemos  que dice  la verdad” (Jn 21, 24). Ello  es importante  sobre todo  por su carácter de “signo”.

Para que  también  vosotros  creáis: “  Estos ( signos)  han sido  escritos  para que  creáis  que Jesús  es el Mesías , el Hijo  de Dios ; y para que , creyendo  tengáis  en él  vida eterna”  ( Jn 20, 31).

 

             Los versículos  36-37  no hacen referencia  directa  a la Solemnidad del Corazón de Jesús, por esto mismo no los comentamos, aunque realmente  son importantes.

 

            Conclusión: Creo que  se ha logrado  el exponer  el significado  de la Solemnidad del Corazón de Jesús. La tradición litúrgica; la eucología y la liturgia de la Palabra a través de las  tres lecturas del ciclo B presentan  el contenido  de esta Solemnidad y también nuestra actitud: de acogida, de acción de gracias y de fe.

 

                       

.  No es lícito reducir esta Solemnidad a la contemplación de un Corazón lloroso, no comprendido, herido por los pecados de los hombres, por su ingratitud. Ingratitud, que debe ser “pagada” por sufragios  de arrepentimiento, de expiación.

           

Es cierto que celebrar  o considerar  el Corazón de Jesús  nos debe llevar a su Persona; pero en este trayecto de acercamiento podemos decir que caben todos los sentimientos  nobles: la gratitud, el dolor, la alegría, el gozo, el propósito y deseo de un comportamiento digno del Corazón, que ama.

Si hemos indicado ciertas desviaciones  posibles a la hora de “acaparar” las partes de un todo; no es menos  de lamentar  que el acercamiento a Dios sea de una forma preferentemente  intelectual, excluyendo  lo más noble de la devoción, lo más noble  del Corazón.

A Dios se le conoce  mejor con el corazón, pues el corazón tiene   razones  que la razón no comprende.

Nos unimos a la Iglesia en esta Solemnidad del Corazón de Jesús  y hacemos como un propósito: Si Dios nos ama de tal manera, como hemos intentado  exponer, nosotros debemos responderle en la misma medida. Este deseo ha sido expresado  de un modo sublime por los místicos,  que saben qué es amar desde  la profundidad de Dios y desde el hondón del hombre.