XX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  

 

 

Un domingo  muy “ eucarístico”, Juan no nos trae  las “palabras de la  institución” eucarística  en la Ultima  Cena de Jesús ( si el mandato  del amor  fraterno  con el lavatorio de los pies).

 

Juan nos ofrece  en labios  de Jesús   una “catequesis”  o una  “teología”  eucarística  muy profunda. Es la que oímos   hoy, en la segunda  parte  de su “discurso del Pan  de la Vida”

 

Hemos visto  en estos domingos  pasados  cómo las lecturas  del AT  iban  preparando  la proclamación  del evangelio  de los panes  y su discurso  siguiente: Primero fue  Eliseo  quien multiplicaba panes, luego Moisés el que anunciaba  el mamá  que  Dios  daba  a su pueblo, más tarde  el pan  y el vino  que fortalecieron  a Elías  para proseguir  su camino. Hoy  es el libro de los Proverbios  que nos habla   de la comida   festiva que Dios  prepara  para los suyos.

 

            Primera Lectura: Proverbios  9, 1-6: Comed  de mi pan y bebed  el vino  que he mezclado.

 

La página    de hoy  nos presenta  un banquete, un festín  que nos prepara  la Sabiduría.

 

La  Sabiduría  se ha construido  su casa plantando   siete columnas, ha preparado  el banquete , mezclado  el vino  y puesto  la mesa; ha  despachado   a sus criados  para que  lo anuncien  en los puntos que dominan  la ciudad: “ Los inexpertos, que vengan  aquí , voy a hablar a los faltos  de juicio: venid  a comer   mi pan  y a beber  mi vino  que he  mezclado; dejad  la  inexperiencia  y viviréis , seguid  el camino de la prudencia.”

 

Sería muy conveniente  leer todo el capítulo 9, comparando los vv. 1-6 por una parte y los vv. 13-18 por otra.

Si apartamos  la cuña   de los versos  7-12, el capítulo  está construido  como un dístico  perfecto de dos  personificaciones  con marcadas   contraposiciones. La  Sensatez   es diligente  y activa, la Necedad está  sentada  sin  ocuparse  de nada. La Cordura  toma iniciativa   para invitar, despecha  a sus criados. La Necedad espera  a que pasen  los transeúntes para interpelarlos. Una ofrece  carne y vino, un banquete; el otro pan y agua. Una es  patente  y pública, la otra  furtiva y escondida. La Sensatez  conduce  a la vida, la Necedad  a la muerte

 

Antes de entrar en el análisis  de   estos versículos, recordamos el v.12 del capítulo 8: “Yo, la Sabiduría, habito con la prudencia, yo he inventado la ciencia de la reflexión.”

Ahora   presenta   oficialmente   su casa e invita  a los  inexpertos a entrar  en ella.

 

            1 La Sabiduría ha edificado una casa, ha labrado sus siete columnas,

 

El número   siete  es símbolo   de perfección; no existen  pruebas  arqueológicas  para apoyar  la sugerencia  de que   las casas   palestinenses  de esta  época  tuvieran  un patio  interior rodeado  por siete columnas.

 

            2 Ha hecho su matanza, ha mezclado su vino,   ha aderezado también su mesa.

 

            El vino  se mezclaba  con  especias  para aumentar  su sabor: “Te llevaría, te introduciría en la casa de mi madre, y tú me enseñarías.  Te daría a beber vino aromado,          el licor de mis granadas” (Cant 8, 2)

 

La carne  y el vino  eran alimentos  de fiesta; compárese con el pan  y el agua  de la mesa de la  Necedad: “ El agua  robada es dulce ; el pan  a escondidas, sabroso” ( 17)  

        

            3 “Ha mandado a sus criadas y anuncia  en lo alto de las colinas de la ciudad”

 

Muy diverso es el comportamiento  de la Necedad: “Se sienta   a la puerta  de su casa... para llamar  a los pasan, a los que van  derechos  por su camino” (9, 14-15)

 

            4 «Si alguno es simple, véngase acá. Y  al falto de juicio le dice

La  Sabiduría  invita  a los “simples”, a los que va  dirigido: “para enseñar a los simples la prudencia,  a los jóvenes ciencia y reflexión,” (1, 4).

