XIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  

 

 

Sigue  la catequesis  de Jesús  sobre el Pan  de la Vida, en la sinagoga de  Cafarnaúm.

             Primera Lectura: Del libro Primero de los Reyes: 19, 4-8: Huida  de Elías

            El capítulo 19  trata  de la huida de Elías  (vv.- 1-8); de Elías en el Horeb (vv. 9-18) y vocación de  Eliseo (vv. 19-21)

            La Liturgia solamente toma los vv. 4-8. Elías  ante las   amenazas de muerte   de la reina  Jezabel, valedora de los profetas ajusticiados (1 Re 19, 1-2). Sorprende  la imagen   de Elías, vencido  por el miedo  y la depresión: “El tuvo miedo, se levantó y se fue para salvar su vida. Llegó a Berseba de Judá y dejó allí a su criado.

            El caminó por el desierto una jornada de camino, y fue a sentarse bajo una retama. Se deseó la muerte y dijo: « ¡Basta ya, Yahveh! ¡Toma mi vida, porque no soy mejor que mis padres!» (1 Re 19, 3-4), en  contraste   con el coraje   y la confianza   de que hacía  gala en la escena  anterior.

            A pesar de todo, la imagen  del profeta  tocando  los límites  de la existencia  resulta  entrañable  y conmovedora, sobre todo  a nivel  humano.  

            No  menos   conmovedores   son los cuidados   de Dios  hacia  el profeta, brindándole  comida  y aliento  por medio  de un ángel  en una doble  escena  que nos recuerda  la del torrente  Querit: “Se acostó y se durmió bajo una retama, pero un ángel le tocó y le dijo: «Levántate y come.»

            Miró y vio a su cabecera una torta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió y bebió y se volvió  a acostar.

            Volvió segunda vez el ángel de Yahveh, le tocó y le dijo: «Levántate y come, porque el camino es demasiado largo  para ti.»

            Se levantó, comió y bebió, y con la fuerza de aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte de Dios, el Horeb.

Allí entró en la cueva, y pasó en ella la noche. Le fue dirigida la palabra de Yahveh, que le dijo: « ¿Qué haces  aquí Elías”? (1 Re 19, 5-9)

Creo que sobra toda explicación, pues es muy palpable  este hecho como símbolo, tipo del pan de vida, de la Eucaristía.  

Muy acertado  el salmo  33 con su estribillo: “Gustad y ved qué bueno es el Señor”. El salmista  agraciado  y  acrecido   por la intervención  salvadora  de Dios, invita   a los humildes  a unirse  a su alabanza y a cantar  las maravillas  de Dios  para quienes  lo buscan   y lo sirven.  

Segunda lectura: De la carta a los Efesios  4, 30-5, 2: Exigencias de la nueva  vida

            Seguimos leyendo la Carta a los Efesios, que comenzábamos el domingo XV. San Pablo en la perícopa de hoy  da  a  los cristianos   de Efeso unas consignas   de vida comunitaria   que siguen   plenamente   de actualidad. En negativo” desterrad la amargura,  la ira, los enfados e insultos y toda maldad”. En positivo, “sed  buenos, comprensivos, perdonándoos   unos a otros”.

            La motivación  no es una   mera  filantropía o un modo  civilizado de convivir. Es una   motivación  desde Dios, y desde Dios Trino: “ no pongáis   triste  al Espíritu  Santo de Dios”, “ Perdonándoos   como Dios  os perdonó en Cristo”, y “ vivid   en el amor como Cristo  os amó  y se entregó  por nosotros”  

            Analizamos   los versículos  para darnos más cuenta de lo que San Pablo nos quiere decir.            

            “No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el que fuisteis sellados para el día de la redención

            Hablando   con propiedad, es evidente   que el hombre  no puede  causar  ni gozo  ni dolor  al Espíritu; pero Pablo  se expresar   aquí  de forma  antropomórfica. El cristiano   ha de evitar   con todo esmero  entristecer  al Espíritu  Santo, que ha   establecido  en él su  morada y le distingue   como  propiedad  divina. El daño  que se causa al prójimo  significa  una falta de  respeto  y reverencia  al Espíritu que habita  en los hombres de fe: “En  quien también vosotros estáis siendo juntamente edificados, hasta ser morada de Dios en el Espíritu” (2, 22)

            Con el que fuisteis sellados para el día de la redención”. Un sello  era   una marca  habitual  de posesión. Los devotos   de los diferentes    dioses   paganos   se marcaban  frecuentemente  con el nombre de la divinidad a que  pertenecían  y por la que  se sentían   protegidos.          

            En la Liturgia  bautismal  el sello tendrá un significado sobresaliente.  

            32 “Sed más bien buenos entre vosotros, entrañables, perdonándoos mutuamente como os perdonó Dios en Cristo

            El verbo   charitzomai indica  que el perdón  no consiste  únicamente  en condonar  una deuda, sino en mostrar  generosamente   a los demás el  mismo  amor misericordioso  que Cristo  nos mostró  primero a nosotros.

