Solemnidad: La Asunción de la Virgen María
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD

 

 

Tres dogmas   acerca de la Virgen María: La  Maternidad
Divina, la Inmaculada  Concepción  y la Asunción a los  Cielos.

            Nuestro ser  exulta de gozo, canta   y celebra agradecido  por tanta  dignidad de nuestra madre.

            Ya desde el principio diremos que toda la Mariología  está en función de la Cristología, iluminando la Eclesiología.

                                   

            María  es para ser ensalzada, admirada, festejada, celebrada; pero mucho más para ser imitada, acogida, contemplada, conocida y ver qué relación tienen  con nosotros  todos sus “privilegios”

            ¿Qué celebramos  con la Asunción de la Virgen María?, ¿cómo y para qué celebrar esta Solemnidad?

 

            No es fácil responder  a estos interrogantes. Vamos a intentar  hacer una síntesis, somera por cierto, escuchando la Liturgia, la Teología, el Vaticano II  y por supuesto la Constitución Apostólica de Pío XII “ Munificentissimus Deus ( =MD)”.

 

            En esta Fiesta se dan fuertemente  la mano la “Lex credendi”  y la “Lex orandi”. Sería  muy conveniente  aunar la visión del biblista, del patrólogo, del teólogo  y del liturgista  y también del “místico”.

 

Grosso modo podemos distinguir  tres períodos  a la hora de presentar el contenido de la Asunción de la Virgen: el primero se extendería  hasta la definición  del Dogma de la Asunción; el segundo abarcaría  el momento, las circunstancias, la teología, lo que se pretende  con este Dogma, prolongándose  hasta el Vaticano II  y por último la aportación de la LG, en su capítulo 8, para  poder entender  mejor  el alcance  de la definición del dogma de la Asunción.

 

Una vez hayamos  visto el contenido  de esta Solemnidad, expondremos  el modo  de la celebración  litúrgica, presentando la liturgia de la Palabra, especialmente  la lectura primera, segunda  e insinuando algo la doctrina del Evangelio. Nos haremos eco de la  Eucología, especialmente  del Prefacio. Con las tres Oraciones presidenciales, presentaremos  el para qué  y la finalidad de la Celebración de la Solemnidad de la Asunción de la Virgen.

 

            Presentemos el primer  período. Es necesario leer y estudiar la Constitución apostólica “Munificentissimus Deus”, en ella el papa Pío XII presenta los fundamentos bíblicos, las homilías de los Santos Padres y las enseñanzas  de los teólogos  en la celebración de esta Fiesta. Este período  queda bien presentado en dicha Constitución.

                       

Hacemos aquí una síntesis: Si es importante el Dies natalis  de un santo; mucho más  el Dies natalis de la Virgen María, que además  también  se celebra el día de su nacimiento: la  Natividad.

 

Si es  cierto  el origen  oriental  de la fiesta  de la Asunción, no se sabe  sin embargo  con exactitud  ni el momento  ni la localidad  en que  surgió.

Entre  los bizantinos  la fiesta de la  Dormición   es seguramente  la celebración  mariana  por excelencia, ocupando  con su presencia   casi todo  el mes  de agosto. Efectivamente, va  precedida  por catorce   días  de preparación  ( la pequeña   cuaresma  de la Virgen) y seguida  de ocho  días de  celebración ; es decir, se abre  con el primer día  del mes  y se extiende  hasta el día 23, haciendo  así del mes   de agosto el mes mariano  bizantino. Además, si se tiene  presente  que el año  litúrgico  bizantino  comienza  el 1 de septiembre y se cierra  el 31 de agosto, hay que decir  que María  lo abre  con su aparición  en el mundo  ( Natividad  de la Virgen)  y lo cierra  con su regreso  a Dios  ( Dormición); así, para  los orientales  todo  el año  eclesiástico  se pone bajo  el patrocinio  de la  gran madre  de Dios.

 

La  fiesta  de la Asunción  pasó  a occidente  por diversos   caminos. En lo  que se refiere  a Roma, hay  que decir  que Gregorio  Magno (604) no  conoce  todavía  esta Fiesta. En el siglo VII con el papa  Sergio  I, se celebraba  la fiesta de la Dormición  junto  con la de la Natividad, Purificación y Anunciación. Se  celebran  con  una procesión  solemne, que recorría  las calles  de Roma  para terminar  en Santa María  la Mayor.

