XII Domingo de Tiempo Ordinario, Ciclo B
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  

 

 

           Reemprendemos el tiempo ordinario (a nivel dominical), interrumpido al comenzar la Cuaresma.

            Con Pentecostés concluíamos el Tiempo Pascual, comenzando  la semana IX  en lo referente a las ferias; pero no en lo dominical, pues celebrábamos la Solemnidad de la Santísima Trinidad  y el Cuerpo y Sangre del Señor los domingos  X y XI  respectivamente.

            Hoy también a nivel dominical celebramos  el  domingo XII como en las ferias. Al comenzar  la cuaresma  nos quedamos con el domingo  VII del tiempo Ordinario, cuya segunda lectura era de la Carta Segunda de San Pablo a los Corintios  y el evangelio de san Marcos (evangelista de este ciclo B). Hoy seguimos  leyendo  como segunda lectura la Carta Segunda de San Pablo a los Corintios  y el evangelio de San Marcos.  

            Primera lectura: Job, 38, 1.8-11  

            La lectura  primera  de los domingos del Tiempo Ordinario está en función del evangelio; desde él podemos comprenderla mejor  y desde ésta podemos adelantarnos en la captación del mismo 

            Tenemos que afirmar que ha sido bien elegida esta lectura de Job, una vez que hemos  leído la perícopa  evangélica.            

El capítulo  38 forma parte  de la III  sección del libro de Job: Diálogo  entre Dios  y Job. 

Tal como  era de esperar, Dios   en persona responde  a Job desde la tormenta, manifestando  su poder. 

Los capítulos  38-39   constituyen  el primer  discurso, que está compuesto  a base  de preguntas  dirigidas  a Job  que ponen   de relieve  el poder  y la sabiduría  de Dios  en la creación  y el cuidado  y gobierno  amoroso  de todas sus criaturas .La grandeza  de la creación  y sus misterios  subrayan  la diferencia  radical  entre el   hombre  y Dios. 

1 “Yahveh respondió a Job desde el seno de la tempestad y dijo:”.

 Leemos en Capítulo  31, 35: “¡Aquí  está mi  firma! Que  responda  el Todopoderoso, que mi   rival  escriba  su alegación.  

En repetidas   ocasiones  a lo largo  de la primera  mitad  del libro Job  había apelado a Dios  y casi  lo había  desafiado. Dios acude   a la cita  en los cc. 38-42, a través  de los cuales  va haciendo  pasar  ante los ojos  del patriarca las maravillas de la creación. Ante  la grandiosidad  y trascendencia  de la obra  divina, Job queda anonadado y confundido  y se produce  en él una   profunda conversión.

La aparición  en una teofanía   es un modo solemne. La  teofanía  presente  se ordena  al discurso. La respuesta  de Dios  ha sido  una obsesión  a lo largo  de la discusión: por fin  Dios “responde”.  

El océano , visto  tantas veces  como   formidable  dragón  mitológico, está visto  aquí  como  recién   nacido  indefenso: “¿Quién encerró el mar con doble puerta,  cuando del seno materno salía borbotando?” 

            Entre las  muchas maravillas  de la creación  una de ellas  es el mar, descrito  en nuestra lectura   en forma  muy bella  y muy poética.  El autor  se representa  al mar   saliendo de las  entrañas  de la madre  tierra.

Mientras   las mitologías  antiguas, de las cuales  se hace  eco  el propio  Job, presentan  con frecuencia  el mar  como un  monstruo  de carácter   siniestro, aquí  sin embargo  aparece  como una criatura  recién nacida, que es objeto  de los cuidados  y mimos  de Dios: le da  las nubes  por vestido  y la bruma   por pañales: “cuando le puse una nube por vestido  y del nubarrón hice sus pañales;” 

Finalmente  el dominio  y la autoridad  con que Dios  ha encerrado el mar  soberbio  e indómito dentro de unos  límites  y le  ha fijado  unas fronteras  ponen de relieve  su omnipotencia: “Cuando le tracé sus linderos   y coloqué puertas y cerrojos?

« ¡Llegarás hasta aquí, no más allá - le dije -,  aquí se romperá el orgullo de tus olas!» 

Sin duda  esta descripción  tan poética  por una parte, pero, al  mismo tiempo , tan tajante  y escueta, debió  impresionar  a Job, que depuso  su actitud  insolente  y se humilló ante Dios: 

“Job  respondió al Señor  y dijo:

Sé que  todo lo puedes,

Que  ningún  plan  está fuera  de tu alcance.