            En fin, el cristiano   tiene  que evitar  cualquier   actitud  que se oponga  al amor, que ha  de ser  el  distintivo  del discípulo  de Cristo. Y  ha de practicar  la compasión  y el perdón, a imitación  de Cristo  que perdonó   incluso  a los que  le crucificaban.

            Dos vicios, reinantes   entre los paganos, se oponen   de modo  particular   al ideal  de perfección    cristiana. Se refiere   el autor   a la impureza, de la que  Pablo ni  siquiera  quiere    que se nombre   entre ellos. Y la codicia, especie  de idolatría, porque lleva  a una entrega  total  a las cosas  de la tierra, que cierra el  espíritu  a la trascendencia. 

            En medio  de las exhortaciones  una importante  fundamentación  teológica: “Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos queridos”  ( 5, 1) que evoca   el “ sed   perfectos   como   vuestro Padre  celestial   es perfecto”( Mt 5, 48) .

            Dios  Padre  es el modelo  que han  de imitar   los cristianos   pues son   sus hijos muy queridos. En el uso  semítico, que se refleja   en el NT, “hijos”  alude   frecuentemente  a la imitación  de unas cualidades, no al estatuto  ontológico; por ejemplo , en el sermón de la Montaña, los cristianos   han de ser  hijos de su  Padre, que está en los cielos”, imitando  el amor  universal   del Padre  hacia todos   los hombres ( Mt 5, 45-47). En Cristo  está el  modelo  perfecto  de un hijo  de Dios. 

            2 “Y  vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros como = oblación y víctima de suave aroma

            El punto  culminante  de su vida fue la entrega  de sí  en sacrificio  de amor  por los demás. Siguiendo  su ejemplo, los cristianos  caminan  en el amor  al entregar  su vida  por los demás,  como se dice: “Porque tanto amó Dios al mundo   que dio a su Hijo único,  para que todo el que crea en él no perezca,  sino que tenga vida eterna”  ( Jn 3, 16)

            como  oblación y víctima de suave aroma”. La terminología  sacrificial    del AT  se aplica  al sacrificio    personal de  Cristo. En los sacrificios  del AT  se menciona  frecuentemente  el  fragante  olor  que asciende hasta el Señor: “Y  quemarás todo el carnero en el altar. Es holocausto para Yahveh, calmante aroma de manjares abrasados en honor  de Yahveh.” (Ex 29, 18). En el AT  la persona  necesitaba  un intermediario, un  sacerdote  que realizara  un sacrificio  para que el  devoto  obtuviera  el acceso  a Dios. Cristo   es este sacerdote   y mediador en el NT,  y la ofrenda  es la entrega  de sí a favor de  los hombres. El cristiano  es llamado a  participar   activamente   en el sacerdocio  de Cristo uniendo  su propio  sacrificio   de amor  a los demás  al de  su Maestro.  

            Lectura del Evangelio: Juan  6, 41-51: Yo  soy el pan  vivo   que ha bajado  del cielo                                 

            A esta altura del  discurso  de Jesús, al día  siguiente  de la multiplicación  de los panes, en la sinagoga  de Cafarnaúm, Juan  intercala  una objeción   de los presentes   a lo que  va diciendo  Jesús. Una objeción  esta vez  claramente   “cristológica” ( no  todavía  “eucarística”): ¿ cómo  puede  decir  este que ha  bajado del cielo? Se basan  en que  conocen  a Jesús, “el hijo  de José”, y  también  “a su padre  y a su madre”.

            Jesús   sigue desarrollando  su idea, sin contestar   de momento  a la pregunta: “  os lo aseguro: el que  cree  tiene vida  eterna”Los verbos  de Juan  se repiten: “ver, venir, creer”,  y se  añade  otro, “atraer”, que indica  que la fe  no es fruto  sólo  de nuestro esfuerzo : “nadie  puede  venir a mí si no lo atrae  el Padre”  

            Al final  aparece otro  verbo “comer”, que es  el que conducirá  el discurso  hacia  la Eucaristía: “el que  coma de este Pan vivirá   para siempre”. Anuncia  ya que  “el  pan que yo daré   es mi carne  para la vida  del mundo”

            Yo soy  el pan  que ha bajado  del cielo. Sencillamente   absurdo. El auditorio  sabía  muy bien  quién  era Jesús. O, más bien, creían   saberlo. Jesús  es el hijo de José, cuyos padres  conocemos. ¿Cómo  se presenta  diciendo   que ha bajado del cielo?

            La murmuración  era natural: “Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: «Yo soy el pan que ha bajado del cielo.»

Y decían: Y decían: « ¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo?»