            Durante   la edad  media, la celebración  litúrgica  iba  acompañada de diversas  prácticas  populares, sobre todo  en el norte, como la bendición  de los campos y de las primicias  de la cosecha.  Desde Roma  pasó  a Francia  y a Inglaterra, llevando  ya el título  de Assumptio  S. Mariae.

             El nuevo  título  que se le dio  a la fiesta  planteó  espontáneamente  el problema  de la resurrección  inmediata del  cuerpo de  María.

                         

            En el siglo  XVIII  encontramos  la primera  petición  a la Santa  Sede para  la definición  de la asunción  como dogma de fe.

 

            Segundo Período: La definición  del dogma de la Asunción.

 

            Quizá sea conveniente  recordar lo siguiente  para poder  darnos cuenta  del camino a seguir  a fin de una mayor claridad.

            La interpretación  del misterio  de la asunción  de María  que ofrecen  los documentos  magistrales  se halla ligada a un determinado  modelo  de escatología, conocido  como   escatología  de doble  fase, que ha  venido  siendo  tradicional   en la teología  latina  por lo menos  desde  la edad media.

            Según  este modelo  interpretativo, la muerte  supone  para el hombre  una separación  de alma  y cuerpo,  de tal manera que,  mientras  el cuerpo  se corrompe, el alma  sobrevive y es objeto  inmediatamente  de la  retribución  definitiva, aunque  debe, sin  embargo, esperar  hasta la resurrección  al fin  de los tiempos  para volver a reunirse  con su cuerpo.

 

            No queremos extendernos más; creo que teniendo presente esto, nos sentimos más capacitados  para percibir  el deseo del papa Pío XII.

                                   

            Es sabido  que el Papa  después  de las innumerables  peticiones, el 1 de mayo  de 1946 envió a todo el episcopado  católico  la encíclica Deiparae Virginis, en la que  preguntaba a los obispos  si la  asunción  de María  podía  ser definida y si deseaba  juntamente  con sus fieles  esta definición. La inmensa  mayoría  de los obispos  respondió  afirmativamente a ambas  preguntas, y Pío XII, el 1 de noviembre  de 1950, procedió  a la solemne  definición  dogmática  con su  constitución apostólica MD.

 

            Sería  muy importante  analizar minuciosamente  la Constitución “Munificentissimus  Deus” del Papa Pío XII del día 1 de Noviembre  de 1950.

            Nosotros  no lo hacemos; pero sí exponemos  los puntos, que más nos urgen.

           

            El  n. 44 de la Constitución MD es la fórmula   definitoria, donde  se   declara que María, madre  de Dios, inmaculada y siempre  virgen, al terminar  el curso  de su vida  terrena fue asunta  en cuerpo  y alma  a la gloria  celestial.

 Por tanto, el sujeto  de la asunción  no es tanto  el cuerpo  o el alma, sino  la persona  de María  en toda  su integridad y entendida  como Madre  de Dios, Inmaculada   y siempre virgen: verdades éstas  y adquiridas  por la fe  de la iglesia.

 

            En la fórmula  de la definición, como por lo demás en toda la doctrina  de la constitución  apostólica, no se habla  ni de muerte ni de resurrección, ni de inmortalidad  de la virgen, en su asunción  a la gloria.

 

            Copio  algunas afirmaciones de la Constitución MD, que nos pueden ayudar a entender mejor este dogma.

            Se lee en el n. 4: “Por  ley   general, Dios  no quiere conceder  a los justos  el pleno  efecto  de esta victoria  sobre la muerte, sino cuando  haya llegado  el fin de los tiempos. Por eso  también  los cuerpos   de los justos  se disuelven  después  de la muerte, y sólo  en el último  día  volverá   a unirse  cada uno  con su  propia almas”

 

            En el n.  5 “Pero  de esta ley  general quiso  Dios  que fuera  exenta  la bienaventurada  Virgen  María. Ella, por privilegio del todo singular, venció  al pecado  con su  concepción  inmaculada; por eso  no estuvo  sujeta  a la ley  de permanecer  en la corrupción  del sepulcro  ni tuvo  que esperar  la redención  de su cuerpo  hasta el  fin del mundo”

