XXV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  

 

 

Es conveniente recordar el evangelio del domingo anterior  para poder comprender mejor el correspondiente a este domingo XXV.

           

            “Y empezó a instruirles: El Hijo del Hombre  tiene que padecer mucho, tiene  que ser  condenado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado  y resucitar a los tres días” ( Mc 8,3l). Se trata del primer anuncio de la Pasión del Señor, que tiene lugar antes del hecho de la Transfiguración.

            Hoy leemos en el Evangelio el segundo anuncio de la Pasión y tiene lugar después de la Transfiguración ( Mc 9 30-32).

 

            Jesús siente necesidad  de instruir  a sus discípulos acerca de algo muy importante en Su vida: el hecho de su muerte. No quiere que sus discípulos se sientan engañados. “ En aquel  tiempo  instruía  Jesús a sus discípulos: El Hijo del  hombre va a ser entregado  en manos de los hombres, y lo matarán; y  después de muerto, a los tres días  resucitará”  ( Evangelio de hoy).

 

            Pedro se escandaliza  ante el primera anuncio; ahora no entienden  nada, se están moviendo en una órbita diferente. ”Pero no entendían  aquello, y les daba miedo  preguntarle”. Jesús no puede permitir  que todo termine aquí, sino que desea explicarles lo que acaba de decirles:” Llegaron a Cafarnaúm, una vez  en casa, les preguntó. ¿ De qué discutíais por el camino?.

           

            Les da vergüenza  responderle con la verdad,” pues, por el camino  habían discutido  quién era el más importante”. Hay varias formas de hablar, podríamos resumirlas en dos: una viene de la falsa ciencia y la otra de la verdadera sabiduría.

            Jesús quiere enseñarles  la verdadera sabiduría:”Jesús  se sentó, llamó a los Doce y les dijo: Quien  quiera ser el primero, que sea el último  de todos  y el servidor de todos”. La grandeza del discípulo está en el servicio, en la humildad, en la aceptación de lo que no cuenta, de lo que no tiene mayor sentido:” Y acercando a un niño, lo puso  en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: El que  acoge  a un niño  como éste en mi nombre, me  acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado”.

 

            San Juan de la Cruz nos dirá que Dios habla lenguaje de eternidad y el hombre lenguaje de tierra.

            La tentación, al parecer inevitable, de los neo-conversos, era la de sentar cátedra; la pretensión  de tener a mano la solución de todas las cuestiones. No hay que olvidar  que la verdadera  sabiduría  es aquella que va acompañada de la conducta  adecuada.

            En este segundo anuncio llaman la atención algunas  diferencias  que presenta  respecto al primero. El debía sufrir queda sustituido  por un va a ser entregado  y el rechazo  de las autoridades  judías  se convierte en una entrega a la violencia de los hombres ( aspecto desarrollado en la primera lectura).

            A pesar de ser un anuncio más escueto, más breve, todo que  en él mejor precisado.

 

            Este anunciado de la Pasión, su significado teológico, está tipificado de una forma maravillosa en el Antiguo Testamento. Un hecho tan importante  en la vida de Jesús, exige que su aclaración comience ya en el Antiguo Testamento.

 

            “( Dijeron los malos): acechemos al justo, que nos resulta  incómodo...declara  que conoce a Dios  y se da el nombre del hijo del Señor...Lleva una vida  distinta de los demás y su conducta  es diferente... declara  dichoso al fin de los justos  y se gloria  de tener por padre a Dios” ( Libro de la Sabiduría 2,l2. 17-20)

            La descripción  de la persecución  del justo  tiene semejanza  con el salmo  22 y 69 y con los poemas del Siervo de Yahvé  del segundo  Isaías. El autor  se está refiriendo  a los judíos  apóstatas  y los paganos hostiles.

 

            “Veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando  el desenlace de su vida...”

            El autor de Proverbios  afirma  que las entrañas  de los malvados  son crueles  ( Prov l2,10). Los  grandes libertinos son con frecuencia  duros perseguidores.

 

            “Si es el justo hijo de Dios, lo auxiliará y lo librará  del poder de sus enemigos. Lo  someteremos a la prueba  de la afrenta  y la tortura, para  comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues  dice  que hay  quien se ocupa de él”.

 

            La actitud  de estos impíos  es muy semejante  a la de los judíos   y paganos en la pasión  de Cristo.” Porque si el justo es hijo de Dios, él lo asistirá , y lo librará  de las manos  de sus adversarios” ( Sap. 2,l8). “ Ha puesto  su confianza  en Dios; que lo libre  ahora,  si es que lo quiere, ya que decía: Soy  Hijo de Dios” ( Mt 27,43).