“¿Quién  es ése que enturbia  mi consejo

con palabras sin sentido?”

Así  he hablado  yo, insensatamente,

de maravillas que me superan  y que ignoro.

“Escucha- me dijiste-, déjame  hablar;

Yo  te preguntaré y tú me  responderás”.

Te conocía   sólo de oídas,

Pero  ahora  te han  visto  mis ojos.

Por eso  me retracto, y me  arrepiento

Cubierto  de polvo  y ceniza” (Job 42,1-6)

 

El salmo responsorial  está también elegido, es el salmo 107. El estribillo: “Dad   gracias  al Señor, porque  es eterna  su misericordia”  

            Segunda lectura: De la segunda carta   del apóstol  San Pablo  a los Corintios,  5, 14-17 

            Al comenzar la cuaresma  estábamos en el domingo VII del tiempo Ordinario, como segunda lectura leíamos la segunda carta de San Pablo a los Corintios; ahora al reemprender  nuevamente  el tiempo Ordinario, seguimos con esta  misma carta.  

            La perícopa   5, 14-21 constituye  una unidad  teológica  en la cual Pablo desarrolla el tema  de la muerte de Cristo en la Cruz, visto como acontecimiento de la divina  reconciliación de la humanidad  entera pecadora.

            Al exponer  el fundamento  de su dedicación a la comunidad, Pablo  revela como el “amor de Cristo” es el motivo  más profundo de su acción misionera.  

            Porque el amor de Cristo nos apremia al pensar que, si uno murió por todos, todos por tanto murieron”. 

El amor  de Cristo  es el amor  que  Jesús  nos ha demostrado  dando  su vida  en la cruz. En el ejercicio  de su ministerio  el apóstol  está animado  y guiado  por el amor de Dios  y de Cristo, y demuestra este amor, dándose  a sus semejantes.

            En la afirmación de su ministerio apostólico  Pablo  continuamente pasa de la descripción de su ministerio a presentar el valor de la vida cristiana.  

            Todos por tanto murieron. Afirmación que se deriva de la muerte de Cristo por todos. Todos necesitados, pues todos estábamos muertos; urge que llegue a todos la salvación de Cristo.  

            Y murió por todos, para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.  

            Por la muerte  de Cristo  morimos  al pecado y al egoísmo. Viviendo  para él, salimos   del encierro  y vivimos  de verdad: Cristo  muerto  y resucitado por nosotros  (por amor) nos ofrece  su trascendencia  salvadora 

            Así  que ahora  no valoramos  a nadie  con criterios  humanos. Y si  en algún momento  valoramos  así a Cristo, ahora  ya no.  

            En su primera  época  Saulo  juzgaba  de Jesús  con criterios  humanos, inadecuados, y lo perseguía. Hasta  que,  respondiendo  a la pregunta  “¿quién eres?”, se le reveló  la personalidad  del Señor. Desde aquel momento  Pablo  empezó a juzgar  de otra manera.

            De modo  que si alguien   vive  en Cristo, es una  nueva  criatura; lo viejo  ha pasado  y ha aparecido  algo nuevo. 

            El cristiano  es criatura nueva. Lo “antiguo” es la conducta  precedente, en el caso  individual, o el régimen  del AT, en  términos  de historia de salvación. La novedad: la vuelta del destierro: “¿No os acordáis de lo pasado,  ni caéis en la cuenta de lo antiguo?” (Is 43, 18), la escatología: “Pues he aquí que yo creo cielos nuevos y tierra nueva, y no serán mentados los primeros ni vendrán a la memoria;” (Is 65, 17)   

Evangelio: Marcos  4, 35-40  

El Evangelio, en los domingos del tiempo Ordinario, no está en función de ninguna  Fiesta, sino que tiene  que es él quien orienta  la lectura primera y hasta cierto punto el salmo responsorial. 

            El capítulo  4, 35-40  es el comienzo  de algunos milagros  de Jesús; después de haber catequizado  a sus discípulos con algunas parábolas, confirma su autoridad con algunos milagros: la tempestad  calmada, el endemoniado  de Gerasa ( que no  leeremos),  la curación  de la mujer con flujo  de sangre  y la resurrección  de la hija de Jairo.