 

            En el n.  14 “Igualmente  no encontraron dificultad  en admitir  que María  haya  muerto del mismo   modo que su Unigénito. Pero  esto  no les impidió  creer  y  profesar  abiertamente  que no estuvo  sujeta  a la corrupción  del sepulcro  su sagrado  cuerpo  y que no  reducida  a putrefacción  y cenizas  el augusto  tabernáculo  del Verbo  Divino

 

            No quiero dejar de copiar  el número  17, pues es el testimonio  de la Liturgia: la “Lex orandi”, en la cual también se apoya  Pío XII: “Esto afirma, por poner  un ejemplo, en  aquel “Sacramentario”  que nuestro Adriano  I, de inmortal  memoria, mandó  al emperador  Carlomagno. En éste  se lee, en efecto: “ Digna  de veneración  es para Nos, ¡oh Señor!, la  festividad  de este  día en que la santa  Madre de Dios  sufrió  la muerte  temporal, pero no pudo  ser humillada  por los vínculos  de la muerte  Aquella  que engendró  a tu Hijo, Nuestro  Señor, encarnado  en ella”

 

            También es interesante  desde esta perspectiva  el número  19: “...Después  San León  IV  quiso añadir a la fiesta, que ya se celebraba bajo el título  de la Asunción  de la bienaventurada  Madre de Dios,  una mayor  solemnidad  prescribiendo  su vigilia  y su  octava; y  en tal  circunstancia  quiso  participar  personalmente en la  celebración  en medio de una gran multitud  de fieles ( Liber Pontificalis)”

 

            No podemos alargarnos más en las motivaciones, en las cuales se apoya Pío XII para la declaración de este dogma.

 

 

            Tercer período: A la luz del Vaticano II

 

            Según la Constitución MD  bajo   el aspecto  personal, la asunción  representa  para María  la coronación  de toda su misión  y de  sus privilegios  y la   exaltación  por encima  de todos  los seres  creados. Bajo el aspecto  cristológico, este  privilegio  se deriva  de aquella unión  tan estrecha  que liga, por un  eterno    decreto  de predestinación, la vida, misión  y privilegios  de María a Cristo  y a su obra, gloria, realeza.

            En este documento  falta, podemos   decir,  la dimensión   eclesiológica de la asunción, aunque  aparezcan  algunas  alusiones  a la misma

 

            La reflexión  conciliar  sobre  el misterio  de la asunción  está  contenida  en los nn.  59  y 68 de la LG.

            En el  n. 59, como coronación  de la relación  entre María  y Cristo, el concilio  recoge  la fórmula  de la definición  y repropone  la doble   dimensión, personal   y cristológica , que había  dado la constitución  de Pío XII a la asunción   y a la realeza  de María. Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original, terminado el curso de la vida terrena, en alma y cuerpo fue asunta a la gloria celestial y enaltecida por el Señor como Reina del Universo, para que se asemejará más plenamente a su Hijo, Señor de los que dominan (Ap19, 16) y vencedor del pecado y de la muerte

            La asunción  no es presentada  por el concilio  como una  coronación  pasiva  de la misión  y de los privilegios  marianos, sino   como la etapa  final de un largo  camino, responsable  y comprometido , de la  maternidad  y del servicio  de cooperación  de María  al lado  del Salvador

            Con la  asunción  se concluye  escatológicamente  aquella unión  progresiva de fe, de esperanza de amor, de servicio  doloroso, que se  estableció  entre la madre y aliada y el Salvador desde el momento  de la anunciación y que se prolongó  durante  toda su vida en la tierra, y se realiza  en toda su plenitud, ontológica y moral, la conformidad  gloriosa  de María  con el Hijo  resucitado.

           

            Pero   la perspectiva  teológica  realmente   nueva  del Vat II es la  eclesial, n.68 de la LG.

He aquí  su doctrina: María,  glorificada en el cielo en alma  y cuerpo, es imagen  y comienzo  de la iglesia  del siglo  venidero; como tal, es signo  escatológico  de segura  esperanza  y de consuelo  para el pueblo  de Dios  que camina  hacia  el día  del Señor.