La Necedad  los invita  con las mismas  palabras: “El que sea  inexperto, venga  acá”  (9. 16)

           

5 «Venid y comed de mi pan,  bebed del vino que he mezclado;

            6 Dejaos de simplezas y viviréis,  y dirigíos por los caminos de la inteligencia.»

 

El texto  haría pensar: En Jn  2  (Una boda  en Caná) y 6,  (Jesús, pan de vida). Cristo  no sólo  ofrece el vino  de la sabiduría  y el pan  de la enseñanza, sino también  su carne  y su sangre sacrificial.

 

            Creemos que es una lectura muy adecuada para la introducción del evangelio, que vamos a proclamar.

 

            El estribillo del Salmo también es muy adecuado: “Gustad y ved qué bueno es el Señor”

 

            Segunda Lectura: Efesios  5, 15-20: La embriaguez  en el Espíritu

 

            Comenzábamos a leer la Carta a los Efesios el domingo XV, empezando  por el plan  salvador  de Dios; el domingo XVI contemplábamos a Cristo como artífice   de paz  y de unidad; el domingo XVII exponíamos  la Vida  nueva  en Cristo, cuyo contendido implica  la Unida  en el amor; el domingo XVIII  nos sentíamos    Hombres nuevos en Cristo; el domingo XIX   se nos presentaban  las exigencias  de la nueva vida; hoy, domingo XX: normas  concretas  de conducta;  finalizando el domingo XXI la lectura de esta Carta: la relación de los esposos.

 

            El breve  pasaje  de Pablo  nos presenta  un lúcido  panorama  de lo que  debería  ser la vida  cristiana.

            Invita  sobre todo  a la sensatez: “no seáis insensatos... no estéis  aturdidos” sino “daos  cuenta  de lo que el Señor quiere”. Contrapone  el “emborracharse   con vino” y el “dejarse  llenar  del Espíritu”.

A la vez traza  un programa  de oración: recitando  salmos y cánticos inspirados, cantando  y tocando “con  toda el alma  para el Señor” y,  sobre todo, “dando  gracias  a Dios  por todo, en nombre de nuestro Señor  Jesucristo”

 

El peso  de esta sección  descansa  en la invitación  a familiarizarse  con la voluntad  del Señor. Al mismo  tiempo  se indica   el camino  para lograrlo, a saber, en las  asambleas  de culto de la comunidad.

 

Hermanos: “Fijaos  bien cómo  andáis; no seáis  insensatos, sino  sensatos, aprovechando  la ocasión, porque  vienen  días malos. Por eso, no estéis   aturdidos, daos cuenta  de lo que el Señor  quiere

15-17. Estos  versículos  desarrollan  el tema  de la sabiduría  de Dios, que ha de   de manifestarse   en la vida   cristiana  a través   de una acción  prudente, manteniéndose  alerta  a la inspiración  divina  en la oportunidad  del Señor.

 

El v.  15 saca  la conclusión  de lo que  se ha dicho  hasta ahora en la Carta.  Así pues se refiere  al bautismo  evocado  por la cita  del v. 14 o a lo que aconteció  en el bautismo: a las personas   a quienes   ahora se  escribe, llegaron a ser luz  en el Señor.

 

            Precisamente, el hecho  de que los cristianos  sean luz  exige   de ellos  que reflexionen  con diligencia  sobre cuál  debe ser  su vida.

 

             Serían  necios, claro  está, si  siguieran  viviendo  como gentiles, y por  tanto  no tuviesen  en cuenta  el don de la  sabiduría  recibido. Son sabios, si viven  conforme   a su corazón  iluminado  por la sabiduría, y de esta manera  “aprovechan  bien el tiempo” en estos  días   que  “son malos”.

 

En consecuencia, ser sabios y “aprovechar  bien” el tiempo significa: en medio  de los días  dominados  por el maligno, aprovechar  de tal modo  el tiempo, que éste, que  de por sí es el tiempo de la decisión  decidido  por Dios, aparezca  también  como tal, y por  tanto como  el tiempo  bueno y salvador.

