XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  
 

 

Jesús, caminando hacia Jerusalén, va instruyendo a sus discípulos. Les cuesta comprender lo que el Maestro les enseña. El domingo pasado veíamos cómo Jesús corrige el comportamiento de Juan, pues se movía en un campo sectario, poco abierto. Hoy, domingo XXVII del tiempo ordinario, expone la  doctrina acerca del matrimonio  y su pensamiento en lo referente a la ruptura del mismo.

            Los problemas matrimoniales, y  concretamente el divorcio, reciben  una iluminación  trascendente en la palabra de Jesús, pues él los estudia desde el origen de la creación, desde el principio.  

            Aquí no tramos de mostrar toda la Teología y toda la Moral del matrimonio, sino de presentar lo que dicen las lecturas de la Eucaristía de este domingo.

            La lectura lª es del libro del Génesis 2,l8-24. Este texto forma parte del segundo relato de la creación ( el primero se encuentra en Gn 1,1-2,4). Es necesario tenerlo muy presente para poder después entender el mandato de Jesús.

            Creo que no se debe olvidar que el Dios de la creación es el mismo Dios de la revelación realizada por Jesucristo. Comprendemos mejor la revelación desde la creación y  ésta desde  aquélla. Los mandamientos del Señor son como una exigencia de la misma constitución del hombre. El matrimonio no es un contrato, sino algo más. El ser es abertura al otro para ser plenitud.

            Veamos qué dice la  primera lectura. “El Señor Dios se dijo: No está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle  alguien  como él que le ayude.” . No se trata de un bien moral, sino de una necesidad antropológica. El hombre es un ser social, incapaz de realizar su destino sin ayuda. El varón  sin mujer es un ser manco e incompleto, fisiológica  y psicológicamente. Es una pobreza  infravalorar  la sexualidad en lo que tiene de complementariedad. Una sociedad que quiera igualar en todas sus expresiones la sexualidad: lo femenino y lo masculino;  ella misma se orienta  hacia la frustración, hacia el  fracaso. No podemos dejar  la humanidad en manos del vaivén  de la moda; debemos apoyarla  y fundamentarla  en principios, que echan sus raíces en la misma constitución del ser humano. El cristianismo  nunca será retroceso, sino profundización, realización, plenitud.

            La vida del  hombre  va más allá del mero  existir; si no fuera así, tendría  suficiente con el huerto  y los animales: precisa  del otro, de la comunidad, del amor.

            El hombre  puso  nombre a todos los animales  domésticos, a los pájaros del cielo y a las bestias del campo; pero no se encontraba ninguno como él que le ayudase”. Cuando el hombre ahonda sobre sí mismo, se da cuenta de sus verdaderas carencias  y de sus necesidades. El hombre superficial sólo capta las privaciones que los sentidos le presentan.

            El hombre es imagen de Dios  lo mismo que la mujer. “Entonces  dijo Dios: hagamos a los hombres a nuestra imagen, según  nuestra semejanza” ( Gen. 1,26). De aquí surge que nada le llene completamente al hombre, sino alguien que sea, no como él, sino imagen de Dios como él: la mujer. ¡ Esta sí que es hueso de mis huesos  y carne de mi carne!. El amor  sexual, lejos de ser algo  pecaminoso o menos  bueno, esta atracción  revela  que Dios ha hecho  a la pareja  para que encajen  como piezas  de una máquina perfecta; “ con-sortes”, partícipes  del mismo  destino, ayuda  compartida  en la conversación y en los silencios, en la alegría  y en la pena. Este amor  querido por Dios es la razón del matrimonio, origen de la familia, y de la relación  sexual  como integrante  de la misma.  

            De aquí el mandato del Señor: “ Por eso  abandonará  el hombre a su padre y a su madre, se unirá  a su mujer  y serán los dos una sola carne”. Esta disposición no es algo fatídico, que viene de fuera, sino es una liberación, una invitación a realizar lo que la propia naturaleza está exigiendo, reclamando desde dentro.  

            Ahora estamos en condiciones de poder entender  mejor lo que dice Jesús acerca del matrimonio y del divorcio. En este ciclo B estamos leyendo al evangelista san Marcos, él nos presenta con alguna peculiaridad el pensamiento del Maestro, camino hacia Jerusalén ( Mc 10,2-12). Esta perícopa  se divide  claramente  en dos partes: el adoctrinamiento del pueblo 2-9; y el de los discípulos  10-12.

            A Jesús unos fariseos le preguntaron  para ponerlo a prueba: “¿ Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer? . San Mateo l9, 3 añade  algo más ” por cualquier motivo”. En el versículo 9 explica este motivo”: Ahora yo os digo: El que se separa de su mujer, excepto en caso de prostitución, y se casa con otra, comete adulterio”.

            Algunos exégetas  intentan explicar esta excepción: en caso de prostitución. La prostitución  mencionada por Mateo quizá pueda significar “relaciones  sexuales prematrimoniales “ por parte de la mujer comprometida ya por unos  esponsales  judíos. Esta conducta era considerada por Jesús  mismo como un motivo  de divorcio  cuando  aún no se había  consumado el matrimonio, porque  en ese caso  habría engañado  al marido que  esperaba recibir por esposa a una mujer virgen.

            La omisión de esta frase en Marcos  refleja  el trasfondo  característico  de una iglesia  gentil  no familiarizada  con la disputa rabínica   y  más interesada  en formular  un principio  moral  de amplitud universal.  

            Sabemos cómo les contestó; sus últimas palabras son éstas: “ Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”. Jesús  invoca la voluntad de Dios en relación con la indisolubilidad del matrimonio, incluso contra la autoridad de Moisés. Es Dios  quien ha querido  que el hombre  y la mujer se amen y formen “una sola  carne”.