Los conceptos  que allí  se expresan  son dos, interdependientes  e implicados  el uno  en el otro: Maria asunta  es ya  imagen   y comienzo  de la iglesia escatológica del futuro ; como  tal,  representa  para el pueblo de Dios , que camina  en la historia  hasta el día  del Señor, el signo de esperanza cierta  y, por  tanto, de consolación.

 

Realmente  la perspectiva eclesial  que el c. VIII de la LG da  al misterio  de la asunción  completa  su alcance  teológico  y lo enriquece  admirablemente en el aspecto  pastoral.

 

¿Cómo  y para qué celebramos  esta Solemnidad de la Asunción de María?

 

La “lex credendi”  ha impuesto su ley en la “lex orandi”. Vamos a presentar la liturgia de la Palabra primeramente  y después la eucología.

 

            Como la Asunción de la Virgen es Solemnidad  la liturgia  de la Palabra  consta de tres lecturas.

            La Primera  es del libro del Apocalipsis: 11, 19a; 12, 1.3-6a.10ab.

           

Podemos decir que es una lectura bien traída  por su riqueza  tipológica, como veremos. El misal anterior  no la incluía; pero sí  el Introito usaba el versículo 1 del capítulo  12.

 

            Exponemos  con cierta exhaustividad su contenido, su exégesis.

 

Y se abrió el Santuario de Dios en el cielo, y apareció el arca de su alianza en el Santuario”

           

            El arca  de su alianza: Nadie ignora cómo el arca de la alianza es tipo de la Iglesia, de la Virgen María

             

En  el cielo: El vidente   se halla  en la tierra, mientras  en el firmamento  se presentan   los signos  de la mujer y del dragón

 

            Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce  estrellas sobre su cabeza;”

 

            Una mujer: La mayoría   de los comentaristas   antiguos  la identificaron  con la Iglesia; en la Edad Media  se extendió  la idea  de que representaba  a María, la madre de Jesús. Los exegetas  modernos  suelen   adoptar  la primera  interpretación  con ciertas  modificaciones

            Recientemente  varios   católicos   han defendido   la interpretación  mariana. Sin embargo, varios   datos  del contexto  no cuadran  muy  bien  con tal explicación. Es posible  que Juan  escribiera  desde  un doble punto  de vista, individual  y colectivo,

Implicando  al mismo   tiempo  al pueblo  de Dios, la Iglesia, y a María, el miembro Israel que  alumbró al Mesías

 

            El  sol...  la luna... una corona de doce  estrellas”: La  mujer  celeste  está adornada  de esplendor. El sol  la cubre como un manto. La corona de doce estrellas  parece  simbolizar  a las doce  tribus

 

            Apareció  otra señal en el cielo: Un enorme  dragón  rojo, con siete  cabezas y diez  cuernos y siete  diademas en las cabezas.

 

            Un  gran Dragón: Este  monstruo  mítico, conocido   también como  Leviatán... era considerado  como la síntesis  de las fuerzas   del mal  opuestas  a Dios

 

Siete   diademas: Símbolo  de su soberanía  sobre los reinos  de este mundo. Por su parte, Cristo  es acreedor  a  un  infinito   número  de diademas  como  vencedor   del

Demonio

 

            Con la cola barrió  del cielo  un tercio  de las estrellas, arrojándolas  a la tierra. El dragón  estaba  enfrente  de la mujer que iba  a dar a luz, dispuesto a tragarse e niño  en  cuanto  naciera.

 

            Las  precipitó sobre la tierra: Juan   quiere   sugerir  simplemente  el colosal   tamaño    y poder  del  monstruo.

 

El Dragón se detuvo delante de la Mujer: Esta frase   es muy  posiblemente un eco  de la condena  primordial  de Gen  3, 14-15 y alude  al largo  período  durante el cual  la humanidad  esperó  el advenimiento  de la descendencia de la mujer, descendencia  que aplastaría  la cabeza  de la  serpiente.

 

Dio a luz  un varón, destinado a gobernar con vara de hierro a los pueblos. La mujer  huyó  al desierto, donde  tiene  un lugar  reservado  por Dios.

 

Que   ha de  regir   a todas  las naciones : El Mesías   debía   destruir  el imperio  del dragón  sobre el mundo; por ello  el dragón  buscaría  destruirle  desde el momento  de su nacimiento.