            Después   de la doctrina   vienen  las obras  de Jesús, sobre  todo las obras   milagrosas. Debemos decir que los milagros de Jesús no sólo tienen un significado  apologético, sino también simbólico. Hay exégetas, que olvidan  esta segunda dimensión, explicando el milagro en sí mismo; otros quizá  acentúan  demasiado  el valor simbólico. Creo que ambas dimensiones se enriquecen, cuando son expuestas en su  justa medida.

            Los milagros  de Jesús   revelan  su identidad  y el poder  salvífico  de Dios entre los hombres. El  poder de  Jesús  no tiene  límites: alcanza  a las fuerzas   de la naturaleza ( la tempestad calmada) y se extiende   hasta la misma muerte ( la resurrección  de la hija de Jairo), se ejerce  en territorio  pagano ( el endemoniado de Gerasa) y no  se detiene  ante la impureza  legal ( la curación de la mujer  con flujo de sangre)

            El carácter  simbólico de estos milagros  es muy acentuado. Aquí notamos  el valor simbólico de la tempestad calmada. Las fuerzas  del mal  obstaculizan  por todos  los medios  la difusión  del evangelio. El  obstáculo  que en este momento  se presenta  adopta  la forma  de una tempestad. La narración, rica  en detalles,  refleja  una experiencia   vivida, pero pretende  ser ante todo  una instrucción  catequética  acerca  de la fe  que los discípulos  necesitan  para seguir  a Jesús.  

            El primero  de los milagros   que nos narra  Marcos  es el de  la tempestad   calmada.

            El relato  es breve  pero muy  vivo: las olas  encrespadas  por el viento  contrario- cosa  que en el lago  de Tiberíades suele  suceder con frecuencia e inesperadamente: “En esto, se levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían en la barca, de suerte que ya se anegaba la barca”.

El  susto  pintado  en el rostro  de los apóstoles, Jesús  dormido   tranquilamente  en popa, recostado  en el cabezal, la queja   de los discípulos  que parecen   increparle  el que  duerma  y se despreocupe  de su suerte: “ El estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal. Le despiertan y le dicen: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?». El mandato  lacónico  de Jesús  a la tempestad (una especie  de exorcismo  cósmico) “El, habiéndose despertado, increpó al viento y dijo al mar: « ¡Calla, enmudece!» la calma  repentina: “El viento se calmó y sobrevino  una gran bonanza”. La queja  de Jesús  hacia  sus apóstoles: “: « ¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?» 

            El  mar ha sido  siempre, en particular en el mundo  bíblico, una fuerza  natural digna  de admiración , pero también  llena  de amenazas, sinónimo  de peligro  y del lugar  donde habita  el maligno.  

            Una  tempestad  es también  un buen  símbolo  de las crisis   humanas  personales  y sociales. Todos  experimentamos  alguna  vez en nuestra  vida  borrascas  pequeñas  o no tan  pequeñas , y nos sentimos   zarandeados   y mareados  por la fuerza  de las olas.

            Nuestro corazón  está  a veces  agitado   y nos  entra  el miedo  y el cansancio,  o nos  asaltan  dudas  y mareos. 

            Somos hombres  de poca fe. A los cristianos   no se  nos ha prometido  una travesía  pacífica del mar  de esta vida, aunque   llevemos  a Cristo  en la barca. Cuando  Marcos   escribe  su evangelio, la  comunidad   cristiana  sabe  ya mucho  de persecuciones  y de dificultades.  

            Además, muchas veces parece  que Dios  calla  y se muestra indiferente  a nuestros   males: “¡el silencio de Dios!”

            Tal vez  merecemos  también  nosotros, en estas  circunstancias, un reproche del Dios   todopoderoso  y misericordioso, al que  se nos ocurre   pedir   cuentas  de por qué  permite  el mal, o de  Cristo, que nos tiene  que echar  en cara  nuestra  poca  fe, aun  después de  haber  presenciado  que domina  no sólo  las enfermedades  y la muerte, sino también  las fuerzas  de la naturaleza.  

            Nos hace falta  más fe, una fe  que nos  ayude  a remar  contra  viento  y marea. El Dios  que es creador  omnipotente  es a la vez  Padre. El que creó  el mar  es a la vez  el Dios  salvador  y cercano. Lo que  pasa es que  Dios  a veces   parece  callar  o dormir. En vez  de responder  racionalmente a nuestras  preguntas, nos plantea él a nosotros  otras, como Yahvé a Job, y como Cristo  a sus discípulos.