 

Aprovechar   bien el tiempo  ( “redimir el tiempo”)  significa  hacer buen  uso  de él   y valorarlo  en lo que es: la situación  propicia  para la salvación, que Dios  nos ofrece en el evangelio.  Hacerlo   así significa  ser existencialmente  “sabio”

 

Pero  ¿Por qué  camino  llegará   el cristiano  a entender  esta voluntad? La respuesta la da San Pablo  en los versículos  18-20. La indicación  decisiva  es la que  se da  en el v. 18b: “llenaos más bien del Espíritu

 

La advertencia  que se hace  en el v. 18a: “No os embriaguéis con vino”.  Tal vez   se formuló  como un eco  de Prov 23, 31: “No mires el vino: ¡Qué buen color tiene!          ¡Cómo brinca en la copa! ¡Qué bien entra!” A esta  advertencia  contra la embriaguez, contrapone  el apóstol  la exhortación  siguiente, “sino llenaos   del Espíritu”

En Hechos  2 se compara   la sobria ebrietas del Pneuma con la embriaguez  por “dulce  vino”.

 

“No os  emborrachéis  con vino, que lleva  al libertinaje; sino  dejaos  llenar  del Espíritu.”

 

            En primer  lugar, se  llena  uno  del Pneuma, v. 19 “Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados;”

 

A los  cánticos   de alabanza   internos y externos, con los que  los cristianos, al recitarlos   y al  oírlos, se llenan  del Espíritu, hay que  añadir   la oración  de acción de gracias.

 

Recitad, alternando, salmos, himnos  y cánticos  inspirados; cantad  y tocad  con toda el alma  para el Señor. Celebrad  constantemente   la Acción de Gracias a Dios Padre, por todo, en nombre  de Nuestro  Señor   Jesucristo”

           

            La liturgia  pneumática  de la comunidad  congregada  es un acto  en que sus  miembros  se dirigen  mutuamente  la palabra, es una liturgia  celebrada, en lo más íntimo, en el corazón, y dirigida   a aquél  en cuyo  nombre  se halla  congregada  la comunidad y en  cuya  boca  se ha convertido.

 

            Creo que son suficientes  estas explicaciones para comprender este texto de la carta a los Efesios  en su segunda parte: Vida  nueva en Cristo.

 

           

            Evangelio: Jn 6, 51-59: Discurso  eucarístico

 

El tema eucarístico, que ocupaba  un lugar  secundario  en los vv. 35-50, pasa ahora  a primer plano  y se convierte  en tema exclusivo. Ya no se  dice  que la vida  eterna  está condicionada a tener  fe en Jesús , sino  que depende  de que se coma  su carne  y se beba  su sangre  ( v. 54). Jesús aparece como agente  y fuente  de salvación. En ellos aparece un nuevo  vocabulario: “comer”, “beber”, “carne”, “sangre”.

 

Hay dos indicios  llamativos  de que se piensa  en la Eucaristía. El primero es la insistencia  en la idea  de comer  la carne  de Jesús  y beber  su sangre. No puede tratarse  de una metáfora  para indicar  su revelación.

 

“Comer  la carne   de uno” aparece  en la Biblia  como una imagen  que significa  acción  hostil. “Cuando se acercan contra mí los malhechores  a devorar mi carne,          son ellos, mis adversarios y enemigos,  los que tropiezan y sucumben.” (Salmo 27, 2)

 

Entonces dije: « ¡No os apacentaré más; la que tenga que morir, que muera, la que tenga que desaparecer, que desaparezca, y las que queden, que se coman unas a otras!” (Zacarías ll, 9).

 

 

De hecho, en la  tradición  aramea   el “devorador  de carne”  es el demonio, el calumniador y adversario por excelencia.

 

Beber sangre  se consideraba  cosa  horrenda  y prohibida  por la Ley  de Dios:

Sólo dejaréis de comer la carne con su alma, es decir, con su sangre” (Génesis 9, 4)

 

Guárdate sólo de comer la sangre, porque la sangre es la vida, y no debes comer la vida con la carne.” (Dt 12, 23).

 

Su significado  traslaticio  y simbólico   era el de una  matanza  brutal “aquel día será para el Señor Yahveh, día de venganza para vengarse de sus adversarios.      Devorará la espada y se hartará   y se abrevará de su sangre;    pues será la matanza de Yahveh Sebaot   en la tierra del norte, cabe el río Eufrates.” (Jr. 46, 10).

 

Para que  las palabras  de Jesús  en 6, 53 puedan  interpretarse  en un sentido  favorable, han de   referirse  a la Eucaristía.