            La mujer   huyó  al desierto: La iglesia  tiene que huir   al desierto, refugio  tradicional    para los oprimidos  de Israel: “El tuvo miedo, se levantó y se fue para salvar su vida. Llegó a Berseba de Judá y dejó allí a su criado” (1  Re 19, 3). Al parecer,  nos hallamos  ante  una  reminiscencia  de la tipología  del éxodo: así  como Israel  hubo  de padecer  las calamidades  del desierto, así  también la comunidad  escatológica debe pasar  por el desierto en su camino  hacia la redención.

 

            Se oyó  una  gran  voz  en el cielo: “Ahora  se estableció  la salud  y el poderío, y el reinado  de nuestro  Dios, y la potestad  de su Cristo”

 

            Un  himno  celebra  el triunfo  de Dios  y de su  Cristo; la victoria   es realmente   de Dios, pues Miguel   es simplemente   su siervo. Con esta  victoria   sobre Satán  el reinado  de Dios y de Cristo  queda  ya establecido  y puede  ser celebrado  como un acontecimiento   pasado

 

Arrojado  el acusador de nuestros hermanos: El AT  adjudica   a Satán  este papel. Sigue   acusando  a los discípulos   de Cristo, pero sus  acusaciones  son ineficaces.

 

Lectura  bella, significativa  para celebrar esta Solemnidad de la Asunción de la Virgen. Aunque no habla directamente  de la Asunción de María según el mismo dogma, no obstante nos ayuda a valorar y comprender más este misterio.

 

                                               

Segunda lectura: 1 Cor 15, 20-27a: También  nosotros   resucitaremos

 

Lectura, que no existía en el misal anterior; pero muy bien elegida, pues ayuda a comprender el significado de la Asunción de María.

Pablo parece  descartar  taxativamente   en  1 Cor  15, 20-23)  la posibilidad  de cualquier  resurrección  antes de la parusía

 Pablo en  los  11 primeros versículos  de este capítulo 15 va a afirmar  una y otra vez que Cristo ha resucitado.

 

A partir de la resurrección de Cristo, la resurrección  de los creyentes  se impone  a Pablo  como algo  casi evidente. La fe  en Cristo resucitado desemboca  en la  inquebrantable  esperanza   de que también  los cristianos  resucitarán. Y a la inversa, no esperar  la resurrección  de los muertos  equivale  a no creer en la resurrección de Cristo.

Pablo en el versículo 20 exclamará  gozo y lleno de esperanza: “¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron.” (1Cor  15, 20) 

Jesús   ha resucitado  no como  el único, como   un caso   esporádico y excepcional, sino  como el primero. Pero  no como el primero  en  simple  sentido  cronológico, sino  como el principio  activo  de la resurrección  de los demás, como  el primogénito  de los que triunfan   de la muerte.

 

 

En 1 Cor  15, 21-27 profundiza  Pablo  su reflexión  teológica  sobre la   resurrección  utilizando  las antítesis  vida-muerte; reino  de Dios y de Cristo- fuerzas  del mal.

La  resurrección  será una realidad  incontestable  porque  en el nuevo  reino de Dios instaurado  por Cristo, los  enemigos  de la vida- poderes demoníacos, fuerzas  caóticas, el hecho  mismo de la muerte – serán  vencidos  y sometidos  a los designios vivificadores de Dios  que no es  un Dios  de muertos, sino de  vivos  ( Mt  12, 27).

 

La sumisión  del Hijo al  Padre hace referencia  al homenaje  que el Hijo  encarnado, Salvador de la humanidad   redimida, tributará  a su Padre juntamente   con toda la creación  redimida. Una   vez  completada  la misión  redentora  de Cristo,   Dios Padre se manifestará  como principio  de toda vida y meta  final de toda la creación  y de toda la  historia de la salvación.

 

            La densidad  teológica  de esta lectura  nos orienta  a la hora de concebir  el significado  de la Asunción de María.

 

            Evangelio: Lc 1, 39-56: Encuentro  de María  con Isabel.

 

En el misal anterior el evangelio era el mismo, aunque tenía menos versículos, solamente los vv. 41-50. Este Evangelio es suficientemente  conocido, por lo tanto no nos vamos a parar a comentarlo. Es cierto que no habla directamente  de la Asunción de María; pero nos ayuda a celebrar mejor esta Fiesta de la Asunción de María.