            Los discípulos no llegaron a captar toda la verdad de  esta enseñanza, por esto mismo en casa le volvieron a preguntar sobre lo mismo.”El les dijo:  Si uno se divorcia  de su mujer  y se casa con otra, como adulterio  contra la primera. Y si ella se divorcia  de su marido  y se casa con otro, comete adulterio”. San Mateo en l9, 9 no dice nada de: “la que se ha divorciado de su marido y se casa  con otro, adultera”. Esta posibilidad  no se daba entre los judíos. Mc l0, ll está más  cerca de las palabras auténticas  de Jesús, en el sentido de una prohibición tajante del divorcio. 

            Los puntos de vista expuestos por Jesús acerca de la indisolubilidad del matrimonio son absolutamente nuevos, sin base en el AT, ni en la literatura rabínica o la de Qumrán. Hay, sin embargo, cierta afinidad con las normas levíticas referentes al matrimonio  de los sacerdotes:” No tomarán por esposa una prostituta, una violada, ni una mujer  repudiada por su marido, pues el sacerdote está consagrado a su Dios” ( Lev 21,7) y especialmente  con lo preceptuado  acerca de los sacerdotes en Ez 44, 22:” No se casarán  con viuda ni con repudiada, sino con una virgen de Israel; podrán, no obstante, casarse con la viuda de un sacerdote”.  

            Jesús se apoya en una exigencia de tipo antropológico, fundamenta su precepto en la misma constitución del ser humano; desde aquí no duda en definir  como adulterio la ruptura  de una relación  que debe concebirse, no como simple  contrato legal, sino como una alianza estable, a semejanza  de la que  el mismo Dios ha hecho  con su pueblo. De ese carácter  de alianza  que posee el matrimonio deriva la fidelidad  conyugal que Jesús  proclama, una fidelidad sostenida y alentada  por el amor, no por la ley. Este amor, en  referencia  constante al amor de Dios, será  capaz de encontrar siempre la luz  y la fuerza  necesarias para superar los muchos  obstáculos  que al cristiano  se le presentan  en esa vida  conyugal a través de la cual ha de realizarse el seguimiento de Jesús.

            La moral  farisea  estaba montada sobre la no confesada inferioridad de la mujer, que era considerada  una propiedad del varón. Jesús insiste en la complementariedad existente entre el hombre y la mujer, nunca en la desigualdad en la dignidad: ambos son imagen de Dios. El texto del Génesis, citado por Jesús, presenta la unión  del varón  y de la mujer como la meta de una plenitud humana.

            Cuando se ha dado el matrimonio, nadie lo puede romper, es para siempre. Quizá cabría recordar algo que no es conveniente olvidar. En la Iglesia Católica es normal  una praxis, según la cual se justifica la disolución de un matrimonio ratificado, pero no consumado. Hoy numerosos  y autorizados  teólogos  católicos piensan  que es muy posible  que la misma Iglesia Católica llegue a considerar la “consumación” no en su puro aspecto  fisiológico ( puntual), sino en toda su amplitud  psicológica.  

            A partir  de hoy, y durante siete semanas, leeremos como 2ª lectura  la Carta a los Hebreos. A pesar de su nombre  tradicional, este escrito singular del Nuevo Testamento tiene  un cariz  más homilético que epistolar. Contiene  sobre todo  una reflexión, de gran  calidad literaria  y teológica, sobre Cristo como Salvador de la humanidad.

            En el ciclo B se lee la primera parte de la carta a los Hebreos, reservando para el ciclo C  la segunda.

            Hoy leemos el texto del capítulo 2,9-11. Cristo es presentado como el glorificado a partir de la muerte. Es el Señor, pero es nuestro hermano; es el santificador  y nosotros  los santificados por El, y entre El y nosotros  hay una misma naturaleza común  y una orientación, y un mismo  camino: El  de pascua.

            “Al que Dios había  hecho un poco inferior a los ángeles, a Jesús, lo vemos  ahora  coronado  de gloria  y honor por su pasión y muerte”. No bastaba demostrar la superioridad de Cristo  sobre los ángeles  o sobre todos los poderes inferiores a Dios. Era necesario también presentar un Cristo desde abajo, desde la solidaridad  plena y completa con aquellos  a quienes  venía a salvar. El autor de la carta, en este capítulo segundo, tiene presente el salmo 8,6. Este salmo se aplica a Jesús también en otros paulinos: lCor l5, 27; Efesios l, 22.

            Cristo es presentado siguiendo el esquema “humillación-exaltación”: poco menor que los ángeles, coronado de gloria  y honor ( el esquema corriente de la predicación  primitiva). Gracias a la humillación llegó a la exaltación  y a la gloria. Y así  abrió el camino de la salud que debe ser recorrido por todos aquellos que él se propuso  llevar a la gloria.

             En un proceso  de reflexión  muy personal y profundo, el autor de la carta se arriesga a buscar argumentos  que ayuden a entender esa disposición divina, a primea vista, escandalosa, según la cual  Jesús sufrió la muerte  en beneficio  de todos.

            “Dios... juzgó  conveniente, para llevar  a una multitud  de hijos  a la gloria, perfeccionar  y consagrar con sufrimiento  al guía  de su salvación”.( Heb 2,10.            

            En otras homilías haremos más hincapié en esta segunda lectura, que nos acompañará  durante varios domingos. Solamente quiero recordar que era conveniente designa no una obligación que se derive  de la naturaleza de las cosas, sino la adecuación a la voluntad de Dios.