El segundo  indicio  de que se trata  de la Eucaristía  es la fórmula  que aparece  en el v. 51: “ El pan  que voy a dar  es mi carne, para que  el mundo  viva” . Si tenemos  en cuenta  que Juan  no recoge  las palabras  del Señor  sobre el pan  y la copa  en la última 

cena,  es posible  que en  6, 51  se nos haya  conservado  la forma  joánica  de las palabras  de la institución.

  

 

Relación  de los vv. 51-58  con el resto  del capítulo

 

Si admitimos  que el significado  primario de la expresión  el pan de vida” no es el mismo  en los vv.  35-50 y en los vv.  51-58, ¿pertenecerán  las dos  partes a un mismo y único  discurso?

Tal  como ahora  se nos presenta   el capítulo 6,  hemos de  admitir  que hay  en los vv.  51-58 muchos rasgos  que encajan  perfectamente  en el contexto.

 

Podemos decir que los vv. 51-58 pertenecen  al conjunto  de la tradición  joánica, pero no  excluyen  la posibilidad  de que fueran  añadidos  en una  redacción  posterior del Cáp. 6.

 

Diremos que el capítulo 6  era de carácter  eucarístico, aunque  los vv. 51-58  no formaran  parte de él; y si éstos  son una  adición  posterior, fueron añadidos  no para introducir  una tema eucarístico, sino para  hacer  que destacaran   aún más  los elementos   eucarísticos  que ya contenía el discurso. El discurso  del pan  de vida  aparece  ya completo  en los vv.  35-50.

 

 La sugerencia  más plausible  sería  que tenemos  aquí dos formas   distintas  de un discurso  sobre el pan  de vida, ambas joánicas, pero   correspondientes  a distintas 

Etapas  de su predicación.

 

Posible  origen  de los  materiales  de los vv. 51-58

 

Proponemos   ahora la hipótesis  de que el armazón  de los vv. 51-58  está formada  por materiales  procedentes  del relato  joánico  de la institución de la eucaristía, que originalmente  se situaba  en la Ultima  Cena. Con esta hipótesis  se explican  varias  cosas: a) la ausencia  de un relato  de la institución  en el capítulo 13. Este  desplazamiento  de los materiales  referentes  a la institución  ha dejado  sus huellas  en el capítulo  13, por ejemplo: “No me refiero a todos vosotros; yo conozco a los que he elegido; pero tiene que cumplirse la Escritura: = El que come mi pan    ha alzado contra mí su talón.” (Jn 13, 18)

            El material  tomado  de la Ultima  Cena  fue reelaborado  sobre el modelo  del discurso  del pan  de vida cuando fue  añadido  al Cáp.6.

Los vv. 60ss, como veremos, se refieren  más directamente  a 35-50 que a 51-58.

 

Comentario especial de los vv. 51-58

           

           

            El v. 51 “Yo soy  el pan  vivo   bajado del cielo. El que come de de este pan, vivirá siempre. Y el  pan  que yo daré  es mi carne  es paralelo  del v. 35 “Yo soy el pan  de vida. El que  viene a mí  no volverá a tener  hambre; el que  cree en mí  nunca  tendrá  sed” que señala  el comienzo  del discurso del pan de vida.

 

 Es interesante  advertir  que en este versículo, en que  hablará  del pan  diciendo  que es su carne , Jesús  insiste  en que  ha bajado  del cielo. La venida  de la Palabra  al mundo  se expuso  en Jn 1, 14 “Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria,   gloria que recibe del Padre como Hijo único,          lleno de gracia y de verdad.” en términos  de encarnación ; aquella  misma carne  es la que  se dará  ahora  a los hombres  como pan  vivo.

En el v. 32 se dice  que es el Padre  el que da el pan del cielo, en el sentido  de que el Hijo  viene  del Padre; pero  cuando el pan  se identifica  ahora  con la carne  de Jesús , es éste el que  se tiene  que dar.

Jesús  entrega  voluntariamente  su vida: “Nadie me la quita;  yo la doy voluntariamente.  Tengo poder para darla  y poder para recobrarla de nuevo;    esa es la orden que he recibido de mi Padre.» (Jn 10, 18), y esa  muerte  voluntaria hace posible  la participación  eucarística  de su carne.

 

Al principio  del evangelio  se presentaba  a Jesús  como cordero  pascual  que quita  el pecado  del mundo: “Al día siguiente ve a Jesús venir hacia él y dice: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.” (Jn 1, 29); ahora  se dice  que Jesús  da su  carne  para que el mundo  viva.