 

            Creo que es conveniente tener presente el significado de hijo de Dios para poder comprender este texto del libro de la Sabiduría. El título  hijo de Dios se aplica en el Antiguo Testamento  a Israel ( Ex 4,22s), a los  israelitas ( Dt l4,l; Is l,2; Os ll,l) y al rey de Israel ( 2 Sm 7,l2; 1 Cr 22,10). En el libro de la Sabiduría  se tiende a reservarlo para los justos  ( Sap 9,7; 10,15;12,19; etc) y se entiende  en un sentido  más profundo  que culminará  en la revelación neotestamentaria  sobre la filiación  divina de los hijos de Dios.

            Los impíos  y los justos que  se enfrentan en los Hb. ll-20 responden a unos nombres  concretos. Los justos  son los fieles  yahvistas  que viven  en Alejandría  en el siglo I   a. J.C., rodeados  de paganos  y de judíos  apóstatas.

            Podemos ver en estos  impíos a todos los malvados que se oponen a los justos. En estos hombres piadosos están simbolizados  todos los hombres buenos, que buscan la verdad, la coherencia, la identidad de vida.

 

            La razón  principal que enfrenta a unos y a otros es de orden religioso: los primeros  tienen fe; los segundos, no. Además de ésta, los impíos  aducen  otra serie de motivaciones: afean  nuestra conducta y nos echan  en cara  nuestras faltas; se glorían de poseer el conocimiento de Dios; su presencia  es un reproche  para nosotros; llevan una vida  distinta.

            El libro de la Sabiduría  es un escrito del judaísmo  helenístico  en una época  muy próxima  al tiempo del Nuevo Testamento ( quizá  del siglo I   antes de Cristo).  Es el reflejo  de una comunidad  creyente que quiere vivir  con fidelidad  a Dios  en medio de un ambiente  poco favorable, incluso  hostil.

            Esta comunidad es muy distinta a la comunidad o comunidades, a las cuales se dirige Santiago. Estas parecen inmersas  en una situación  de luchas  y conflictos. La causa  de tal situación está en el interior de cada uno: son las pasiones. Dos aspectos  se contraponen  una vez más en la carta: la sabiduría  que viene de lo alto y la terrena. A esta última  ni siquiera  se le da explícitamente  el nombre de sabiduría.

            Como ya es normal en Santiago, la fe, la religión  y la sabiduría  cristianas  necesitan  una verificación en la vida concreta.

            El saber entre  cristianos  no se mide  principalmente  por la locuacidad, la facilidad de palabra o la inteligencia, sino  por vivir en concreto  las actitudes  que emanan  del misterio de Cristo.

            La constatación  de luchas  y conflictos  en el interior de la comunidad cristiana  hace preguntarse al autor  cuál es su  origen. La causa de los  conflictos  no hay que buscarlos  en elementos  extraños, sino en el interior  de cada uno: son las pasiones . Para salir de esta situación  conflictiva  se podría  recurrir a la oración, pero  hasta la súplica  está afectada  por intereses  egoístas.

 

            Se podrían sacar algunas conclusiones válidas  y orientadoras para poder seguir a ese Jesús que enseña a sus discípulos que es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado a los sumos sacerdotes para que lo ejecuten y después resucitar.

           

            En el Vaticano  II la Iglesia  se declaró  servidora de la humanidad, y no  dueña  o matrona que lo sabe todo  y exige  ser servida. Cuando comulgamos  con “ el Cuerpo entregado por” y “la sangre  derramada por”, no sólo  recibimos de Cristo consuelo  y paz para nosotros, sino  que aprendemos  su lección  de entrega  total por los demás.

            No se debe olvidar  que donde hay  envidias  y peleas hay  desorden  y toda clase de males.

            Recordar siempre que la Sabiduría que viene de arriba, ante todo  es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas  obras, constante, sincera.

            Deberíamos  examinar concienzudamente la raíz  y el origen  de los conflictos, que a menudo surgen entre nosotros.

 

            Nuestra oración no tiene valor, pues está devaluada, manchada:” Pedís y no recibís, porque pedís mal, con la intención  de satisfacer  vuestras  pasiones” ( Santiago 4, 3 ( Parte de la segunda lectura de la Eucaristía del domingo XXV).

 

            El evangelio habla del segundo anuncio de la Pasión del Señor; sus discípulos no entienden nada. Este Señor, que tiene que morir, después de padecer mucho, está tipificado con mucho detalle por el justo o justos perseguidos del libro de la Sabiduría, capítulo segundo. La comunidad, descrita en este texto de la Sabiduría, es la que tiene presente Santiago, cuando en su Carta Católica expone cómo debe ser una comunidad, que se deja llevar por la Sabiduría de arriba y no por la sabiduría de abajo.

 

            Casi podemos poner fin, repitiendo el estribillo del salmo responsorial: “ El Señor sostiene mi vida”,  la vida de cada uno y la vida de toda la comunidad.