Y sirve  para introducirnos   otra vez  en el ambiente  del Antiguo Testamento: la murmuración  del antiguo  pueblo de Dios. También   volverá  a aparecer  el tema del maná.

El evangelista   no pierde  ninguna  oportunidad  para establecer  la conexión  entre la  multiplicación  de los panes  y el discurso  sobre  el pan de vida.

La cuestión  del origen  de Jesús  aparece  frecuentemente   como motivo   de incomprensión. ¿ Cómo  puede  conciliarse  la afirmación  de que  es el Hijo  del hombre  con su  origen  humano, o este  origen humano  con la afirmación  de ser el pan  que ha bajado  del cielo?.

Jesús   nunca   responde  a la cuestión  de su origen    quedándose  al nivel  puramente humano. La respuesta   a la objeción  sobre   su pretensión  absurda, la tenemos  en los vv. 44-46: «Nadie puede venir a mí,  si el Padre que me ha enviado no lo atrae;  y yo le resucitaré el último día.

            Está escrito en los profetas:   Serán todos enseñados por Dios.  Todo el que escucha al Padre    y aprende,   viene a mí.

No es que alguien haya visto al Padre;  sino aquel que ha venido de Dios,          ése ha visto al Padre.”: él  es el enviado  y el revelador  del Padre, está  en Dios, de allí  ha bajado  como pan  de vida  para el hombre.  

De  todos   modos, conciliar  el origen  humano  con el verdadero  origen  de Jesús  sólo  puede  lograrse   mediante  el don de la fe, que Dios regala. Nadie  puede   ir  a él  si no  fuere  “traído” por el Padre. La frase   puede sonar  a  determinismo  fatalista. Es preciso, para evitarlo, tener en cuenta   el “modo”  como Dios  “trae” al hombre. No  lo trae  por  la  fuerza, sino  por la invitación  a la decisión   ante su  manifestación  en la Escritura. Jesús  se halla   testimoniado  en la Escritura.  Es decir, que se halla  abierto   para todos   el camino  para ser  traídos   por el Padre a Jesús. En este sentido  llegaron a Jesús  todos los que  leen  rectamente   la Escritura, los que escuchan  al Padre, los que  son  adoctrinados  por Dios: “Todos tus hijos serán discípulos de Yahveh,  y será grande la dicha de tus hijos.”  (Is 54, 13)  

Los judíos, sin embargo, murmuraban. El tema   es introducido  porque la murmuración  es el índice  más claro  de no querer creer. Sólo  cuando existe  una verdadera  apertura  al movimiento  de Dios, cuando se cesa de murmurar, puede  tener lugar  la “tracción” que Dios  hace  del hombre  hacia  Jesús.

La recepción   de la vida  ya no  se vincula  ahora  (vv. 48ss)  a venir  a Jesús   y creer  en él: “Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto          y murieron; este es el pan que baja del cielo,  para que quien lo coma no muera”

Es necesario  comer  el pan. (Discurso eucarístico). Esto es así porque   solamente  él realiza  plenamente  la idea, y la  realidad  implicada  en ella, del pan de Dios, que ha bajado  del cielo.

El evita  la muerte,  cosa que  no pudo  hacer  el maná. El  y solamente  él- no el maná  de Moisés – es el pan  vivo  que ha bajado  del cielo, y tiene  la virtualidad  de comunicar  la vida eterna.

Por  primera vez  aparece   en esta sección  el verbo “comer”. Va a introducir   algo nuevo. Esto ocurrirá  plenamente   en la sección siguiente. Aquí, no obstante, nos hallamos   en el plano  sapiencial, aunque  las alusiones  a la eucaristía  estén presentes:  

Yo soy el pan vivo, bajado del cielo.  Si uno come de este pan, vivirá para siempre;   y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.» (6,51)

Pero, en realidad, el comer   el pan   puede entenderse  de la comida  espiritual  por parte  de aquél  que se llega  a Jesús y cree  en él. Mediante   esta  “comida espiritual” puede asimilarse  la plenitud  de vida de Jesús, que garantiza  y anticipa  ya la posesión  de la vida eterna.

Esta  pequeña  sección  termina  incluyendo  el tema  eucarístico  propiamente  dicho. Pero como este tema  constituye  el objeto  de la sección siguiente, remitimos a ella.

Conclusión: El capítulo 6 de san Juan lo comenzábamos el domingo 17  con la multiplicación de los panes: 6, 1-15; el domingo  18 leíamos  los vv. 24-35 que eran como el prefacio al discurso del pan de vida; en este domingo 19 hemos analizado el discurso del pan de vida: vv. 41-51; el domingo 20 veremos el discurso del pan eucarístico, vv. 51-58, terminando este capítulo con la reacción ante este gran discurso. 60-69, correspondientes al domingo 21.

Este capítulo tiene dos grandes discursos que se implican y complementan: el discurso del pan de vida y el discurso del  pan eucarístico.