 

En el v. 52 “ Esto suscitó  una fuerte   discusión  entre los judíos, los cuales  se preguntaban: ¿ Cómo  puede  éste  darnos  a comer su carne”?tenemos  un malentendido paralelo  del que  aparecía  en los  vv. 41-42. Lo extraño  es que  Jesús  no se toma  molestia  alguna  para salvar  la repugnancia  de los judíos ante la  idea  canibalesca de comer su carne, y añade  la nota, aún  más  realista , de beber su sangre.

La objeción  y consiguiente  respuesta  de los vv.  52-53 podrían   reflejar  una disputa  surgida  en tiempos  del mismo  evangelista , ya que  la apologética  judía  contra  los cristianos  atacaba  a la eucaristía.

 

Los vv. 53-56 prometen el don de la vida  a quien  coma  la carne  y beba la sangre  de Jesús, pero  esta promesa  eucarística  viene  a continuación  del cuerpo  principal  del discurso  del pan  de vida de los vv. 35-50, donde se insiste  en la necesidad de creer en Jesús.

La  yuxtaposición  de las dos  formas  del discurso  enseña  que el don de la vida  nos viene  a través de la recepción  con fe  del sacramento ( vv. 54 y 47).

 

En el v. 54  tenemos  combinados  una vez más  los dos  tipos  de escatología. Quien  come  la carne  de Jesús  posee  ya aquí  la vida eterna ( escatología  realizada),  pero al mismo  tiempo  se promete  que  Jesús  lo  resucitará  el último  día ( escatología  final). También  va implícita  la escatología  final  en la alusión a comer  la carne  del Hijo  del Hombre  ( v. 53), que es un personaje  escatológico.

 

Sabemos, por supuesto, que otros  autores  del NT  relacionan  estrechamente  la eucaristía  con la escatología  final. “Pues cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga.” (1 Cor  11, 26). En este  texto  se describe la eucaristía  como una  proclamación  de la muerte  del Señor hasta que él vuelva.

 

Si comparamos  los vv. 54 y 56, advertimos  que poseer  la vida  eterna  supone  estar en comunión  íntima  con Jesús; se trata  de que el  cristiano  siga  con Jesús  ( menein), y Jesús  con el cristiano.

En el v. 27 hablaba  Jesús  del alimento  que dura  ( menein)  hasta la vida eterna , es decir,  que la fuente  de la vida  eterna  es un alimento  que no se acaba. En el v. 56, el  verbo  menein  se aplica  no al alimento, sino a la vida  que éste  produce  y nutre. La comunión  con Jesús  significa  realmente  participar  en la comunión  íntima  que hay entre el Padre y el Hijo.

El v. 57 “El Padre, que me ha enviado, posee  la vida, y yo vivo por él. Así también, el que me coma  vivirá  por mí” es una  enérgica  expresión  de la  tremenda  afirmación  de que Jesús  otorga  al hombre  una participación  en la vida misma de Dios.

 

Ocurre  así  que, mientras  los sinópticos  consignan  la institución  de la eucaristía, Juan  explica  lo que  esa eucaristía  significa  para el cristiano

 

58 “Este es el pan bajado del cielo;  no como el que comieron vuestros padres,          y murieron;  el que coma este pan vivirá para siempre.»

 

El milagro  del maná  era considerado  el mayor  de cuantos   realizó  Moisés. Leemos  en el v. 49 “Vuestros  padres  comieron   el maná  en el desierto  y, sin embargo  murieron” y en el v. 50: “Este  es el pan  del cielo, y ha bajado  para que quien  lo coma no muera”.

 

Murieron: Aquí  significa   casi indudablemente  la muerte  física, en contraste   con la muerte  espiritual. Sin embargo, hay una  tradición  judía  posterior de que la   generación  del desierto  murió  también  de muerte espiritual, por lo que no sería admitida  en el mundo   futuro.

El coma de esta pan, que el Señor nos da, morirá  ciertamente  de muerte física, pero no de muerte espiritual: su destino es la vida eterna, el vivir.

 

Quede claro  lo referente a los dos discursos: el discurso sobre el pan de vida  y el discurso eucarístico. El primero hace referencia a la fe; el segundo al cuerpo y a la sangre de Cristo.