 

Señalamos algunas orientaciones: Hemos señalado el valor eclesiológico  de esta Fiesta; eclesiología no ya estática, para ser contemplada, sino activa; de aquí el ponerme María en camino: la peregrina, que enseñará  a peregrinar con paz, ilusión, gozo.

María se siente llena de Dios  y está contenta; ella saludará  a su primera Isabel  con un saludo especial, no de cortesía, no solamente familiar, sino exultante, emotivo, pues siente que hay algo grande  se está realizando en medio de su prima Isabel y ella.

En esta visita María  proclamará el canto del Magníficat, el canto de las maravillas de Dios. La antífona  de Comunión de esta Solemnidad  se hará eco de los vv. 49-50.

María, Madre de Dios, Inmaculada Concepción y Asunta al cielo en cuerpo y alma, canta, exulta, proclama  un canto muy especial, muy lleno de contenido: el Magníficat.

           

            Vamos a presentar la Eucología de esta Fiesta.

 

La Constitución apostólica de Pío XII MD del 1 de Noviembre de 1950  llevó a una total  revisión de los textos  de la anterior misa: “Gaudeamus”. Pues   bien, también  la misa  Signum  magnum  de 1951, que debe su contenido  a la MD, se ha visto  en parte superada  por la reflexión  global  sobre  la Virgen   que ha desarrollado  el Vat II, en donde  el acontecimiento  asunción  ha encontrado  nuevos  aspectos.

Analizamos  la “Misa  del día”, cuyos textos, tanto eucológicos  como bíblicos, parecen   más expresivos  y válidos  en el contexto  teológico  posconciliar de nuestros días.

 

            En primer  lugar, el contenido  de la celebración  se pone  de relieve  adecuadamente  tanto  en la colecta  del día (“... Has elevado  en cuerpo  y alma  a los cielos  a la inmaculada  Virgen  María, Madre  de tu Hijo”)  como en el prefacio  propio:  ( “Hoy  ha sido  llevada  al cielo  la Virgen, Madre  de Dios; no quisiste, Señor, que conociera  la corrupción  del sepulcro  la mujer que, por obra  del Espíritu, concibió  en su seno  al autor  de la vida”)

 

            Los conceptos   del Vat. II  ( cfr. sobre todo LG 68)  e incluso  las mismas  expresiones  conciliares  han sido  acogidos   por la liturgia  en el prefacio  propio del día  de la Asunción , único  texto  realmente   nuevo: “ Ella  es figura  y primicia de la iglesia que un día  será glorificada; ella es  consuelo  y esperanza de tu pueblo, todavía peregrino  en la tierra”. 

 

            La Asunción  de la Virgen  se ve  consiguientemente  en este texto  litúrgico  dentro de una  perspectiva  tipológica.  María es el Icono  escatológico de la Iglesia.

            Documento consolador sobre nuestro futuro. María es  una hermana  nuestra  que ha llegado ya a la meta; nos ha adelantado  y precedido.

 

            ¿Para qué esta ceración de la Asunción de la Virgen?

 

Hemos  expuesto el contenido de esta Solemnidad y la forma de celebrarla; ahora nos resta decir algo: ¿Qué esperamos, qué actitudes  ante esta celebración?

 

            Aguardamos  nuestro fin  no de una forma  pasiva, sino en el  compromiso. “Cuanto se realizó- después de Cristo- en la Virgen María  se realice  también en nosotros, sus hijos”

 

            Las tres peticiones  de los textos  eucológicos   centran   la plegaria   precisamente   en este punto: “ que nuestros   corazones...vivan   siempre orientados hacia ti” ( Ofrendas); “Te rogamos...que... lleguemos  a la  gloria  de la resurrección” ( Oración después de la comunión); “ Te rogamos... lleguemos  a participar  con ella  de su misma   gloria en el cielo”  ( Colecta).

 

            A una madre siempre se le ensalza, siempre se le festeja; ella merece nuestra gratitud. Ahora que sabemos lo que significa su Asunción a los cielos, nos sentimos más felices, más dichosos y por lo mismo nuestra gratitud es perenne, exultante, gozosa.